(Estudio bíblico 21 noviembre 2016)
1 Juan
2:24-29
24 Lo que desde el principio habéis
oído, procurad que permanezca en vosotros. Si en vosotros permanece lo que
habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en
el Padre. 25 Y ésta es la promesa que Él nos
hizo, la vida eterna. 26 Os escribo esto a propósito de los
que pretenden extraviaros. 27
La unción que de Él habéis recibido perdura en vosotros, y no necesitáis que
nadie os enseñe, porque, como la unción os lo enseña todo y es verídica y no
mentirosa, permanecéis en El, según que os enseñó. 28 Ahora, pues, hijitos, permaneced
en El, para que, cuando apareciere, tengamos confianza y no seamos confundidos
por El en su venida.
La verdad les había sido
predicada desde el principio y les trajo a la comunión con Dios. El versículo
22 habla de negar al Padre y al Hijo; el 23 de confesar a ellos; y éste, el 24,
de permanecer en ellos.
Estos cristianos habían escuchado el evangelio, al parecer de Juan
mismo. Sabían que Cristo era el Hijo de Dios, que murió por sus pecados y que
resucitó para darles nueva vida, y que regresaría para establecer su Reino en
forma completa. Pero ahora estaban infiltrados por los maestros que negaban las
doctrinas fundamentales de la fe cristiana, y algunos de los creyentes estaban
en peligro de sucumbir a los argumentos falsos. Juan los anima a aferrarse a la
verdad cristiana que escucharon desde el principio de su andar con Cristo. Es
más importante crecer en nuestro conocimiento del Señor que depender de nuestra
comprensión obtenida mediante un cuidadoso estudio, y enseñar esas verdades a
los demás. Sin embargo, por mucho que sepamos, nunca debemos abandonar las
verdades fundamentales acerca de Cristo. Jesucristo siempre será el Hijo de
Dios, y su sacrificio por nuestros pecados es permanente. No hay verdad que
pueda contradecir estas enseñanzas bíblicas.
Mantenerse constantemente junto a la verdad de Cristo, la cual habían
recibido de los apóstoles; 2) la unción del Espíritu Santo, cuyo poder
iluminador les ayudaría a distinguir la verdad del error. Recibir conocimiento
espiritual bajo la dirección del Espíritu Santo es conocer la verdad de una
forma que las enseñanzas humanas no pueden proveer. El pasaje no es un
argumento en contra del ministerio de la enseñanza (Rom
12:7; Efe 4:11), sino un énfasis que sólo el Espíritu Santo es capaz de
traer revelación al corazón humano (Efe 1:17-18).
Se
permanece en Cristo no sólo por la fe, sino también por la obediencia.
La verdad de Cristo que permanece en nosotros es
el medio de separarse del pecado y unirse al Hijo de Dios, Juan 15; 3, 4. ¡Cuánto valor debemos dar a la verdad
del evangelio! Por él se asegura la promesa de la vida eterna. La promesa que
hace Dios es adecuada a su propia grandeza, poder y bondad; es la vida eterna.
El Espíritu de verdad no mentirá; y enseña todas las cosas de la
presente dispensación, todas las cosas necesarias para nuestro conocimiento de
Dios en Cristo, y su gloria en el evangelio.
El apóstol repite la amable palabra, “hijitos “que denota su afecto.
Él persuade por amor. Los privilegios del evangelio obligan a los deberes del
evangelio; y los ungidos por el Señor Jesús permanecen con Él. La nueva
naturaleza espiritual es del Señor Cristo. El que es constante en la práctica
de la religión en las épocas de prueba, demuestra que es nacido de lo alto, del
Señor Cristo. Entonces, cuidémonos de sostener con injusticia la verdad,
recordando que sólo son nacidos de Dios los que llevan su santa imagen y andan
en sus caminos más justos.
Para ser cristiano es indispensable permanecer en "lo oído desde
el principio" y en la confesión adecuada de la fe. Jesús es el Cristo. Lo que
han oído los fieles desde el principio es la doctrina tradicional de
la fe enseñada por los apóstoles. Esa doctrina ha de permanecer en ellos.
Porque la fidelidad a la enseñanza es condición esencial para permanecer en el
Hijo y en el Padre, para conservar la gracia y la comunión vital con Dios. La palabra de Cristo es una realidad tan
sublime, que el permanecer en ella nos procura el bien supremo que es la forma
más perfecta de comunión con Dios. Esta vida, coronamiento en la gloria de la
unión comenzada sobre la tierra, es presentada como el objeto del mensaje de
Jesús. Porque su conocimiento implica el conocimiento de toda la revelación
hecha por el Verbo encarnado.
Juan está
exhortando a los suyos para que permanezcan en las cosas que han aprendido;
porque así permanecerán en Cristo. El gran interés de este pasaje se encuentra
en una expresión que Juan ha usado ya. En el versículo 20 ya ha hablado de la
unción que los suyos han recibido del Santo y por medio de la Cual todos
ellos están equipados con conocimiento. Aquí habla de la unción que ellos han
recibido y que les enseña todas las cosas. ¿Qué pensamiento hay detrás de esta
palabra, unción? Tendremos que remontarnos considerablemente en el
pensamiento hebreo para descubrirlo.
En la práctica y el pensamiento
Hebreos la unción se relacionaba con tres clases de personas.
Los sacerdotes eran ungidos. La prescripción ritual dice: «Luego
tomarás el aceite de la unción, lo derramarás sobre su cabeza y le ungirás» (Exo 29:7; Lev 16:32).
Los reyes eran ungidos. Samuel ungió a Saúl como rey de la
nación (1Sa 9:16;
1Sa 10:1). Más tarde Samuel también ungió a David como rey (1Sa 16:3; 1Sa 16:12).
A Elías se le ordenó que ungiera a Hazael y a Jehú (1Re
19:15 s). La unción equivalía a la
coronación.
Los profetas eran ungidos. A Elías se le mandó que ungiera a
Eliseo como sucesor suyo (1Re 19:16). El
Señor había ungido al Profeta para que diera buenas nuevas a la nación (Isa 61:1).
Así es que aquí
encontramos la primera cosa significativa. En los días antiguos, el recibir la
unción había sido el privilegio de unos pocos escogidos: los sacerdotes, los
reyes y los profetas; pero ahora es el privilegio de todos los cristianos, por
muy humildes que sean. Así es que la unción representa el privilegio que tiene
el cristiano en Jesucristo.
Al sumo sacerdote
se le llamaba el ungido; pero el supremo Ungido era el Mesías
(Mesías es la palabra hebrea que quiere decir el Ungido, lo mismo
que Jristós en griego). Así es que Jesús fue el Ungido en grado
superlativo. Entonces surgió la cuestión: ¿Cuándo fue ungido Jesús? La
respuesta que ha dado siempre la Iglesia es que en Su bautismo Jesús fue
ungido con el Espíritu Santo (Hec 10:38).
En el mundo griego
también se conocía y practicaba la unción. Era una de las ceremonias de
iniciación en las religiones misteriosas que pretendían ofrecer al hombre un
conocimiento especial de Dios. Sabemos que por lo menos algunos de los falsos
maestros pretendían tener una unción especial que les aportaba un conocimiento
especial de Dios. Hipólito nos dice que esos falsos maestros decían: "
Nosotros somos los únicos entre todos los cristianos que completamos el
misterio en el tercer portal y somos allí ungidos con una unción inefable.» La
respuesta de Juan es que es el cristiano normal y corriente el que tiene la
única verdadera unción, la unción que da Jesús.
Toda enseñanza debe pasar la prueba del
testimonio del Espíritu Santo en nuestro corazón.
Cristo había prometido enviar al Espíritu
Santo para enseñar a sus discípulos y para recordarles todas las cosas que
Jesús les había enseñado (Jn 14:26). Como
resultado, los cristianos tienen al Espíritu Santo en ellos para evitar que se desvíen. Además, tienen la
Palabra inspirada de Dios, que puede revelar las enseñanzas cuestionables. Para
permanecer en la verdad de Cristo debemos seguir su Palabra y su Espíritu.
Permitamos que el Espíritu Santo nos ayude a distinguir la verdad del error. Jn 3:6; Hech 1:5 y Efe
1:13-14.
Cristo
vive (permanece) en nosotros por medio del Espíritu Santo, y además nosotros
vivimos en Cristo. Eso significa que ponemos nuestra absoluta confianza en El,
dependemos de El para dirección y fortaleza, y vivimos como Él quiere que
vivamos. Eso significa que nuestra relación con Él es personal y vivificante.
Juan usó la misma idea en Juan 15, donde habla
de Cristo como la vid y de sus seguidores como los pámpanos.
Los cristianos, a los cuales se dirige Juan, no
necesitan que nadie les enseñe, porque la unción que de Él han recibido
les enseña todo (v.27). El apóstol se refiere a los falsos maestros de los
que ha hablado. Los fieles no tienen necesidad que ninguno de esos falsos
doctores les instruya. Gracias a la enseñanza dada por la unción de
una manera siempre presente y actual, los cristianos pueden permanecer en
Cristo.
Este
magisterio interior del Espíritu Santo infunde en las almas la luz de la fe da a los cristianos el gusto y la inteligencia
de la verdad revelada y confiere un conocimiento especial de Dios, una verdadera
iluminación que introduce al alma en el secreto de los misterios divinos. De
este magisterio interior nos hablan ya en el Antiguo Testamento Isaías y Jeremías, y en el Nuevo Testamento, San Juan
y San Pablo.
Juan
ha escrito estas cosas a los fieles a propósito de los herejes para que estén
siempre en guardia contra las insidias y los engaños de los falsos maestros.
Porque si bien están fuera de la Iglesia, permanecen siendo un peligro
continuo, ya que tratan de hacer prosélitos. Estos herejes seductores no se
limitan a defender sus falsas doctrinas, sino que se esfuerzan por arrastrar a
otros a ellas.
Cristo es el que ha
dado a los fieles la unción del Espíritu, que les enseña todo. Y el
Espíritu Santo, a su vez, es el que conduce los cristianos a la comunión con Cristo
y los conserva en ella. El apóstol concluye esta sección insistiendo en su
exhortación a permanecer unidos a Cristo. La expresión ahora puede
ser una conclusión lógica de lo que precede o una alusión a la parusía, de la
que va a hablar. Juan invita a los fieles a permanecer en Cristo. El motivo por
el cual les invita a permanecer en Él es para estar preparados para el día de
la Segunda Venida de Jesucristo. El Señor se manifestó ya una primera vez al
venir al mundo para redimirnos. Esta primera manifestación ha sido, sobre todo,
revelación del amor de Dios. Pero habrá otra manifestación gloriosa al final de
los tiempos. Será la parusía, la segunda venida de Cristo como Señor y como
Juez para dar a cada uno según sus obras. Sin embargo, en esta última manifestación,
por muy terrible que sea, se mostrará el amor misericordioso de Dios, que nos
debe infundir confianza en esa hora suprema. Permaneciendo en
Cristo, se posee una feliz confianza; no se siente temor de ser confundido
cuando aparezca como Juez supremo. El término designa la libertad llena de confianza con la que el
creyente debe presentarse ante Cristo Juez. La idea que tiene Juan de la
parusía es una concepción casi filial y llena de confianza del juicio final.
Juan exhorta a los
suyos a permanecer constantemente en Cristo para que cuando Él vuelva en poder
y gloria no tengan que acobardarse ante Él avergonzados. Con mucho la mejor
manera de estar preparados para la venida de Cristo es vivir con Él todos los
días. Si lo hacemos así, Su Venida no será ninguna sorpresa terrible, sino
simplemente la entrada en una presencia más próxima de Alguien con Quien hemos
vivido largo tiempo.
Aunque tengamos
dudas y dificultades acerca de la Segunda Venida física de Cristo, esto sigue
siendo cierto: que para cualquier persona la vida llegará algún día a su fin.
La cita con Dios llega a todos para que nos levantemos y digamos adiós a este
mundo. Si no hemos pensado nunca en Dios, y si Jesús no ha sido para nosotros
más que una memoria imprecisa y distante, la Suya será como una llamada a un
viaje terrible a un lugar desconocido; pero si hemos vivido conscientemente en
la presencia de Cristo y día a día hemos andado y hablado con Dios, esa será
una llamada para volver a casa y entrar a una presencia más íntima con Uno que
no es un extraño, sino un Amigo.
En el versículo 29 Juan vuelve al pensamiento
que no está nunca lejos de su mente. La única manera en que una persona puede
demostrar que permanece en Cristo es por la integridad de su vida. Lo que una
persona profese ser lo probará o desmentirá su manera de vivir.
La prueba
visible de ser cristiano es su conducta recta. Muchas personas hacen cosas
buenas pero no tienen su fe puesta en Jesucristo. Otros afirman que tienen fe
pero rara vez producen buenas obras. Un déficit, ya sea en la fe o en la
conducta recta, será motivo de vergüenza cuando Cristo vuelva. Debido a que la
verdadera fe siempre produce buenas obras, los que afirman que tienen fe y
los que viven constantemente de forma recta son verdaderos creyentes. Las
buenas obras no producen salvación (Efe 2:8-9)
pero son necesarias para probar que la verdadera fe está en realidad presente (Sant 2:14-17).
¡Maranatha!
No hay comentarios:
Publicar un comentario