4.1-3 Los judíos se sentían orgullosos de llamarse hijos
de Abraham. Pablo mencionó a Abraham como un buen ejemplo de alguien salvo por
fe. Si las obras fueran la base de la justificación de Abrahán, tendría de qué
gloriarse; pero por cuanto es absolutamente cierto que ninguna de ellas tiene
valor ante los ojos de Dios, se sigue que Abrahán no podría haber sido
justificado por obras.Para recalcar la fe, Pablo no dice que las leyes de Dios
sean menos importantes pero es imposible
ser salvos simplemente por obedecerlas.
Los expositores
romanistas y protestantes arminianos hacen que esto signifique que Dios aceptó
el acto de creer de parte de Abrahán, como substituto de la completa
obediencia. Pero tal cosa está en contradicción con todo el espíritu y la letra
de la enseñanza del apóstol. Al través de todo su argumento, la fe está contrapuesta directamente a
las obras, en el asunto de la
justificación—y asimismo en los dos versículos siguientes. El sentido, pues, no
puede ser que el mero acto de creer—el cual en sí es tanto una obra como
cualquier otro caso de obediencia exigida (Juan_6:29;
1Juan_3:23) fuera imputado a Abrahán como
equivalente a toda obediencia. El sentido claramente es, que Abrahán creyó en
las promesas que comprendían a Cristo (Gen_12:3; Gen_15:5,)
así como nosotros creemos en Cristo mismo; y en ambos casos, la fe es tan
solamente el instrumento que nos pone en posesión de la bendición gratuitamente
impartida.
4.4
Este versículo significa que si una persona pudiera ganarse el favor de Dios
siendo buena, la concesión de este regalo no sería voluntaria, sino
obligatoria. La autoconfianza en este sentido es vana: todo lo que podemos
hacer es cobijarnos con la misericordia y la gracia de Dios.
4.5
Cuando algunas personas se enteran de que Dios nos salva mediante la fe,
empiezan a inquietarse. "¿Tengo suficiente fe?", se preguntan.
"¿Es mi fe suficientemente sólida para salvarme?" Están confundidas.
Jesucristo es el que nos salva, no nuestros
sentimientos ni nuestras obras. Por débil que sea nuestra fe, El es suficiente
para salvarnos. Jesús nos ofrece la salvación gratuitamente porque nos ama, no
porque la hayamos ganado mediante una fe poderosa. ¿Cuál es entonces el papel
de la fe? Fe es creer y confiar en Jesucristo y aceptar el don maravilloso de
la salvación. El creyente se arroja en
brazos de la misericordia de Aquel que justifica a los que merecen sólo la
condenación.
4.6-8
¿Qué hacemos con la culpa? El rey David cometió pecados terribles: adulterio,
homicidio, mentiras, y aun así experimentó el gozo del perdón. Nosotros también
podemos experimentarlo cuando:
(1) dejamos de negar nuestra
culpabilidad y reconocemos que hemos pecado
(2) reconocemos nuestra culpa ante Dios
y pedimos su perdón
(3) desechamos la culpa y creemos que
Dios nos ha perdonado.
Esto puede ser
difícil, sobre todo cuando el pecado ha echado raíces y se ha enraizado por
años, cuando es muy serio o cuando involucra a otro. Debemos recordar que Jesús
quiere y está dispuesto a perdonar todos los pecados. Si tomamos en cuenta el
alto precio que El pagó en la cruz, es arrogancia pensar que algún pecado
nuestro sea demasiado grande para que El lo perdone. Aunque nuestra fe sea
débil, nuestra conciencia sea sensible y los recuerdos nos atormenten, la
Palabra de Dios declara que pecado confesado es pecado perdonado (1 Juan 1:9). (Salmos_32:1-2.)
David aquí canta en términos que expresan solamente “las transgresiones
perdonadas, el pecado encubierto, la iniquidad no imputada”
4.10 La circuncisión era una señal externa de que los
judíos eran el pueblo escogido de Dios. La circuncisión de todos los niños
judíos marcaba su separación de las naciones que adoraban a todo tipo de
dioses. Era una ceremonia muy importante. Dios bendijo y le ordenó esta
ceremonia a Abraham (Genesis 17:9-14). “No debe
decirse que todo esto se refiere a los circuncidados,
y que por tanto no hay evidencia alguna de una manera general de parte de Dios de justificar a los hombres; porque la
justificación de Abrahán se efectuó muchísimo tiempo antes de que fuera circuncidado,
y no pudo haber tenido dependencia alguna de aquel rito; más bien, “la señal de
la circuncisión” le fué dada como “sello” de la justicia (justificadora) que
tenía antes que fuera circuncidado, a fin de que se destacara en todas las
edades como el padre de los creyentes—el
hombre modelo de la justificación por la fe—conforme a cuyo tipo, como el
primer ejemplo público de ello, habían de ser amoldados, fuesen judíos o
gentiles, todos los que desde entonces creyesen para vida eterna.”
4.12
Los ritos no le aportaron recompensa alguna a Abraham, Dios le bendijo antes de
implementarse la ceremonia de la circuncisión. Abraham halló el favor de Dios
por la fe solamente, antes de ser circuncidado. Genesis
12:1-4 nos relata que Dios llamó a Abraham a los setenta y cinco años de
edad; la ceremonia de la circuncisión comenzó cuando tenía noventa y nueve (Genesis 17:1-14). Las ceremonias y rituales sirven de
recordatorio de nuestra fe e instruyen a los nuevos y jóvenes creyentes.
No debiéramos pensar que nos conceden
algún mérito especial delante de Dios. Son señales externas de un cambio
interno de corazón y actitud. El centro de nuestra fe debe ser Cristo y su obra
salvadora, no las obras nuestras.
4.16
Pablo explica que Abraham agradó a Dios solo por la fe, cuando ni siquiera
había oído de los rituales que serían tan importantes para el pueblo judío.
Nuestra salvación es solo por fe. No es por amar a Dios ni hacer buenas obras.
No es por fe más amor, ni tampoco por fe más las buenas obras. Somos salvos
solo mediante la fe en Cristo, confiados en que El nos perdona todos nuestros
pecados.
4.17
La promesa (o pacto) que Dios le dio a Abraham afirmaba que sería padre de
muchas naciones (Genesis 17:2-4) y que todo el
mundo recibiría bendición a través de él (Genesis 12:3).
Esta promesa se cumplió en Jesucristo. Jesús era de la descendencia de Abraham
y en verdad el mundo entero recibió bendición mediante El. Tenemos aquí un
resumen general que significa que: “La justificación es por la fe, a fin de que su carácter
puramente de gracia sea revelado, y que todos los que siguen en las pisadas de
la fe de Abrahán—sean o no de su simiente natural—estén seguros de la misma
justificación de que gozó el padre de los creyentes”.
4; 18 La naturaleza y la grandeza de
aquella fe de Abrahán que hemos de emular están aquí notablemente descritas.
Siendo superior a la naturaleza lo que él debió creer, su fe tuvo que asirse
del poder que Dios tiene para superar la incapacidad física a fin de crear lo
que entonces no existía. Pero por cuanto Dios hizo la promesa, Abrahán creyó a
pesar de estos obstáculos. Esto está ilustrado aun más en lo que sigue.
4.21
Abraham nunca dudó de que Dios cumpliría su promesa. Su vida estuvo marcada con
errores, pecados y fallas así como con sabiduría y bondad, pero siempre confió
en Dios. Su vida es un ejemplo de fe en acción. Si hubiera puesto los ojos en
sus recursos para sojuzgar Canaán y fundar una nación, hubiera caído en la
desesperación. Pero puso sus ojos en Dios, le obedeció y esperó a que El
cumpliera su palabra. He aquí la aplicación de todo el argumento acerca de
Abrahán: “Estas cosas no están escritas como meros datos históricos, sino como
ejemplos para todos los tiempos, del método de Dios para la justificación por
la fe.”
4.25
Cuando creemos, ocurre un cambio. Damos a Cristo nuestros pecados y El nos da
justicia y perdón (2Corintios 5:21). No hay nada
que podamos hacer para ganarlo. Solo a través de Cristo recibimos la justicia
de Dios. ¡Qué oferta más increíble para nosotros! Muchos aún no la toman en
cuenta y siguen "disfrutando" su pecado. Los que confiamos en aquel
que ha hecho esto, así como Abrahán creyó que Dios despertaría simiente en la cual todas las naciones serían
bendecidas. Los que confiamos en aquel que ha hecho esto, así como Abrahán
creyó que Dios despertaría
simiente en la cual todas las naciones serían bendecidas. Fue entregado por [a causa de] nuestros delitos—a fin de expiarlos
por su sangre.
Ya que su resurrección fué la divina
garantía de que él había “quitado el pecado por el sacrificio de sí mismo,” y
la coronación de toda su obra, nuestra justificación se relaciona propiamente
con acto tan glorioso.
Repasemos:
(1)
La doctrina de la justificación por las
obras, por cuanto genera el ensalzamiento egoísta, es contraria a los
principios más sobresalientes de toda religión verdadera.
(2)
El método usado para la justificación
del pecador ha sido el mismo en todo tiempo, y el testimonio del Antiguo
Testamento sobre el particular es el mismo que el del Nuevo
(3)
La fe y las obras, en el asunto de la
justificación, son opuestas e irreconciliables, así como la gracia y la deuda
son contrarias. Si Dios “justifica al impío,” no pueden las obras, en ningún
sentido ni en ningún grado, ser la base de la justificación. Por la misma
razón, el primer requisito para la justificación, debe ser (bajo la convicción
de que somos “impíos”) el perder toda esperanza de lograrla por medio de las
obras; y el segundo, “creer en aquel que justifica al impío,” es decir, en
aquel que tiene una justicia justificadora que impartir, y está pronto para
impartirla a aquellos que, sin merecerla, están dispuestos a aceptarla así.
(4)
Los ritos de la iglesia nunca se
destinaron ni fueron establecidos con el fin de conferir gracia, ni las bendiciones propias de la salvación, a
los hombres. Su debida función es el poner un sello divino en un estado
ya existente, presuponiendo así que ellos (los ritos) no crearon este
estado. Así como la circuncisión meramente “selló” la aceptación de Abrahán, ya existente de parte de Dios,
así también los ritos del Nuevo Testamento desempeñan esta misión.
(5)
Así como Abrahán es “el heredero del
mundo,” al haber sido bendecidas en él todas las naciones, por medio de su
simiente Cristo Jesús, y justificados solamente según el modelo de la fe que él
tuvo, así la transmisión de la religión verdadera, y toda la salvación que el
mundo jamás experimentará, serán trazadas con admiración, gratitud, y gozo allá
hasta aquella mañana cuando “el Dios de la gloria apareció a nuestro Padre
Abraham, estando en Mesopotamia, antes que morase en Charán,” Hechos 7:2 .
(6)
Nada glorifica a Dios más que la
sencilla fe en su palabra, especialmente cuando todas las cosas parecen hacer
imposible su cumplimiento.
(7)
Todos los ejemplos de la fe en las
Escrituras, están escritos con el fin de engendrar y alentar fe semejante en
toda edad sucesiva.
(8)La justificación, en este argumento, no puede ser entendida—como
los romanistas y otros erroristas insisten—en el sentido de un cambio operado
en el carácter de los hombres; porque además de eso, significa confundirla con
la santificación, doctrina que
tiene su debido lugar en esta epístola; y todo el argumento del presente
capítulo—en casi todas sus cláusulas más importantes, expresiones y hasta en
sus palabras—sería en tal caso incompatible y apto sólo para engañar. Fuera de
toda duda, la justificación
significa exclusivamente un cambio del estado
o condición del hombre para con
Dios; o en lenguaje científico, es un cambio objetivo y no subjetivo:
cambio de culpa y condenación a absolución y aceptación. Y la mejor evidencia
de que esto es la clave de todo el argumento, es que explica muchos de los
asuntos complejos enriqueciendo así esta epístola.