} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EL VERDADERO CONOCIMIENTO DE DIOS (Estudio bíblico familiar 11/10/2016)

martes, 11 de octubre de 2016

EL VERDADERO CONOCIMIENTO DE DIOS (Estudio bíblico familiar 11/10/2016)


1Juan 2:3  Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos.

¿Cómo podemos estar seguros de que pertenecemos a Cristo? Este pasaje menciona dos modos de saberlo: si hacemos lo que Cristo dice y vivimos como Cristo quiere. ¿Y qué quiere Dios que hagamos? Juan responde en el 3.23 "que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros". La fe cristiana verdadera se traduce en una conducta afectuosa; esa es la razón por la que Juan dice que nuestra conducta nos otorga la seguridad de que pertenecemos a Cristo.
     A continuación viene una prueba según la cual los hombres podemos saber si, a pesar de nuestros fracasos, estamos en buena relación con Dios. La prueba pregunta si guardamos sus mandamientos. Es imposible que este conocimiento no afecte, en el diario vivir, a quienes realmente conocen a Dios. El conocimiento es un tema importante de la epístola. El verbo “conocer” (gr. ginosko) se repite 25 veces (y oida, otro verbo para conocer, 15 veces). Para Juan el conocimiento de Dios no es alguna visión mística o percepción intelectual. Se demuestra si guardamos sus mandamientos. La obediencia a los mandamientos prueba nuestro conocimiento de Dios. El amor genuino a Dios y una verdadera relación con Él, deben evidenciarse en la lealtad que le profesamos.
Esta frase, evidentemente, es transición para pasar al nuevo tema de «guardar los mandamientos». Por el hecho de que guardamos «sus» mandamientos (según lo que precede, los mandamientos de Cristo; pero, al mismo tiempo, por la cosa misma, los mandamientos de Dios). Conocemos precisamente que «lo hemos conocido» a Él.   «Conocer», en el lenguaje joánico (y ya en el Antiguo Testamento), no sólo significa un proceso intelectual, sino también algo integral, una unión de amor. Es, por ej., lo que ocurre cuando una persona «mira» a otra, conoce -vislumbrando- su esencia y se une con ella. Y, así, la palabra se aplica también a la unión más íntima entre el hombre y la mujer, en el matrimonio.

Por consiguiente, «conocerlo» significa una unión sumamente íntima del hombre con Cristo y con Dios. Significa comunión con Cristo y con Dios. Para el autor de nuestra carta, Cristo se halla en tal unidad con Dios, que la comunión con Cristo es al mismo tiempo comunión con Dios. Y ni siquiera es necesario decirlo específicamente.  «En esto sabemos que lo hemos conocido (a Cristo)» (es decir: en esto conocemos que tenemos comunión con él y hemos sido rociados con su sangre y que él es nuestro intercesor ante el Padre), «si guardamos sus mandamientos». Aquí, por la marcha del pensamiento, se sugiere ya lo que más tarde  se expresará más claramente: el cristiano conseguirá certidumbre del perdón, si «permanece» en el amor.

 La obediencia no es una virtud espectacular sino que subyace como fundamento de todo verdadero servicio cristiano.  En esto, y sólo en esto, sabemos  que tenemos recibido conocimiento de Dios. Señales con que discernir la gracia se dan muchas veces en esta Epístola. Se refuta por las advertencias prescientes del Espíritu a los gnósticos, los que se jactaban de su conocimiento, pero hacían a un lado la obediencia. Le hemos conocido como “el justo”; y como nuestro “Abogado”, o Intercesor.
      Guardamos palabra predilecta de Juan: vigilar, guardar, tener seguro, como una cosa preciosa: observar para guardar. Así Cristo mismo. Quiere decir, no la perfecta conformidad, sino la aceptación sincera de toda la revelada voluntad de Dios, y la sujeción gustosa a ella.
Mandamientos órdenes expresas de fe, amor y obediencia. Juan nunca usa “la ley” para expresar la regla de la obediencia cristiana: la hace referir a la ley mosaica.

¿Qué conocimiento de Cristo puede ser aquel que no ve que Él es digno de toda nuestra obediencia? La vida de desobediencia muestra que no hay fe ni honestidad en el profesante.

El amor de Dios es perfeccionado en aquel que obedece sus mandamientos. La gracia de Dios en Él obtiene su marca verdadera, y produce su efecto soberano tanto como puede ser en este mundo, y esta es la regeneración del hombre, aunque aquí nunca sea absolutamente perfecta. Sin embargo, esta observancia de los mandamientos de Cristo tiene santidad y excelencia, que si fuesen universales, harían que la tierra se pareciera al cielo mismo.

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