} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: ROMANOS 9, 1; 33

miércoles, 27 de enero de 2016

ROMANOS 9, 1; 33


9.1-3 Pablo expresa su preocupación por sus "hermanos" judíos al decir que estaría dispuesto a recibir el castigo que a ellos corresponde si esto los salvara. Teniendo en mente que solo Cristo puede salvarnos, Pablo expresa una profundidad de amor rara. “mi conciencia, ahora vivificada, iluminada y bajo el directo influjo del Espíritu Santo ”  que tengo mucha pena e incesante angustia de corazón”, por cuanto la amarga hostilidad de su nación hacia el glorioso Evangelio, y la terrible consecuencia de su incredulidad, está pesando continuamente sobre su espíritu.
Al sentirse tan separado de su nación, parece darse cuenta aun más clara de la relación natural entre él y ellos. Para explicar el aparente deseo aquí expresado como demasiado fuerte para que lo diga o piense un cristiano, se puede traducir el verbo por “deseaba,” haciéndolo referir a su anterior estado no iluminado: sentido de la frase demasiado suave; suavizar el sentido de la palabra “apartado,” que en el original griego, significa “ser maldecido.” Esta traducción da el verdadero sentido del original, y la dificultad se desvanece cuando se entiende que el lenguaje debe expresar “emociones fuertes e indistintas más bien que ideas definidas” para revelar cómo las emociones embargaban al apóstol en su anhelo por la salvación de su pueblo, lo cual nos hace recordar la idea similar tan noblemente expresada por Moisés, en Éxodo_32:32.

 Como Jesús, estaba dispuesto a sacrificarse por otros. ¿Cuán preocupado estamos   por los que no conocen a Cristo? ¿Estamos dispuestos a sacrificar tiempo, dinero, energías, comodidades y seguridad a fin de lograr que pongan su fe en Jesús?

9.4  En comparación con la nueva dispensación, en la antigua se incluía una minoría en proceso de aprendizaje, que aún estaba bajo servidumbre (Gálatas_4:1-3); sin embargo, comparada con el estado de los paganos circunvecinos, la elección de Abrahán y su simiente fué una verdadera separación de ellos para formar una familia de Dios (Éxodo_4:22; Jeremías_31:9; Malaquías_1:6).   Aquella “gloria de Jehová,” “la señal visible de la presencia divina en medio de ellos,” que reposaba sobre el arca y llenaba el tabernáculo durante todas sus peregrinaciones por el desierto; la que en Jerusalén siguió dejándose ver en el tabernáculo y en el templo, y sólo dejó de aparecer cuando, con el cautiverio, el templo fué derribado y empezó a ponerse el sol de la antigua dispensación. Esta era lo que los judíos llamaban la “shekinah.”  “Los pactos de la promesa” (Efesios_2:12), a los cuales los gentiles antes de Cristo eran extranjeros; lo que significa el pacto hecho con Abrahán y sus renovaciones sucesivas. “Dádiva de la ley” en el monte Sinaí, y su posesión de ella desde entonces, lo que los judíos consideraban con razón su peculiar honra (Salmos 147:19-20; Romanos_2:17).  
Los judíos del Antiguo Testamento veían la elección de Israel por Dios como una adopción. No merecían ni tenían derechos como hijos naturales. Aun así, Dios los adoptó y les otorgó la condición de hijos suyos.

9.6 Aquí el apóstol emprende el profundo tema de la ELECCION, cuyo desarrollo sigue hasta el fin del capítulo once. Parafraseando al apóstol: “No penséis que yo llore la pérdida total de Israel; porque eso significaría que Dios faltó a la promesa que le hizo a Abrahán; pero no todos los que pertenecen a la simiente natural de ‘Israel’, y llevan dicho nombre, son el Israel de la irrevocable elección de Dios.” Las dificultades que rodean este tema no se hallan en la enseñanza del apóstol, la que es bien clara, sino en las verdades mismas, la evidencia de las cuales, tomadas por sí solas, es aplastante, pero cuya armonía perfecta está más allá de la comprensión humana en su actual condición. El gran origen de error aquí reposa en la inferencia apresurada de que, por cuanto el apóstol toma en consideración, al fin de este capítulo, el llamamiento de los gentiles en conexión con el rechazo de Israel, continuando este tema al través de los dos siguientes, la elección de que se trata en este capítulo es la nacional, y no la personal, y por consiguiente, es una elección solamente para gozar de ventajas religiosas y no de eterna salvación. En tal caso, el argumento del v. 6, donde comienza el tema de la elección, sería éste: “La elección de Abrahán y su simiente no ha fracasado, porque aun cuando Israel ha sido rechazado, los gentiles han ocupado el lugar de él; y Dios tiene el derecho de elegir a la nación que él quiera para que goce de los privilegios de su reino visible.” Pero en lugar de que sea así, los gentiles ni se mencionan sino hacia el fin del capítulo; por lo tanto, el argumento es, que “no todo Israel es rechazado, sino sólo una porción de él, siendo el remanente el Israel que Dios ha escogido en el ejercicio de su soberano derecho.” Y que la elección no es para gozar de privilegios externos, sino para eterna salvación, aparecerá de lo que sigue.
Las promesas del maravilloso pacto de Dios fueron para Abraham. Los del pacto, los verdaderos hijos de Abraham, no son solo sus descendientes biológicos, sino también los que confían en Dios y en lo que Cristo hizo por ellos. (Gálatas_3:7.)

9.9 Es decir, “no corre la elección por la línea de la descendencia física; de otro modo, Ismael, el hijo de Agar, y aun los hijos de Cetura, serían incluídos, lo que no es el caso.” mas  la verdadera elección son aquellos de la simiente de Abrahán que Dios incondicionalmente escoge, así como está ejemplificado en la promesa.

9.11 Los judíos sentían orgullo de que su linaje viniera de Isaac -cuya madre fue Sara, la esposa legítima de Abraham- y no de Ismael, cuya madre fue Agar, la sirvienta de Sara. Pablo afirma que ninguno puede decir que Dios lo escogió por los méritos de sus antepasados ni por sus buenas obras. La doctrina de la elección enseña que es la soberana opción de Dios salvarnos por su bondad y misericordia, y no por nuestro mérito.

9.12-14 Se podría pensar que había razón natural por qué preferir al hijo de Sara, por ser ella la verdadera y la primera esposa de Abrahán, excluyendo así el hijo de la esclava, y los hijos de Cetura, su segunda esposa. Pero no podía haber tal razón en el caso de Rebeca, esposa única de Isaac, porque se eligió a Jacob en lugar de Esaú, siendo los dos hijos de la misma madre, y se eligió el menor en preferencia al mayor, y antes del nacimiento de los dos, y en consecuencia antes que hubiesen hecho bien o mal ni el uno ni el otro, para que hubiese tal base de preferencia: y todo fué para demostrar que la sola base de la distinción estaba en la incondicional elección de Dios: “No de obras, sino del que llama.”
¿Fue Dios justo al escoger a Jacob, el menor, para que estuviera sobre Esaú? En Malaquías_1:2-3 la declaración "Y amé a Jacob, y a Esaú aborrecí" se refiere a las naciones de Israel y Edom, más que a los hermanos como individuos. Dios eligió a Jacob para continuar el linaje de los fieles, porque conocía el corazón de Jacob. Pero no excluyó a Esaú en cuanto a conocerlo y amarlo. Tengamos en mente el tipo de Dios que adoramos: es soberano, no es arbitrario, obra para nuestro bien en todo, es confiable y salva a todos los que creen en El. Cuando entendemos estas cualidades de Dios, concluimos que sus decisiones son buenas aunque no logremos entender todas sus razones.

9; 15 No hay injusticia en el hecho de que Dios escoja a quien quiere, porque a Moisés le dice expresamente que él tiene derecho a hacerlo.” Pero es digno de notar que esto se expresa en forma positiva más bien que en la negativa: no se dice: “no tendré misericordia sino de los que quiero”; sino “tendré misericordia de quien quiero.”

9; 16 Estas dos cosas son indispensables para la salvación; pero la salvación no se debe ni a la una ni a la otra, sino que depende “de Dios, quien tiene misericordia.” Filipenses 2:12-13: “Desarrollad vuestra salvación con temor y temblor, porque es Dios el que en vosotros obra tanto el querer como el hacer, según su buena voluntad.”

9.17, 18 Pablo cita Éxodo_9:16, donde Dios dijo de antemano cómo usaría a Faraón para declarar el poder del Señor. Usa este argumento para demostrar que salvar era tarea de Dios y no del hombre. Dios castigó el pecado de Faraón endureciéndole el corazón, para confirmar su desobediencia, a fin de que las consecuencias de su rebelión fueran su propio castigo. El apóstol había demostrado que Dios reclama para sí el derecho a escoger a quien quiere; aquí usa un ejemplo para enseñar que Dios también castiga a quien quiere. Pero “Dios no hizo malo a Faraón; solamente se retuvo de hacerlo bueno haciendo uso de su gracia especial. Para mostrar en ti mi potencia No fué porque Faraón fuese peor que otros por lo que se le trató de esta manera, sino “para que él llegase a ser un monumento de la justicia penal de Dios, y con este propósito Dios dispuso que el mal que estaba en él fuese manifestado en esta forma determinada.” Y que mi nombre sea anunciado por toda la tierra “Este es el principio sobre el que se aplica todo castigo, para que sea conocido el verdadero carácter de Dios como Legislador. Esta es de todas las finalidades, en lo que a Dios toca, la suprema, la más importante; en sí misma la más digna, y en sus resultados la más benéfica.

9. 20, 21 Con esta ilustración, Pablo no dice que algunos somos más valiosos que otros, sino simplemente que el Creador controla todo lo creado. El objeto creado, sin embargo, no tiene el derecho de demandar cosa alguna de su Creador; su existencia depende de El. Al tener en cuenta esta perspectiva, se elimina cualquier tentación de enorgullecernos por logros personales.
Es decir: “Esta doctrina es incompatible con la responsabilidad humana.” Si Dios escoge y rechaza, perdona y castiga, a quienes le place, ¿por qué se culpa a aquellos que, rechazados por él, no pueden menos que pecar y perecer? Esta objeción demuestra tan conclusivamente como la anterior, la verdadera naturaleza de la doctrina objetada, a saber, que la elección y la no elección a la eterna salvación viene antes que toda diferencia de carácter personal. Esta es la única doctrina que pudiera sugerir la objeción aquí dictada, y a esta doctrina la objeción es plausible. ¿Cuál es pues la contestación del apóstol? Es doble. Primero: “Es una irreverencia y presunción de parte de la criatura acusar al Creador.” Pero segundo: “No hay nada injusto en tal soberanía.”
 La objeción se funda en la ignorancia o mala comprensión de la relación existente entre Dios y sus pecaminosas criaturas, quienes suponen que él está bajo obligaciones de extender su gracia a todos, en vista de que no está bajo obligaciones para con ninguno. Mas por cuanto todos son pecadores y han perdido todo derecho a la misericordia de Dios, compete perfectamente pues a Dios perdonar a unos sí y a otros no, hacer un vaso para honra y otro para deshonra. Pero hay que tener en cuenta que Pablo no habla aquí del derecho de Dios sobre sus criaturas como criaturas, sino como criaturas pecaminosas: como él mismo intima claramente en los siguientes versículos. El contesta a la cavilación de una criatura pecaminosa contra Dios, y lo hace demostrando que Dios no está obligado a dar su gracia a nadie, sino que es tan soberano como quien forma el barro.

9. 24, 25, 26 Si el rechazo de Israel hubiese sido total, la promesa de Dios a Abrahán no hubiera sido cumplida por haber sido sustituídos los gentiles en lugar de ellos; pero siendo sólo parcial el rechazo de Israel, la conservación de un “residuo”, en la que la promesa se confirmó, no fué sino “de acuerdo con la elección de gracia.” Y ahora, por primera vez, el apóstol nos dice que junto con este electo remanente de Israel, es el propósito de Dios “sacar de entre los gentiles un pueblo para su nombre”
Setecientos años antes del nacimiento de Jesús, Oseas habló de la intención de Dios de restaurar a su pueblo. Pablo aplicó el mensaje de Oseas al propósito de Dios de que los gentiles fueran parte de su familia, después que los judíos rechazaron su plan. El versículo 25 es una alusión a Oseas_2:23 y el versículo 26 a Oseas_1:10. Este pasaje es citado, pero no literalmente, y se relaciona inmediatamente, no a los gentiles, sino al reino de las diez tribus; pero como éstos se habían sumido al nivel de los paganos que no eran “pueblo de Dios,” y en tal sentido “no amados,” el apóstol lícitamente lo aplica a los gentiles, como “alejados de la república de Israel y extranjeros a los pactos de la promesa

9.27-28-29 Isaías profetizó que solo un número reducido, un remanente, del pueblo original de Dios, los judíos, serían salvos. Pablo vio ocurrir esto en cada ciudad en la que predicaba. A pesar de que iba primero a los judíos, muy pocos aceptaban el mensaje. Los versículos 27 y 28 se basan en Isaías_10:22-23 y 9.29 es de Isaías_1:9.
 El sentido dado a estas palabras por el apóstol, podrá parecer diferente del que quiso darle el profeta. Pero la identidad de su sentimiento de ambos lugares aparecerá en seguida, si entendemos aquellas palabras del profeta, “la destrucción acordada (‘decretada’) rebosará justicia,” en el sentido de que mientras que un residuo de Israel sería conservado para volver del cautiverio, “la consumación decretada” de la impenitente mayoría sería “repleta de justicia”, o manifestaría ilustremente la justa venganza de Dios contra el pecado. La “cuenta abreviada” parece significar el rápido cumplimiento de su palabra, tanto en desechar una porción como en salvar la otra. Si no fuese por la preciosa simiente, el pueblo escogido hubiera sido como las ciudades de la llanura, tanto en la degeneración de carácter como en el destino merecido.

9.31-  Algunas veces somos como estas personas que intentaban guardar la Ley para estar a bien con Dios. Quizás pensemos que basta con asistir a la iglesia, ocuparnos en sus actividades, diezmar y ser buenas personas. Eso es lo que se espera, ¿no? Pero las palabras de Pablo nos sacuden. Pablo explica que el plan de Dios no es para los que tratan de ganar su favor siendo buenos; es para los que creen que nunca serán suficientemente buenos y por lo tanto tienen que depender de Dios. Solo si ponemos nuestra fe en lo que Cristo ha hecho, seremos salvos. Si lo hacemos, "nunca seremos avergonzados" ni defraudados. “los gentiles, siendo extraños a Cristo, eran indiferentes en cuanto a su relación con Dios, y habiendo abrazado el evangelio tan luego como les fué predicado, experimentaron la bienaventuranza de la condición de justificados.”

9.32, 33 Los judíos tenían una meta loable: honrar a Dios. Sin embargo, optaron equivocadamente por una rígida y dolorosa obediencia a la Ley. Algunos se dedicaron más a la Ley que a Dios. Pensaban que si cumplían con la Ley, Dios tendrían que aceptarlos como su pueblo. Creyeron que así se obtendría pero estaban errados; y puesto que se alcanza solamente por la fe, fracasaron en su empeño. Pero uno no puede obligar a Dios. Los judíos no vieron que sus Escrituras, el Antiguo Testamento, enseñaban que la salvación es por la fe y no mediante esfuerzos humanos (Génesis_15:6).

  La "piedra de tropiezo" era Jesús. En este versículo hallamos dos predicciones mesiánicas combinadas, cosa no poco común en las citas del Antiguo Testamento. La predicción así combinada, reúne en una las dos clases de personas de las que trata el apóstol: aquellos para los cuales el Mesías no es sino una piedra de tropiezo, y aquellos que lo tienen por la principal Piedra del Angulo de todas sus esperanzas. Así interpretado, este capítulo no presenta dificultades serias, a no ser que surjan del tema mismo, cuyas profundidades son insondables; mientras que con respecto a toda otra interpretación del mismo, la dificultad de darle alguna explicación compatible y digna es a mi humilde juicio insuperable.
 (1) Hablar y obrar “en Cristo”, con la conciencia no sólo iluminada sino también bajo la operación eficaz del Espíritu Santo, no es cosa extraña a los sobrenaturalmente inspirados, y debiera ser una experiencia apetecida de todo creyente.
(2) La gracia no destruye los sentimientos naturales, sino que los eleva e intensifica, y esto los cristianos debieran tratar de demostrarlo 
(3) El pertenecer a la iglesia invisible de Dios y gozar de sus santas prerrogativas, es un don de la soberana misericordia de Dios, y debiera ser considerado con gratitud reverente  
 (4) Sin embargo, las más sagradas distinciones y privilegios externos nada valdrán para la salvación si el corazón no se somete a la justicia de Dios  
 (5) ¿Qué clase de personas debieran ser los “elegidos de Dios”: en humildad, al recordar que él los ha salvado y llamado, no conforme a sus obras, sino conforme a su propósito y gracia para con ellos en Cristo Jesús, antes de que el mundo fuese (2Timoteo_1:9); en gratitud, porque “¿Quién te distingue? o ¿qué tienes que no hayas recibido?” (1Corintios_4:7); en santo celo por nosotros mismos, recordando que “Dios no puede ser burlado; y que todo lo que sembrare el hombre, eso también segará” (Gálatas_6:7); en diligencia, para “hacer segura nuestra vocación y elección” (2Pedro_1:10); pero en la confianza de que “a los que Dios predestina, y llama, y justifica, oportunamente también los glorifica”.
(6) En cuanto a todos los temas que por su naturaleza estén más allá de la comprensión humana, sería sabio de nuestra parte el asentar como indisputable lo que Dios dice en su palabra y su proceder para con los hombres, aun cuando ello contradiga las conclusiones del mejor ejercicio de nuestro limitado juicio.
(7) La sinceridad en la religión, o el deseo de ser salvo, acompañado de esfuerzos asiduos para hacer lo bueno, resultará fatal como base de nuestra confianza delante de Dios, a menos de que se acompañe con un sometimiento implícito a su plan revelado de salvación.
(8) Al rechazar una gran masa del pueblo elegido y al introducir a multitudes de gentiles extranjeros, era la voluntad de Dios que los hombres conociesen el proceder divino, el cual el juicio del gran día revelará más claramente: cuando “los últimos serán primeros y los primeros últimos” (Mateo 20:16).
 Los judíos no creían en El porque no llenaba sus expectativas en cuanto al Mesías. Algunas personas aún consideran a Jesús un tropiezo porque la salvación por la fe no tiene sentido para ellas. Por lo tanto, tratan de trazarse un camino a Dios o esperan que Cristo pase por alto sus defectos. Otros tropiezan con Jesús porque los valores de Cristo son opuestos a los del mundo. El espera humildad y muchos no están dispuestos a humillarse delante de El. Cristo demanda obediencia y muchos rechazan someterse a su autoridad.


¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor Jesús!