Salmo 38
12
Los que buscan mi vida arman lazos, Y los que procuran mi mal hablan
iniquidades,
Y meditan fraudes todo el día.
13
Mas yo, como si fuera sordo, no oigo; Y soy como mudo que no abre la
boca.
14
Soy, pues, como un hombre que no oye, Y en cuya boca no hay
reprensiones.
15
Porque en ti, oh Jehová, he esperado; Tú responderás, Jehová Dios mío.
16
Dije: No se alegren de mí; Cuando mi pie resbale, no se engrandezcan
sobre mí.
17
Pero yo estoy a punto de caer, Y
mi dolor está delante de mí continuamente.
18
Por tanto, confesaré mi maldad, Y
me contristaré por mi pecado.
19
Porque mis enemigos están vivos y fuertes, Y se han aumentado los que me aborrecen sin
causa.
20
Los que pagan mal por bien Me son
contrarios, por seguir yo lo bueno.
21
No me desampares, oh Jehová; Dios
mío, no te alejes de mí.
22
Apresúrate a ayudarme, Oh Señor, mi salvación.
Para
hacer peor el sufrimiento, los enemigos se aprovechan para atacarle y burlarse
de él. El diablo sabe aprovechar la situación cuando un creyente está en tal
situación, y más si es un líder de la iglesia. Los malos odian la bondad, aunque se beneficien con ella. David parece
referirse a Cristo en las quejas que efectúa de sus enemigos. Pero nuestros
enemigos nos hacen mal real sólo cuando nos alejan de Dios y de nuestro deber.
El problema del verdadero creyente se hace útil; aprende a esperar a su Dios y
no procurará alivio de parte del mundo ni de sí mismo.
Mientras menos notemos la maldad y los daños
que nos hacen, más consultaremos con la paz de nuestra mente. Las aflicciones
de David fueron castigo y consecuencia de sus transgresiones, mientras Cristo
sufrió por nuestros pecados y sólo por los nuestros. ¿Qué derecho puede tener
un pecador para rendirse a la impaciencia o a la ira, cuando
misericordiosamente le corrigen sus pecados? -David era muy sensible a las
obras presentes de la corrupción en él. Los hombres buenos han estado a punto
de caer cuando ponen sus penas continuamente delante de sí, pero, al poner
siempre a Dios por delante, han mantenido su firmeza. Si estamos verdaderamente
arrepentidos del pecado, eso nos hará pacientes en la aflicción.
En los versos13 y 14 el salmista queda callado
aun ante los ataques de los enemigos. Una razón puede ser que la injusticia de
ellos no le dejara hablar. Pero probablemente la razón principal es que se
humilla delante de Dios. Una de
las tareas más difíciles en la vida es guardar silencio mientras otros nos
despedazan porque queremos proteger nuestra reputación. Se nos dificulta no
actuar cuando nos roban algo que consideramos muy preciado. Pero no necesitamos
estallar en venganza ni justificar nuestra posición, podemos confiar en que
Dios protegerá hasta nuestra reputación. Jesús se mantuvo en silencio ante sus
acusadores (Luc_23:9-10); dejó su caso en manos de Dios (1Pe_2:21-24). ¡Ese es
un buen lugar para dejar nuestro caso también!
El verso 15 apoya esto, pues el salmista
anhela volver a la comunión con Dios que conocía antes.
Cada uno de los versos 15, 16, 17 y 18 empieza
en el hebreo con la palabra “porque”. Se nota el proceso: se había quedado
callado en el verso14, porque espera a Dios (v. 15); y esto es porque reconoce
que los enemigos están aprovechando de su situación (v. 16); y porque su vida
está estancada, va de mal en peor (v. 17); por eso confiesa su iniquidad, está
verdaderamente arrepentido (v. 18).
Aun después de haber confesado, en el verso
19, el salmista ve que sus enemigos siguen aprovechándose de su “mal
testimonio”. Y en el v. 20 se oponen porque él quiere seguir al Señor.
Este Salmo es una oración en tiempo de
enfermedad. Posiblemente pocos sufran todas esta cosas a la vez, pero la
oración del salmista expresa lo que quiere decir a Dios. Se destaca que el
salmista es un creyente (Dios mío), reconoce a Dios como su Señor y su
salvación.
Recuerdo del pecado de David:
1.
Rico, pero no satisfecho.
2.
Ocioso, pero infeliz.
3. Escondido, pero descubierto.
4. Esperando, pero sorprendido.
5.
Necesitado, pero salvado.
6.
Juzgado, pero culpable.
7.
Condenado, pero rescatado.
El arrepentimiento y el perdón. Tenemos
necesidad de volver a Dios y confesar nuestro pecado y maldad que Dios nos
revela. En él hay misericordia y perdón para el creyente arrepentido.
1.
Recordemos a Sansón, quien solitario en la presencia de Dios, reconoció
que el Espíritu de Dios le había dejado (Jdg_16:20).
2.
Recordemos a David, quien después de sufrir la experiencia de 2 Samuel
11, fue visitado por el profeta Natán, que le señaló su pecado y remedio
(2Sa_12:1-13).
3.
Recordemos a Elías, que en un momento de desaliento buscaba la muerte (1Reyes_19:1-18).
4. Recordemos a Isaías, cuando examinándose
interiormente, se dio cuenta de su pecado y lo confesó (Isa_6:1-8).
5.
Recordemos a Jonás, después de su desobediencia, orando dentro de su
horrible prisión, en el seno del gran pez (Jonas_2:1-10).
6.
Recordemos a los discípulos durante la Cena, cuando el Señor les dijo:
“uno de vosotros me ha de entregar”, y las preguntas inquisidoras de todos
(Mat_26:17-25).
7.
Recordemos a Pedro, después de su negación del Señor, y su profunda
tristeza expresada con abundantes lágrimas (Luc_22:54-62).
8.
Recordemos a Tomás, embargado por la duda y las ausencias, exclamar
delante del Señor: “¡Señor mío, y Dios mío!” (Jn_20:28).
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