} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EL MANDAMIENTO VIEJO Y NUEVO

martes, 1 de noviembre de 2016

EL MANDAMIENTO VIEJO Y NUEVO


(Estudio bíblico familiar 2 Noviembre 2016)

1 Juan 2:7  Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio.
 8  Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra.

El cristianismo fue el primero en poner el amor a los hermanos en el motivo nuevo y más alto, el amor instintivo a aquel que nos amó primero, que nos constriñe a amar a todos, aun a los enemigos, andando así en las pisadas del que nos amó cuando éramos enemigos. Por tanto, Jesús lo llama “nuevo” (Juan 13:34-35), “Amaos los unos a los otros, como yo os he amado”.  En Cristo todas las cosas son siempre verdad, y así lo fueron desde el principio; pero en Cristo y nosotros conjuntamente el mandamiento de amor hacia los hermanos es pues verdadero cuando reconocemos la verdad que está en él y tenemos la misma floreciente en nosotros.
El primero en cumplir este mandamiento fue Cristo, es verdadero en él, quien transfiere su amor al corazón de los que le siguen, y en vosotros. Así, la actitud que adoptemos hacia otros revelará si estamos en las tinieblas que van pasando o en la luz verdadera que ya está alumbrando. Si un hombre vive en amor anda con paso seguro, porque el amor des poja al corazón de todo aquello que le haría tropezar. La luz y el amor van juntos.
El mandamiento de amarse los unos a los otros ha tenido vigencia desde el comienzo del mundo, pero podría considerarse como mandamiento nuevo al darlo a los cristianos. Era nuevo para ellos, como era nueva su situación respecto de sus motivos, reglas y obligaciones. Siguen en estado de tinieblas los que andan con odio y enemistad contra los creyentes. El amor cristiano nos enseña a valorar el alma de nuestro hermano y a temer todo lo que dañe su pureza y su paz. Donde haya tinieblas espirituales, estarán entenebrecidos la mente, el juicio y la conciencia, y erraremos el camino a la vida celestial. Estas cosas exigen un serio examen de sí; y la oración ferviente para que Dios nos muestre qué somos y dónde vamos.
 San Juan, cuando insiste en el mandamiento del amor, aporta su ejemplo.  Hay aquí algo muy precioso. Mucho de esta carta es una advertencia; y parte de ella, una reprensión. Cuando estamos advirtiendo o reprendiendo a otros, es tan fácil adoptar un tono fríamente crítico; es tan fácil echar la bronca; es hasta posible complacerse en ver a los otros achicarse bajo el látigo verbal. Pero, hasta cuando tiene que decir cosas dolorosas, el acento de la voz de Juan es el amor. Había aprendido la lección que debe aprender todo padre, o predicador, o maestro, o líder: a decir la verdad con amor.

Juan habla de un mandamiento que es al mismo tiempo viejo y nuevo. Algunos tomarían esto como una referencia al mandamiento que se implica en el versículo 6, que el que permanezca en Jesucristo debe vivir la misma clase de vida que su Maestro. Pero es casi seguro que Juan está pensando en las palabras de Jesús en el Cuarto Evangelio: "Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis los unos a los otros; como Yo os he amado, que también os améis los unos a los otros» (Juan_13:34). ¿En qué sentido era ese mandamiento tanto antiguo como nuevo?

  Era antiguo en el sentido de que ya estaba en el Antiguo Testamento. ¿No decía la Ley: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo»? (Levítico 19:18).  ¿O tal vez, más aun, para acentuar frente a las nuevas doctrinas de los gnósticos que menospreciaban la antigua doctrina de la comunidad la vitalidad siempre nueva del mensaje cristiano? Era antiguo en el sentido de que esta no era la primera vez que la audiencia de Juan lo había escuchado. Desde el mismísimo primer día de su incorporación a la vida cristiana les habían enseñado que la ley del amor había de ser la ley de su vida. Este mandamiento había recorrido un largo camino en la Historia, y también en las vidas de los destinatarios de esta carta.   

  Era nuevo porque se había elevado a una nivel completamente nuevo en la vida de Jesús  y era como Jesús había amado a los hombres como los hombres habían ahora de amarse unos a otros. Bien podría decirse que la humanidad no sabía realmente lo que era el amor hasta que lo vio en Jesús. En todas las esferas de la vida es posible que una cosa sea antigua en el sentido de que ha existido desde mucho antes, y sin embargo alcance un nivel totalmente nuevo por la actuación de alguien. Un juego puede llegar a ser nuevo para una persona cuando ha visto jugarlo a un gran maestro. Una pieza de música puede llegar a ser algo nuevo para una persona que se la ha escuchado a una gran orquesta bajo la batuta de un gran director. Hasta un plato de comida puede llegar a ser una cosa nueva para el que lo prueba cuando lo ha preparado alguien que tiene el genio de la cocina. Una cosa antigua se puede convertir en una nueva experiencia en las manos de un maestro. En Jesús, el amor llegó a ser nuevo en dos direcciones.

  Llegó a ser nuevo por la amplitud que alcanzó. En Jesús el amor alcanza hasta al pecador. Para el rabino judío ortodoxo, el pecador era una persona a la que Dios quería destruir. «Hay gozo en el Cielo -decían- cuando un pecador desaparece de la tierra.» Pero Jesús fue el amigo de loa marginados y de los pecadores, y estaba seguro de que había gozo en el Cielo cuando un pecador volvía al hogar. En Jesús el amor alcanza hasta a los gentiles. Según algún rabino lo veía, «los gentiles fueron creados por Dios para servir de leña en los fuegos del infierno.» Pero para Jesús Dios amaba al mundo de tal manera que dio a Su Hijo. El amor llegó a ser algo nuevo en Jesús porque Él extendió sus fronteras hasta que no quedó nadie fuera de su abrazo.

  Llegó a ser nuevo por los límites a los que llegó. Ninguna falta de reacción, nada que pudiéramos hacerle nunca podía convertir en odio el amor de Jesús. Él pudo hasta pedir a Dios que tuviera misericordia de los que Le estaban clavando a la Cruz.

El mandamiento del amor era antiguo en el sentido de que se conocía desde hacía mucho; pero era nuevo porque en Jesucristo el amor alcanzó un nivel que no había alcanzado nunca antes, y era conforme a ese nivel como nos mandaba a Marcos

Juan pasa a decir que este mandamiento del amor se ha hecho realidad en Jesucristo y también en las personas a las que dirige su carta. Para Juan, como ya hemos visto, la verdad no es solamente algo que hay que captar con la mente, sino algo que hay que poner por obra. Lo que quiere decir es que el mandamiento del amor mutuo es la verdad suprema; en Jesucristo podemos ver ese mandamiento en toda la gloria de su plenitud; en Él ese mandamiento se hace verdad; y en el cristiano podemos verlo, no en la plenitud de su verdad, pero sí llegando a ser realidad. Para Juan, el Cristianismo es un progreso en el amor.

Pasa luego a decir que la luz ya está brillando, y las tinieblas están pasando. Esto hay que leerlo en su contexto histórico. Para cuando Juan estaba escribiendo, al final del primer siglo, las ideas estaban cambiando. En los primeros días de la Iglesia se había estado esperando la Segunda Venida de Jesús como un acontecimiento repentino e inminente. Cuando aquello no tuvo lugar, no abandonaron la esperanza, sino permitieron que la experiencia la cambiara. Para Juan la Segunda Venida de Cristo no es un acontecimiento dramático y repentino, sino un proceso en el cual las tinieblas van siendo derrotadas paulatinamente por la luz; y el final del proceso será un mundo en el que las tinieblas hayan sido derrotadas totalmente, y la luz haya triunfado en toda la línea.

En este pasaje la luz se identifica con el amor, y la oscuridad con el odio. Eso es decir que el fin de este proceso es un mundo en el que reine el amor, y el odio haya sido desterrado. Cristo ha entrado en el corazón de una persona cuando toda su vida es gobernada por el amor; y Él habrá entrado en el mundo de los hombres cuando todos obedezcan Su mandamiento del amor. La Venida y el Reino de Jesús son equivalentes a la venida y el reinado del amor.
















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