2Pedro 2:1 En el pueblo de Israel hubo también algunos que decían ser
enviados por Dios, pero no lo eran. Así también, entre ustedes, habrá quienes
se crean maestros enviados por Dios, sin serlo. Ellos les darán enseñanzas
falsas y peligrosas, sin que ustedes se den cuenta, y hasta dirán que
Jesucristo no es capaz de salvar. Por eso, cuando ellos menos lo esperen, serán
destruidos por completo.
2Pedro 2:2 Mucha gente vivirá
como esos falsos maestros, haciendo todo lo malo que se les antoje. Por culpa
de ellos, la gente hablará mal de los cristianos y de su modo de vivir.
2Pedro 2:3 Esos falsos maestros
desearán tener más y más dinero, y lo ganarán enseñando mentiras. Pero Dios ya
decidió castigarlos desde hace mucho tiempo, y no se salvarán de ese castigo. (Versión Traducción Lenguaje Actual)
Primera de
Pedro se escribió por la época en que el emperador romano Nerón inició su
sanguinaria persecución de los cristianos. Segunda de Pedro se escribió dos o
tres años más tarde (entre 66-68 d.C.), después que se intensificó la
persecución. Primera de Pedro fue una carta de aliento para los cristianos que
sufrían, pero Segunda de Pedro enfoca los problemas internos de la iglesia.
Sobre todo se refiere a los falsos maestros que causaban dudas y alejamiento
del cristianismo. Segunda de Pedro combate sus herejías denunciando los móviles
malignos de los falsos maestros y reafirma las verdades cristianas: la
autoridad de las Escrituras, la primacía de la fe y la certeza del regreso de
Cristo.
Muchos
creyentes quieren más de la gracia y la paz de Dios, pero no están dispuestos a
esforzarse por conocerlo mejor mediante el estudio bíblico y la oración. Para
disfrutar de los privilegios que Dios ofrece generosamente, tenemos "el
conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesucristo". El poder para crecer
no viene de nuestro interior sino de Dios. Como no tenemos los recursos para
ser verdaderamente espirituales, Dios nos permite "ser participantes de su
naturaleza divina" a fin de protegernos del pecado y ayudarnos a vivir
para El. Cuando nacemos de nuevo, por medio de su Espíritu Dios nos capacita
con su propia bondad moral.
La fe
tiene que ser más que creer en hechos ciertos, debe traducirse en acción, en
desarrollo del carácter cristiano y en la práctica de la disciplina moral, o
desaparecerá (Santiago_2:14-17 14 Hermanos en Cristo,
¿de qué sirve que algunos de ustedes digan que son fieles a Dios, si no hacen
nada bueno para demostrarlo? ¡Así no se van a salvar! 15 Si alguien no tiene ropa ni comida, 16 y tú no le das lo que necesita para abrigarse y comer bien,
de nada le sirve que tú le digas «Que te vaya bien, abrígate y come hasta que
te llenes». 17
Lo mismo pasa con la fidelidad a Dios: de nada nos
sirve decir que le somos fieles, si no hacemos nada que lo demuestre. Esa clase
de fidelidad está muerta.) Versión:
Traducción Lenguaje Actual
Pedro hace una lista de varios actos de fe: aprender a conocer mejor a
Dios, cultivar la paciencia, hacer la voluntad de Dios, amar a los demás. Esos
actos no se producen automáticamente; requieren arduo trabajo. No son
opcionales, deben de ser parte constante de la vida cristiana. No terminamos
con uno para luego empezar con el otro sino que nos ocupamos de todos juntos.
Dios nos capacita y autoriza, pero nos da también la responsabilidad de
aprender y crecer. No debemos sorprendernos ni resentirnos por el proceso.
Los falsos
maestros decían que no era necesario el dominio propio porque las obras no
ayudan a creer. Es verdad que las obras no pueden salvarnos, pero es
absolutamente falso pensar que no son importantes. Somos salvos de modo que
podemos crecer a la semejanza de Cristo y eso nos ayuda a servir a los demás.
Dios quiere producir en nosotros su carácter amoroso, pero para hacerlo exige
nuestra disciplina y nuestro esfuerzo. Cuando obedecemos a Cristo con la
dirección de su Espíritu, cultivaremos el dominio propio, no sólo respecto a la
comida y bebida, sino también con respecto a nuestras emociones.
Nuestra fe
debe ir más allá de lo que creemos para convertirse en parte dinámica de
nuestra vida, resultando en buenas obras y en madurez espiritual. La salvación
no depende de las buenas obras pero se manifiesta en buenas obras por los
frutos de la fe. Una persona que dice que es salva, sin manifestar cambios,
puede ser que no haya entendido lo que es la fe o lo que Dios nos ha dado.
Pedro
quiso despertar a los creyentes satisfechos de sí mismos que habían prestado
atención a los falsos maestros y que creían que, como la salvación no se basaba
en buenas obras, podían vivir como quisieran. Si usted es de Dios, dice Pedro,
lo probará su arduo trabajo. Si no se esfuerza por cultivar las cualidades
mencionadas en posiblemente no es de Él.
Si pertenecemos al Señor, y nuestro arduo trabajo respalda esa afirmación de
haber sido elegido por Dios nunca
seremos descarriados por los falsos maestros o el encanto del pecado.
Los
entrenadores experimentados revisan constantemente lo fundamental del deporte
con los integrantes de su equipo, y los buenos deportistas pueden ejecutar lo
fundamental constantemente bien. En nuestra vida espiritual no debemos pasar
por alto los fundamentos de nuestra fe cuando nos dedicamos a un estudio más
profundo de las verdades bíblicas. Así como un deportista necesita practicar
siempre, nosotros también necesitamos recordar constantemente los fundamentos
de nuestra fe y sobre todo cómo llegamos a creer. No nos cansemos de escuchar los mensajes relacionados con los fundamentos
de la vida cristiana. Más bien, adoptemos la actitud del deportista que
continúa la práctica y desarrolla lo fundamental aunque esté dedicado a
aprender técnicas más avanzadas.
La Biblia
no es una colección de fábulas ni de conceptos humanos acerca de Dios. Es en
realidad la Palabra de Dios dada por medio de las personas para
las personas. Pedro hace énfasis en su autoridad como testigo presencial y en
la autoridad de las inspiradas Escrituras de Dios, preparándose de esa manera
para atacar a los falsos maestros. Si esos hombres malignos contradecían a los
apóstoles y a la Biblia, su mensaje no podía venir de Dios.
"Los santos varones de Dios hablaron siendo inspirados por el
Espíritu Santo" significa que las Escrituras no vinieron como consecuencia
del trabajo creativo de la propia invención o interpretación de los profetas.
Dios inspiró a los que escribieron, así que su mensaje es auténtico y
confiable. Dios usó los talentos, la educación y la formación cultural de cada
escritor (ellos no fueron simples autómatas); y Dios cooperó con los escritores
a fin de asegurar que el mensaje que comunicaran fuera fiel
Cristo es
el "lucero de la mañana" y, cuando vuelva, brillará en toda su
gloria. Hasta aquel día tenemos las Escrituras como una lámpara y el Espíritu
Santo para iluminar las Escrituras y para guiarnos a buscar la verdad.
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