Hechos 2:42 Y perseveraban en
la doctrina de los apóstoles, y en la comunión, y en el partimiento del pan, y
en las oraciones. (La
Biblia de Casiodoro de Reina 1569)
Jesús había dicho (Mat_28:19-20),
"Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en
el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden
todas las cosas que os he mandado..." La doctrina de los apóstoles era y
es precisamente "todas las cosas que os he mandado". El Nuevo
Testamento está compuesto de las cosas que Jesús personalmente enseñó y la
doctrina de los apóstoles. Como dice Pablo (1Co_14:37),
"reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor"
"miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los
apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo
mismo"; "misterio... es revelado a sus santos apóstoles y profetas
por el Espíritu"; 1Co_2:11-14.
La enseñanza de los apóstoles comprende toda la
proclamación que les fue encargada y que resultó necesaria en el cumplimiento
de este encargo, la palabra promotora hacia fuera, así como la enseñanza que
profundiza en la vida interna de la comunidad. Era aquel tiempo, en que el
kerygma apostólico, como se suele designar teológicamente la proclamación, se
formaba con los testimonios del camino de salvación de Cristo, tal como se
incluyeron en la palabra escrita de los Evangelios.
Los creyentes perseveraban donde compartían la
comunión de la mesa. Este fue un corto período de paz, cuando aparentemente les
era posible reunirse en el templo sin temor y aun disfrutaban el favor de
todo el pueblo. Pronto eso cambiaría para siempre. En los capítulos
siguientes Lucas presenta tanto la oposición externa como la falta de armonía
interna.
¡Qué
bueno habría sido si la iglesia de Cristo hubiera continuado a través de los
siglos perseverando en la doctrina de los apóstoles! Lamentablemente no lo
hizo; aun en el primer siglo -- durante la vida de los apóstoles --
muchos se apartaron del camino, y ¡muchos otros han apostatado después
de la muerte de los apóstoles!
El
apóstol Juan dice, "Nosotros (apóstoles) somos de Dios; el que conoce a
Dios nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu
de verdad y el espíritu de error" (1Jn_4:6).
Él podía hablar así porque los apóstoles eran y son los embajadores de Cristo (2Co_5:20) y, por eso, lo que dicen y lo que
hacen son de suma importancia para la iglesia.
El
ejemplo apostólico no tiene mucha importancia para los católicos, los
evangélicos y los hermanos liberales, pero léanse con mucho cuidado lo que
Pablo dice sobre el tema: 1Co_4:16-17; 2Ti_1:13-14.
Lo
que los apóstoles enseñaban y practicaban era la continuación de la enseñanza y
la obra de Jesucristo; es decir, enseñaban y practicaban lo que Jesús mismo
habría enseñado y practicado si hubiera seguido viviendo sobre la tierra.
Por
lo tanto, seguimos la enseñanza y el ejemplo de los apóstoles con respecto al
plan de salvación, y también con respecto al culto, la organización y obra de
la iglesia. Hechos de los Apóstoles revela el patrón divino y la iglesia debe
actuar siempre conforme al modelo que Dios ha dejado en Su Palabra en la Biblia.
En la comunión El
concepto de comunión es demasiado amplio para hacer determinaciones más
concretas de él. Muchos toman esta expresión como concepto general más extenso
para las dos próximas ideas de la «fracción del pan» y de las «oraciones». Sin
embargo podría ser una expresión que tiene consistencia por sí misma. Es muy
razonable que se vea en este concepto una indicación de la extraordinaria vida
comunitaria que aunó la primera comunidad en la renuncia a la propiedad privada
y en la solicitud fraterna de unos por otros, y que condujo a una alegre
comunidad de mesa, como se manifiesta en los versículos siguientes.
La palabra comunión (koinonía) quiere
decir "participación"; se refiere, pues, a la participación mutua de
los nuevos discípulos en los privilegios y actividades espirituales que
aprendían de los apóstoles; en este mismo versículo se nombran el partimiento
del pan y las oraciones como expresiones de la comunión.
La koinonia
es una unidad producida por el Espíritu Santo. En la koinonia, el individuo
mantiene íntimas relaciones de compañerismo con el resto de la sociedad
cristiana. La koinonia une firmemente a los creyentes al Señor Jesús y a
los unos con los otros. No hay en el NT un concepto más vital que el de
la unidad de aquellos que están en Cristo. Esta unidad se describe variadamente
en el NT. Probablemente la descripción más importante es la analogía de parte
de Pablo de la iglesia como el cuerpo de Cristo: No construir la iglesia como
una organización en el nivel local o denominacional, sino como la totalidad de
aquellos que están en Cristo. La koinonía es el don de Dios, nunca el
logro del hombre. Los hombres pueden hacer nacer una organización, una
estructura, un establecimiento, pero no pueden hacer nacer un organismo, el
cuerpo de Cristo, la koinonía (la comunión). Es un don y una
exigencia: Fiel es Dios, por medio de
quien fuisteis llamados a la comunión
de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor
(1 Cor. 1:9). Esto no significa una mera
cooperación, que es un logro fácil, aun en grupos no cristianos. Continuamente
se alaba la cooperación como lo ideal. En verdad, la cooperación en sí no es ni
buena ni mala: es en sí neutral. Los ladrones de bancos la pueden lograr al
igual que los santos. La iglesia no es una organización de funciones (como un
grupo de ladrones) o de mérito (como un club social), o de habilidades (como un
equipo de fútbol), a la que se ingresa por virtud de una contribución a fin de
que el grupo pueda proseguir un fin en común. En esta clase de asociación los
miembros no se asocian como personas, sino sólo como unidades con respecto a
sus contribuciones en relación al propósito del grupo. Esto, entonces, no es
una unidad personal sino meramente una unidad orgánica. Al contrario, la
iglesia es una comunidad. Una comunidad tiene un principio constitutivo
más profundo: no es orgánico (organizacional). Su principio de unidad es
personal (de persona a persona y no de empresa a empresa). Se constituye para
que los miembros compartan en una vida en común (como un organismo). No
hablamos de un cuerpo como una organización de partes, sino como un organismo.
La koinonía del Espíritu es más que un
acuerdo. No es sólo una sociedad de hombres, una fraternidad constituida para
alcanzar un propósito (como una sociedad de médicos, por ejemplo, que tienen
entre sí un interés común). Por el contrario, el principio básico de una
comunidad es su vida en común: su parentesco, su fraternidad, su hermandad. Los
objetivos comunes sirven para expresar la vida común y proveer mayor cultivo de
esa comunión, pero la comunión no se constituye por estas metas comunes. Estos
cristianos en Jerusalén no eran una mera sociedad; eran una comunidad, eran la
iglesia, el cuerpo de Cristo. En él compartían una vida en común. Todas las
actividades compartidas tenían significado sólo en que expresaban esta vida en
común que tenían en Cristo.
El arrepentimiento (la convicción y la confesión)
del pecado abre el camino a la vida en común. Esto era el principio no
negociable de la comunidad cristiana primitiva (y también para nosotros hoy en
día). No hay una posesión o un mérito positivo del hombre que sea suficiente
para proveer un fundamento para la solidaridad humana. La asociación genuina se
establece en un negativo; se funda donde los hombres fallan. Precisamente
cuando reconocemos que somos pecadores percibimos que somos hermanos. Cuando
pensamos en términos de nuestras supuestas virtudes, derechos y obras, somos
competidores celosos; cuando pensamos en nuestros pecados, somos hermanos. Esto
es el negativo que estos hombres en Jerusalén habían logrado el día de
Pentecostés: se afligieron de corazón, y en su
desesperación se pararon frente a Dios y a su propio pecado: Hermanos, ¿qué
haremos? La fraternidad tan hermosa en Cristo que Lucas presenta tenía
su comienzo en el momento de su reconocimiento de ser nada y el arrojarse a la
misericordia de Dios.
La koinonía es un don y a la vez es una
exigencia. Es significativo que en Hechos 2:41–47 se
presentan juntas esta koinonía y la salvación. Es indispensable
reconocer que en esta koinonía cristiana (la comunidad o fraternidad
cristiana) la salvación personal es consumada. Nosotros llegamos a ser personas
(no sólo entidades) en comunidad, en virtud de nuestras relaciones con otras.
La idea griega del alma como una entidad separada es extraña a la Biblia. En la
Biblia se encuentra el concepto del hombre como una totalidad (una persona
íntegra); no se ve como que tiene un alma, sino como que es un alma. Es sólo
cuando un hombre, siendo un complejo de muchos factores interrelacionados, se
encuentra a sí mismo en una relación de fe y amor en Cristo que es salvo. Pero
también un hombre en Cristo es igualmente una parte del cuerpo de Cristo. El
parentesco con Cristo involucra un parentesco con todos los que están en
Cristo. Es en medio de esta relación que uno llega en verdad a ser una persona
real, y verdaderamente salva en el sentido más profundo de la experiencia.
Cristo salva a individuos pero al salvarlos Él los hace más que individuos;
llegan a ser personas, viviendo en esta relación (koinonía).
Luego en el transcurso del estudio de Los Hechos,
cuando la afirmación de la implicación de koinonía se ve en términos de
igualdad, libertad y fraternidad, tanto de los gentiles como de los judíos en
Cristo, muchos judíos cristianos no podían reconocer esta implicación. Al negar
esta fraternidad con los gentiles incircuncisos, ellos negaron el cuerpo de
Cristo, y por eso, estaban autoengañados.
También en el 44 se ve otra expresión de ella ( Rom_12:13; Rom_15:26;
Heb_13:16). Estos nuevos conversos tenían comunión con Dios (1Jn_1:7), con Cristo (1Co_1:9),
con el Espíritu Santo (2Co_13:14) y unos
con otros. Judas 1; 3 habla "de nuestra
común salvación".
En el
partimiento del pan esta expresión se refiere a la
cena del Señor y también a la comida ordinaria; en el 42 se refiere a la cena
del Señor, porque se relaciona con la doctrina de los apóstoles, la comunión y
las oraciones, es decir, los servicios religiosos de la iglesia, mientras que
en el 46 Lucas explica que partían el pan en las casas.
En
Hechos 2:42 no hay referencia a la frecuencia de participar de la cena
del Señor, pero en Hechos 20:7 nos damos cuenta que en Troas "El primer
día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les
enseñaba". Lucas dice que perseveraban en estas cosas; el
participar de la cena cada mes, cada tres meses o cada año no es perseveran
en esta doctrina.
Pablo en 1Co_11:22 pregunta, "¿no tenéis casas en que comáis y
bebáis?" Con esto él da a entender que la comida ordinaria pertenece a las
casas (Hch_2:46) y la cena del Señor
pertenece a la reunión de la iglesia.
Y en las
oraciones Los
primeros cristianos sabían que no podían, ni tenían por qué enfrentarse con la
vida dependiendo exclusivamente de sus propias fuerzas. Siempre hablaban con
Dios antes de hablar con los hombres; siempre buscaban a Dios antes de salir al
mundo; podían arrastrar los problemas de la vida porque habían estado en la
presencia de Dios. Adicionalmente otros textos del Nuevo
Testamento enseñan que la iglesia canta (Col_3:16)
y hace una ofrenda (1Co_16:1-2; 2Co_9:6-7).
¡Qué
triste que esta hermosa unidad no durara a través de los siglos hasta el
presente! Santiago escribió más o menos en el año 62 d. de J. C. y habla de
celos, contención y otras condiciones carnales entre los hermanos.
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