Mateo 5:6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed
de rectitud o justicia, porque ellos serán saciados. (La Biblia de Casiodoro de
Reina 1569)
¡Benditos los que tienen hambre y sed
de verdadera y total integridad! (Traducción original)
Quiere
decir que son aquellos cuyo deseo supremo es conformarse enteramente a la voluntad de Dios. Anhelan no
tanto ser ricos o eruditos como ser santos. ¡Bienaventurados son todos
aquellos! Tendrán bastante más tarde.
"Despertarán
a la semejanza de Dios y serán hartos." Salmo_17:15”.
Las palabras no tienen una existencia aislada;
existen sobre el trasfondo de la experiencia y del pensamiento; y el
significado de cualquier palabra está condicionado por el trasfondo de la
persona que la pronuncia. Eso es particularmente cierto de esta
bienaventuranza. Les haría a los que la oyeron por primera vez una impresión
totalmente diferente de la que nos hace a nosotros.
El hecho es que muy .pocos de nosotros en las
condiciones modernas de vida sabemos realmente lo que es tener hambre o sed. En
el mundo antiguo era muy diferente. El salario diario de un obrero sería el
equivalente a 10 céntimos de euro; y, aun teniendo en cuenta la diferencia del
valor adquisitivo del dinero, uno no se ponía gordo con tal sueldo. En
Palestina, un obrero comía carne sólo una vez por semana; y en Palestina un
trabajador o un jornalero nunca estaban muy lejos de la línea que marca la
verdadera hambre y la muerte por inanición.
Y esto era todavía más real en el caso de la sed.
A la inmensa mayoría de la gente no le era posible abrir un grifo y recibir
agua clara y fresca en su casa. Uno podía estar de viaje, y sorprenderle el
viento cálido que traía tormentas de arena. No podía hacer nada más que taparse
la cabeza con el blusón y ponerse de espaldas al viento y esperar mientras los
remolinos de arena se le metían por la nariz hasta la garganta a punto de
sofocarle y hasta que se apergaminaba todo de una sed imperiosa. En las
condiciones de la vida moderna de Occidente no hay nada parecido a eso.
Así pues, el hambre que describe esta
bienaventuranza no es el agradable apetito que se satisface con un bocadillo de
media mañana; la sed de la que habla no se podía mitigar con una taza de café o
bebida fresca. Era el hambre de la persona a punto de morir de inanición, o la
sed del que se morirá si no bebe.
En ese caso, esta bienaventuranza contiene
realmente una pregunta y un desafío. En efecto demanda: « ¿Hasta qué punto
quieres la integridad? ¿La quieres tanto como quiere un hambriento la comida, o
el agua el que se está muriendo de sed?» ¿Hasta qué punto es intenso nuestro
deseo de rectitud?
La mayoría de la gente tiene un deseo instintivo
de justicia; pero ese deseo es imaginario y nebuloso más bien que agudo e
intenso; y cuando llega el momento de la decisión no están preparados a hacer
el esfuerzo y el sacrificio que demanda la justicia e integridad real. La mayor
parte de la gente sufre de lo que llama " la enfermedad, tan española, del
da igual." Sin duda implicaría una gran diferencia en el mundo el que
deseáramos la rectitud e integridad más que ninguna otra cosa.
La integridad, rectitud se trata de una cualidad que uno desea poseer
personalmente; no del deseo natural de que se nos haga justicia o de que haya
justicia en el mundo, sino de que la justicia, la bondad de Cristo reine en
nuestra vida.
Cuando enfocamos esta bienaventuranza desde este
punto de vista es la más exigente, y hasta la más aterradora, de todas. Pero no
sólo es la bienaventuranza más exigente; a su propia manera es también la más
consoladora. Por detrás de ella está el sentido de que la persona que es
bienaventurada no lo es necesariamente porque alcance esta bondad, sino porque
la anhela con todo su ser. Si la bendición viniera solamente a la persona que
alcanza su objetivo, entonces nadie sería bendito; pero la bendición alcanza a
la persona que, a pesar de fallos y fracasos, todavía aspira con un apasionado
amor a lo más alto.
Lo más maravilloso del hombre no es que es
pecador, sino que aun en su pecado le acecha la bondad de tal manera que, hasta
en el cieno, nunca puede olvidar del todo las estrellas. David siempre había
querido construir el templo de Dios; nunca logró su ambición; se le negó y
prohibió; Dios le dijo: «Bien has hecho en tener tal deseo». En Su
misericordia, Dios nos juzga, no solamente por nuestros logros, nuestro fruto
sino también por nuestros sueños. Aunque un hombre nunca alcance la bondad, si
toda su vida tiene esta hambre y sed de ella, no está excluido de la bendición.
Esto es de hecho lo que pocas veces se quiere. Nos contentamos con parte de la
integridad. Un hombre, por ejemplo, puede que sea bueno en el sentido de que,
por mucho que se le buscara, no se le podría encontrar ninguna falta moral. Su
honradez y respetabilidad están fuera de duda; pero tal vez sería la clase de
persona a la que uno no acudiría para desahogarse contándole algo muy íntimo;
se congelaría si lo intentara. Hay una clase de integridad que suele ir
acompañada de dureza, intolerancia o falta de simpatía. Esa integridad no es
más que parcial, o aparente.
Esta bienaventuranza nos dice que no hay que
conformarse con una bondad aparente. Bendita la persona que tiene hambre
desesperada y sed ardiente de la bondad que es total. Ni una gélida impecabilidad
ni una sensiblera amabilidad bastan.
En este contexto, parece que hay por lo menos
dos enfoques contemplados. El primero sería la sed por la justicia, rectitud,
integridad personal, el ser y hacer lo que es recto según las normas de Dios.
También incluye la pasión por establecer y extender el reino de Dios entre los
hombres. El apetito por la justicia personal y por la extensión del reino de
Dios conduce al crecimiento espiritual y a la felicidad (Job_42:1-2; Job_63:1;
Job_84:1-2).
Algunos ejemplos de aquellos
que tuvieron hambre y sed de rectitud e integridad.
La mujer cananea. Mat_15:27, "Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las
migajas que caen de la mesa de sus amos". Jesús alaba la fe
"grande" de esta mujer cananea.
La mujer pecadora. Luc_7:38, "estando detrás de él a sus pies, llorando,
comenzó a regar con lágrimas sus pies".
Los casos de conversión en Hechos de los
Apóstoles: (1). El día de Pentecostés tres mil personas obedecieron al evangelio
el mismo día en que oyeron, Hch_2:37-41.
Tenían hambre y sed de justicia. (2) Los samaritanos obedecieron "cuando
creyeron", Hch_8:12. (3). Cuando el
eunuco oyó el evangelio, dijo, "Aquí hay agua, ¿qué impide que yo sea
bautizado?" e inmediatamente obedeció, Hch_8:35-39.
Este hombre es un ejemplo muy bueno de tener hambre y sed de justicia.
"Había venido a Jerusalén para adorar, volvía sentado en su carro, y
leyendo al profeta Isaías". (4). El carcelero y su casa fueron bautizados
a media noche, y "se regocijó con toda su casa de haber creído a
Dios", Hch_16:25; Hch_16:33-34. Estos y otros demostraron mucha
hambre y sed de justicia, oyendo el evangelio, arrepintiéndose de sus pecados,
confesando a Cristo, y siendo bautizados sin demorar.
El apóstol Pablo siempre demostraba que tenía
mucha hambre y sed de justicia. Léase Flp_3:7-8.
Lo demostró a través de su vida entera y sus escritos.
De esto habla Jesús en Juan_4:13-14. Dijo que "Cualquiera que
bebiere de esta agua volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le
daré, no tendrá sed jamás". Juan_7:37-38; Apo_22:17. Juan_6:27, "Trabajad,
no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna
permanece". Flp_4:6-7, No estar afanosos, hacer peticiones a
Dios, con acción de gracias, "y la paz de Dios... guardará vuestros
corazones". Flp_4:11-13, "he
aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación... Todo lo puedo en
Cristo que me fortalece".
Así es que
la traducción de la cuarta bienaventuranza podría ser algo así:
AH, BIENAVENTURADO DEL QUE ANHELA UNA INTEGRIDAD TOTAL COMO ANSÍA EL
QUE ESTÁ MURIENDO DE HAMBRE EL ALIMENTO Y EL AGUA EL QUE ESTÁ PERECIENDO DE SED,
PORQUE TAL PERSONA ALCANZARÁ UNA COMPLETA SATISFACCIÓN.
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