Hace años comencé a escribir, lo que tanto me afligía,
Aquella vida que llevaba,
que con pesar ya veía
Por no obedecer la
Palabra, cómo me consumía
Valorando aquello, que mi
mente me decía.
Como un guardián
somnoliento, mi espíritu se mecía
Sin atalaya que estuviese
en actitud vigía
Viviendo de aquel modo,
del todo dependía
En el afán cotidiano, el
tentador se introducía.
Al ver aquella grieta, le
ha llenado de alegría
Sumido en el error, en el
lodazal me caía
Mientras en mi mente, la
risa infernal oía
Pero que dicha, cuando
escuché la sintonía
Que aquella noche, una
radio onda corta, decía:
“Ven a mí, cargado como
estés” Jesús insistía
Te haré descansar;
cree en Mí, no existe otra vía
Para llegar al Padre, con
el cual Yo vivía.
Viene a liberarte del
pecado que te retenía
Esclavo, encarcelado con
la sentencia que de ti pendía”
Aquella voz, aquel pastor
echaron por tierra lo que yo quería
Fue una convicción, una
experiencia que no entendía
Para verme cara a cara
con Jesús, ¡una implosión de alegría!
No fue manipulación
emocional, ni éxtasis; fue real, percibía
Como toda piedra del peso
del pecado, de mi ser desaparecía
Y experimentar poco a
poco, como cambiaba mí día a día.
Algo sobrenatural, que no
puedo explicar, en mi vida nacía
Para mudar todo aquello
que en mí se imponía
Y ver cuando obedecía a
juntillas, como Jesús sonreía
Parado a Sus pies, tan
poquita cosa me veía
Que mi mente se fundía,
al razonar todo el amor que recibía
Al querer entender y dar
a conocer todo aquello que creía.
Sólo sé, que he recibido
el perdón que yo no merecía
Al creer en Jesús, al
entregarle mi vida, mi muerte pagaría
Sacándome de la cárcel,
mi deuda condonaría
Sabiendo qué ahora, y
para siempre a Jesús pertenecía.
Lee, estudia, medita el
manual de instrucciones: La Biblia.
¡Maranatha!
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