} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: ROMANOS 8; 18 – 39

jueves, 21 de enero de 2016

ROMANOS 8; 18 – 39


8.19- Es decir: “Verdad es que debemos padecer con Cristo, si queremos participar de su gloria; pero ¿qué importa? Pues si se comparamos tales padecimientos con la gloria venidera, llegan a ser insignificantes.
Los cristianos vemos al mundo tal como es: decadente en lo físico e infectado por el pecado en lo espiritual. Sin embargo, los cristianos no debemos ser pesimistas, porque tenemos la esperanza de un futuro glorioso. Miramos hacia los nuevos cielos y tierra que Dios prometió y esperamos el nuevo orden que librará al mundo de pecado, enfermedades y maldad. Mientras tanto, salimos con Cristo al mundo a sanar cuerpos y almas enfermas y luchar contra los efectos malignos del pecado.

8.21 Es decir, la creación misma será, en un sentido glorioso, librada para gozar de aquella libertad sobre la debilidad y la corrupción en la que los hijos de Dios, resucitados en gloria, se espaciarán. Si sólo por causa del hombre la tierra fue maldecida, no puede sorprendernos el que debiera ella participar en la redención de él. Si así es, el representarla como compadeciéndose de las miserias del hombre, y anhelando la completa redención de él para lograr su propia emancipación de su actual condición manchada por el pecado, es un pensamiento hermoso que está en armonía con la enseñanza general de las Escrituras al respecto.
8.23 Resucitaremos con cuerpos glorificados semejante al que Cristo posee ahora en el cielo (1Co_15:25-58). Tenemos las "primicias", el adelanto del Espíritu Santo como garantía de nuestra vida resucitada ( 2Co_1:22; 2Co_5:5; Efe_1:4).

8.24Es natural que los hijos confíen en sus padres a pesar de que estos algunas veces fallan al cumplir con sus promesas. Nuestro Padre celestial, sin embargo, nunca promete algo que después no cumpla. No obstante, su plan puede demorar más de lo que esperábamos. En lugar de actuar como niños impacientes mientras esperamos que se revele la voluntad de Dios, debiéramos confiar en la bondad y sabiduría del Señor.

8.25 En Romanos, Pablo presenta la idea de que la salvación es pasado, presente y futuro.
Es pasado porque fuimos salvos en el momento en que creímos en Jesucristo como Señor y Salvador (Rom 3.21-26; 5.1-11; 6.1-11, 22, 23); nuestra vida nueva (vida eterna) comenzó en ese momento.
Es presente porque nos estamos salvando; o sea, estamos en proceso de santificación. Pero al mismo tiempo, es futuro, pues no recibimos por completo los beneficios y bendiciones de la salvación que recibiremos cuando el reino de Cristo se establezca definitivamente. Esa será nuestra salvación futura. Aunque estamos seguros de nuestra salvación, seguimos mirando con esperanza y confianza hacia aquel cambio completo de cuerpo y personalidad que nos espera más allá de esta vida, cuando seamos como El es (1Juan_3:2).

8.26, 27 Como creyentes, no estamos abandonados a nuestra suerte para enfrentar los problemas. Aun cuando no sepamos las palabras adecuadas cuando oramos, el Espíritu Santo ora con y por nosotros, y Dios contesta. Con la ayuda de Dios al orar,   no debemos temer estar ante su presencia. Pidamos que el Espíritu Santo interceda en nuestro favor "conforme a la voluntad de Dios". Luego, cuando presentemos nuestras peticiones a Dios, confiemos en que El siempre nos dará lo mejor. No es que los creyentes nos confundamos con respecto a lo que debemos pedir, ya que se nos han dado indicaciones extensas sobre este particular; sino lo difícil que es pedir lo que conviene “como se debe”. Esta dificultad surge en parte a causa de lo oscuro de nuestra visión espiritual en nuestra condición velada actual, mientras tengamos que “andar por fe, no por vista” ( 1Co_13:9; 2Co_5:7), y en parte, por la gran mezcla de ideas y sentimientos que se origina al reconocer que lo que se aprecia con los sentidos es algo pasajero, la cual aún existe en nuestra naturaleza renovada y en nuestros mejores conceptos y afectos; parcialmente también por la inevitable imperfección que hay en el lenguaje humano para expresar los más sutiles sentimientos del corazón. En tales circunstancias, ¿cómo es posible que no haya mucha incertidumbre en nuestros ejercicios espirituales, y que, en nuestra mejor comprensión de nuestro Padre celestial y en las fervientes oraciones de nuestros corazones a Éll, no nazcan dudas en nosotros de si nuestra actitud mental en tales ejercicios sea del todo provechosa para nosotros y agradable a Dios? Tampoco menguan estas preocupaciones, antes se agrandan, con la profundidad y la madurez de nuestra experiencia espiritual.

¡Qué ideas tan sublimes y conmovedoras hallamos en este pasaje! La idea es que “mientras luchamos por expresar en palabras los deseos de nuestro corazón y hallamos que nuestras emociones más profundas son lo más inexpresables, “gemimos” bajo esta sentida incapacidad. Pero no en vano son estos gemidos, pues “el Espíritu mismo” está en ellos, dando a las emociones que él mismo ha encendido el solo lenguaje de que son capaces. Así que, aunque los gemidos emitidos de nuestra parte son el fruto de la impotencia para expresar lo que sentimos, son al mismo tiempo la intercesión del Espíritu mismo a nuestro favor.
Dios, el Escudriñador de corazones, mira las emociones que surgen dentro de nosotros al dirigirnos a Él en oración, y sabe perfectamente lo que el Espíritu quiere decir con los gemidos que Él evoca en nuestro interior, porque el bendito Intercesor pide para nosotros sólo lo que Dios se propone impartirnos.
¿Somos los creyentes “guiados por el Espíritu de Dios”? ¡Cuán cuidadosos debiéramos ser para no “contristar al Espíritu Santo de Dios” (Efesios_4:30)!  Salmos_32:8-9 : “Te guiaré con mis ojos; no seas (pues) como el caballo o como el mulo …”   “El espíritu de servidumbre,” al que muchos hombres están “por toda la vida sujetos,”  son aquí reprochados, pues están en directo y penoso contraste con aquel “espíritu de adopción,” y aquel testimonio del Espíritu, juntamente con el nuestro, de la verdad de nuestra adopción, de la cual, según se dice aquí, los hijos de Dios, como tales, gozamos . 
 Como el padecimiento con Cristo es la preparación que tendremos para poder participar en esta gloria, la insignificancia de dicho padecimiento comparado con la felicidad eterna, no puede sino aliviar el sentido del mismo por penoso y prolongado que fuere.
 El corazón de todo cristiano inteligente no puede sino ensancharse al pensar en que, si la naturaleza externa ha sido misteriorsamente afectada para mal por la caída del hombre, sólo espera su completo restablecimiento con la resurrección, para experimentar una correspondiente emancipación de la nefasta condición de ella a fin de gozar de una vida inmarcesible y poseer una hermosura que no se marchita.
 No es cuando los creyentes, “apagando al Espíritu” con nuestros pecados, tenemos menos y más oscuros vistazos del cielo, cuando gemimos más fervorosamente por estar allá; antes, al contrario, cuando por la libre operación del Espíritu en nuestros corazones   las “primicias” reveladas son gustadas más amplia y frecuentemente, entonces, y precisamente por esa razón, “gemimos  muy dentro nuestro” por alcanzar la plena redención. Porque razonamos de esta manera: Si así son las gotas, ¿cómo será el océano? Si es tan dulce “mirar por un espejo oscuramente”, ¿que será el mirar “cara a cara”? Si cuando “mi Amado está tras la pared, mirando por la ventana, asomándose por la celosía” (Cantares 2:9)—aquel fino velo que separa lo visible de lo invisible—si aun así me parece “más hermoso que los hijos de los hombres,” ¿cuál no será, cuando aparezca ante mi visión inofuscable como el unigénito del Padre, en mi propia naturaleza, y cuando yo sea como él es, pues le veré tal cual es?  
 La “paciencia de la esperanza” (1Tesalonicneses_1:3) es la debida actitud de los que tenemos el conocimiento de que ya estamos salvos (2Ti_1:9; Tit_3:5), pero que, con todo, tenemos también el penoso conocimiento de que no lo somos sino en parte; o “que siendo justificados por la gracia de Él somos hechos herederos conforme a la esperanza de la vida eterna”. Tit_3:7.
Como la oración es la respiración de la vida espiritual, y el único alivio eficiente del creyente, quien aún tiene adherida a sí la “flaqueza” en toda su condición terrenal, ¡cuán animador es que se nos asegure que el bendito Espíritu, conocedor de toda ella, acude en nuestro socorro; y en particular, cuando los creyentes, impotentes para articular nuestro caso delante de Dios, no podemos a veces hacer otra cosa sino quedarnos “gimiendo” ante el Señor, qué consolador es saber que estos gemidos inarticulados son el vehículo mismo del Espíritu para poner “en los oídos del Señor nuestra causa completa, y ascienden ante el que escucha las oraciones como la misma intercesión del Espíritu a nuestro favor, y que son reconocidos por el que está sentado en el trono precisamente como la misma expresión de lo que su propia “voluntad” predeterminó impartirnos!
 ¡Qué revelación nos dan estos dos versículos (26, 27) de las relaciones existentes entre las Personas Divinas en la dispensación de la gracia, y de la armonía que hay entre sus respectivas operaciones en el caso de cada uno de los redimidos!

8.28 Dios hace posible que "todas las cosas", no solo incidentes aislados, redunden en nuestro bien. Esto no significa que todo lo que nos pasa es bueno. Lo malo sigue prevaleciendo en nuestro mundo caído, pero Dios es capaz de cambiar todas las circunstancias a nuestro favor. “Sabemos que a los que a Dios aman (1Co_2:9; Efesíos 6:24; Santiago_1:12; Santiago_2:5) todas las cosas cooperan para bien, (es a saber) a los que son llamados conforme al propósito (eterno suyo).” ¡Gloriosa seguridad! Y ésta parece que era “una expresión familiar” cosa “conocida” entre los creyentes.
 Para nosotros es asunto muy natural que todas las cosas obran para el bien de “los que a Dios aman,” porque tales almas, estando ciertas de que aquel que dió a su propio Hijo por nosotros no puede más que procurarns el bien en todo lo que Él haga, aprendemos así a recibir de él todo lo que él nos envíe, por más penoso que fuere: y a los que son llamados, conforme al “propósito de Él,” todas las cosas en alguna forma inteligible “obran juntas para bien;” porque, aun cuando “él haya pasado por el torbellino,” “el interior de su carroza está enlosado de amor” (Cantares 3:10). Y sabiendo que es en el cumplimiento de un propósito eterno de amor por lo que hemos sido “llamados a la comunión de su Hijo Jesucristo” (1Co_1:9), naturalmente decimos para nuestros adentros: “No puede ser que aquel de quien, y por quien, y para quien son todas las cosas, permita que dicho propósito sea frustrado por cosa alguna que nos sea contraria, y que no haga que todas las cosas, las obscuras como las claras, las torcidas como las derechas, cooperen para el adelanto y para la final consumación de su alto designio”.
Tengamos presente que Dios no está ocupado en hacernos felices, sino en cumplir sus propósitos. Sabemos asimismo que esta promesa no es para todos. Es solo para los que aman a Dios y forman parte de los planes divinos. Los "llamados" son todos los que el Espíritu Santo convence y permite que reciban a Cristo. Estas personas tienen una nueva perspectiva, una nueva mentalidad en la vida. Confían en Dios, no en los tesoros de la vida; buscan su seguridad en el cielo, no en la tierra; aprenden a aceptar el dolor y la persecución, no a lamentarlos, porque Dios está con ellos.

8.29 La meta suprema de Dios en cuanto a nosotros es hacernos semejantes a Cristo (1Juan_3:2). A medida que vamos siendo como El, descubrimos lo que en realidad somos, las personas para lo cual fuimos creados. ¿Cómo podemos ser conformados a la imagen de Cristo? Leyendo, prestando atención, y obedeciendo a la Palabra de Dios, estudiando su vida en la tierra a través de los Evangelios, llenándonos con el Espíritu Santo y haciendo la obra de Dios en la tierra.

  Algunos creen que estos versículos dicen que, antes de la fundación del mundo, Dios determinó quiénes habrían de recibir la salvación. Señalan pasajes como Efesios_1:11, que dice: "Habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad". Otros dicen que Dios sabía quiénes responderían positivamente, y sobre ellos puso su marca (predestinó).
“A los que Él sabía anteriormente que se arrepentirían,” contestan los pelagianos, de toda edad y de toda raza. Pero esto es incluir en el texto lo que es contrario a todo el espíritu, y aun a la letra de la enseñanza del apóstol. En el cap. 11:2 y en el Salmo_1:6, el “conocimiento” de Dios de su pueblo no puede ser restringido a la mera previsión de eventos futuros, ni al conocimiento de lo que está pasando acá abajo. ¿Significan la misma cosa “los que antes conoció,” y “los que predestinó”? Apenas lo podemos creer, porque se mencionan las dos cosas, “presciencia,” y “predestinación,” y la una es la causa de la otra. Es difícil por cierto a nuestra  limitada  mente  clasificarlas como estados de la mente divina con respecto a los hombres; especialmente por cuanto en Hechos_2:23 “el consejo” de Dios se coloca antes de su “providencia” (en griego: “prognosis,” es decir, presciencia), mientras que en 1Pe_1:2 se dice que la “elección” es “según la presciencia de Dios.” Pero probablemente la presciencia de Dios con referencia a su pueblo significa su peculiar complacencia en ellos, llena de gracia, mientras que la “preordenación,” o “predestinación” de ellos significa el propósito firme de Dios como consecuencia de aquella complacencia, de “salvarlos y llamarlos con vocación santa” (2Ti_1:9)  para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo.
Es decir, para que fuesen hechos hijos suyo conforme al molde, modelo, o imagen, de su Hijo al tomar nuestra naturaleza. Para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos “El Primogénito, el Hijo de Dios según las leyes naturales; sus “muchos hermanos,” hijos por adopción. Él, al tomar la humanidad del Unigénito del Padre, llevó nuestros pecados sobre el maldito árbol; nosotros al poseer la humanidad de meros hombres, estabamos a punto de perecer a causa del pecado, pero fuimos redimidos de la condenación y de la ira, y transformados a la semejanza de Él. Él es “el Primogénito de entre los muertos;” ellos, los que duermen en Jesús, serán en su debido tiempo “traídos a Él.” “El Primogénito,” ahora es “coronado de gloria y honra;” sus “muchos hermanos,” cuando Él aparezca, “serán como Él es, porque le verán tal cual es.”
 Lo que está claro es que el propósito de Dios en cuanto al hombre no fue producto de un pensamiento tardío, sino que se determinó antes de la fundación del mundo. La humanidad se creó para servir y glorificar a Dios.
Si has aceptado a Cristo, regocíjate porque Dios siempre te ha conocido. Su amor es eterno. Su sabiduría y poder son supremos. El te guiará y te protegerá hasta el día en que llegues a su presencia.

8.30 Y—o “Ahora bien,” como una explicación del versículo anterior: es decir, al predestinarnos para ser “hechos conformes a la semejanza de su Hijo” en la gloria final, él dispuso todos los pasos sucesivos para su realización. Así que—a los que predestinó, a éstos también llamó—El vocablo “llamó”Llamó significa convocó o invitó nunca se aplica en las epístolas del Nuevo Testamento solamente a la invitación externa del Evangelio (como en Mat_20:16; Mat_22:14). Siempre tiene el sentido de “llamar interna, eficiente, y salvadoramente.” Denota el primer gran paso de la salvación personal, y corresponde a la “conversión.” Solamente que la palabra conversión expresa el carácter del cambio que tiene lugar, mientras que esta “vocación” expresa el origen divino del cambio, así como el soberano poder por el cual somos llamados—como Mateo y como Zaqueo—fuera de nuestra antigua condición nefasta de perdidos a una nueva vida segura de bienaventuranza. Y a los que [así] llamó, a éstos también justificó— [introdujo al estado definido de reconciliación ya tan detalladamente descrito], y a los que justificó, a éstos también glorificó—Es decir, llevó a la gloria final. ¡Qué noble culminación, y cuán poéticamente es expresada! Y todo esto se contempla como algo que ya ha pasado: porque, comenzando desde el decreto pretérito de la “predestinación de ser hechos conformes a la imagen del Hijo de Dios,” de la que los demás pasos no son sino desenvolvimientos sucesivos: todo se contempla como una sola salvación completa, eternamente perfeccionada.


8.31 Si Dios está resuelto y ocupado en llevarnos hasta alcanzar la meta, todos nuestros enemigos deben ser enemigos suyos, y “¿quién pondrá espinos y abrojos en batalla contra Él?” (Isa_27:4). ¡Qué consuelo más eficaz hallamos aquí! Y no sólo esto: también la gran promesa ya está dada; pues,
¿Crees que por no ser suficientemente bueno Dios note salvará? ¿Piensas o sientes que la salvación es para todos menos para ti? Entonces estos versículos te vienen muy bien. Si Dios entregó a su Hijo por ti, ¡no va a quitarte la salvación! Si Cristo dio su vida por ti, ¡no va cambiar de opinión ni condenarte! La epístola de Romanos, más que una explicación teológica de la gracia redentora de Dios, es una carta de consuelo y aliento dirigida a ti.
8.32 Esta expresiva frase, así como todo el pensamiento, es sugerida por Gen_22:12, donde el conmovedor encomio que hace Jehová a la conducta de Abrahán respecto a su hijo Isaac, parece que se usa aquí para dar un vistazo al carácter de su propio acto al entregar a su mismo Hijo. “Toma ahora (dijo el Señor a Abrahán) a tu hijo, tu único… a quien amas” (Gen_22:2); y sólo cuando Abrahán hubo hecho todo, menos consumar aquel gran acto de abnegación, el Señor se interpuso, diciendo: “Ya conozco que temes a Dios, pues que no me has rehusado tu hijo, tu único.”
A la luz de este incidente y de este lenguaje, nuestro apóstol no se propone expresar cosa menor que esto: que Dios, al “no reservarse a su propio Hijo, sino entregarlo,” consumó, en su carácter paternal, un misterioso acto de abnegación que, aunque no envolvía nada del dolor ni nada de la pérdida que son inseparables de la misma idea de abnegación de nuestra parte, no fué menos real, sino, al contrario, tanto trascendió a todos los actos nuestros como trasciende su naturaleza a la de la criatura. Pero esto es inconcebible si Cristo es “el mismo Hijo” de Dios, partícipe de la naturaleza misma de Dios, tan verdaderamente como Isaac lo era de la de Abrahán su padre. En este sentido, por cierto, los judíos acusaron a nuestro Señor de hacerse “igual a Dios”, lo cual Él respondiendo luego se puso, no a desmentir, sino a ilustrar y a confirmar. Antes le entregó—no a la muerte meramente, pues eso sería una idea demasiado limitada, sino que “le entregó” en el sentido más completo; Juan_3:16: “Dios amó al mundo de tal manera que dio a su unigénito Hijo ” por todos nosotros—Esto es, por todos los creyentes por igual. ¿Cómo [es posible pensar que] no nos dará también con él todas las cosas?—Pues que todos los demás dones son de valor incomensurablemente inferior a este Don de los dones, y en él están virtualmente incluídos.

8.34 Pablo dice que Jesús ruega a Dios por nosotros en el cielo. Dios nos absolvió y quitó nuestro pecado y culpa; es Satanás, no Dios, el que nos acusa. Cuando esto sucede, Jesús es el abogado que está a la diestra de Dios para defendernos. ¿Quién acusará a [presentará acusación alguna contra] los escogidos de Dios? etc. —Esta es la primera vez en esta Epístola que a los creyentes se les llama “los escogidos” (“electos”). El sentido en que se entiende aquí este término aparecerá en el capítulo siguiente. Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó—para confirmar los propósitos de su muerte. Aquí, como en otros casos, el apóstol con gusto se corrige (Gal_4:9), no queriendo decir que la resurrección de Cristo fuese de más valor salvador que su muerte, sino que “habiendo él quitado el pecado con el sacrificio de sí mismo”—el que nos es precioso a nosotros, pero fué de indecible amargura para él—era incomparablemente más placentero pensar que ya vivía de nuevo, y que vivía para ver la eficacia de su muerte en nuestro provecho. Quien además está a la diestra de Dios—La diestra del rey era antiguamente el puesto de honor (1Samuel_20:25; 1Reyes_2:19; Salmos_45:9), y significaba participación en el poder y gloria reales (Mat_20:21). La literatura clásica tiene alusiones similares. Conformemente, el que Cristo esté sentado a la diestra de Dios (que fué predicho en el Salmos_110:1 y fué aludido históricamente en Mar_16:19; Hechos_2:33; Hechos7:56; Efesios_1:20; Col_3:1; 1Pe_3:22; Apoc_3:21), significa la gloria del ensalzado Hijo del hombre, y el poder en la gobernación del mundo, en la que él participa. Por eso es que se dice “sentado a la diestra de la potencia” (Mat_26:64), y “sentado a la diestra de la majestad en las alturas” (Heb_1:3).   El que también intercede por nosotros—usando de su ilímite influencia ante Dios a nuestro favor. Esto es el cenit del clímax. “El estar sentado a la diestra de Dios denota su poder para salvarnos; su intercesión indica su voluntad para hacerlo”.  Pero ¿cómo hemos de entender esta intercesión? Por cierto no como quien suplica “hincado de rodillas, con los brazos extendidos ” . Ni tampoco es una mera intimación figurativa de que el poder de la redención esté en acción continuamente   ni simplemente para demostrar el fervor y la vehemencia de su amor por nosotros.   No se puede creer que signifique menos que esto: que el glorificado Redentor, consciente de sus derechos, expresamente manifiesta su voluntad de que la eficacia de su muerte cumpla su absoluto propósito, y la pronuncia en algún estilo real tal como el que le vemos emplear en aquella maravillosa oración de intercesión cuando hablaba como si fuera de dentro del velo (Juan_17:11-12): “Padre, quiero que los que me has dado estén conmigo, donde yo estoy” Juan_17:24 . Pero en qué forma esta voluntad se expresa es indiscernible así como de poca importancia.


8.35, ¿Quién nos apartará del amor de Cristo?—Esto no significa “de nuestro amor por Cristo,” como si dijese el apóstol, “¿quién nos impedirá amar a Cristo?, sino “del amor de Cristo por nosotros,” como está claro en las palabras concluyentes del capítulo, las que se refieren al mismo tema. Ni armonizaría el otro sentido con el tenor de todo el capítulo, el que es para exhibir la amplia base de la confianza del creyente en Cristo. “No es ninguna base de confianza el afirmar, ni aun el sentir, que nunca jamás abandonaremos a Cristo; antes la roca más firme de nuestra seguridad es el convencimiento de que su amor nunca cambiará.”  Tribulación? etc.—Vale decir que “ninguna de estas cosas, ni todas ellas en conjunto, por más terribles que sean a la carne, son señales de la ira de Dios, ni son motivo alguno para dudar de su amor.”
¿De quién mejor vendría tal pregunta que de uno mismo que había soportado tanto por amor a Cristo? (2Co_11:11-33; 1Co_4:10-13.) El apóstol no dice “¿qué?” sino “¿quién nos apartará?”, como si todas las criaturas y todas las aflicciones fuesen gladiadores armados en contra de los cristianos.   Como está escrito: Por causa…  Aquí se cita el Salmos_44:22 como descriptivo de lo que los cristianos pueden esperar de parte de sus enemigos en cualquier período, cuando se despierte el odio a la justicia y no haya nada que lo impida (Gal_4:29).
  Estas palabras se escribieron a una iglesia que muy pronto estaría bajo una terrible persecución. En pocos años más, la situación hipotética de que Pablo hablaba se convertiría en una realidad dolorosa. Este pasaje reafirma el amor profundo de Dios por su pueblo. No importa lo que pase ni dónde estemos, su amor nunca nos dejará. El sufrimiento no nos separará de Dios, sino que nos ayudará a identificarnos con El mucho más y permitirá que su amor nos alcance y nos sane.

  Estos versículos contienen una de las promesas más reconfortantes de todas las Escrituras. Los creyentes siempre han tenido que enfrentar dificultades de diversas formas: persecución, enfermedad, prisión, aun muerte. Esto podría hacerles creer que Cristo los había abandonado. Pero Pablo exclama que es imposible que algo nos separe de Cristo. Su muerte a nuestro favor es prueba de su amor inquebrantable. Nada impedirá su presencia constante con nosotros. Dios nos dice cuán grande es su amor para que nos sintamos bien seguros en El. Si tenemos esta seguridad sorprendente, no temeremos.

  Esta potestades son fuerzas invisibles de maldad en el universo, fuerzas como Satanás y sus ángeles caídos (Efesios_6:12). En Cristo somos más que vencedores y su amor nos protegerá de cualquier potestad.

8.37. Antes, en todas estas cosas hacemos más que vencer por medio de aquel que nos amó—Esto no significa que “estemos tan lejos de ser vencidos por ellas, que en vez de hacernos daño nos hagan bien”; porque aunque sea verdad esto, la palabra significa sencillamente: “vencemos, o somos vencedores preeminentemente.”   Y tan lejos están ellas de “separarnos del amor de Cristo”, que justamente “por medio de aquel que nos amó” somos victoriosos sobre ellas.

8. 38, 39. Por lo cual estoy cierto [“persuadido”] que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades—sean buenos o malos. Pero como no se llama malos a “los ángeles,” ni a “los principados, ni a las potestades,” salvo con algún calificativo que especifique tal sentido (Mat_25:41; Col_2:15; Efesios_6:12; 2Pe_2:4—con excepción acaso de 1Co_6:3), probablemente se entiende aquí “los buenos,” pero solamente en el sentido, como el apóstol supone, de que un ángel del cielo predicase un evangelio falso.   ni lo presente, ni lo porvenir—Es decir, ninguna condición de la vida presente, ni cosa alguna de las posibilidades incógnitas de la vida venidera. ni ninguna criatura [más bien, “cosa creada,” es decir cosa alguna de todo el universo creado de Dios] nos podrá apartar—“Todos los términos aquí han de ser entendidos en su sentido más general, y no necesitan de definición más completa. Las expresiones indefinidas tienen por fin denotar todo lo que se puede pensar de la totalidad, y no son sino paráfrasis de dicho concepto  del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro—De esta manera pues este maravilloso capítulo con que concluye en forma debida el argumento de la Epístola, nos deja a los que somos“justificados por la fe”, en los brazos del eterno Amor, de donde ningún poder hostil ni evento concebible alguno jamás nos podrá arrancar. “He aquí ¿qué suerte de amor es éste?” Y, ¿“cómo deberíamos ser” los que así somos “bendecidos de toda bendición espiritual en Cristo”?
 (1) Hay una gloriosa compatibilidad entre los eternos propósitos de Dios y el libre albedrío de los hombres, aunque el eslabón de enlace está más allá de la comprensión humana (v. 28).
(2) ¡Cuán ennoblecedor el pensamiento de que los complicados movimientos del gobierno divino están todos coordinados expresamente para procurar el “bien” de los elegidos de Dios (v. 28)!
(3) En cuanto al grado a que serán elevados al fin los creyentes para ser hechos conformes al Hijo de Dios en dignidad y en gloria será el gozo de cada uno de ellos el que, como es lo más propio, “en todas las cosas tenga él el primado” (Col_1:18) (v. 29). (4) “Así como hay bella armonía y necesaria relación entre las varias doctrinas de la gracia, así debe haber armonía similar en el carácter del cristiano. El no puede experimentar el gozo y la confianza que manan de su elección, si no tiene la humildad que la consideración del carácter gratuito de ella debe producir; ni puede tener la paz de uno que ha sido justificado si no posee la santidad de uno que ha sido salvo” (vv. 29, 30). 
 (5) Por más difícil que sea a las mentes finitas comprender las emociones de la mente divina, no dudemos nunca por un momento de que Dios, “al no retener a su propio Hijo” “entregándole antes por todos nosotros,” hizo un sacrificio verdadero de todo lo que era más caro a su corazón, y que al hacerlo. quiso asegurar a su pueblo para siempre que todo lo demás que ellos necesitasen—por cuanto no es nada en comparación con este don, sino que es la necesaria consecuencia del mismo—en su debido tiempo será proporcionado (v. 32).
(6) En recompensa por semejante sacrificio de parte de Dios, ¿qué podría considerarse como un sacrificio demasiado grande de parte nuestra?

(7) Si pudiera haber duda alguna en cuanto al significado de la importante palabra “JUSTIFICACION” usada en esta epístola: “la absolución, o remisión, o el declarar justos a los culpables, el v. 33 debería aquietar toda duda semejante. Porque la pregunta del apóstol aquí es: “¿quién presentará acusación alguna contra los elegidos de Dios?”—en otras palabras, ¿“quién los declarará.” o “los tendrá por culpables”? puesto que “Dios los justifica”: lo que demuestra que se entendía que “justificar” expresaba precisamente lo contrario de “tener por culpable;” y por consiguiente  significa absolver de toda acusación de culpabilidad.”
(8) Si pudiera haber alguna duda razonable tocante a la luz en que debiera contemplarse la muerte de Cristo en esta Epístola, el v. 34 debería tranquilizar del todo tal duda. Pues tenemos la pregunta del apóstol: ¿quien condenará a los escogidos de Dios, puesto que “Cristo murió” por ellos? lo que comprueba fuera de toda duda que fue el carácter expiatorio de aquella muerte el que el apóstol tenía en su mente.
(9) ¡Qué idea tan afable del amor de Cristo se nos revela aquí al saber que su gran intimidad con Dios y el poderosísimo interés mutuo de ambos—al estar “sentado a la diestra” de Dios—se emplean en bien de su pueblo sobre la tierra (v. 34)!
(10) “Todo el universo, con todo lo que hay en él, mientras ello sea bueno, es amigo y aliado del cristiano; pero en cuanto sea malo, es un enemigo más que vencido” ( 35-39). 
 (11) ¿Estamos nosotros, los que hemos “probado que el Señor es bueno,” siendo “guardados por el poder de Dios por la fe para la salvación” (1Pe_1:5), y también rodeados por los brazos del invencible Amor? Por cierto entonces, “edificándonos en nuestra santísima fe,” y “orando en el Espíritu Santo,” con cuánta más razón debiéramos sentirnos constreñidos a “permanecer en el amor de Dios”, por la misericordia de nuestra Señor Jesucristo, para vida eterna” (Judas_1:20-21).