5.1 Ahora tenemos paz con Dios, que no
necesariamente equivale a sentimiento de paz como la calma y la tranquilidad.
Paz con Dios significa que nos hemos reconciliado con El. No hay más hostilidad
entre nosotros, ningún pecado bloquea la relación con El. La paz con Dios es
posible solo porque Jesús con su muerte en la cruz pagó el precio de nuestros
pecados.
Este pasaje es la introducción de una sección
que contiene algunos conceptos difíciles. Para comprender los próximos cuatro
capítulos, es bueno tener presente la realidad de los dos lados de la vida
cristiana. Por un lado, estamos
completos en Cristo (que somos aceptos en El, es seguro); por otro lado, crecemos en Cristo (llegamos a ser cada
vez más semejantes a El). A la vez tenemos categoría de reyes y
responsabilidades de esclavos. Sentimos la presencia de Cristo y también la
opresión del pecado. Disfrutamos la paz que viene como resultado de estar en
buenas relaciones con Dios, pero aún enfrentamos problemas cotidianos que nos
ayudan a crecer. Si recordamos estos dos lados de la vida cristiana, no nos
desalentaremos al enfrentar las tentaciones y los problemas. En su lugar,
aprenderemos a depender del poder de Cristo que está a nuestro alcance, porque
El vive en nosotros en la persona del Espíritu Santo.
5.2 Pablo establece que, como creyentes, ahora estamos
en un lugar muy privilegiado ("esta gracia en la cual estamos
firmes"). No solo Dios nos declara sin culpa, sino que nos lleva cerca de
El. En lugar de enemigos, ahora somos amigos; y más aún, somos sus hijos (Juan 15:15; Galatas 4:5).
Como Pablo afirma con claridad en 1Corintios 13:13, la fe, la esperanza y el amor son la
esencia misma de la vida cristiana. Nuestra relación con Dios empieza con la fe
que nos ayuda a aceptar que la muerte de Cristo nos salva de nuestro pasado. La
esperanza crece a medida que nos enteramos de todo lo que Dios tiene en
mente para nosotros, de sus promesas en cuanto al futuro. Y el amor de
Dios llena nuestras vidas y nos capacita para alcanzar a otros.
5.3, 4 Para los cristianos del primer siglo, el
sufrimiento era la regla más que la excepción. Pablo nos dice que en el futuro
vamos a triunfar, pero por ahora tenemos que luchar. Esto
significa que experimentaremos dificultades que nos ayudarán a crecer. Nos
regocijamos en las tribulaciones, no porque nos guste el dolor que nos causan,
sino porque sabemos que Dios usa las dificultades de la vida y los ataques de
Satanás para edificar nuestro carácter. Los problemas que encontramos
acrecientan nuestra paciencia, la que a su vez fortalece nuestro carácter,
profundiza nuestra confianza en Dios y nos da gran seguridad acerca del futuro.
Gracias a Dios por estas oportunidades de crecer y por permitirnos enfrentarlas
con su fortaleza (Santiago 1:2-4; 1Pedro 1:6-7).
5.5, 6 Los tres miembros de la Trinidad
participan en la salvación. El Padre nos amó de tal manera que envió a su Hijo
para que se convirtiera en puente (Juan 3:16).
El Padre y el Hijo enviaron al Espíritu Santo para llenar nuestras vidas con amor
y permitir que vivamos por su poder (Hechos 1:8).
Con todo este cuidado amoroso, ¡cómo podemos hacer menos que servirle
completamente!
Eramos débiles e incapaces de salvarnos. Alguien
tuvo que venir a rescatarnos. Cristo no solo vino en un buen momento de la
historia, sino a su debido tiempo, de acuerdo al plan del Padre. Dios controla
la historia, y controló la ocasión, los métodos y los resultados de la muerte
de Jesús.
5.8 Siendo aún pecadores son palabras
maravillosas. Dios envió a Jesucristo para que muriera por nosotros, no porque
seamos buenos, sino porque nos ama. Cuando no nos sinytamos seguros del amor de
Dios, recordemos: si El nos amó cuando aún eramos rebeldes, puede sin duda
fortalecernos ahora que le corresponde.
5.9, 10 El amor que motivó a Cristo a morir es el mismo que
envió al Espíritu Santo a vivir en nosotros y a guiarnos cada día. El poder que
levantó a Cristo de la muerte es el mismo que nos salva y está a nuestro
alcance en la vida diaria. Asegúrese de que, habiendo empezado una vida con
Cristo, tiene una reserva de poder y amor que puede usar todos los días al
enfrentar cada desafío o problema. Podemos orar pidiendo el poder de Dios y su
amor cada vez que lo necesitemos.
5.11 Dios es santo y no se asocia con el pecado. Todos
los seres humanos son pecadores y por lo tanto están separados de Dios. Además,
cada pecado merece castigo. En lugar de castigarnos con la muerte merecida, sin
embargo, Cristo cargó nuestros pecados y pagó el castigo muriendo en la cruz.
Ahora nos "gloriamos en Dios". Mediante la fe en la obra de Cristo,
nos podemos acercar a Dios en vez de ser enemigos y parias.
5.12 ¿Cómo pueden declararnos culpables por algo que
Adán hizo miles de años atrás? Muchos piensan que no es justo que Dios nos
juzgue por el pecado de Adán. Sin embargo confirmamos nuestra solidaridad con
Adán cada vez que pecamos. Estamos hechos del mismo material, con tendencia a
rebelarnos, y los pecados que cometemos nos condenan. Debido a que somos
pecadores, no necesitamos imparcialidad sino misericordia.
5.13, 14 Pablo nos muestra que guardar la Ley no
salva. Aquí añade que quebrantarla no es lo que trae la muerte. La muerte es el
resultado del pecado de Adán y de los pecados que ahora cometemos aunque no se
parezcan a los de Adán. Recuerda a sus lectores que durante miles de años la
gente moría aunque la Ley aún no se había dado explícitamente. La Ley se
introdujo, explica en el 5.20, como una ayuda para que la gente viera su
pecaminosidad, para que notaran la seriedad de sus ofensas y para guiarlas a
Dios en busca de misericordia y perdón. Esto fue así en los días de Moisés y lo
es todavía hoy. El pecado constituye una gran discrepancia entre lo que somos y
lo que fuimos al ser creados. La Ley pone de manifiesto nuestro pecado y coloca
la responsabilidad exactamente sobre nuestros hombros, sin que la ley ofrezca
algún remedio. Cuando estemos convencidos de que hemos pecado, debemos buscar a
Jesucristo para recibir sanidad.
Adán es una figura, la contrapartida de
Cristo. Así como Adán representa a la humanidad creada, Cristo representa a la
nueva humanidad espiritual.
5.15-19 Todos nacemos como parte de la familia física de
Adán, del linaje que conduce a muerte segura. Todos cosechamos los resultados
del pecado de Adán. Heredamos su culpa, una naturaleza pecaminosa (la tendencia
a pecar) y el castigo de Dios. Sin embargo, por la obra de Cristo, podemos
cambiar juicio por perdón. Podemos cambiar nuestro pecado por la justicia de
Jesús. Cristo nos ofrece la oportunidad de nacer en su familia espiritual: del
linaje que empieza con perdón y conduce a la vida eterna. Si no hacemos algo,
nos espera la muerte mediante Adán, pero si acudimos a Dios por la fe, tenemos
vida a través de Cristo. ¿A qué linaje pertenecemos nosotros?
¡Qué gran promesa para los que aman a Cristo!
Podemos reinar sobre el poder del pecado, sobre la amenaza de la muerte y los
ataques de Satanás. La vida eterna es nuestra ahora y por siempre. Podemos
vencer la tentación en el poder y la protección de Jesucristo.
5.20 Como pecadores, separados de Dios, nosotros vemos
la Ley desde abajo, similar a una escalera que debe subirse para llegar a Dios.
Quizás hemos intentado subirla en más de una oportunidad, solo para caer al
piso cada vez que alcanzábamos uno o dos peldaños. O a lo mejor nos parecía tan
abrumadora la escarpada escalera que nunca nos decidimos siquiera a iniciar su
ascenso. En cualquier caso, ¡qué alivio debe ser ver a Jesús con los brazos abiertos ofreciéndonos
pasar por encima de la escalera de la
Ley y llevarnos directamente a Dios! Una vez que Jesús nos eleva hasta la
presencia de Dios, somos libres para obedecer: por amor, no por necesidad, y
mediante el poder de Dios, no el nuestro. Ahora sabemos que si se tambaleamos,
no caeremos al suelo. Los brazos amorosos de Cristo no nos dejarán caer y nos sostendrán.
LO
QUE TENEMOS COMO HIJOS
Lo que
tenemos como hijos de Adán
Bajo la ira 5.9
Pecado 5.12, 15, 21
Muerte 5.12, 16, 21
Separación de Dios 5.18
Desobediencia 5.12, 19
Juicio 5.18
Ley 5.20
Lo que tenemos como hijos de Dios
Rescate 5.8
Justicia 5.18
Vida eterna 5.17, 21
Relación con Dios 5.11, 19
Obediencia 5.19
Absolución 5.10, 11
Gracia 5.20