Ahora es el tiempo de la predicación, aprovechemos bien el tiempo y el don que Dios nos ha dado para que seamos su instrumentos, obrando en nosotros el Espíritu para predicar el verdadero Evangelio de Jesús a tiempo y fuera de tiempo, sin descanso porque queda muy poco y hay muchas almas que pasan a la eternidad sin conocer a Cristo.
Pero
entonces vendrá el tiempo de la Liturgia de las almas convertidas que
formen “la grande congregación”. Entonces nuestros actuales gobiernos
defectuosos darán lugar a gobiernos perfectos, tanto en la Iglesia como en el
estado. Mientras que en el Antiguo Testamento los judíos exclusivamente, y en
el Nuevo, los gentiles también de manera exclusiva, gozan la revelación, en el
milenio los judíos y los gentiles serán unidos, y todo el organismo de la
humanidad bajo el hermano primogénito, Israel, caminará a la luz de Dios, y la
plena vida de la humanidad al fin se realizará. La Escritura no contempla a la
raza humana como un agregado de individuos y de nacionalidades, sino como un
todo orgánico, ordenado una vez por todas en las primeras páginas de la
revelación reconocen el hecho de que desde el principio la división de las
naciones fue hecha con una relación a Israel. De ahí nace la importancia que da el Antiguo
Testamento a la Iglesia, ahora como siempre. Los tres grandes grupos de
naciones, los Hamitas, Jafetitas y Semitas, corresponden respectivamente a los
tres elementos fundamentales del hombre cuerpo, alma y espíritu. La flor de
Sem, el representativo de la vida espiritual, es Israel, así como la
flor de Israel es Aquel en el cual toda la humanidad es recapitulado, o sea el
segundo Adán (Genesis 12:1-3 1 Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu
tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te
mostraré. 2 Y haré de ti una
nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.
3 Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren
maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.).
Así Israel es el mediador de las revelaciones divinas para todos los tiempos.
Hasta la naturaleza y el mundo animal participarán de la bienaventuranza
milenial. Conforme el pecado vaya perdiendo su poder, la decadencia y la muerte
decrecerán. Las glorias terrenales y celestiales se unirán
en la doble elección. Israel elegido en la carne estará a la cabeza de las
terrenales, y la elegida Iglesia espiritual, la Novia, de las celestiales.
Estas dos elecciones no son meramente para el bien de los elegidos mismos, sino
para el bien de todos aquellos a quienes sirven. La Iglesia celestial es
elegida no meramente para la salvación, sino también para reinar en amor, y
administrar las bendiciones sobre todo el mundo, como reyes sacerdotes. La
gloria de los transfigurados santos será sentida por los hombres en la carne,
con la misma conciencia de la bendición que experimentaron los tres discípulos
al presenciar la gloria de Jesús, de Moisés y de Elías, en el monte de la
Transfiguración, cuando Pedro exclamó; “Es bueno que estemos aquí;” en 2 Pedro 1:16-18 16 Porque no os hemos
dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo
fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su
majestad. 17 Pues cuando él
recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria
una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia.
18 Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos
con él en el monte santo, la transfiguración es tenida por arras de la
venida de Cristo en gloria. El privilegio de “nuestra alta vocación en
Cristo” está limitado al tiempo actual del reino de Satanás; cuando él esté
atado, ya no habrá plazo en sufrir por Cristo, para luego reinar con él.
Además, nadie puede ser salvado en el presente siglo y dentro de la reunión de
la Iglesia cristiana, que no haya de reinar también con Cristo después, el
necesario preliminar de lo cual es sufrir con Cristo ahora. Si dejamos de echar
mano a la corona, perdemos todo, “el don de la gracia” tanto como la
recompensa del servicio.
Aun durante el milenio hay una separación
entre el cielo y la tierra, la humanidad transfigurada y la humanidad en carne.
Por tanto es posible que se efectúe una apostasía al final de él. En el juicio
sobre esta apostasía el mundo de la naturaleza es destruido y renovado, como el
mundo de la historia lo fue antes del reinado milenial; sólo entonces serán realizados el nuevo cielo y la nueva tierra en la perfección final. El nuevo
cielo y la nueva tierra milenarios no son sino unas primicias de este estado sempiterno,
cuando las congregaciones superior e inferior ya no estarán separadas,
relacionadas, empero en el milenio y cuando la nueva Jerusalén descendrá del
cielo de Dios. La pecaminosidad hereditaria será la única influencia durante el
milenio, que impida a la Iglesia transfigurada salvar a todas las almas. Cuando
termine este plazo de la gracia, no le sucederá otro. Como la
historia del mundo de las naciones terminó con la manifestación de la Iglesia
en gloria visible, así terminará la de la humanidad en general con la grande
separación de los justos y de los malos.