} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EN LA ENFERMEDAD Y EN LA SALUD

sábado, 8 de mayo de 2021

EN LA ENFERMEDAD Y EN LA SALUD

 

Mar 10:1    Levantándose de allí, vino a la región de Judea y al otro lado del Jordán; y volvió el pueblo a juntarse a él, y de nuevo les enseñaba como solía.

Mar 10:2  Y se acercaron los fariseos y le preguntaron, para tentarle, si era lícito al marido repudiar a su mujer.

Mar 10:3  El, respondiendo, les dijo: ¿Qué os mandó Moisés?

Mar 10:4  Ellos dijeron: Moisés permitió dar carta de divorcio, y repudiarla.

Mar 10:5  Y respondiendo Jesús, les dijo: Por la dureza de vuestro corazón os escribió este mandamiento;

Mar 10:6  pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios.

Mar 10:7  Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer,

Mar 10:8  y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno.

Mar 10:9  Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.

Mar 10:10  En casa volvieron los discípulos a preguntarle de lo mismo,

Mar 10:11  y les dijo: Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella;

Mar 10:12  y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.

         

    El primer versículo de este pasaje muestra la paciencia y perseverancia de nuestro Señor Jesucristo como maestro. Se nos dice que vino "a los términos de la  Judea al otro lado del Jordán; y el pueblo volvió a juntársele; y, como de costumbre, le enseñaba...

A donde quiera que nuestro Señor iba, se ocupaba siempre de los negocios de su Padre, predicando, enseñando, y tratando de hacer bien a las almas. No  perdía ninguna oportunidad. En toda la historia de su ministerio terrestre no vemos que ni un día permaneció ocioso. De Él puede en verdad decirse que  ''sembraba sobre las aguas," y que "por la mañana sembraba la semilla, y por la noche no paraba su mano." Isaías 32.20; Ecles. 11.6.

Y, sin embargo, nuestro Señor conocía los corazones de los hombres. Sabía muy bien que una gran proporción de sus oyentes era empedernida e incrédula.

Sabía al hablar que la mayor parte de sus palabras caían al suelo sin que de ellas se cuidasen ni ocupasen, y que la mayor parte de las veces vano era el trabajo  que se tomaba por la salud de las almas. Todo esto lo sabía, y, sin embargo, continuaba trabajando.

Debemos ver en este hecho un modelo perpetuo para todos los que tratan de hacer el bien, cualquiera que sea su empleo. No lo borren de su memoria los  ministros y los misioneros, los profesores, los maestros de escuelas dominicales, los visitadores domiciliarios y agentes laicales, las cabezas de familia que  presiden al culto doméstico, y las nodrizas que tienen niños a su cargo; que todos recuerden el ejemplo que les da Cristo y traten de seguirlo. No hemos de  abandonar la enseñanza porque no palpemos el bien que produce; no debemos disminuir nuestros esfuerzos porque no veamos el fruto de nuestro trabajo.

Trabajemos con constancia, teniendo siempre presente el gran principio, que nuestro es el deber, y los resultados son de Dios. Preciso es que haya aradores y  sembradores así como segadores y otros que amarren las gavillas. El amo honrado paga a sus labradores según es la obra que hacen, y no según las mieses que  crecen en sus campos. Nuestro Señor tratará de la misma manera el día final a todos sus servidores. Sabe que no llevan el éxito en sus manos; sabe que no  pueden cambiar corazones, y los premiará según haya sido su trabajo, y .no por lo que este haya producido. No es al "siervo bueno y afortunado," sino al  "siervo bueno y fiel" a quien dirá: "Entra en el gozo de tu Señor." Mat. 25.21.

La mayor parte de este pasaje tiene por objeto mostrarnos la dignidad y la importancia del matrimonio. Es sabido que las opiniones dominantes entre los  judíos respecto a este particular, cuando nuestro Señor estuvo en la tierra, eran muy laxas y vulgares en extremo. No reconocían el carácter obligatorio del  vínculo matrimonial. Permitido era y muy común el divorcio por causas ligeras y aun triviales; y como una consecuencia muy natural, no se comprendían bien  cuáles eran los deberes de los maridos para con sus esposas, ni recíprocamente los de estas para con aquellos.  

El verdadero escollo de la cuestión era la interpretación de la ley de Deu_24:1 . Allí se establece que un hombre puede divorciar a su mujer si encuentra en ella alguna cosa indecente. ¿Cómo se debía interpretar esa frase? Sobre este asunto había dos escuelas de pensamiento.

Estaba la escuela de Shammay, que interpretaba el asunto con el máximo rigor: «alguna cosa indecente» se refería al adulterio sola y exclusivamente. Aunque la mujer fuera tan mala como Jezabel, a menos que fuera culpable de adulterio no se la podía divorciar.

La otra escuela era la de Hillel, que interpretaba la frase conflictiva tan ampliamente como se pudiera imaginar. Decían los de esta escuela que podía querer decir si la mujer le estropeaba la comida, si hablaba en la calle, si hablaba con un extraño, si hablaba irrespetuosamente de los parientes de su marido en su presencia, si era pendenciera (lo que se definía como que se la oyera en la casa de al lado). Rabí Aqiba llegaba aún más lejos al decir que quería decir que un hombre podía divorciar a su mujer si encontraba otra que le pareciera más bonita que ella.

Teniendo en cuenta cómo es la naturaleza humana, está claro que fue la interpretación más laxa la que prevaleció. En consecuencia, que se llegara al divorcio por las razones más triviales o sin razón alguna era trágicamente comente. A tal punto habían llegado las cosas en tiempos de Jesús que las mujeres se resistían a casarse en vista de lo inseguro que era el matrimonio. Cuando Jesús dijo esto, Se estaba pronunciando sobre un asunto que era un tema candente, y estaba rompiendo una lanza a favor de las mujeres y tratando de restaurar el matrimonio a la posición que debería tener.

Se han de notar ciertas cosas. Jesús citó la Ley mosaica, pero dijo que Moisés había concedido aquello solamente " para salir al paso de la dureza de vuestros corazones.» Eso podía querer decir una de dos cosas. Podía querer decir que Moisés lo estableció porque era lo mejor que se podía esperar de aquellos para los que estaba legislando. O puede que quiera decir que Moisés lo estableció con la intención de tratar de controlar una situación que, aun entonces, se estaba degenerando; que de hecho no se trataba de una concesión al divorcio, sino un intento de controlarlo, de reducirlo a alguna especie de ley y hacerlo un poco más difícil.

En cualquier caso, Jesús dejó bien claro que Él consideraba que Deu_24:1  se había establecido para una situación determinada, y que no se aplicaba con un carácter permanentemente vinculante. Las autoridades que Jesús citó se remontaban a mucho más atrás que Moisés. Como Su autoridad Se remontó a la historia de la Creación, y citó Gen_1:27  y 2:24. Su punto de vista era que, según la misma naturaleza, el matrimonio era una unión permanente de carácter indisoluble de dos personas, de tal manera que el vínculo no se podía romper nunca por leyes o disposiciones humanas. Estaba convencido de que, en la misma constitución del universo, el matrimonio estaba destinado a ser una unión absoluta y permanente, y ninguna disposición mosaica que tratara de una situación temporal podría alterarlo.

La dificultad está en el relato paralelo de Mateo, en el que hay una diferencia. En Marcos, la prohibición de Jesús del divorcio y del casarse de nuevo es absoluta, mientras que en Mat_19:3-9 , Jesús aparece prohibiendo absolutamente el matrimonio posterior, pero permitiendo el divorcio sobre la única base del adulterio. Casi podemos asegurar de que la versión de Mateo es correcta, y así se implica en Marcos. Era la ley judía que el adulterio disolvía obligatoriamente cualquier matrimonio. Y lo cierto es que la infidelidad disuelve de hecho el vínculo del matrimonio. Una vez que se ha cometido el adulterio, la unidad se ha roto en cualquier caso, y el divorcio no hace más que confirmar el hecho.

La verdadera esencia del pasaje es que Jesús insistió en que la inmoralidad sexual de su tiempo tenía que corregirse. Había que recordar a los que buscaban el matrimonio solamente por el placer que el matrimonio también es responsabilidad. A los que consideraban el matrimonio simplemente como un medio de gratificar sus pasiones físicas había que recordarles que era también una unidad espiritual. Jesús estaba levantando una defensa en torno al hogar.

Nunca se podrá exagerar la importancia de la cuestión que en este lugar decide nuestro Señor. Mucho debemos agradecerle que haya sido tan explícito y tan  completo en la manifestación de su modo de pensar respecto a ella. El matrimonio es el fundamento del sistema social de las naciones; la moralidad pública, y  la felicidad privada de las familias están profundamente interesadas en la cuestión de la ley sobre matrimonios. La experiencia de todas las naciones confirma  de una manera notable lo sabio de la decisión de nuestro Señor en este pasaje. Es un hecho comprobado, que la poligamia, y el permiso de obtener divorcios  por motivos ligeros, tienen una tendencia directa a engendrar la inmoralidad. En una palabra, cuanto más se acerquen las leyes de un país sobra el matrimonio  a la ley de Cristo, resultará que es más elevado el tono moral que reine en él. Todos los que están casados, o se proponen casarse, deben meditar bien en lo que el Señor Jesucristo nos enseña en este pasaje. De todas las relaciones de la  vida ninguna debe mirarse con más reverencia, ninguna contraerse con más cautela que la de marido y mujer. En ninguna otra se puede hallar más felicidad  terrena si se contrae con discreción, cordura y temor de Dios; pero en ninguna otra tampoco pueden originarse más desgracias si se emprende ligera, necia y  desacertadamente. No hay ningún acto en la vida que tanto beneficio pueda hacer al alma, si las voluntades y las manos se unen "en el Señor;" ninguno la  perjudica más, si el capricho, la pasión, o cualquier otro motivo mundano es la única causa que produce la unión. Salomón fue el más sabio de los hombres, y  "sin embargo aún a él lo hicieron pecar las mujeres extranjeras." Neh. 13.26.

Hay desgraciadamente demasiada necesidad de imprimir estas verdades en el corazón de los hombres. Es una verdad muy  triste que pocas determinaciones se toman en la vida, con tanta ligereza, tanto capricho y tal olvido de Dios como la de  casarse. Pocos son los jóvenes que piensan en invitar a Cristo a sus bodas. Es un hecho melancólico pero cierto que los  matrimonios desgraciados son una de las principales causas de las miserias y de las desgracias que tanto abundan en el  mundo. Tarde descubren que se han equivocado, y llenan de amargura el resto de sus días. Felices los que al pensar en  casarse observan estas tres reglas:

 La primera, casarse en el Señor y después de pedir en sus oraciones la aprobación y la  bendición del. Señor ; la segunda, no esperar demasiado de su cónyuge, recordando que el matrimonio es la unión de dos  pecadores, y no la de dos ángeles ; y la tercera, empeñarse primero y antes que todo en santificarse mutuamente. Los que  más santamente se casan, son siempre los más felices: "Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para  santificarla." Ef. 5;25


No hay comentarios:

Publicar un comentario