} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: SERMÓN DEL MONTE 3

miércoles, 4 de enero de 2017

SERMÓN DEL MONTE 3

  
Mateo 5:5  Bienaventurados los mansos; porque ellos recibirán la tierra por heredad. (La Biblia de Casiodoro de Reina 1569)

El Señor Jesús llama bienaventurado a los mansos. Quiere decir los que son de un espíritu paciente y contento. Los mansos son los que se someten calladamente a Dios; los que pueden tolerar insultos; son callados o devuelven una respuesta blanda; los que, en su paciencia, conservan el dominio de sus almas, cuando escasamente tienen posesión de alguna otra cosa. Estos mansos son bienaventurados aun en este mundo. La mansedumbre fomenta la riqueza, el consuelo y la seguridad, aun en este mundo. El sentido exacto de esta “mansedumbre” se puede ver en el contexto total del evangelio de Mateo, único evangelista que habla de la “mansedumbre” en dos pasajes.
Del primero (Mateo_21:5) se deduce que para Mateo “mansedumbre” es la carencia de violencia, resignación, y del segundo (Mateo_11:29), el de benevolencia y compasión. ¿Cuál ha de prevalecer aquí?
Están conformes aunque reciban poco honor  aquí en la tierra. Pueden soportar injurias sin resentimiento. No se ofenden fácilmente. Como Lázaro en la parábola están contentos a aguardar sus bienes en lo  venidero. ¡Bienaventurados son todos aquellos! Al fin, nunca pierden nada. Algún día "reinarán en la tierra." Apocalipsis 5:16  
Casi lo mismo leemos en el Salmo_36:11: «los mansos heredarán la tierra». ¿Quiénes forman parte de este grupo? Los «pobres» y los «mansos» están estrechamente unidos en el Antiguo Testamento. Ambos se contentan con todo y son pobres, se conforman con la voluntad de Dios y están llenos de esperanza en la benevolencia divina. No oprimen ni explotan, ni pretenden una venganza feroz ni la obtención violenta de sus objetivos. Saben que Dios odia la injusticia social y juzga a los opresores orgullosos: «Porque ellos venden el justo a precio de plata, y el pobre por un par de sandalias; abaten hasta el suelo las cabezas de los pobres, y esquivan el trato con los humildes; recuéstanse junto a cualquier altar, sobre los vestidos tomados en prenda, y en la casa de su Dios beben el vino de aquellos que han sido multados» (Amos_2:6s.8). Los pobres y los mansos también saben que Dios «juzgará a los pobres con justicia, y tomará con rectitud la defensa de los humildes de la tierra» (Isaías_11:4). Son los sencillos, los doblegados, pero son personas enteramente abiertas para Dios. Los mansos heredarán la tierra. ¿Qué tierra es ésta? En primer lugar la tierra de la promesa, Canaán, que los israelitas tenían ante su vista en el desierto y miraban con ansia, y que luego obtuvieron de Dios como regalo gratuito. Esta tierra fue profanada por el culto idolátrico y la apostasía, se perdió en el gran reino de Babilonia, fue de nuevo otorgada después de la cautividad. Con todo en la historia del pueblo nunca pareció que su posesión estuviera plenamente asegurada. En la catástrofe del año 70 después de Jesucristo, fue de nuevo conquistada y poseída por los romanos. Entonces se rompió definitivamente la unidad entre Dios, el pueblo y la tierra. Mucho tiempo antes ya se había espiritualizado la esperanza: la tierra se convirtió en el símbolo de la herencia celestial imperecedera. Así continúa el anhelo, incluso más allá del Nuevo Testamento, hasta el futuro del reino de Dios. También la tierra, como espacio donde se desarrolla la vida, pertenece a cada hombre y a cada pueblo. Los escribas dicen que «no es persona humana quien a ninguna tierra puede llamar propia» Llegará a restablecerse la unidad de Dios, pueblo y tierra, pero de una forma nueva y muy distinta de antes. No poseerán la tierra los conquistadores y soberanos, sino los que se han doblegado, los mansos y los pacíficos de la tierra...
Porque también éramos nosotros necios en otro tiempo, rebeldes, extraviados, sirviendo a concupiscencias y deleites … Mas cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres … por su misericordia nos salvó” (Tito_3:1-7). Pero aquel que no tenía razones tan conmovedoras para manifestar su hermoso comportamiento, dijo, sin embargo, de sí mismo: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo_11:29); y el apóstol rogó a una de las iglesias “por la mansedumbre y modestia de Cristo” (2Corintios_10:1). El concepto que de la mansedumbre tiene aquel que mira no como el hombre mira, lo aprendemos de 1Pedro_3:4, donde el verdadero adorno se dice que es un “espíritu agradable y pacífico, lo cual es de grande estima delante de Dios”. La mansedumbre, en el hombre, es un estado de ánimo contrario al orgullo, y a un espíritu peleador y vengativo; más bien acepta la injuria y consiente en ser defraudado (1Corintios_6:7); no se venga a sí mismo, antes da lugar a la ira (Romanos_12:19); es como aquel que siendo manso, “cuando le maldecían, no retornaba maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino remitía la causa al que juzga justamente” (1Pedro_2:23). “La tierra” que los mansos han de heredar puede interpretarse como un lugar específico, con una inmediata referencia a Canaán, como la tierra prometida, la plena posesión de la cual era para los santos del Antiguo Testamento la evidencia y manifestación del favor de Dios que descansaba sobre ellos, y el ideal de toda bienaventuranza real y permanente. Aun en el Salmo del cual se toman estas palabras, la promesa a los mansos no se mira como una recompensa arbitraria, sino como teniendo una especie de cumplimiento natural. Cuando se deleitan en el Señor, él les da los deseos de su corazón; cuando le encomiendan su camino, él los prospera, exhibe la justicia de ellos como la luz, y sus derechos como el medio día: lo poco que ellos tienen, aun después de haber sido despojados, es mejor que las riquezas de muchos impíos (Salmo 37). En resumen, todo es de ellos, al poseer ese don que es la vida, v esos derechos que les corresponden como hijos de Dios. Ya sea el mundo, o la vida, o la muerte, o lo presente, o lo porvenir; todo es de ellos (1 Corintios_3:21-22); y, finalmente, al vencer heredan “todas las cosas” (Apocalipsis_21:7). De esta manera los mansos son los únicos legítimos ocupantes de un metro de tierra o de un mendrugo de pan aquí, y herederos de todo en lo futuro.


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