Mar 9:38 Juan le
respondió diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera
demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía.
Mar 9:39 Pero Jesús
dijo: No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre, que
luego pueda decir mal de mí.
Mar 9:40 Porque el
que no es contra nosotros, por nosotros es.
Mar 9:41 Y cualquiera
que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os
digo que no perderá su recompensa.
Tenemos
en estos versículos la opinión de Cristo respecto a la gran cuestión de
tolerancia religiosa. El apóstol Juan le dijo, "Maestro, vimos a uno que
lanzaba demonios en tu nombre, y no nos
sigue: y se lo vedamos, porque no nos sigue." Esa persona estaba sin duda
haciendo una buena obra; es incuestionable que
militaba bajo la misma bandera de los apóstoles; pero eso no satisfacía
á Juan, porque no trabajaba en su compañía, ni combatía con ellos en el mismo
cuerpo de ejército; por tanto, Juan se
lo prohibió. Escuchemos ahora lo que decide sobre este particular la gran
Cabeza de la iglesia. "Jesús le dijo, No se lo impidas; porque no hay ninguno que haga milagros en mi
nombre que pueda hablar mal de mí. Pues que el que no está contra nosotros, con
nosotros está...
Más preocupados por la posición en su grupo que por
liberar a los atormentados por los demonios, los discípulos sintieron celos de
un hombre que sanaba en el nombre de Jesús. Hoy en día, muchas veces hacemos lo
mismo al no participar en causas dignas porque:
(1) no son
miembros de nuestra denominación,
(2) no se
relacionan con la clase de gente con la que nos sentiríamos bien,
(3) no hacen las cosas como nosotros las haríamos,
(4) nuestros esfuerzos no reciben suficiente
reconocimiento.
La buena teología es importante, pero eso nunca será
excusa para evitar ayudar a los que padecen necesidad.
Esta es una regla preciosa, de que está en mucha
necesidad la humana naturaleza, y que con harta frecuencia se olvida. Muy
dispuestos están a imaginarse los
miembros de las diferentes ramificaciones de la iglesia de Cristo que
ningún bien puede hacerse en el mundo, si no lo hace su propio partido o su denominación especial. Tienen miras tan
estrechas, que no pueden concebir ni aun la posibilidad de trabajar de otra
manera sino siguiendo el modelo o el
sistema que se han trazado. Convierten en un ídolo la organización
eclesiástica a que pertenecen, y no pueden encontrar ningún mérito en otra
alguna. Son como el que clamaba cuando
El-dad y Medad profetizaban en el campamento, "Señor Moisés,
prohíbeselos...
Debemos a este espíritu intolerante algunas de las
páginas más negras de la historia de la iglesia. Cristianos han perseguido
repetidamente a otros cristianos por
ninguna otra razón más fuerte que la que aquí da Juan. Han dicho en realidad a
sus hermanos, "nos seguís, o no trabajáis por Cristo de ninguna manera...
Guardémonos de este sentimiento, pues está muy cerca
de la superficie de nuestros corazones. Empeñémonos en practicar el espíritu
tolerante que Jesús nos recomienda en
este pasaje, y agradezcamos toda buena obra cualquiera que sea la persona que
la haga y el lugar en que se realiza. Espiemos en nosotros mismos la más ligera inclinación a
paralizar y detener a otros en sus trabajos, tan solo porque no han preferido
adoptar nuestros planes, ni trabajar con
nosotros. Permitido nos es considerarlos errados en algunos particulares; creer
que mucho más podría hacerse por Cristo, si se hubieran unido a nosotros, y todos trabajáramos de consuno; lamentar los
males que ocasionan las luchas y divisiones religiosas; pero esto no debe ser
un obstáculo a que nos regocijemos de
que las obras del demonio sean destruidas y de que las almas se salven. ¿Está
mi prójimo guerreando contra Satanás? ¿Está realmente trabajando por Cristo? Esta es la gran
cuestión. Mejor es cien mil veces que otras manos hagan el trabajo antes que
quede por hacer. Feliz aquel que siente en
sí el espíritu de Moisés cuando dijo: " Ojalá que todos los
miembros del pueblo de Dios fueran profetas," Núm. 11.29; y el de Pablo
cuando este dice: "Si Cristo es
predicado, me regocijo, sí, y me regocijaré." Filip. 1:16.
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