} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: PERSEVERANDO EN LA DOCTRINA DE LOS APÓSTOLES

viernes, 6 de enero de 2017

PERSEVERANDO EN LA DOCTRINA DE LOS APÓSTOLES

  
Hechos 2:42 Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, y en la comunión, y en el partimiento del pan, y en las oraciones. (La Biblia de Casiodoro de Reina 1569)


              Jesús había dicho (Mat_28:19-20), "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado..." La doctrina de los apóstoles era y es precisamente "todas las cosas que os he mandado". El Nuevo Testamento está compuesto de las cosas que Jesús personalmente enseñó y la doctrina de los apóstoles. Como dice Pablo (1Co_14:37), "reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor" "miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo"; "misterio... es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu"; 1Co_2:11-14.
La enseñanza de los apóstoles comprende toda la proclamación que les fue encargada y que resultó necesaria en el cumplimiento de este encargo, la palabra promotora hacia fuera, así como la enseñanza que profundiza en la vida interna de la comunidad. Era aquel tiempo, en que el kerygma apostólico, como se suele designar teológicamente la proclamación, se formaba con los testimonios del camino de salvación de Cristo, tal como se incluyeron en la palabra escrita de los Evangelios.
Los creyentes perseveraban donde compartían la comunión de la mesa. Este fue un corto período de paz, cuando aparentemente les era posible reunirse en el templo sin temor y aun disfrutaban el favor de todo el pueblo. Pronto eso cambiaría para siempre. En los capítulos siguientes Lucas presenta tanto la oposición externa como la falta de armonía interna.

       ¡Qué bueno habría sido si la iglesia de Cristo hubiera continuado a través de los siglos perseverando en la doctrina de los apóstoles! Lamentablemente no lo hizo; aun en el primer siglo -- durante la vida de los apóstoles -- muchos se apartaron del camino, y ¡muchos otros han apostatado después de la muerte de los apóstoles!
            El apóstol Juan dice, "Nosotros (apóstoles) somos de Dios; el que conoce a Dios nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error" (1Jn_4:6). Él podía hablar así porque los apóstoles eran y son los embajadores de Cristo (2Co_5:20) y, por eso, lo que dicen y lo que hacen son de suma importancia para la iglesia.
            El ejemplo apostólico no tiene mucha importancia para los católicos, los evangélicos y los hermanos liberales, pero léanse con mucho cuidado lo que Pablo dice sobre el tema: 1Co_4:16-17; 2Ti_1:13-14.
            Lo que los apóstoles enseñaban y practicaban era la continuación de la enseñanza y la obra de Jesucristo; es decir, enseñaban y practicaban lo que Jesús mismo habría enseñado y practicado si hubiera seguido viviendo sobre la tierra.
            Por lo tanto, seguimos la enseñanza y el ejemplo de los apóstoles con respecto al plan de salvación, y también con respecto al culto, la organización y obra de la iglesia. Hechos de los Apóstoles revela el patrón divino y la iglesia debe actuar siempre conforme al modelo que Dios ha dejado en Su Palabra en la Biblia.
En la comunión  El concepto de comunión es demasiado amplio para hacer determinaciones más concretas de él. Muchos toman esta expresión como concepto general más extenso para las dos próximas ideas de la «fracción del pan» y de las «oraciones». Sin embargo podría ser una expresión que tiene consistencia por sí misma. Es muy razonable que se vea en este concepto una indicación de la extraordinaria vida comunitaria que aunó la primera comunidad en la renuncia a la propiedad privada y en la solicitud fraterna de unos por otros, y que condujo a una alegre comunidad de mesa, como se manifiesta en los versículos siguientes.
La palabra comunión (koinonía) quiere decir "participación"; se refiere, pues, a la participación mutua de los nuevos discípulos en los privilegios y actividades espirituales que aprendían de los apóstoles; en este mismo versículo se nombran el partimiento del pan y las oraciones como expresiones de la comunión.
 La koinonia es una unidad producida por el Espíritu Santo. En la koinonia, el individuo mantiene íntimas relaciones de compañerismo con el resto de la sociedad cristiana. La koinonia une firmemente a los creyentes al Señor Jesús y a los unos con los otros. No hay en el NT un concepto más vital que el de la unidad de aquellos que están en Cristo. Esta unidad se describe variadamente en el NT. Probablemente la descripción más importante es la analogía de parte de Pablo de la iglesia como el cuerpo de Cristo: No construir la iglesia como una organización en el nivel local o denominacional, sino como la totalidad de aquellos que están en Cristo. La koinonía es el don de Dios, nunca el logro del hombre. Los hombres pueden hacer nacer una organización, una estructura, un establecimiento, pero no pueden hacer nacer un organismo, el cuerpo de Cristo, la koinonía (la comunión). Es un don y una exigencia: Fiel es Dios, por medio de quien fuisteis llamados a la comunión de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor (1 Cor. 1:9). Esto no significa una mera cooperación, que es un logro fácil, aun en grupos no cristianos. Continuamente se alaba la cooperación como lo ideal. En verdad, la cooperación en sí no es ni buena ni mala: es en sí neutral. Los ladrones de bancos la pueden lograr al igual que los santos. La iglesia no es una organización de funciones (como un grupo de ladrones) o de mérito (como un club social), o de habilidades (como un equipo de fútbol), a la que se ingresa por virtud de una contribución a fin de que el grupo pueda proseguir un fin en común. En esta clase de asociación los miembros no se asocian como personas, sino sólo como unidades con respecto a sus contribuciones en relación al propósito del grupo. Esto, entonces, no es una unidad personal sino meramente una unidad orgánica. Al contrario, la iglesia es una comunidad. Una comunidad tiene un principio constitutivo más profundo: no es orgánico (organizacional). Su principio de unidad es personal (de persona a persona y no de empresa a empresa). Se constituye para que los miembros compartan en una vida en común (como un organismo). No hablamos de un cuerpo como una organización de partes, sino como un organismo.

La koinonía del Espíritu es más que un acuerdo. No es sólo una sociedad de hombres, una fraternidad constituida para alcanzar un propósito (como una sociedad de médicos, por ejemplo, que tienen entre sí un interés común). Por el contrario, el principio básico de una comunidad es su vida en común: su parentesco, su fraternidad, su hermandad. Los objetivos comunes sirven para expresar la vida común y proveer mayor cultivo de esa comunión, pero la comunión no se constituye por estas metas comunes. Estos cristianos en Jerusalén no eran una mera sociedad; eran una comunidad, eran la iglesia, el cuerpo de Cristo. En él compartían una vida en común. Todas las actividades compartidas tenían significado sólo en que expresaban esta vida en común que tenían en Cristo.

El arrepentimiento (la convicción y la confesión) del pecado abre el camino a la vida en común. Esto era el principio no negociable de la comunidad cristiana primitiva (y también para nosotros hoy en día). No hay una posesión o un mérito positivo del hombre que sea suficiente para proveer un fundamento para la solidaridad humana. La asociación genuina se establece en un negativo; se funda donde los hombres fallan. Precisamente cuando reconocemos que somos pecadores percibimos que somos hermanos. Cuando pensamos en términos de nuestras supuestas virtudes, derechos y obras, somos competidores celosos; cuando pensamos en nuestros pecados, somos hermanos. Esto es el negativo que estos hombres en Jerusalén habían logrado el día de Pentecostés: se afligieron de corazón, y en su desesperación se pararon frente a Dios y a su propio pecado: Hermanos, ¿qué haremos? La fraternidad tan hermosa en Cristo que Lucas presenta tenía su comienzo en el momento de su reconocimiento de ser nada y el arrojarse a la misericordia de Dios.
La koinonía es un don y a la vez es una exigencia. Es significativo que en Hechos 2:41–47 se presentan juntas esta koinonía y la salvación. Es indispensable reconocer que en esta koinonía cristiana (la comunidad o fraternidad cristiana) la salvación personal es consumada. Nosotros llegamos a ser personas (no sólo entidades) en comunidad, en virtud de nuestras relaciones con otras. La idea griega del alma como una entidad separada es extraña a la Biblia. En la Biblia se encuentra el concepto del hombre como una totalidad (una persona íntegra); no se ve como que tiene un alma, sino como que es un alma. Es sólo cuando un hombre, siendo un complejo de muchos factores interrelacionados, se encuentra a sí mismo en una relación de fe y amor en Cristo que es salvo. Pero también un hombre en Cristo es igualmente una parte del cuerpo de Cristo. El parentesco con Cristo involucra un parentesco con todos los que están en Cristo. Es en medio de esta relación que uno llega en verdad a ser una persona real, y verdaderamente salva en el sentido más profundo de la experiencia. Cristo salva a individuos pero al salvarlos Él los hace más que individuos; llegan a ser personas, viviendo en esta relación (koinonía).
Luego en el transcurso del estudio de Los Hechos, cuando la afirmación de la implicación de koinonía se ve en términos de igualdad, libertad y fraternidad, tanto de los gentiles como de los judíos en Cristo, muchos judíos cristianos no podían reconocer esta implicación. Al negar esta fraternidad con los gentiles incircuncisos, ellos negaron el cuerpo de Cristo, y por eso, estaban autoengañados.
También en el 44 se ve otra expresión de ella ( Rom_12:13; Rom_15:26; Heb_13:16). Estos nuevos conversos tenían comunión con Dios (1Jn_1:7), con Cristo (1Co_1:9), con el Espíritu Santo (2Co_13:14) y unos con otros. Judas 1; 3 habla "de nuestra común salvación".
 En el partimiento del pan  esta expresión se refiere a la cena del Señor y también a la comida ordinaria; en el 42 se refiere a la cena del Señor, porque se relaciona con la doctrina de los apóstoles, la comunión y las oraciones, es decir, los servicios religiosos de la iglesia, mientras que en el 46 Lucas explica que partían el pan en las casas.
            En Hechos 2:42 no hay referencia a la frecuencia de participar de la cena del Señor, pero en Hechos 20:7 nos damos cuenta que en Troas "El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba". Lucas dice que perseveraban en estas cosas; el participar de la cena cada mes, cada tres meses o cada año no es perseveran en esta doctrina.
               Pablo en 1Co_11:22 pregunta, "¿no tenéis casas en que comáis y bebáis?" Con esto él da a entender que la comida ordinaria pertenece a las casas (Hch_2:46) y la cena del Señor pertenece a la reunión de la iglesia.
 Y en las oraciones Los primeros cristianos sabían que no podían, ni tenían por qué enfrentarse con la vida dependiendo exclusivamente de sus propias fuerzas. Siempre hablaban con Dios antes de hablar con los hombres; siempre buscaban a Dios antes de salir al mundo; podían arrastrar los problemas de la vida porque habían estado en la presencia de Dios.  Adicionalmente otros textos del Nuevo Testamento enseñan que la iglesia canta (Col_3:16) y hace una ofrenda (1Co_16:1-2; 2Co_9:6-7).

            ¡Qué triste que esta hermosa unidad no durara a través de los siglos hasta el presente! Santiago escribió más o menos en el año 62 d. de J. C. y habla de celos, contención y otras condiciones carnales entre los hermanos.

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