El ser humano puede adquirir
mucho conocimiento de muchas materias por la enseñanza del mundo; pero sólo a
través de la Biblia, de la Palabra de Dios recibimos por obra del Espíritu la
sabiduría y la inteligencia para obedecer las enseñanzas del Señor para
mantenernos en el camino de la fe.
El Apóstol Pablo en su carta a
los Colosenses nos habla al respecto en Colosenses
1; 9
9 Por lo cual también nosotros, desde el
día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos
del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual,
Ginosko (γινώσκω) tomando en conocimiento, venir a saber,
reconocer, entender, o entender totalmente; en sus tiempos pretéritos significa
con frecuencia saber o conocer en el sentido de entender, de darse cuenta, y el
tiempo puntual indica, generalmente, determinación, precisión «para que conozcáis»
«y entendáis» significa con frecuencia venir a conocer y de ahí el establecimiento de la relación, especialmente
del conocimiento de Dios (1 Colosenses 8:3
: «si alguno ama a Dios, es conocido por él»); Gálatas 4:9 : «siendo
conocidos de Dios»; tal conocimiento se obtiene no por una mera
actividad intelectual, sino por la operación del Espíritu Santo como
consecuencia de haber recibido a Cristo.
CONTEXTO
Epafras
fundó la iglesia de Colosas mientras Pablo vivía en Efeso. Pudo haberse
convertido en Efeso, luego vino a Colosas, su ciudad natal. Por alguna razón,
Epafras visitó Roma y, mientras estuvo allí, le contó a Pablo el problema con
la herejía en Colosas. Esto apuró al apóstol para que escribiera esta carta. Colosenses, así como Filipenses, Efesios y
Filemón, es llamada la epístola de las
prisiones porque Pablo la escribió desde la cárcel en Roma. Esta prisión
fue en realidad una casa donde Pablo permaneció bajo custodia todo el tiempo
(probablemente encadenado a un soldado), pero gozando de ciertas libertades que
no se ofrecían a todos los presos. Se le permitió escribir cartas y recibir a
cualquier visitante que él quisiera ver.
REFLEXIÓN
Pablo desenmascaraba una herejía en la iglesia de Colosas similar al gnosticismo.
El gnosticismo valoraba la acumulación de conocimiento, pero Pablo destacaba
que el conocimiento en sí mismo es vacío. Para que algo tenga valor y sea
efectivo, debe conducir a un cambio de vida y a una correcta manera de vivir.
Su oración por los colosenses tiene dos dimensiones: que
debían ser llenos del conocimiento de la voluntad de Dios a través de la
sabiduría espiritual y el entendimiento, y que debían llevar fruto en toda buena obra al
crecer en el conocimiento de Dios. El conocimiento no existe solo para ser
acumulado, debe darnos dirección para vivir. Pablo quiso que los colosenses
fueran sabios, pero también que usaran su conocimiento. El conocimiento
de Dios no es un secreto que solo algunos pueden descubrir, está disponible
para todos. Dios no quiere que solo sepamos más acerca de El sino que también
pongamos nuestras creencias en práctica ayudando a otros.
El apóstol era constante para orar que los
creyentes fueran llenos del conocimiento de la voluntad de Dios con toda
sabiduría.
Las buenas palabras no sirven
sin buenas obras, son como el viento que las lleva a la nada. El que emprende
el fortalecimiento de su pueblo es un Dios de poder y de poder glorioso. El bendito Espíritu es el
autor de esta obra de forma misteriosa; actúa sin pausa, donde llega
transforma, confronta, muestra como somos, para que pueda cambiar aquello que
aun oculto permanece sin nosotros saberlo. Al orar por fuerza espiritual, no
somos presionados ni confinados en las promesas y no debemos serlo en nuestras esperanzas y
deseos. La gracia de Dios en los corazones de los creyentes es el poder de Dios
y hay gloria en este poder. El uso especial de esta fuerza era para los
sufrimientos diarios que vienen a ser como examen cotidiano de nuestro
aprendizaje en el conocimiento de la voluntad de Dios.
En medio de todas nuestras tribulaciones damos gracias al Padre de
nuestro Señor Jesucristo cuya gracia especial nos prepara para participar de la
herencia provista para los santos. Para ejecutar este cambio fuimos hechos
súbditos de Cristo, los que eramos esclavos del pecado, de Satanás. Todos los
que estamos destinados para el cielo en el más allá, estamos preparados ya para
el cielo. Los que tenemos la herencia de hijos tenemos la educación de hijos, y
la disposición de hijos. Por fe en Cristo disfrutamos esta redención, como la
compra de su sangre expiatoria mediante la cual se otorgan el perdón de los
pecados y todas las demás bendiciones. Seguramente entonces consideraremos un
favor el ser liberados del reino de Satanás y llevados al de Cristo, sabiendo
que todas las tribulaciones terminarán pronto y que cada creyente será contado
entre los salidos de la gran tribulación.
Todos
los cristianos verdaderos somos hermanos por fe en Jesucristo, llegando a
sentir como un misterioso imán que nos
atrae, Cristo, para que esa comunión sea real, plena de fidelidad que va en
todo aspecto y relación de la vida cristiana.
La fe, la esperanza, y el amor son las tres virtudes principales de esa
vida cristiana, y el tema apropiado para orar y dar gracias. Mientras más
fijamos nuestras esperanzas en la recompensa del otro mundo, más libres
estaremos para hacer el bien con nuestro tesoro terrenal.
El evangelio es la palabra de verdad y podemos arriesgar nuestras
almas sobre esta base, con la seguridad de un buen resultado. Todos los que
oyen la palabra del evangelio, deben dar el fruto del evangelio, obedecerla y
tener sus principios y vidas formados conforme a ello.
El amor al mundo surge de puntos de vista interesados, o de similitud
en modales; el amor carnal surge del apetito de placeres. A estos siempre se
aferra algo corrupto, egoísta y bajo.
Pero el amor cristiano surge del Espíritu Santo, está lleno de
santidad y del conocimiento por la sabiduría divina, para obedecer en los días
de nuestra vida terrenal.
La inteligencia
es la sagacidad para discernir lo que es apropiado para cada ocasión, lugar y
tiempo. La sagacidad tiene por asiento “la inteligencia” o intelecto; la sabiduría
es más general, y tiene su asiento en todo el ámbito de las facultades del
alma. “¿Quieres saber que los asuntos en la palabra de Cristo son cosas reales?
Entonces nunca las leas simplemente por amor del conocimiento”. El
saber es deseable solamente cuando es sazonado por la “espiritual inteligencia”.