Salmo 37
1 El camino
de los malos
No te impacientes a
causa de los malignos,
Ni tengas envidia de
los que hacen iniquidad.
2 Porque como hierba serán pronto cortados,
Y como la hierba
verde se secarán.
3 Confía en Jehová, y
haz el bien;
Y habitarás en la
tierra, y te apacentarás de la verdad.
4 Deléitate asimismo
en Jehová,
Y él te concederá las
peticiones de tu corazón.
5 Encomienda a Jehová
tu camino,
Y confía en él; y él
hará.
6 Exhibirá tu
justicia como la luz,
Y tu derecho como el
mediodía.
7 Guarda silencio
ante Jehová, y espera en él.
No te alteres con
motivo del que prospera en su camino,
Por el hombre que
hace maldades.
8 Deja la ira, y
desecha el enojo;
No te excites en
manera alguna a hacer lo malo.
El tema principal se expresa en
el v. 1; es una respuesta a la indignación de los justos por la prosperidad de
los malos. Nunca deberíamos envidiar al malvado, aun cuando algunos quizás sean
muy populares o excesivamente ricos. No importa cuánto tengan, se debilitarán y
desaparecerán como la hierba que se corta y se seca. Los que siguen a Dios
viven de manera diferente a los malvados y, al final, tendrán tesoros mayores
en el cielo. Lo que los incrédulos obtienen puede durar lo mismo que la vida,
si tienen suerte. Lo que usted obtiene al seguir a Dios perdura para siempre. Hoy
también es común la tentación de pensar que a Dios no le interesa lo que sucede
en la vida cotidiana de uno, o que Dios no hace diferencia entre los justos y
los impíos, pues estos a menudo prosperan más que los justos. La solución que
da el salmista es confiar en la justicia de Dios, pues la prosperidad de los
impíos es efímera; al fin Dios enderezará las cosas, hará justicia. El Salmo es
un desafío para mirar a Dios y la bendición de confiar y obedecer a él en vez
de mirar la acción de los malvados y actuar acorde con ellos.
1. El justo descansa en Jehová
A veces el creyente es atraído
por el aparente éxito de gente sin escrúpulos; otras veces sencillamente se
enoja contra Dios o solamente dentro de sí mismo. La palabra te impacientes
significa “calentarse” o “estar enojado”. El salmista exhorta al justo a no
enojarse; no hace falta porque Dios hará justicia. Además, como dice Stgo_1:20
: La ira del hombre no lleva a cabo la justicia de Dios.
Pronto se secan, es la historia
de todo lo que se basa en el tiempo y no en la eternidad. Los impíos son muy
inestables; muchos personajes famosos han tenido un fin trágico. Las sentencias
o dichos del Salmo muestran el contraste entre el justo que confía en Dios y el
malvado que no le obedece.
Los versículos 3-7 dan el énfasis
positivo; no hay que pensar tanto en las dificultades sino en Dios. Nótense los
imperativos: confía, deléitate, encomienda, calla. El creyente debe ejercitar
su fe, depositando y “arrollando” toda su ansiedad sobre Dios (1Pe_5:7). Tierra
es la Tierra Prometida. Apaciéntate de la fidelidad puede tomarse como “seguir”
o “interesarse en” la fidelidad, es decir, ser fiel; o puede hablar más de
“vivir tranquilo” porque descansa en la fidelidad de Dios. El versículo 3
indica, como lo hace toda la Biblia, que la fe y la obediencia van juntas.
Deléitate en Jehová es el secreto
del contentamiento y madurez cristianos. Y ¡qué promesa! Si uno vive la primera
parte, sus anhelos estarán acordes con la voluntad de Dios.
Y él hará (v. 5). Dios hará todo.
Nos enseña cómo preservar nuestras mentes en tranquilidad en medio de
ansiedades, peligros y ríos de problemas. “Arrollar” todo sobre él es la
esencia de la fe. David nos llama a deleitarnos en el Señor y a
entregarle todo lo que tenemos y hacemos ("tu camino"). Pero, ¿cómo
hacemos esto? Deléitate significa experimentar gran placer y gozarse en la
presencia de alguien. Esto sucede únicamente cuando conocemos muy bien a esa
persona. Por lo tanto, para deleitarnos en el Señor, debemos conocerle mejor.
El conocimiento de su gran amor por nosotros nos dará deleite.
Encomienda significa confiarle
todo al Señor: vida, familia, trabajo y posesiones, para su control y
dirección. Encomendarnos al Señor significa confiar y creer que El cuidará de
nosotros mejor de lo que nosotros pudiéramos hacerlo. Deberíamos estar
dispuestos a esperar con paciencia para
que El haga lo que es mejor para nosotros. Los cristianos no somos fatalistas.
La Biblia enseña que Dios actúa en respuesta a la oración con fe; cambia las
cosas, las situaciones, las personas; no sólo al que ora.
El v. 6 muestra que el salmista
está consciente de que a veces se hace injusticia a los justos. Pero insiste en
que Dios vindicará al justo.
El v. 7 incluye una estrofa
entera. La fe implica la paciencia; el creyente espera que Dios actúe. El
propósito de Dios no siempre es evidente sino hasta más tarde. El consejo no te
alteres cabe bien aquí porque el justo ve que muchos por su viveza logran sus
deseos, aunque sea por medios deshonestos. Requiere paciencia y fe negarse
estas maneras de avanzar o ganar dinero.
No te apasiones (v. 8) es la
misma palabra que no te impacientes en el v. 1 y no te alteres en el v. 7. El
salmista lo enfatiza; el enojo no conviene, pues hace que los justos se metan
en el mismo camino que los impíos. La ira y el disgusto (enojo) son dos de las
emociones más destructivas. Revelan una falta de fe en que Dios nos ama y está
al timón de nuestras vidas. No debemos disgustarnos. En cambio, debemos confiar
en el Señor, entregándonos a El para su servicio y para que nos ponga a salvo.
Cuando usted se enfrasca en sus problemas, se vuelve ansioso y se enoja. Pero
si se concentra en Dios y en su bondad, encontrará paz. ¿Dónde pone su
atención?
Cuando
miramos alrededor vemos el mundo lleno de malhechores que florecen y viven con
comodidad. Así se ha visto de antaño, por lo cual no debemos maravillarnos. Por
esto somos tentados a angustiarnos, a pensar que es la única gente feliz, y
tendemos a hacer como ellos; sin embargo, se nos advierte en contra. La
prosperidad exterior se desvanece. Si miramos adelante, con el ojo de la fe, no
veremos razón para envidiar al impío. Su lloro y lamento serán eternos.
La
vida cristiana es confianza
proveniente de la fe en el Señor y el cuidado diligente de servirle conforme a
su voluntad. No es confiar en Dios, sino tentarlo, no tomar conciencia de
nuestro deber para con Él. La vida del hombre no consiste en su abundancia,
sino en tener el alimento suficiente para ti. Esto es más de lo que merecemos y
basta para el que va al cielo.
Encomienda
a Jehová tu camino; entrega tu camino al Señor, se puede leer. Echa tu carga
sobre el Señor, la carga de tu preocupación. Debemos descargarnos nosotros
mismos, no afligirnos ni quedarnos perplejos con pensamientos sobre cosas
futuras, sino referirlos a Dios. Presenta en oración tu caso y todas tus
preocupaciones ante el Señor y confía en Él. Debemos cumplir nuestro deber y,
luego, dejarlo a Dios. La promesa es muy dulce: Él hará que ocurra lo que le
encomendaste, sea lo que sea.
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