} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: BARRERAS PARA LA ORACIÓN

domingo, 13 de noviembre de 2016

BARRERAS PARA LA ORACIÓN


1ª Timoteo 2; 8  Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda.

    En los tiempos del evangelio la oración no debe limitarse a una casa de oración en particular, pero los hombres deben orar en todas partes.
Debemos orar en nuestros cuartos, orar en nuestras familias, orar cuando comemos, orar cuando viajamos, y orar en las asambleas solemnes, sean públicas o privadas. Debemos orar con amor; sin ira ni contienda, sin enojo con nadie. Debemos orar con fe, sin dudar y sin debatir.
La Iglesia Primitiva adoptó la actitud judía para la oración, que era de pie, con los brazos extendidos y las palmas hacia arriba. Más tarde Tertuliano había de decir que ésta reflejaba la postura de Jesús sobre la cruz.
Los judíos siempre habían sabido de ciertas barreras que impedían que las oraciones llegaran a Dios. Isaías oyó a Dios decirle a Su pueblo: «Cuando extendáis vuestros brazos, esconderé de vosotros Mis ojos; aunque elevéis muchas preces, no escucharé; vuestras manos están llenas de sangre» (Isaías 1:15).
Aquí también se demandan ciertas condiciones.
(i)                El que ore debe extender manos santas.
 Debe mantener elevadas hacia Dios manos que no toquen las cosas prohibidas. Esto no quiere decir ni por un momento que el pecador no tenga acceso a Dios; pero sí quiere decir que no hay realidad en las oraciones de la persona que sale a ensuciarse las manos con cosas prohibidas como si nunca hubiera orado. No se está pensando en el hombre que se encuentra en las garras de alguna pasión y desesperadamente luchando contra ella, amargamente consciente de su fracaso. Se está pensando en el hombre cuyas oraciones son un puro formulismo.
(ii)             El que ore no ha de tener ira en su corazón.
Se ha dicho que «el perdón es indivisible.» El perdón humano y el divino van de la mano. Una y otra vez Jesús subraya el hecho de que no podemos esperar recibir el perdón de Dios mientras estemos enemistados con nuestros semejantes. «Por tanto, si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar y ve, reconciliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y presenta tu ofrenda» Mat_5:23 s). «Pero si no perdonáis sus ofensas a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas» (Mat_6:15 ). Jesús cuenta que el siervo que se negó a perdonar se encontró con que a él tampoco se le perdonaba, y termina: «Así también Mi Padre celestial hará con cualquiera de vosotros que no perdone a su hermano de todo corazón» (Mat_18:35 ). Para ser perdonado uno tiene que ser perdonador. La Didajé, el primero de los libros cristianos sobre el culto público, que data de alrededor del año 100 d C. dice: «Que no venga a nosotros ninguno que tenga una pelea con su prójimo hasta que se reconcilien.» El rencor en el corazón de una persona es una barrera que impide que sus oraciones lleguen a Dios.

(iii)           El que hace oración no debe tener dudas en la mente.
Esta frase puede querer decir dos cosas. La palabra que se usa es dialoguismós, que puede querer decir o discusión o duda. Si la tomamos en el sentido de discusión, simplemente repite lo que precede y reitera el hecho de que el rencor y las peleas y las discusiones envenenadas son un obstáculo para la oración. Es mejor tomar el sentido de duda. Antes de que la oración sea contestada tiene que haber fe en que Dios contestará. Si una persona ora de una manera pesimista y sin una fe verdadera en que tiene sentido, su oración cae a tierra porque no tiene alas para remontarse. Antes de que una persona pueda ser curada, debe creer que puede ser curada; antes que una persona pueda echar mano de la gracia de Dios debe creer en esa gracia. Debemos dirigir a Dios nuestras oraciones en completa confianza de que Él escucha y contesta la oración.



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