Mar 9:49 Porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal.
Mar
9:50 Buena es la sal; mas si la sal se
hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened
paz los unos con los otros.
Estos
dos versículos se encuentran entre los más difíciles del Nuevo Testamento. Los
comentaristas aportan docenas de interpretaciones diferentes. La interpretación
resultará más fácil si recordamos algo que ya hemos tenido oportunidad de
advertir. Jesús dejaba caer a menudo dichos agudos que se grababan en la
memoria de los oyentes de una manera indeleble. Pero a menudo, aunque se recordaban
los dichos, no se recordaba la ocasión en que se dijeron. El resultado es que
tenemos a menudo una serie de dichos aislados de Jesús que se han puesto juntos
porque así quedaron en la memoria del autor.
Aquí tenemos un ejemplo de eso. No descubriremos el
sentido de estos dos versículos a menos que reconozcamos que aquí tenemos tres
dichos de Jesús totalmente independientes, que no tienen ninguna relación entre
sí. El compilador los agrupó en este orden porque todos contienen la palabra
sal. Son una pequeña colección de dichos de Jesús en los que se menciona la sal
de diversas maneras como metáfora o ejemplo. Es decir, que no debemos tratar de
encontrar ninguna relación remota entre estos dichos; debemos tomarlos
independientemente, e interpretar cada uno por sí.
(i)
Cada uno debe ser salado con fuego.
Según el Antiguo Testamento, había que
echar sal a todos los sacrificios antes de ofrecerlos a Dios en el altar Lev_2:13).
La sal de los sacrificios se llamaba la sal del pacto Num_18:19; 2 Crónicas 13).
Era la adición de aquella sal lo que hacía el sacrificio aceptable a Dios, y la
ley del pacto la establecía como necesaria. Este dicho de Jesús querrá decir
entonces: " Antes de que una vida
cristiana llegue a ser aceptable a Dios debe ser tratada con fuego de la misma
manera que se sazona cualquier sacrificio con sal." El fuego es la sal
que hace la vida aceptable a Dios.
¿Qué quiere decir esto? En el lenguaje corriente del
Nuevo Testamento el fuego se relaciona con dos cosas.
(a) Se
relaciona con la purificación. Es el fuego lo que purifica los metales
bajos de ley; se les separan las aleaciones, y se deja el metal puro. Así que
el fuego querrá decir cualquier cosa que purifica la vida: la disciplina, por
la que una persona conquista su pecado; las experiencias de la vida, que
purifican y fortalecen los nervios del alma. En este caso, esto querrá decir: «La vida que es aceptable a Dios es la que
ha sido limpiada y purificada mediante la disciplina de la obediencia y de la
aceptación de la dirección de Dios."
(b) El fuego
se relaciona con la destrucción. En este caso, este dicho tendría que ver
con la persecución. Querrá decir que la vida que ha sufrido las pruebas y los
peligros de la persecución es la que es aceptable a Dios. El que se ha
enfrentado voluntariamente con el peligro de la destrucción de sus bienes y aun
de su propia vida a causa de su lealtad a Jesucristo es el que Dios quiere.
Podríamos tomar
este primer dicho de Jesús en el sentido de que la vida que se purifica
mediante la disciplina, y que se ha enfrentado con el peligro de la persecución
a causa de su lealtad es el sacrificio que es precioso para Dios.
(ii) La
sal es buena; pero, si pierde su sabor, ¿cómo se le devolverá?
Este es un dicho todavía más difícil de interpretar.
No diríamos que no haya otras interpretaciones posibles, pero la que proponemos
es la siguiente. La sal tiene dos virtudes características. La primera es que presta sabor a las cosas. Un huevo sin
sal es una cosa insípida. Cualquiera sabe lo desagradables que son muchos
platos cuando no se les ha echado la sal necesaria. Segundo, la sal fue el primero de todos los
conservantes. Para evitar que una cosa se eche a perder, se le pone sal.
Los griegos solían decir que la sal actuaba como una nueva alma en un cuerpo
muerto. La carne muerta se echa a perder; pero sazonada con sal conserva su
frescura. La sal parece que le infunde una especie de vida. La sal defiende de
la corrupción.
Ahora bien, el cristiano es enviado a una sociedad
pagana para hacer algo por ella. La sociedad pagana tenía dos características:
La primera, estaba aburrida y hastiada.
Los mismos lujos y excesos del mundo antiguo eran una prueba de que en su
agotamiento aburrido estaba buscando alguna emoción auténtica en una vida de la
que habían desaparecido todas las emociones. A ese mundo aburrido y agotado
vino el Cristianismo, y la tarea del cristiano era impartir un nuevo sabor y un
nuevo encanto a la sociedad, como hace la sal cuando se usa con los alimentos.
Segunda, ese mundo antiguo estaba corrompido. Nadie lo
sabía mejor que los mismos antiguos. Juvenal comparaba a Roma con una atarjea
asquerosa. La pureza había desaparecido, y la castidad era desconocida. A aquel
mundo corrompido llegó el Cristianismo, y la tarea del cristiano era aportar un
antiséptico al veneno de la vida, una influencia limpiadora a toda esa
corrupción. Exactamente lo mismo que la sal derrota la corrupción que ataca
inevitablemente la carne muerta, así había de atacar el Cristianismo la
corrupción del mundo.
Así que en este dicho Jesús le está presentando un
desafío al cristiano. «El mundo -le
decía- necesita el sabor y la pureza que solamente el cristiano puede aportar.
Y si el mismo cristiano ha perdido el encanto y la pureza de la vida cristiana,
¿de dónde podrá sacar el mundo estas cosas?" A menos que el cristiano, por
el poder de Cristo, derrote la fatiga y la corrupción del mundo, estas
florecerán sin reservas.
(iii)
Haya sal en vuestra vida para vivir en paz unos con
otros.
Aquí debemos
tomar la sal en el sentido de pureza. Los antiguos declaraban que no había nada
en el mundo más puro que la sal, porque esta procedía de las dos cosas más
puras: el sol y el mar. La misma blancura resplandeciente de la sal era una
señal de pureza. Así es que esto querría decir: «Haya en vuestra vida la influencia purificadora del Espíritu de
Cristo; sed purificados del egoísmo y de la codicia, de la amargura y de la ira
y del rencor; sed limpiados de la irritabilidad y del mal genio y del
egocentrismo, y entonces, y solamente entonces, podréis vivir en paz con
vuestros semejantes.» En otras palabras, Jesús está diciendo que es
solamente la persona que ha sido limpiada del egoísmo y está llena de Cristo la
que puede vivir en verdadera comunión con los demás.
Que las palabras con que terminó su discurso nuestro
Señor resuenen en nuestros oídos, al concluir este pasaje. "Tened sal en vosotros mismos, y paz unos con
otros." Tengamos la seguridad de poseer en nuestros corazones la gracia
salvadora del Espíritu Santo, que
santifica, purifica y preserva todo el hombre interno le la corrupción.
Conservemos vigilantes la gracia que
diariamente se nos otorga, y pidamos a Dios que nos salve del descuido y del
pecado, no sea que incurramos en faltas
que manchen nuestras conciencias y desacrediten nuestra profesión
cristiana. Vivamos sobre todo en paz con los demás, no buscando grandes cosas, ni intrigando por
preeminencia, sino revestidos de humildad, y amando sinceramente a todos los que aman a Cristo. Todo esto es muy
sencillo, pero su cumplimiento acarrea grandes mercedes.
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