El
nacimiento de Cristo en Belén tiene una circunstancia humana inmediata.
Cesar Augusto dio un edicto para que “todo el
mundo,” es decir, el ecumenismo romano, se empadronase. De Augusto se conocen
varios censos parciales y tres totales*. Uno de éstos fue el 746 de Roma, que
corresponde a unos ocho años antes de la fecha actual del nacimiento de Cristo.
Este empadronamiento crea una dificultad clásica.
Se dice de él que “fue el primero” (πρώτη
έγένετο ), siendo gobernador de Siria Quirino. Josefo dice que Quirino
fue gobernador de Siria del 6 al 12 después de Cristo, y que el 6 d. de C. hizo
un censo de Judea. Pero el empadronamiento bajo el cual nace Cristo, se hace
siendo rey Herodes el Grande. Y no consta que Quirino fuese también prefecto de
Siria reinando Herodes.
Además,
Tertuliano parece excluirlo, pues dice, tomando los datos de los archivos de la
Iglesia romana, que este censo se hizo siendo prefecto de Siria Sentio
Saturnino (9 a 6).
Para
solucionar esta dificultad se han propuesto varias soluciones:
1)
Quirino, sobre el año 9, dio principio al empadronamiento que llevó a cabo
Sentio Saturnino (9 a 6 a. C.)· Pero no consta positivamente de otra prefectura
de Quirino, y habría además que adelantar acaso demasiado la fecha del
nacimiento de Cristo.
2)
Se sabe que se simultaneaban a veces los legados imperiales en la misma región.
Así, el 73 d. C. había en áfrica un legado al frente de las tropas y otro tenía
la misión de hacer el censo. Cabría suponer una simple legación de Quirino
simultaneada con la de Saturnino.
3)
Siendo Quirino prefecto de Siria, Aemilius Secundus, “duxmilitum,” hizo por
mandato de Quirino el censo de Apamea y combatió a los itureos del monte
Líbano. Los legados tenían frecuentemente adscritos como “epítropos”
(procuratores) otros sujetos. Hay varios casos. Cabría que hubiese sucedido
esto con uno de los prefectos de Siria que hubiese tenido adscrito a Quirino,
ya que la frase (ηγεμονεύοντος ) puede tener cierta amplitud. De hecho, del 10
al 6 a. C. estuvo en Oriente en una campaña en Cilicia.
4)
Otra interpretación que parece lógica es la de dar al numeral “primero” el
sentido de “antes” (πρώτη ), como lo tiene en muchos casos. Así, el sentido de
la frase es: que este empadronamiento, bajo el que nace Cristo, es anterior al
que hizo el año 6 d.C. Quirino, siendo gobernador de Siria. Este censo fue
sumamente famoso por las revueltas que hubo en Judea con su motivo. Y de él,
por lo mismo, se hacen eco los Hechos de los Apóstoles (5:37) . Sería preciso
diferenciar bien estos censos, y hacer ver en qué relación estaba éste, bajo el
que nace Cristo, con el otro, tan famoso en Judea.
Como
Roma solía respetar las costumbres locales, este empadronamiento se hace al
modo judío, yendo a censarse al lugar de origen. Por eso José, que era de la
casa de David, sube a Belén, unos 140 kms. lugar originario de la familia
davídica. El texto dice que por ser de “la casa y familia de David.” La frase
puede ser simplemente un pleonasmo, para indicar que José era verdaderamente de
esta estirpe, o acaso por proceder estos informes de fuentes literariamente
distintas. Algunos entendieron “casa” como equivalente a tribu, y por “familia”
el ser de la misma estirpe davídica.
Para
ello “sube,” frase consagrada para ir de un lugar de Palestina a Jerusalén o
cercanías de ésta, ya que topográficamente es siempre una subida. Pero va a
“empadronarse con María, su esposa” (γυναικι ),.Gramaticalmente, la frase es
dudosa: sea que sube para que se empadrone también María, máxime si era hija
única y heredera, o simplemente que María le acompaña, pues se ve que pensaban
abandonar definitivamente Nazaret (Mat_2:23). Pero el primer caso también
estaba en las costumbres, como se ve por el decreto censal del prefecto de
Egipto, Cayo Vibio Máximo, en 104 d. C., en el que las mujeres casadas tenían
que presentarse también en su lugar de origen. Y María era de la casa de David.
Por eso, si el verbo μνηστεύω puede
significar “desposar” o “casar,” es el contexto, aquí casada, el que decide.
“Si María hubiera sido entonces sólo la prometida (contra Mat_1:24), hubiera
supuesto una clara violación de las buenas costumbres el hecho de emprender
juntos el viaje a Belén y convivir allí (José) con ella” (Schmid).
Y
estando en Belén (Bethlehem: casa de pan, por su fertilidad agrícola) sucedió
el nacimiento de Cristo. Es notable la sobriedad con que lo describe el
Evangelista En tiempos del emperador romano Augusto, que reinaba en todo el
mundo de entonces, nace Jesús en Belén, como lo había anunciado el profeta
Miqueas ( Miq_5:1; Luc_2:1-7).En una notificación solemne anuncian ángeles del
cielo quién es este niño recién nacido y qué importancia tiene la hora de este
nacimiento en la historia de la salvación (Luc_2:8-14). Los pastores
anuncian y propagan la fe que había surgido en ellos gracias al mensaje, a los
signos y lo que habían visto (Luc_2:15-20).
Pablo nos transmitió un antiguo himno sobre la
encarnación, la muerte y la resurrección de Jesús, que se cantaba en la
celebración litúrgica: «Cristo Jesús, siendo de condición divina, no hizo
alarde de ser igual a Dios, sino que se despojó a sí mismo, tomando condición
de esclavo, haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose en el porte
exterior como hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la
muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios, a su vez, lo exaltó y le concedió
el nombre que está sobre todo nombre, para que, en el nombre de Jesús, toda
rodilla se doble... y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria
de Dios Padre» (Flp_2:6-11). La historia de la infancia de Jesús está
sostenida por los mismos pensamientos que este himno. Jesús se despojó y se
humilló cuando nació, pero Dios exaltó a este niño mediante la solemne
notificación de los ángeles, y en el punto culminante de la narración (Flp_2:10)
resuena la confesión: «Un Salvador, que es el Mesías, el Señor.» Como a la cruz
del despojo de sí y de la humillación siguió la proclamación de Dios por los
ángeles, así al nacimiento en la pobreza sigue la solemne notificación por
mensajeros celestiales de Dios. Ahora bien, la exaltación del Crucificado fue
acompañada de la proclamación del Evangelio por los apóstoles por todo el
mundo; la exaltación del niño recién nacido fue dada a conocer por los testigos
de la proclamación divina; aunque, como corresponde a la historia de la
infancia, no al mundo entero, sino únicamente a un pequeño grupo. La historia
de navidad lleva el sello del Evangelio, del que dice Lucas: «Entonces (antes
de la ascensión al cielo) les abrió la mente para que entendieran las
Escrituras; y les dijo: Así está escrito: que el Mesías tenía que padecer, que
al tercer día había de resucitar de entre los muertos, y que, en su nombre,
había de predicarse la conversión para el perdón de los pecados a todas las
naciones, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto» (Flp_24:45-49).
Lucas, historiógrafo de Dios, tenía el mayor
empeño en situar el nacimiento de Jesús, con la notificación divina, en las
circunstancias históricas concretas, en pintarlo con colores de la época y en
referirlo a la historia del mundo. Así como la historia de la pasión y de la
resurrección pertenece, como hecho histórico, a la historia del mundo, así
también la historia del nacimiento. El pesebre y la cruz son los puntos
cardinales del hecho salvador en Cristo; hay correspondencia mutua entre ambos.
Lo que allí sucedió cumplió lo que había preanunciado la Escritura. «Cristo
murió por nuestros pecados según las Escrituras, fue sepultado y al tercer día
fue resucitado según las Escrituras» (1 Cor í5,3). También nació según la
Escritura. Hay detalles en el relato de navidad que dejan algunas cuestiones en
suspenso. Lucas no escribe conforme al exacto método moderno de la ciencia
histórica. Su objetivo principal no era describir el marco histórico en que
tuvo lugar el nacimiento de Jesús; lo que le importaba en primer lugar era el
Evangelio, la buena nueva encerrada en este acontecimiento. Una vez más hay que
remitir al punto culminante del relato (2,10). Allí se dice: Os traigo una
buena noticia de gran alegría. También aquí es el relato del nacimiento una
anticipación del anuncio de la pasión y de la resurrección. «Os recuerdo... el
evangelio que os anuncié (como buena nueva).... porque os transmití, en primer
lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió...» (1Co_15:1-3). A
datos menos claros no queremos dar más importancia que la que les dio san
Lucas. El Evangelio que presenta el nacimiento histórico de Jesús es también
para nosotros el punto decisivo del relato de navidad. De lo contrario podría suceder
que nos contentáramos con un marco vacío.
“Dio a luz a su hijo primogénito”
(πρωτότοχος ). El poner “primogénito,” siendo Cristo unigénito, nada dice en
relación a la perpetua virginidad de María. Es término “legal,” con el que Lc
prepara la escena de la presentación en el Templo. En un principio eran los
“primogénitos” los que ejercían el sacerdocio. Pero, cuando este privilegio se
adjudicó a la tribu de Leví, quedó la obligación de “rescatar,” simbólicamente,
a los “primogénitos” (Num_3:12-13; Num_18:15-16; cf. Exo_13:2; Exo_24:19). En
1922 se descubrió en Egipto una estela sepulcral en Tell el-Yeduieh, del año 5
a. C. En ella se dice que una judía de la Diáspora, llamada Arsinoe, murió
entre los dolores maternos al dar a luz a su hijo “primogénito.” Como se
ve, el término “primogénito” no se dice por relación a otros hijos, sino por el
sentido “legal” de la expresión.
Lo “fajó” (έσπαργάνωσεν ) y le acostó
en un pesebre. Este debió de ser como los que se utilizan en las grutas de
Belén. Unas piedras apiladas junto a la pared, y en cuyo recipiente se echa
forraje para los terneros y ganados. Allí fue acostado el Hijo de Dios. El
hecho de que ella misma lo faje y atienda podría incluso ser un índice, muchos
lo piensan así, del milagroso parto virginal indoloro. Este hecho de fajarlo
prepara el “signo” de la escena de los pastores. Pero el motivo que se da para
recostarlo allí, es que “no había sitio para ellos en el mesón” (χαταλύματι )
Este “mesón” (κατάλυμα ) corresponde al actual tipo de “khan,” un patio
cuadrangular, a cielo descubierto; en el centro se deposita el bagaje, y en los
cobertizos se acomodan los viajeros. Por eso es extraño que no hubiese sitio
para ellos, ya que en Oriente la hospitalidad es sagrada, máxime para una mujer
que acusaba los signos de próxima maternidad. Además no es creíble que todos
los descendientes de David coincidiesen para empadronarse en aquellos mismos
días, ya que el empadronamiento podía durar hasta más de dos años. Ni sería
improbable que hubiese familiares que le ofreciesen allí hospedaje. Ni es
creíble (Gaechter) que María fuese rechazada de todas partes por impurificar
“legalmente” todo lo que tocaba después que diese a luz. Por encima de todo
esto está la ley natural de convivencia social, más que sagrada en Oriente,
máxime ante el caso de parientes, en el momento de su maternidad. Hecho que no
contaba en los alumbramientos en el hogar. Todo esto hace ver que el motivo es
otro. Se piensa en la pobreza. Esta era una realidad, y con riqueza hubiesen
obtenido un hospedaje adecuado. Por eso, la frase “no había lugar para ellos”
debe de tener un valor enfático. Eran razones de pureza exquisita. María no
podía evitar en su parto las asistencias que otras mujeres le iban a prestar. Y
esto es lo que desea evitar. Si no es que sabía que su parto iba a ser
virginal, por lo que esta reserva se imponía por un doble motivo.
La localización del lugar del
nacimiento de Cristo está arqueológicamente bien lograda. Ya habla de ella San
Justino, nacido sobre el año 100 en Palestina, señalándola y llamándola “cueva”
(σπήλαιον ). El emperador Adriano, para profanarlo, instaló un “bosquecillo”
sacrílego. Y con ello vino a lograr la perpetuidad de su identificación.
Cristo debió de nacer en la “noche,”
pues se ve relación entre el anuncio del ángel a los pastores y el nacimiento
del Niño. En cuanto a la fecha, hay un error en el cálculo. El monje escita
Dionisio el Exiguo (t 544), basándose en la “plenitud de los tiempos,” que dice
San Pablo de la venida de Cristo (Gal_3:19), dividió la cronología de la
Historia universal en dos épocas: antes y después del nacimiento de Cristo. Y
fijó éste en el año 754 de la fundación de Roma. Pero por Josefo se sabe que
Herodes murió en la Pascua del año 750. Y Cristo nació bajo Herodes. Es ya
un error de unos cuatro años. Pero como, en la escena de los Magos, Herodes,
teniendo en cuenta la fecha del nacimiento de Cristo, da orden de matar a todos
los niños de dos años para abajo, y, sobre todo, no muestra señales de su grave
y larga enfermedad que lo alejó de Jerusalén; habrá que suponer aún unos dos
años antes o más. Por eso, la fecha del nacimiento de Cristo debe de estar
entre el 747 y 749 de la fundación de Roma. Sobre unos seis años de la fecha
actualmente fijada.
En Oriente se fijaba esta fecha el 20
de mayo, el 20 de abril o 17 de noviembre (Clemente R.). Pero llegó a
prevalecer el 6 de enero la fiesta de las “Epifanías” (manifestaciones) del
Señor: conmemoración de su nacimiento, Magos y el bautismo. Esto vino a ser
bastante general en el siglo IV. Las iglesias de Occidente no conocían en un
principio la fiesta de las “Epifanías,” aunque se va introduciendo
posteriormente. Pero en 336, en la Depositio Martyrum filocaliana, se cita la
Navidad de Cristo en 25 de diciembre (VII Callan.). ¿Por qué Roma fijó esta
fecha? Aún no se sabe.
Como hipótesis muy probable, dentro de
la pedagogía de la Iglesia primitiva para desarraigar los restos paganos, está
que el 25 de diciembre se celebraba la fiesta pagana “Natalis Invicti,” del Sol
que nace. Son los cultos de Mitra, que tanto influjo tuvieron en aquella época.
Así se sustituiría esta festividad pagana del Sol por la de Cristo, como “luz
del mundo.” En Roma, en ocasión parecida, para desarraigar las fiestas paganas
robigalia, del 25 de abril, se sustituyó el cortejo que iba al puente Milvio
por un cortejo cristiano que iba al Vaticano, para celebrar la misa en el
sepulcro del Apóstol.
Había
en la región unos pastores que moraban en el campo y estaban velando las
vigilias de la noche sobre su rebaño. Se les presentó un ángel del Señor, y la
gloria del Señor los envolvió con su luz, y quedaron sobrecogidos de temor. Díjoles
el ángel: No temáis, os anuncio una gran alegría que es para todo el pueblo: Os
ha nacido hoy un Salvador, que es el Cristo Señor, en la ciudad de David. Esto
tendréis por señal: encontraréis al Niño envuelto en pañales y acostado en un
pesebre. Al instante se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial,
alabando a Dios, diciendo: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a
los hombres de buena voluntad.” Así que los ángeles se fueron al cielo, se
dijeron los pastores unos a otros: Vamos a Belén a ver esto que el Señor nos ha
anunciado. Fueron con presteza y encontraron a María, a José y al Niño acostado
en un pesebre, y viéndole, contaron lo
que se les había dicho acerca del Niño. Y cuantos les oían se maravillaban de
lo que decían los pastores. María guardaba todo esto y lo meditaba en su
corazón. Los pastores se volvieron alabando y glorificando a Dios por todo lo
que habían oído y visto, según se les había dicho.
Belén se llamaba antes Efrata, la fértil, y
Bethlehem, casa de pan, por sus cereales. La pequeña ciudad es un oasis en
aquella región desértica.
Había allí unos pastores “acampados”
(άϊραυλουντες ), que guardaban sus ganados de ladrones y animales de rapiña. El
texto dice que “estaban velando las vigilias de la noche sobre sus rebaños.” Al
modo militar, los judíos dividían la noche en cuatro vigilias.
Estos pastores no eran de Belén, sino
trashumantes, ya que los ganados de las gentes de los pueblos los volvían a la
noche a sus establos, mientras que los de los trashumantes suelen estar allí
hasta las primeras lluvias, que pueden venir de mediados de noviembre a
mediados de enero. La temperatura puede ser suave. El 26 de diciembre de 1912
había, a la sombra, 26° sobre cero.
Los pastores no gozaban de buena fama,
pues se los tenía por “ladrones”. Un fariseo temería comprarles lana o leche
por temor a que proviniesen del robo. Pero, si éste era el concepto, real o
ficticio, debía de haber también entre ellos almas sencillas, como las de estos
pastores.
Inesperadamente, se les apareció “un
ángel del Señor.” La frase griega usada (επέστη ) indicaría que el ángel quedó
cercano a ellos, pero suspendido en el aire.
Al mismo tiempo, el evangelista dice
que “la gloria del Señor” (δόξα Κυρίου )
los rodeó iluminándolos” (περίλάμπω ). Es una teofanía. Alude a la presencia de
Dios en el tabernáculo, sensibilizada en forma de una nube (Exo_16:10-20;
Num_14:10) o de fuego (Exo_24:17). Por eso aparece aquí, en la noche, luminosa
(Mat_17:5). Al rodearlos de su luz, es por lo que “temieron grandemente.” Era
el temor ante la presencia de Dios, que así acreditaba al ángel y su anuncio:
el hallarse encarnado en Belén.
El anuncio del ángel es el Evangelio:
la Buena Nueva (ευαγγελίζομαι ). Es la palabra que se usa en los Setenta para
comunicar dichas, y, sobre todo, la Buena Nueva mesiánica. Les anuncia a ellos
esta nueva, pero “es para todo el pueblo.” El “pueblo” que aquí se considera es
directamente Israel. Es el vocabulario del A.T., y el pueblo a quien se había
prometido que en él nacería el Mesías.
“Hoy os ha nacido en la ciudad de
David,” Belén, donde según Miqueas (Mat_5:2), había de nacer el Mesías, un
niño, que lo va a describir con los siguientes rasgos; es:
“Un Salvador” (σωτηρ ). Aunque va sin
artículo, está referido a Cristo. Es el Salvador, pues, por antonomasia. Es la
traducción conceptual griega de Jesús: “Yahvé salva.” Este título sólo es usado
por Lc para aplicarlo a Cristo. Salvador/salvación es uno de los temas
principales de Lc. Es el único de los sinópticos que emplea este título y el
concepto de sotería. Utiliza el verbo “salvar” (σώζω ) treinta veces en el
evangelio y Actos: más que Mt y Mc juntos. En el A.T. generalmente se aplica
sólo a Dios, sobre todo en los Salmos y Profetas, aunque puede aplicarse en
algún sentido a aquellos a quienes Dios confía una misión liberadora
(Jue_3:9-15).
Este nombre responde al uso de las dinastías
griegas, que tomaban este nombre acompañado de la apoteosis. También se
llamaban así los dioses gentiles en la época helenística, y a los héroes de la
República. Pero ya dentro del judaísmo, en la literatura mesiánica, es título
que se reserva a Dios. En los Hechos de los Apóstoles tiene también sentido
divino (Jue_3:15). San Pablo también lo usa en este sentido (Efe_5:23;
Flp_3:20), como se ve en los contextos. Después que Lc relata la anunciación,
en la que dice que el Mesías se llamará Jesús — Salvador — y expresando en
aquel pasaje su divinidad, esta expresión está evocando también la divinidad. Y
para precisar bien quién sea, se lo identifica:
Es el “Cristo” (Χριστός ), es decir, el
“Ungido,” el Mesías. Y este Cristo es “el Señor” (Κύριος ). Se duda si es
original o una posible glosa cristiana, por ser la única vez — se dice — que
salen unidos así estos nombres en el Ν . Τ . Lo cual, en el fondo, tampoco es
cierto (Hec_2:36). Por eso querían algunos entenderlo por el “Cristo del Señor”.
Pero críticamente la lectura primera es cierta.
En la
época helenística se ponía este nombre delante de los emperadores divinizados.
San Pablo lo usa frecuentemente como expresión de la divinidad de Cristo. Era
la palabra con que en el A.T. se traducía el nombre de Yahvé. Su aplicación
ahora a Cristo por el procedimiento de “traslación” hace ver su divinidad. San
Pablo, en Filipenses, después de decir que Cristo es Dios, lo proclama, en
síntesis, como el Κύριος (Hec_2:11). Es
la expresión con la que la primitiva comunidad cristiana profesaba la divinidad
de Cristo. San Pedro, después de decir de El que está sentado en los cielos a
“la diestra de Dios,” dice que Dios lo hizo “Señor y Cristo” (Hec_2:34-36).
Los pastores comprendieron que el
Mesías había llegado. “Los pobres son evangelizados.” Y se les dio una “señal”
para encontrarlo. Era necesidad, pero era garantía. Es la descripción que antes
hizo: un niño fajado y reclinado en un pesebre. El “signo” es frecuentemente
usado en la Biblia. El “signo” no es para que encuentren al Niño, sino para
garantía de la comunicación sobrenatural (Exo_3:12). Posiblemente hubo otras
indicaciones para señalarles el lugar donde se hallaba. Pero ya esto era
suficiente. El Mesías no había nacido en un palacio, ni con el esplendor humano
y pompa esperados. Y el hecho de estar reclinado en un “pesebre” les indicaba
que no había que buscarlo entre gentes de Belén, ya que allí habría nacido en
su casa. Acaso supieron de esta familia llegada hacía poco, y ella con los
signos de la maternidad, a la que acaso habían visto y sabían que se guardaban
en una gruta; allí podían encaminarse.
Terminado el anuncio del ángel, se
juntó con él, allí en el campo de los pastores, “una multitud del ejército
celestial,” es decir, de ángeles. Ya en el libro de Daniel (Exo_7:10) se habla
de una multitud casi infinita de ellos, lo mismo que aparecen en la Escritura
“alabando a Dios” (Sal_148:2; Job_38:7). Todo este coro entona allí una
alabanza a Dios, diciendo:
“Gloria
a Dios en las alturas,
y en la tierra paz a los hombres de buena
voluntad.”
Discuten
los autores sobre la división de este cántico. Para algunos tiene tres
miembros:
“Gloria
a Dios en las alturas,
en la
tierra paz,
buena
voluntad a los hombres” (de parte de Dios).
Por crítica textual se impone la primera
lectura, ya que la expresión “buena voluntad” (ευδοκίας ) está en genitivo en
los mejores códices, lo que supone afectar a hombres. Además, haría falta la
conjunción (χαι ) en los dos miembros últimos, o que faltase al comienzo del
segundo. Lo mismo que la “buena voluntad” (ευδοκίας ) después de hombres afecta
a éstos, y “debe entenderse de un sentimiento humano, según el sentido más
ordinario de un genitivo de cualidad; si se refiriese a Dios (la buena voluntad
que Dios causase en los humanos), hubiese sido preciso añadir αύτσυ. Por eso no
parece probable la hipótesis de Vogt, basada en los documentos de Qumrán, según
la cual esta “buena voluntad” sería la de Dios sobre los seres humanos que Él
ha elegido.
Al menos tal como está en el texto. Si
el substractum es otro, cabría se puede percibir en este dístico un terceto,
pues se ven las contraposiciones: gloria-paz / en las alturas en la tierra /
Dios-hombres. Si ei substractum fuese “paz a los hombres,” entonces éste sería:
Gloria
/ a Dios / en las alturas
Paz
/.../ en la tierra
/…/ a
los hombres.
En lo que hay que suponer algo en la frase
“Paz ... en la tierra. “Y en “a los hombres” hay que suponer que esta
ευδοκία es de Dios a ellos. ¿Quiénes son
éstos? “Los del beneplácito divino”: su pueblo, Israel. ¿Acaso se modificó en
la versión griega esto por razón del tema universalista de Lc?
El sentido del cántico es la
glorificación que tiene Dios, que se lo supone viviendo en el cielo, al
comenzar la obra redentora, con el Mesías en la tierra, y por lo cual se sigue
la “paz,” que para el judío es la suma de todos los bienes, y aquí es la suma
de todos los bienes mesiánicos, que se van a dispensar a los hombres de “buena
voluntad” para aquellos que van a tomar
partido por Cristo cuando aparezca en su vida pública, como “señal de
contradicción.”
Los pastores fueron con presteza. A
media hora de camino estaba Belén. El “signo” se cumple al encontrar lo que los
ángeles les anunciaron. Los pastores, aquellos días fuertemente impresionados,
lo divulgaron, y la gente se “maravilló.” ¿Los creyeron? ¿Cómo compaginar aquel
relato con la creencia de un Mesías de padres desconocidos y presentado
ostentosamente por el profeta Elías? Los pastores glorificaron a Dios por la
obra que les hizo. ¿Acaso fueron de los primeros cristianos? ¿O fue una
impresión que se desvaneció con el tiempo al volver a sus lugares? (
Mar_5:19-20).
Lc, en todo caso, destaca la firmeza de
“todas estas cosas” en el corazón de María, “confrontándolas,” (συμβάλλουσα )
“comparándolas,” “meditándolas.” Era María que observaba, admirada, el modo
como Dios iba preparando y realizando la obra de su Hijo, el Mesías.
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