} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: JESÚS ANUNCIA OTRA VEZ SU MUERTE Y RESURRECCIÓN

lunes, 31 de mayo de 2021

JESÚS ANUNCIA OTRA VEZ SU MUERTE Y RESURRECCIÓN

 

Mar 10:32  Iban por el camino subiendo a Jerusalén; y Jesús iba delante, y ellos se asombraron, y le seguían con miedo. Entonces volviendo a tomar a los doce aparte, les comenzó a decir las cosas que le habían de acontecer:

Mar 10:33  He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte, y le entregarán a los gentiles;

Mar 10:34  y le escarnecerán, le azotarán, y escupirán en él, y le matarán; mas al tercer día resucitará.             

  

       Aquí tenemos un pasaje gráfico, tanto más gráfico cuanto es parco en palabras. Jesús y Sus hombres iban a entrar en la última escena. Jesús había decidido definitiva e irrevocablemente dirigirse a Jerusalén y a la Cruz. Marcos marca las etapas muy definidamente. Atrás quedó la retirada al Norte, al territorio en torno a Cesarea de Filipo. Luego había venido el viaje hacia el Sur, y la breve parada en Galilea. Después, el camino a Judasa, y el tiempo en las montañas y en Transjordania. Y ahora nos presenta la etapa final, el camino a Jerusalén.

Este pasaje nos dice algo acerca de Jesús.

(i) Nos presenta la soledad de Jesús. Iban recorriendo el camino, y El iba delante de Sus discípulos -solo. Y ellos estaban tan apesadumbrados y perplejos, tan sensibilizados por el ambiente de tragedia inminente, que tenían miedo de acercársele. Hay ciertas decisiones que una persona debe tomar a solas. Si Jesús hubiera tratado de compartir esta decisión con los Doce, su única aportación posible habría sido tratar de impedírselo. Hay ciertas cosas que uno ha de encarar a solas. Hay ciertas decisiones que se han de tomar, y ciertos caminos que se han de recorrer en la terrible soledad de la propia alma de la persona. Y sin embargo, en el sentido más profundo, hasta en estos momentos, o especialmente en estos momentos, uno no está totalmente solo, porque es cuando Dios está más cerca de él.

Aquí vemos la soledad esencial de Jesús, una soledad confortada por Dios.


(ii) Nos presenta el coraje de Jesús. Jesús les había predicho a Sus discípulos las cosas que habían de sucederle en Jerusalén; y, según nos cuenta Marcos estas advertencias, cada vez se hacían más abrumadoras y se les añadía algún detalle terrible más. La primera (Mar_8:31) fue un anuncio escueto. La segunda vez se presentaba la perspectiva de la traición (Mar_9:31). Y ahora, en la tercera, aparecen las burlas, las mofas y los azotes. Parecería que la escena se iba presentando cada vez más clara en la mente de Jesús conforme se iba adentrando en la conciencia del costo de la redención.

Hay dos clases de coraje. Está el coraje que es una especie de reacción instintiva, casi un acto reflejo: el valor de una persona que se enfrenta inesperadamente con una crisis frente a la que reacciona instintivamente con gallardía, sin tiempo apenas para pensar. Bastantes personas se han convertido en héroes en el albur y el ardor de un momento. También está el coraje del que ve el conflicto terrible que se le aproxima desde lejos, que tiene tiempo de sobra para retirarse y volverse atrás, que podría, si quisiera, evitar el conflicto, y que, sin embargo, sigue adelante. No hay duda cuál es el coraje superior -este consciente y deliberado encarar el futuro. Ese fue el coraje que mostró Jesús. Si no fuera posible otro veredicto superior, siempre sería verdad decir de Él que figura a la cabeza de los héroes del mundo.

 

(iii) Nos presenta el magnetismo personal de Jesús. Está claro que hasta aquel tiempo los discípulos no sabían lo que estaba pasando. Estaban seguros de que Jesús era el Mesías. Estaban igualmente seguros de que Él iba a morir. Para ellos estos dos Hechos no tenían sentido juntos. Estaban totalmente desconcertados, y sin embargo seguían a Jesús. Para ellos todo estaba oscuro, excepto una cosa: que amaban a Jesús y que, aunque quisieran, no Le podían dejar. Habían aprendido algo que pertenece a la misma esencia de la vida y de la fe: amaban tanto que estaban dispuestos a aceptar lo que no podían entender.

 

      Fijemos nuestra atención al leer este pasaje en la presciencia de nuestro Señor respecte a sus propios sufrimientos y a su muerte. Habla tranquila y  deliberadamente a sus discípulos de su pasión que tendría lugar en Jerusalén. Va describiendo una tras otra todas las principales circunstancias que  acompañarían su muerte. Nada reserva, nada oculta.

Marquemos esto bien. No hubo nada de involuntario ni imprevisto en la muerte de nuestro Señor. Fue resultado de su propia elección libre, determinada y  deliberada. Desde el principio de su ministerio terrenal, vio siempre ante sí la cruz, y se dirigió a ella mártir voluntario. Sabía que su muerte era la reparación  necesaria que debía hacerse para reconciliar al hombre con Dios. Él había pactado que su sangre seria el precio de esa reparación y a ello se había obligado.

Cuando llegó el tiempo señalado, como fiador fiel, cumplió su palabra, y murió por nuestros pecados en el Calvario.

A pesar de que este anuncio fue singularmente claro, Lucas (Luc_18:34) dice: “Pero ellos nada de estas cosas entendían, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se decía”. El sentido de las palabras ellos no podían sino entender, pero el significado de ellas en relación con el reino mesiánico no eran capaces de penetrar; pues toda la predicción era contraria a sus opiniones preconcebidas. Que ellos se hubieran aferrado tan tenazmente a la idea popular de que el Mesías no tenía que sufrir, puede sorprendernos; pero esto hace aún más importante su testimonio posterior en cuanto al Salvador sufriente y moribundo.

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