} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: “EL GUERRERO DE DIOS”. Biografías de los hombres de la Reforma

domingo, 24 de enero de 2016

“EL GUERRERO DE DIOS”. Biografías de los hombres de la Reforma

 

John Knox nació hacia 1514 cerca de Haddington, East Lothian, Escocia, y murió el 24 de noviembre de 1572 en Edimburgo.
Su padre fue William Knox, de noble aunque no distinguida ascendencia. El nombre de su madre era Sinclair. Recibió una educación liberal en Haddington, que poseía una excelente escuela originalmente monástica y cuyo espíritu, al menos en lo tocante a la educación, era el de aquellas escuelas que animarían a la Iglesia de Escocia, incluso antes de la Reforma. Siendo Juan todavía muy pequeño falleció su madre, y el padre se volvió a casar. Cuando Juan empezó a estudiar en la universidad, se daba por sentado que llegaría a ser sacerdote; de modo que se dedicó a aprender latín y griego. Sin embargo, sus planes no eran desempeñar las tareas regulares y habituales de un sacerdote. Quería más bien especializarse para llegar a ser un oficial jurídico de la iglesia.
Estudió en la universidad de Glasgow durante ocho años, para recibir su licenciatura en artes. No bien se hubo graduado, llegó a ser profesor de filosofía en la universidad. A los 25 años, Knox fue ordenado sacerdote.
    Cuánto tiempo permaneció Knox en esos lugares no se sabe, aunque ciertamente nunca pretendió ser un erudito como sus contemporáneos George Buchanan y Alesius, no habiendo evidencia de que se graduara. Que estaba familiarizado con el estudio y era un buen latinista, se desprende de su conocimiento de los escritos de Jerónimo y Agustín. Aprendió griego y hebreo en un periodo posterior, tal como indican sus escritos. Fue ordenado sacerdote en alguna fecha anterior a 1540, cuando se le menciona por primera vez en ese estado. Sin embargo, pronto se sintió inquieto en cuanto a su nuevo cargo. Anhelaba profundizarse más en la teología. Empezaba a ver cuán corrupta era, en realidad, la iglesia Romana en Escocia. Mientras más estudiaba los escritos de San Jerónimo y San Agustín, más lo conducían éstos a las Escrituras. Al acudir al Nuevo Testamento, y al estudiar cuidadosa y detalladamente las verdades contenidas en él, fue confirmando como ciertas sus sospechas en cuanto a la iglesia Romana. Esto ocurrió más o menos por el año de 1535, pero tardo siete años antes de decidirse a renunciar a la iglesia de Roma y declararse como reformador.
Hasta ese momento, parece que estuvo ocupado en la tutoría privada más que en asuntos parroquiales, siendo durante varios años tutor en la familia de Hugh Douglas de Longniddry, en East Lothian, con la responsabilidad añadida del hijo de un caballero vecino, John Cockburn de Ormiston. Estos dos terratenientes, igual que Knox mismo, ya se inclinaban hacia las nuevas doctrinas.
Hacia finales de 1545 es cuando Knox públicamente confesó la 
fe protestante. Su mente ya había sido dirigida en esa dirección algún tiempo antes de que el cambio fuera manifiesto. Según Calderwood, Thomas Guillaume, nativo de East Lothian, de la orden de los dominicos y durante un corto tiempo capellán en el regimiento Arran en 1543, fue el primero en 'hacer saborear' a Knox la verdad.   Pero el instrumento inmediato de su conversión fue el entendido y amigable George Wishart, Knox sabía que le sería totalmente inútil quejarse acerca de la corrupción que observaba en la iglesia. También sabía que si acaso decía algo en contra de la iglesia, lo tacharían de hereje, y quizá hasta tratarían de darle muerte. Al mismo tiempo, tenía que reconocer que la iglesia a la cual pertenecía estaba profundamente comprometida. Como consecuencia, empezó a estudiar, a reflexionar, a orar, y a pedirle a Dios que le indicara lo que debía hacer.
El protestantismo apenas se iniciaba en los primeros días de Knox. Un predicador, de nombre Jorge Wishart, empezó a predicar, exponiendo los males que prevalecían en la iglesia Romana. Juan Knox quedó tan impresionado por lo que decía aquel hombre, que aprendió la verdad del evangelio, dejó la iglesia Romana, y siguió la obra de Wishart.  Cuando Wishart fue arrestado y condenado a ser quemado vivo, le pidió a Knox que se separara de él, diciéndole que Juan sería perseguido, sin duda alguna, y que no era necesario que ambos murieran como mártires. Knox, al principio, se opuso, pero al fin siguió el consejo de su amigo. Knox nunca más le volvió a ver, pues Wishart entregó su vida como un mártir del Señor Jesucristo en la hoguera como la última y más ilustre víctima del cardenal Beaton. Entre otros lugares donde él predicó las doctrinas reformadas fue en East Lothian en diciembre de 1545, conociéndole allí Knox. La asociación que éste tuvo con la persona y enseñanza de Wishart puede caracterizarse de entusiasmo juvenil. Knox siguió al reformador por donde quiera que él fue y se constituyó en su guarda espaldas, portando espada para poder defenderlo de los emisarios del cardenal, que como era sabido quería matar a Wishart. En la noche en la que éste fue apresado, Knox fue a duras penas reprimido de compartir su cautiverio y, con toda probabilidad, su destino. Las palabras de la exhortación de Wishart son bien elocuentes: 'Uno es suficiente para el sacrificio'.
Knox fue llamado al ministerio protestante en St. Andrews, que quedó asociado a lo largo de toda su vida a la carrera del reformador. Parece que no hubo ordenación regular, aunque por supuesto él ya había sido ordenado como sacerdote en la 
Iglesia católica. Pero la imposición de manos y otras formalidades eran contempladas por Knox nada más que de importancia secundaria. Un relato gráfico de los procedimientos relacionados con su llamamiento al ministerio, junto con un informe del primer sermón que predicó en St. Andrews, se halla en su History of the Reformation.

Frisaba entonces los cuarenta años, y el interiormente tímido Knox, súbitamente se convirtió en un predicador intrépido. No procuraba presentar mensajes bellos, más bien decía al pueblo que había venido como un profeta enviado de Dios, y que nos le traía palabras dulces y agradables, sino palabras duras. A pesar de los problemas y las persecuciones en el país, Juan Knox perseveró mostrando a al pueblo pecaminosidad de sus corazones. Les decía que Dios derramaría Su ira sobre ellos si no se arrepentían.
La reina de Escocia por fin desterró a Knox y a sus seguidores, enviándoles a Francia en un barco. Allí debía ser encadenado y condenado a las galeras.   En este tiempo residía en el castillo de St. Andrews. Tras la muerte de Beaton esta fortaleza se convertiría en lugar de refugio para muchos protestantes. Junto a sus alumnos, los hijos de los terratenientes de Longniddry y Ormiston, ya mencionados, Knox pasó allí ciertos meses pacíficos, pero su reposo se vio súbitamente interrumpido por la toma y capitulación del castillo a finales de julio de 1547, seguido en lo que respecta a Knox y al resto de refugiados de cautiverio en las galeras francesas. Pasó diecinueve meses en ellas, entre durezas y miserias que dañaron seriamente su salud. 'Cuánto tiempo estuve prisionero' dijo en St. Andrews en 1559, 'qué tormentos soporté en las galeras y cuáles fueron los sollozos de mi corazón, no es momento de relatarlos'. Sin embargo, él siempre tuvo la esperanza de regresar a su país natal. En History , expresa la misma confianza de un regreso, dando un curioso testimonio del hecho, pues en una ocasión 'estando entre Dundee y St. Andrews, la segunda vez que las galeras regresaban a Escocia, el mencionado John (Knox) estando tan extremadamente enfermo que pocos esperaban que viviera, Maister (después Sir) James Balfour, uno de sus compañeros prisioneros, le dijo que mirara a la tierra y le preguntó si la conocía. A lo que respondió, 'Sí, la conozco muy bien; veo el campanario de ese lugar donde por primera vez Dios abrió mi boca para su gloria; estoy plenamente persuadido, no importa lo débil que ahora esté, de que no partiré de esta vida hasta que mi lengua glorifique su nombre en el mismo lugar'.
Tras su liberación, que tuvo lugar a principios de 1549, por la intervención del gobierno inglés, Knox supo, dado el estado de cosas en su país, cuán poco útil sería en su amada Escocia. Durante casi diez años se sometió a un exilio voluntario, igual que muchos de sus más valiosos compatriotas en aquellos tiempos difíciles. Todos esos años, sin embargo, se dedicó a labores ministeriales en relación con la Iglesia reformada. Su primera esfera de deber estuvo en Inglaterra, durante cinco años como ministro de la Iglesia anglicana. Hay que recordar que durante todo el reinado de Eduardo VI la Iglesia anglicana estaba en estado de transición; algunas de sus peculiaridades más notorias (a las que Knox mismo y otros en Escocia y en el extranjero objetaron) estaban en suspenso o al menos no se insistía en ellas, como condiciones para la comunión. De ahí que el Libro de Oración no fuera obligatorio, ni el arrodillarse en la comunión. El gobierno episcopal era reconocido por supuesto, pero Knox retuvo su comisión, como predicador reformado, directamente del consejo privado, siendo virtualmente independiente de la jurisdicción diocesana. Más aún, no parece haber objetado fuertemente al episcopado mismo, aunque desaprobaba 'los grandes dominios y cargos de vuestros orgullosos prelados, imposibles de ser cumplidos por un solo hombre', por lo que en 1552 declinó aceptar el episcopado de Rochester. Los oficios que ejerció en la Iglesia anglicana están brevemente indicados en History, que dice: 'Primero fue predicador en Berwick, luego en Newcastle y por último fue llamado a Londres y a partes meridionales de Inglaterra, donde permaneció hasta la muerte de Enrique VI'. De otras fuentes se desprende que en 1551 fue designado uno de los seis capellanes del rey, presentándosele en esa capacidad, junto a otros capellanes, The Articles concerning an Uniformity in Religion de 1552 para que fueran sancionados, siendo la base de los Treinta y Nueve Artículos de la Iglesia anglicana.

Desde Inglaterra, tras la muerte de Eduardo, Knox se marchó al continente, viajando durante un tiempo de lugar en lugar en auténtica incertidumbre. En septiembre de 1551, mientras vivía en 
Ginebra, aceptó, bajo el consejo de Calvino, una invitación de la iglesia inglesa en Francfort. A pesar de la moderación que mostró desde el primer momento hasta el final, las controversias sobre las vestiduras, ceremonias y el uso del Libro de Oración, hicieron que dimitiera del puesto en marzo de 1555 (cf. su tratado A Brief Narrative of the Troubles which Arose at Frankfurt). De regreso a Ginebra fue invitado a ser ministro de los refugiados ingleses. En agosto partió para Escocia, donde permanecería nueve meses, predicando la doctrina evangélica en varias partes del país y persuadiendo a quienes favorecían la Reforma para que cesaran de asistir a misa, uniéndose con él en la celebración de la Cenasegún la norma reformada. En mayo de 1556 fue citado ante la jerarquía en Edimburgo, donde respondió a las preguntas, no considerando los obispos oportuno proceder contra él. En julio una urgente llamada de su congregación en Ginebra, junto con el deseo de impedir la renovación de la persecución en Escocia, hicieron que tomara de nuevo su cargo en Ginebra. Su matrimonio con Mary Bowes, hija de Richard Bowes, capitán de Norham Castle, tuvo lugar mientras tanto, yéndose su esposa con él a Ginebra, adonde llegaron en septiembre. La iglesia en la que predicó (llamada la Église de Notre Dame la Neuve) había sido otorgada, a petición de Calvino, para el uso de las congregaciones inglesa e italiana por las autoridades municipales. La vida de Knox en Ginebra no fue ociosa. Además de predicar y hacer labor pastoral, sostuvo una enorme correspondencia, estando continuamente envuelto en labores literarias. Sus publicaciones en Ginebra incluyen First Blast against the Monstrous Regiment [Rule] of Women y su largo y elaborado tratado sobre la predestinación (publicado en 1560), pero compuesto en Ginebra. Con la excepción de algunos meses pasados en Dieppe (1557-58) cuando contemplaba regresar a Escocia, continuó oficiando en Ginebra hasta enero de 1559, de donde finalmente partió para su tierra.
 Llegó a Edimburgo el 2 de mayo de 1559. El momento era crítico. Durante su ausencia la facción pro-Reforma había crecido, estando más segura de sí misma y más consolidada. La regente, María de Lorena, que reinaba en lugar de su hija, la joven María reina de los escoceses, que estaba en Francia, deseaba aplastar a los protestantes, por lo que recurrió a la fuerza. La guerra civil era inminente, pero cada lado eludía dar el primer paso. Knox se convirtió en líder de los reformadores. Predicó contra la 'idolatría' con gran audacia, con el resultado de lo que él llamó 'multitud de villanos' que comenzaron a 'purificar' las iglesias, destruyendo los monasterios. La política y la religión estaban estrechamente unidas; los reformadores querían mantener a Escocia libre del yugo de Francia y no dudaron en pedir ayuda a Inglaterra. Knox negoció con el gobierno inglés para pedir su apoyo, suspendiendo los lores de su facción, en octubre de 1559, su alianza con la regente. La muerte de ésta en junio de 1560 abrió el camino para el cese de hostilidades, dando paso a un acuerdo de resolución de cuestiones eclesiásticas para Escocia. La doctrina, adoración y gobierno de la Iglesia católica quedaron eliminados por el parlamento en 1560, siendo el protestantismo establecido como religión nacional. Knox, ayudado por otros cinco ministros, formuló la confesión de fe adoptada en esa línea y elaboró la constitución de la nueva iglesia: el primer libro de disciplina.
 La reina María regresó a Escocia en agosto de 1561 totalmente indispuesta contra Knox, a la vez que éste y otros reformadores la miraban con sospecha y recelo. Las diferencias fundamentales de carácter y trasfondo hicieron el choque inevitable. Hay registrados cinco encuentros personales entre Knox y la reina (todos a petición de María). Él tuvo que reconocer la agudeza de su mente, aunque no pudo alabar las cualidades de su corazón. La actitud de Knox la mayor parte del tiempo fue inflexible y su lenguaje áspero y descortés. En su predicación y otras declaraciones públicas era a veces incluso violento. Sin embargo, debe recordarse que el momento requería un profeta que hablara claro y no un cortesano de dulces palabras. No obstante, pudo haber sido más sabio y cristiano intentar ganarla que repelerla. Tal vez el reformador temía el famoso poder de seducción de María, defendiéndose de esa manera frente al mismo. Más tarde su corazón se endurecería completamente hacia la adúltera, cómplice, según se creía, en el asesinato de su marido.
La vida de Knox desde el tiempo de su regreso a Escocia en 1559 es parte de la historia de su país, formando parte de los relatos de Escocia. Cuando la fe reformada fue oficialmente ratificada por ley en Escocia en 1560, él fue designado ministro de la iglesia de St. Giles, que entonces era la gran iglesia parroquial en Edimburgo. Era el momento de la plenitud de su poder, tal como se aprecia en su History of the Reformation, una obra que parece haber comenzado hacia 1559 y terminado en el curso de seis o siete años. Esta obra, algunas veces cruda en lenguaje, está escrita con una fuerza y vigor no superados por ninguno de sus otros escritos, de los cuales puede decirse que son obras de un verdadero genio y dignas de su carácter. Al principio de sus tareas como ministro en Edimburgo tuvo la desgracia de perder a su amada y joven esposa, a la que Calvino describió comosuavissima. Dejó dos hijos, uno de los cuales, Natanael, murió en Cambridge en 1580; el otro, Eleazar, fue vicario de Clacton Magna en la archidiócesis de Colchester y murió en 1591. En 1561 Knox se casó por segunda vez, lo que dio mucho que hablar, porque la novia estaba emparentada remotamente con la familia real y todavía más porque era una doncella de diecisiete años mientras que Knox la triplicaba en edad. La joven era Margaret Stewart, hija de Andrew, Lord Stewart de Ochiltree. Le dio a Knox tres hijas, de las cuales la menor, Elizabeth, fue la esposa del famoso John Welsh, ministro de Ayr. En ese tiempo, el reformador llevó una vida muy activa. Estaba sobrecargado con los asuntos públicos de la Iglesia nacional y al mismo tiempo entregado a su tarea como pastor, por no hablar de sus continuas controversias con las facciones políticas y eclesiásticas del momento, que él consideraba enemigas de su nación. Sin embargo, no carecía de alegrías sociales y familiares. Un estipendio de cuatrocientos marcos escoceses, equivalentes a cuarenta y cuatro libras inglesas, le permitían ejercer hospitalidad y prestar dinero al amigo en necesidad. Tenía una buena casa que le proporcionó la municipalidad. Su hogar, durante la mayor parte de su ministerio en Edimburgo, estuvo en el lugar posteriormente ocupado por el parlamento de la ciudad. Vivió en cálida relación con sus vecinos, muchos de los cuales, de todo rango, estaban entre sus más íntimos amigos, no estando indispuesto a la alegría, de lo cual sus escritos dan amplia evidencia.

Una descripción interesante del aspecto de Knox y especialmente de su estilo como predicador, en su últimos años, está en Diary of James Melville (publicado por Bannatyne Club, Edimburgo, 1829, pp. 20, 33). 
Melville era en ese tiempo estudiante en St. Andrews y el periodo referido es 1571, cuando Knox, por su seguridad personal, tomó refugio en esa ciudad. 'De todos los beneficios que tuve ese año', escribe Melville, 'el más notable fue la llegada del profeta y apóstol de nuestra nación, John Knox, a St. Andrews, quien por la acción de la reina al ocupar el castillo y la ciudad de Edimburgo, tuvo que trasladarse, con varios de los mejores, a St. Andrews... Knox entraba a veces y descansaba en el patio de nuestro colegio, llamándonos a los alumnos y bendiciéndonos y exhortándonos a conocer a Dios y su obra en nuestro país, permaneciendo del lado de la buena causa; a usar bien nuestro tiempo y aprender buenas lecciones y seguir el ejemplo de nuestros maestros... Estaba muy débil. Lo veía cada día que iba a enseñar caminando despacio, con una prenda de piel sobre su cuello, un bastón en una mano y el bueno de Richard Ballantyne, su ayudante, sosteniéndole por el otro brazo, desde la abadía hasta la iglesia y ayudándole el mencionado Richard y otro ayudante a subir al púlpito, donde a él le gustaba apoyarse en su primera entrada; pero una vez había comenzado con su sermón era tan activo y vigoroso que parecía que era capaz de echar abajo el púlpito a porrazos y salir como un rayo del mismo.' Una carta latina enviada por Sir Peter Young a Beza en 1579 contiene una descripción de la apariencia personal del reformador en sus últimos años. Su estatura era 'un poco menor de la media'; sus 'miembros bien formados'; su 'cabeza de tamaño medio'; su rostro 'alargado'; su nariz 'mayor de la media'; su frente 'más bien estrecha'; sus cejas 'estiradas'; su mejillas 'algo llenas' y 'rubicundas'; sus ojos azul oscuros y su mirada 'penetrante', su barba 'negra con cabellos blancos entremezclados'. A su compostura, que era 'grave y severa', se 'unía una cierta gracia a la majestad y dignidad natural'.


John Knox murió como había vivido, lleno de fe pero siempre listo para la lucha. Halló una abnegada cuidadora en su esposa y todos los mejores y más nobles hombres de Escocia estaban pendientes de su casa para tener noticias de su enfermedad, en la vana esperanza de que su vida se prolongara. Su ayudante, Richard Ballantyne, tras relatar los detalles de sus últimas horas, dijo de él: 'De esta manera partió este hombre de Dios, la luz de Escocia, el consuelo de la Iglesia dentro de ella, el espejo de la piedad y patrón y ejemplo de los verdaderos ministros, en pureza de vida, en solidez de doctrina y en valor para reprender la maldad, no buscando el favor de los hombres (sin importar lo grandes que fueran) sino reprobando sus abusos y
pecados. Un testimonio mayor sobre el valor de un hombre no exento de faltas se pronunció en su tumba, en el patio de la iglesia de St. Giles, por el conde de Mortoun, regente de Escocia, quien acompañó al cuerpo hasta su última morada: “Aquí yace un hombre que en su vida nunca temió al hombre, que fue a veces amenazado con daga y puñal, pero que acabó sus días en paz y honor.