1 Juan
2:18 Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis
que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto
conocemos que es el último tiempo.
Juan habla del último tiempo, el período entre la primera y la segunda
venidas de Cristo. Los lectores de 1 Juan en el primer siglo vivían en el
último tiempo al igual que nosotros. Durante este tiempo aparecerán
"anticristos" (falsos maestros que pretendían ser cristianos y que
engañaban a miembros débiles, alejándolos de Cristo). Por último, antes que el
mundo termine, surgirá un gran anticristo (Apoc_13:19-20;
Apoc_20:10). Sin embargo, no debemos temer a ese maligno. El Espíritu
Santo muestra sus errores para que no seamos engañados. No obstante, debemos
enseñar la Palabra de Dios con claridad y con cuidado a los débiles que están
entre nosotros, de modo que no sean presa de esos falsos maestros, que
"vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos
rapaces" (Mat_7:15).
Es importante que entendamos lo
que Juan quiere decir cuando habla del último tiempo. La idea de los últimos
días y de la última hora aparece en toda la Biblia; pero su significado tiene
un desarrollo de lo más interesante.
La
frase se encuentra frecuentemente en los primeros libros del Antiguo
Testamento. Jacob, por ejemplo, antes de su muerte reunió a sus hijos para
decirles lo que les sucedería en los últimos días (Gen_49:1; Num_24:14 ). En aquel
tiempo, los últimos días se refería a cuando el pueblo de Israel entrara en la
Tierra Prometida, y llegara por fin a disfrutar de las bendiciones prometidas
por Dios.
La
frase aparece frecuentemente en los profetas. En los últimos días el Monte del
Señor será establecido como el más alto de los montes, y se remontará por
encima de las colinas, y todas las naciones fluirán hacia él (Isa_2:2 ; Miq_4:1 ). En los últimos días la Santa Ciudad de Dios
será suprema. E Israel ofrecerá a Dios la perfecta obediencia que Le es debida (Jer_23:20 ; Jer_30:24 ; Jer_48:47
). En los últimos días se manifestará la soberanía de Dios.
En el
Antiguo Testamento mismo y en el período entre el Antiguo y el Nuevo
Testamento, los últimos días llegaron a asociarse con el Día del Señor. Esta es
una concepción que se encuentra entretejida en la Escritura. Los judíos habían
llegado a creer que todo el tiempo estaba dividido en dos edades. Entre esta
edad presente, que era totalmente mala, y la edad por venir, que
sería el tiempo dorado de la supremacía de Dios estaba el Día del Señor, los
últimos días, que serían un tiempo de terror, de disolución cósmica y de
juicio, los dolores de parto de la nueva edad.
El último tiempo no
quiere decir un tiempo de aniquilación cuyo final fuera la gran nada total que
hubo antes del principio. En el pensamiento bíblico, el último tiempo es el
final de una edad y el principio de otra. Pero conduce, no a la destrucción del
mundo, sino a la re-creación del mundo.
Aquí está el centro
de la cuestión. Entonces se plantea la pregunta: " ¿Será un hombre borrado
en el juicio de lo viejo, o entrará en la gloria de lo nuevo?" Esa es la
alternativa con que Juan confronta a los hombres. Los hombres tienen la
posibilidad de aliarse con el mundo antiguo, que está abocado a la disolución,
o de aliarse con Cristo y entrar en el nuevo mundo, el verdadero mundo de Dios.
Aquí está la urgencia. Si fuera un asunto sencillo de oclusión social, no se
podría evitar; pero es cuestión de recreación, y el que una persona entre o no
en el nuevo mundo depende de que Le dé su vida a Cristo o no.
De hecho, Juan estaba equivocado. Aquella no era
la última hora para el mundo. Han transcurrido diecinueve siglos, y el mundo
sigue existiendo. ¿Pertenece toda esta idea a una esfera de pensamiento que hay
que descartar? La respuesta es que en ella se encuentra algo de importancia
eterna. Todas las horas son la última hora. Hay un conflicto continuo en
el mundo entre el bien y el mal, entre Dios y lo que es anti-Dios. Y cada
momento y en cada decisión una persona se enfrenta con la decisión de aliarse,
ya sea con Dios, o con las fuerzas malas que están contra Dios; y de ahí
saldrá, o dejará de salir, su participación en la vida eterna. El conflicto
entre el bien y el mal no acaba nunca; por tanto, en un sentido muy real, cada
hora es la última hora.
Juan advierte a sus lectores que en el mundo
existen ya muchos anticristos, conforme a la predicación de nuestro Señor. Son
todos aquellos que se oponen a Jesucristo y a su doctrina. Son todos los
impostores, los falsos profetas y falsos mesías, que circulan por un lado y por
otro difundiendo falsas doctrinas contra la divinidad de Jesucristo. De la
existencia de muchos anticristos, los fieles han de concluir que ésta es la
hora postrera.
Juan tiene un punto
vista del Anticristo que le es característico. Para él la señal de que el
Anticristo está en el mundo es la doctrina falsa y la enseñanza peligrosa de
los herejes. La Iglesia había recibido suficientes advertencias de que en los
últimos días surgirían falsos maestros. Jesús había dicho: «Vendrán muchos en
Mi nombre diciendo: "Yo soy el Cristo;" y engañarán a muchos» (Mar_13:6 ; Mat_24:5 ). Antes de marcharse, Pablo había
advertido a sus amigos de Éfeso: «Después de mi partida entrarán en medio de
vosotros lobos rapaces que no perdonarán al rebaño. Y de entre vosotros mismos
se levantarán hombres que hablarán cosas perversas para arrastrar tras sí
discípulos» (Hec_20:29). La situación que había
sido anunciada había surgido.
Pero Juan tenía una
opinión especial de esta situación. No pensaba en el Anticristo como una figura
única e individual, sino más bien como un poder de falsedad que hablaba por
medio de los falsos maestros. De la misma manera que el Espíritu Santo
inspiraba a los verdaderos maestros y profetas, también había un mal espíritu inspirando
a los falsos maestros y profetas.
El gran interés y
relevancia de esto es que para Juan el campo de batalla era la mente. El
espíritu del Anticristo estaba luchando con el Espíritu de Dios por la posesión
de las mentes humanas. Lo que hace que esto sea tan significativo es que
podemos ver exactamente este proceso en operación hoy. Se ha hecho una ciencia
de la técnica de introducir ideas en la mente humana. Vemos a personas que
toman una idea, y la repiten y la repiten y la repiten hasta que se asienta en
las mentes de otros que empiezan a aceptarla como verdadera simplemente porque
la han oído tan a menudo. Esto es hoy más fácil que nunca debido a la
proliferación de los medios de comunicación de masas -libros, periódicos,
radio, televisión, ordenadores y los innumerables recursos modernos de
publicidad. Un propagandista habilidoso puede tomar una idea e infiltrarla en
las mentes de las personas hasta que, sin ellos darse cuenta, la aceptan como
propia. No decimos que Juan previera todo esto; pero sí vio la mente como el
campo de operaciones del Anticristo. Juan ya no pensaba en términos de una
figura demoníaca individual, sino en términos de una fuerza de maldad buscando
insistentemente introducirse en las mentes de las personas. Y no hay nada más potente
que esto para el mal.
Si hay una tarea
especial que se le presente a la Iglesia hoy es aprender a usar el poder de los
medios de comunicación de masas para contrarrestar las malas ideas con que se
están bombardeando las mentes.
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