Mateo 10; 8b-10
8b Gratis recibisteis, dad gratis. 9 No os
procuréis oro, plata, ni moneda de cobre para vuestros cinturones; 10 ni alforja
para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; pues el obrero merece
su sustento.
La predicación debe
quedar libre de toda apariencia de codicia. Jesús comunica gratuitamente sus
dones, y así deben también ser retransmitidos. Este es un pasaje en el que cada
oración y cada frase les sonarían familiar a los judíos que lo escucharon. En
él Jesús está dándoles a Sus hombres las instrucciones que daban los mejores
rabinos a sus estudiantes y discípulos.
"De gracia
recibisteis -les dice Jesús-, dad de gracia.» Un rabino estaba obligado por la
ley a dar su enseñanza gratuitamente y sin cobrar nada; al rabino le estaba
prohibido terminantemente recibir dinero por enseñar la Ley que Moisés había
recibido gratuitamente de Dios. Sólo en un caso podía un rabino aceptar que se
le pagara: por enseñar a un niño, porque eso era la obligación de los padres, y
a ningún otro se le podía exigir que dedicara tiempo y trabajo haciéndoles a
los padres lo que era su obligación; pero la enseñanza más elevada tenían que
darla sin dinero y sin precio.
Jesús les dijo a
los Doce que no se les ocurriera recibir oro o plata o bronce para sus bolsas;
la palabra griega quiere decir literalmente para sus cintos. El
cinturón que llevaban los judíos a la cintura era más bien ancho; y era doble
por los dos extremos, para llevar allí el dinero; así es que el cinturón era el
equivalente del monedero o la cartera. Jesús les dijo también a los Doce que no
llevaran bolsa para el viaje. Esto se puede referir a una de dos cosas.
Puede que fuera como una mochila en la que se llevaban corrientemente
provisiones; pero hay otra posibilidad. La palabra original es péra, que puede
querer decir la bolsa de un mendigo; a veces los filósofos ambulantes
recogían una colecta después de dirigirse al público.
En todas estas instrucciones Jesús no estaba imponiéndoles a Sus
hombres incomodidades deliberadas y calculadas. Les estaba diciendo cosas que
les sonarían familiares, como judíos que eran. El Talmud nos dice:
«Nadie puede ir al recinto del templo con bastón, cinturón con dinero o pies
polvorientos.» La idea era que, cuando se entraba en el templo, se tenía que
haber dejado atrás todo lo que tuviera que ver con su trabajo o negocio u
ocupación temporal. Lo que Jesús les estaba diciendo a Sus hombres era: «Tenéis
que tratar todo el mundo como el templo de Dios. Si sois hombres de Dios, no
debéis nunca dar la impresión de que sois hombres de negocios y vais buscando
ganancias materiales.» Las instrucciones de Jesús quieren decir que un hombre o
una mujer de Dios deben mostrar en su actitud hacia las cosas materiales que no
le interesa nada más que Dios.
Para terminar, Jesús dice que el obrero merece su sustento. También
esto les sonaría familiar a los judíos. Es verdad que a un rabino no se le
permitía recibir salario por enseñar, pero también es verdad que se consideraba
un privilegio y una obligación el mantener a un rabino si era de veras un
hombre de Dios. Rabí Eliezer
También ha sido un principio
del tiempo apostólico que el misionero actúe sin remuneración, pero que sea
sustentado por los fieles. Como sucedió a Jesús, la predicación sólo puede
tener éxito si no se lleva a cabo por la ganancia como negocio. Al proclamar el
evangelio de la gracia gratuita para sanidad y salvación de las almas de los
hombres, debemos por sobre todo evitar la aparición del espíritu del
asalariado.
No deben ganar ninguna cantidad de dinero, ni
monedas de plata, ni de oro, por tanto monedas de valor más elevado, ni tampoco
las menos valiosas de cobre, la calderilla. Cuando emprendan el viaje, deben
confiar plenamente en Dios. Él los alimentará, como alimenta a los pájaros y a
los lirios del campo. Cuando estén enteramente entregados a su servicio, Dios
se cuidará de todo lo demás. La sobriedad y la sencillez también son
distintivos del equipo que prescribe Jesús. Los apóstoles deben dejar en casa
la alforja para llevar las provisiones de boca y otros accesorios de viaje,
como la segunda túnica de recambio. Causa extrañeza que tampoco puedan llevar
sandalias ni bastón, que no son precisamente un lujo. Quizás las sandalias haya
que entenderlas como calzado duradero, resistente por un largo tiempo y para la
montaña, no como las sandalias ligeras sin las que no se puede correr por las
melladas rocas calcáreas. ¿Y el bastón? ¿Debe quedarse en casa para no molestar
a los apóstoles? En cualquier caso se exige una pobreza extremada. Pues el
obrero merece su sustento. Los misioneros recibirán en el camino todo lo que se
requiere además de lo absolutamente necesario. Más aún, tienen un derecho, que
más tarde también usan, fuera de san Pablo. La regla apostólica sobrevive en
diferentes formas hasta nuestros días. Las comunidades sustentan a todos los
que les sirven con la palabra y los ministran. Ambas partes habrían de tener en
cuenta que en los sentimientos fraternales hay una correspondencia de dar y
tomar, la cual está limitada a lo necesario por la regla apostólica. El hombre
de Dios no debe estar excesivamente pendiente de las cosas materiales, pero el
pueblo de Dios no debe nunca faltar a su deber de asegurarse que el hombre o la
mujer de Dios reciben un apoyo razonable. Este pasaje impone una obligación
tanto en el obrero del Señor como en los que se benefician de su servicio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario