En la carta del Apóstol Pablo a los Filipenses
les advierte de guardar su mente, sus pensamientos y que la eduquen para todo
lo bueno siguiendo las enseñanzas recibidas. Podemos leer en Filipenses 4; 8-9
8 Por lo demás,
hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo
puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si
algo digno de alabanza, en esto pensad.
9 Lo que aprendisteis y
recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con
vosotros.
Los creyentes tenemos que ser unánimes y estar dispuestos a ayudarnos
mutuamente. Como el apóstol había hallado el beneficio de la asistencia de
ellos, sabía cuán consolador sería para sus colaboradores tener la ayuda de
otros. Procuremos asegurarnos que nuestros nombres estén escritos en el libro
de la vida.
El gozo en Dios es de gran importancia en la vida cristiana, es
necesario llamar continuamente a ello a los cristianos. El gozo supera ampliamente
todas las causas de pesar. El día del juicio llegará pronto, con la plena
redención de los creyentes y la destrucción de los impíos.
Es nuestro deber mostrar cuidadosa diligencia en armonía con una sabia
previsión y con la debida preocupación; pero hay un afanarse de temor y
desconfianza que es pecado y necedad, y sólo confunde y distrae la mente. Como
remedio contra la preocupación que confunde se recomienda la constancia en la
oración. No sólo los tiempos establecidos de oración, sino constancia en todo
por medio de la oración. Debemos unir la acción de gracias con las oraciones y
las súplicas; no sólo buscar provisiones de lo bueno, sino reconocer las
misericordias que recibimos. Dios no necesita que le digamos nuestras
necesidades o deseos porque los conoce mejor que nosotros, pero quiere que le
demostremos que valoramos su misericordia y sentimos que dependemos de Él. La
paz con Dios, esa sensación consoladora de estar reconciliados con Dios, y de
tener parte de su favor, y la esperanza de la bendición celestial, son un bien
mucho más grande de lo que puede expresarse con plenitud. Esta paz mantendrá
nuestros corazones y mentes en Jesucristo; nos impedirá pecar cuando estemos
sometidos a tribulaciones y de hundirnos debajo de ellas; nos mantendrá calmos
y con una satisfacción interior.
Los creyentes tenemos que conseguir y mantener un buen nombre; un
nombre para todas las cosas con Dios y los hombres buenos.
Debemos recorrer en todo los caminos de la virtud y permanecer en
ellos; entonces, sea que nuestra alabanza sea o no de los hombres, será de
Dios. El apóstol es un ejemplo. Su doctrina armonizaba con su vida. La manera
de tener al Dios de paz con nosotros es mantenernos dedicados a nuestro deber.
Todos nuestros privilegios y la salvación proceden de la misericordia gratuita
de Dios, pero el goce de ellos depende de nuestra conducta santa y sincera.
Estas son obras de Dios, pertenecientes a Dios, y a Él solo se deben atribuir y
a nadie más, ni hombres, ni palabras ni obras.
Parece extraño que un hombre preso pudiera decir a una iglesia que se
regocije. Pero la actitud de Pablo nos enseña una lección importante: la
actitud interior no necesita reflejar nuestras circunstancias externas. Pablo
estaba lleno de gozo porque sabía que pese a lo que le sucediera, Cristo estaba
con él. Pablo insta a los filipenses a regocijarse varias veces en esta carta,
probablemente porque necesitaban oírlo. Es muy fácil desalentarse frente a
circunstancias que no son placenteras o tomar hechos sin importancia como si lo
fueran. Si no hemos disfrutado el gozo últimamente, quizá sea porque no estamos
mirando la vida desde la perspectiva correcta.
Tenemos
que ser amables (razonables, amplios y caritativos) con los que no pertenecen a
la iglesia y no solo con los creyentes. Esto significa que no buscamos revancha
contra aquellos que nos tratan injustamente, tampoco debemos expresar demasiado
nuestros derechos personales.
Imaginemos
no tener que estar "afanosos" jamás por nada Esto parece imposible, todos tenemos
preocupaciones en nuestro trabajo, en nuestros hogares, en el colegio. Pero
Pablo nos aconseja cambiar nuestras preocupaciones en oraciones. ¿Queremos
preocuparnos menos? ¡Entonces oremos más! En el momento en que empecemos a
preocuparnos, detengámonos y oremos, cantemos, alabemos al Señor; se alejará
toda mala influencia de nuestra mente.
La paz de
Dios es diferente a la paz del mundo. La paz verdadera no se encuentra en el
pensamiento positivo, en la ausencia de conflictos o en buenos sentimientos.
Ella es producto de saber que Dios controla y está al tanto de todo; que nada
nos ocurre sin que Él vele por nosotros. Nuestra ciudadanía en el reino de
Cristo está asegurada, nuestro destino está determinado y podemos tener
victoria sobre el pecado. Permitamos que la paz de Dios guarde nuestros corazones
de toda ansiedad, angustia y preocupación.
El carácter y la conducta empiezan en la mente. Nuestros actos se ven
afectados por aquellas cosas a que damos cabida en nuestros pensamientos.
Lo que dejamos entrar en nuestras mentes determina lo que expresamos
con las palabras y acciones. Pablo nos dice que llenemos nuestras mentes con
pensamientos verdaderos, honesto, justos, puros, amables, de buen nombre,
virtud, dignidad y alabanza.
¿Tenemos problemas con
pensamientos impuros y sueños ilusorios? Vigilemos lo que estamos dejando
entrar en nuestra mente a través de la televisión, los libros, la conversación,
las películas y las revistas. Reemplacemos los materiales dañinos con materiales
útiles. Sobre todo, leamos, estudiemos, escuchemos la Palabra de Dios y oremos. Pidámosle a Cristo
Jesús que nos ayude a concentrarnos en lo que es bueno y puro. Requiere constancia,
renuncia y obediencia. No es suficiente
escuchar o leer la Palabra de Dios, ni incluso conocerla bien. Debemos también
ponerla en práctica. Qué fácil es escuchar un sermón y olvidarnos de lo que
dijo el predicador. Qué fácil es leer la Biblia y no pensar en cómo vivir de
una manera diferente. Qué fácil es discutir lo que significa un pasaje y no
vivir su significado. Exponernos a la Palabra de Dios no es suficiente. Ella nos
debe conducir a la obediencia, debe verse en nuestra vida, un reflejo de sus
enseñanzas.
Proverbios_16:24
«Panal de miel
son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos».