} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: OBEDIENCIA ESPIRITUAL (Estudio bíblico familiar 23/10/2016)

domingo, 23 de octubre de 2016

OBEDIENCIA ESPIRITUAL (Estudio bíblico familiar 23/10/2016)


1Juan 2:4  El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; 5  pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él.

Puesto que no se puede «conocer» a Dios sin guardar sus «mandamientos», aquel a quien se refiere este versículo, es un «mentiroso». También esta palabra tenía una resonancia más profunda de la que tiene hoy día en nuestro lenguaje habitual. En efecto, «verdad» -en sentido joánico- es la realidad de Dios que se revela. Frente a esto, la mentira es la construcción de un mundo engañoso, de una realidad ficticia, la revelación del maligno, el antagonista de Dios. Al servicio de este antagonista se halla el hombre que afirma que posee el conocimiento de Dios y, sin embargo, rehúsa prestar obediencia a los mandamientos de Dios y de Cristo.
«En éste verdaderamente se ha perfeccionado el amor de Dios». Por primera vez en esta carta, cuyo gran tema es el amor, surge este concepto, que es su concepto más central. Ahora bien, ¿qué es lo que se quiere significar aquí por el «amor de Dios»? ¿Se habla del amor nuestro hacia Dios o del amor de Dios hacia nosotros? ¿Y qué quiere decir que este amor «se ha perfeccionado» en nosotros? Una excelente ayuda para comprender nuestro versículo, nos la proporciona el pasaje de 1Juan 4:12: «Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros.» Por el contexto del capítulo no hay duda de que su «amor» es el amor que Dios nos mostró en la entrega de su Hijo, amor que es él mismo en divina plenitud, y que él nos comunica a nosotros, a fin de que siga dimanando y siga actuando en forma de amor fraterno.
Pero ¿hasta qué punto el amor “se ha perfeccionado” en nosotros? ¿En cuánto en ese amor se agotan las posibilidades humanas de amar?
Es que no habla de un conocimiento abstracto, frío y superficial, sino de un «conocimiento interno», cálido y penetrante, de una verdadera comunión vital de nuestra inteligencia con la mente y la verdad de Dios.

 Juan pone en conexión el conocimiento de Dios y la práctica de los mandamientos. Otro tanto hace Santiago   al hablar de la unión de la fe y de las obras, y San Pablo, cuando nos dice que lo que tiene valor en la vida cristiana es la fe actuada por la caridad. Son conceptos equivalentes, que sirven para distinguir al verdadero fiel del hereje, del cual va a hablar. La enseñanza de San Juan contra los gnósticos es clara: el conocimiento meramente especulativo de Dios que no lleve consigo la práctica de los preceptos, no vale nada. No hay conocimiento verdadero de Dios ni comunión íntima con El si no conformamos nuestra voluntad con la de Él. La obediencia a los mandamientos divinos nos demostrará que conocemos verdaderamente a Dios.
El que pretenda conocer a Dios sin observar sus mandamientos es un mentiroso   Es de la misma calaña que aquel que camina en las tinieblas y, sin embargo, se cree en comunión con Dios. El apóstol seguramente se refiere a los falsos doctores, que se gloriaban de su ciencia, pero descuidaban los deberes más sagrados de la vida cristiana. Con la disculpa de la libertad alcanzada por la iluminación de la gnosis, daban rienda suelta a sus pasiones más bajas. Su moral era prácticamente el libertinaje y la rebelión contra los preceptos evangélicos. Por eso, el apóstol los trata de embusteros, porque su gnosis es falsa, ya que no poseen la gracia divina, que es la única que capacita para el verdadero conocimiento de Dios. “El verdadero conocimiento termina en el amor; y este amor se realiza de una manera perfecta en la práctica de los mandamientos. La obediencia a la palabra de Dios supone una serie de actos y de esfuerzos por los cuales el amor se afirma y se perfecciona”. Este amor es el que los fieles tienen por Dios y no el amor que Dios tiene por los hombres. A no ser que Juan hable del amor de Dios en un sentido más alto, comprendiendo ambos aspectos, ya que la caridad “se ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo (amor increado de Dios) que nos ha sido dado.”
Por contraste, el amor de Dios ha sido perfeccionado en el hombre que guarda su palabra. Juan no pretende reducir el cristianismo a una forma de legalismo. Significa que Dios se reveló en Cristo, quien es su palabra, y que su venida es un desafío a todo nuestro estilo de vida. Se nos desafía a dejar el egoísmo y tomar nuestra cruz; nada menos satisfará. Como consecuencia del cabría esperar algo en el sentido de que el hombre obediente sea verídico o cuente con la verdad de Dios. Pero en lugar de ello resulta que el amor de Dios está en él, y no solamente en él, sino perfeccionado. El amor (gr. agape) es uno de los conceptos cumbres de esta carta. Este hecho es muy significativo dado lo reducido del libro. Juan ve el amor, principalmente, en la divina auto entrega de Cristo, pero el término también puede significar la respuesta del hombre a lo que Dios ha hecho; quizá ambos conceptos estén aquí. Y esta respuesta la vivimos en la medida de nuestra obediencia porque el amor se deleita en cumplir la voluntad de Dios.



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