} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EL HUERTO DE GETSEMANÍ

viernes, 9 de enero de 2015

EL HUERTO DE GETSEMANÍ


(En arameo, lagar de aceite). Huerto o bosque de olivos ubicado al pie del monte de los Olivos, frente a Jerusalén y al este del torrente de Cedrón. El torrente de Cedrón, frecuentemente seco en verano, se desborda en invierno, corre por el este de Jerusalén, y atraviesa el Jardín del Getsemaní y el Monte de los Olivos. Alguien que salga de Jerusalén tiene que cruzar el Cedrón para llegar al Getsemaní.

Aquí se reunieron Jesús y sus discípulos después de la última cena (Mateo 26; 36-46  36  Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. 37  Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera.  38  Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. 39  Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.  40  Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?  41  Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. 42  Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. 43  Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. 44  Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras. 45  Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. 46  Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega

Marcos 14; 32-42  32  Vinieron, pues, a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que yo oro.  33  Y tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse.  34  Y les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad. 35  Yéndose un poco adelante, se postró en tierra, y oró que si fuese posible, pasase de él aquella hora. 36  Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú. 37  Vino luego y los halló durmiendo; y dijo a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una hora?  38  Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. 39  Otra vez fue y oró, diciendo las mismas palabras. 40  Al volver, otra vez los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño; y no sabían qué responderle. 41  Vino la tercera vez, y les dijo: Dormid ya, y descansad. Basta, la hora ha venido; he aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores. 42  Levantaos, vamos; he aquí, se acerca el que me entrega.

 Lucas 22; 39-46 39  Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron. 40  Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación. 41  Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, 42  diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. 43  Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. 44  Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.  45  Cuando se levantó de la oración, y vino a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza;  46  y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos, y orad para que no entréis en tentación. )

Según Lucas 21; 37 Y enseñaba de día en el templo; y de noche, saliendo, se estaba en el monte que se llama de los Olivos  y Juan 18; 2 Y también Judas, el que le entregaba, conocía aquel lugar, porque muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos.   

Jesús frecuentó el lugar muchas veces con sus discípulos. Probablemente era propiedad privada y se ha conjeturado que pertenecía a María, madre de Juan Marcos.
Durante su última visita a Getsemaní, Jesús dejó a ocho de sus discípulos en algún lugar del huerto, y se separó para orar llevando consigo a Pedro, Jacobo y Juan. Jesús anhelaba la compañía consoladora de sus amigos, pero estos se durmieron en Getsemaní.  

El “toma consigo a Pedro y a Jacobo y a Juan, y comenzó a atemorizarse, y a angustiarse. Y les dice: Está muy triste mi alma, hasta la muerte”: “Me siento como si la naturaleza se hundiese bajo esta carga, como si la vida fuese menguando, y la muerte viniera antes de su tiempo”,“quedaos aquí, y velad conmigo”; no, “Testificad de mí”, sino “Acompañadme.”. Parece que le hacía bien tenerlos a su lado.   Pero pronto ellos fueron demasiada carga para él: El tuvo que estar solo. “Y él se apartó de ellos como un tiro de piedra”; aunque bastante cerca para que ellos fuesen testigos competentes; y se arrodilló, pronunciando aquella oración impresionante, (Marcos 14:36 Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú.) “que si fuese posible,… traspasa de mi este vaso (de su próxima muerte) pero no lo que yo quiero se haga, sino lo que tú”; dando a entender que en sí era tan completamente terrible, que únicamente el hecho de que era la voluntad del Padre, le persuadiría a gustar de él, pero que en aquel aspecto de él, él estaba perfectamente preparado a beberlo. No es una lucha entre una voluntad poco dispuesta y una voluntad sumisa, sino entre dos aspectos de un solo acontecimiento, un aspecto abstracto y otro aspecto relativo de él, en uno de los cuales fué terrible, en el otro aceptable. Dando a entender cómo se sentía en un aspecto, revela su hermosa unidad con nosotros en la naturaleza y sentimiento; expresando cómo lo consideraba a la luz del otro, revela su absoluta sujeción obediente a su Padre.   

En esto, teniendo un alivio momentáneo, por lo que se le venía, nos imaginamos por oleadas, él vuelve a los tres, y hallándolos durmiendo, les habla con cariño, especialmente a Pedro, como en Marcos 14:37-38    37  Vino luego y los halló durmiendo; y dijo a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una hora? 38  Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil..   Entonces vuelve, no a arrodillarse ahora, sino a caer sobre su rostro en la tierra, pronunciando las mismas palabras, mas esta vez: “Si no puede este vaso pasar”, etc. (Mateo 26:42 Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad.)  quiere decir: “Sí; comprendo este silencio misterioso (Salmo 22:1-6 1 ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?  2  Dios mío, clamo de día, y no respondes;  Y de noche, y no hay para mí reposo. 3  Pero tú eres santo, Tú que habitas entre las alabanzas de Israel.  4  En ti esperaron nuestros padres;  Esperaron, y tú los libraste.  5  Clamaron a ti, y fueron librados; Confiaron en ti, y no fueron avergonzados.  6  Mas yo soy gusano, y no hombre;Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo. ) no puede pasar; he de beberlo, y quiero beberlo”; “sea hecha tu voluntad.”   Otra vez, aliviado por el momento, vuelve y los halla durmiendo “de tristeza”; les advierte como antes, pero pone en ello una interpretación cariñosa, separando entre el “espíritu presto” y la “carne enferma”.   Volviendo una vez más a su lugar solitario, las oleadas surgen más altas, lo sacuden más tempestuosamente, y parecen hundirlo. La angustia de que su Padre, apartara su rostro de Él por unas horas, este echo era lo que causaba tan terrible dolor. Para fortalecerlo en esto, “le apareció un ángel del cielo confortándole” no para proveer luz y consuelo (él no había de tener nada de esto, y los ángeles no hacían falta, ni eran capaces de comunicarlo) sino solamente para sostener y vigorizar la naturaleza deprimida para una lucha todavía más violenta y más feroz. Y ahora “está en agonía, y ora más ardientemente (aun la oración de Cristo, parece, permitía y ahora exigía tal aumento) y su sudor fué como si fueran grandes gotas (literalmente coágulos) de sangre que caían sobre la tierra”. ¿Qué fué esto? No su ofrenda propia de sacrificio, aunque esencial para ella. Fué sólo la lucha interna, apaciguándose aparentemente antes, mas ahora surgiendo de nuevo, convulsionando su hombre interior todo, y afectando esto de tal manera su naturaleza humana que el sudor manaba de todos los poros en espesas gotas de sangre que caían a tierra. La naturaleza temblorosa y la voluntad indómita luchaban juntas. Pero una vez más el grito: “Si tiene que ser, hágase tu voluntad”, sale de sus labios, y todo termina. “La amargura de la muerte ya pasó”. El había previsto, y ensayado para su conflicto final, y ganado la victoria, ahora en este teatro de una voluntad invencible, como luego en la arena de la cruz. “Quiero sufrir”, es el gran resultado de Getsemaní: “¡Consumado es!” es el grito que resuena desde la cruz. La Voluntad sin el Hecho habría sido en vano; pero su obra fué consumada cuando llevó la Voluntad ahora manifestada al Hecho palpable, “en la cual voluntad somos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una sola vez” (Hebreos 10:10 En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.) Al final de toda la escena, hallándolos todavía dormidos (agotados por la continua tristeza y ansiedad que los afligia) les manda, con una  profunda emoción: “Dormid ya, y descansad: basta, he aquí ha llegado la hora, y el Hijo del hombre es entregado en manos de pecadores. Levantaos, vamos; he aquí ha llegado el que me ha entregado.” Y mientras hablaba, se acercó Judas con una banda armada.  
Este fue el escenario de la lucha final de Cristo con Satanás, lucha que habría de concluir en la cruz.
El Getsemaní recuerda la lucha del primer Adán con Satanás, que también se llevó a cabo en un huerto, pero la diferencia es grande: Adán salió derrotado, Jesús salió triunfante. La parte de Satanás en la traición de Jesús no quita en absoluto la responsabilidad de Judas. Desilusionado porque Jesús hablaba de morir antes que establecer su Reino, Judas pudo tratar de manipular al Maestro, procurando que usara su poder para probar que era el Mesías. O a lo mejor, Judas no entendió en qué consistía la misión de Jesús, tampoco creía que era el escogido de Dios.  Sin importar lo que Judas pensaba, Satanás supuso que la muerte de Jesús daría por terminada la misión y detendría el plan de Dios. Como Judas, Satanás no sabía que la muerte de Jesús era la parte más importante en el plan de Dios.
Tratando de proteger a Jesús, Pedro desenvainó una espada e hirió al siervo del sumo sacerdote. Pero Jesús dijo a Pedro que metiera su espada en la vaina y permitiera el despliegue del plan de Dios. A veces resulta tentador encargarnos de los asuntos, forzar la situación. La mayoría de las veces esas actitudes nos conducen al pecado. En lugar de eso debemos confiar que Dios llevará a cabo su plan. Pensemos qué: si Pedro lo hubiese hecho a su manera, Jesús no habría ido a la cruz, y el plan de redención de Dios se habría obstaculizado.


 El sufrimiento de Cristo, previo a la hora de morir por los pecados del mundo, se describe gráficamente en los Evangelios Sinópticos.  

¡Cristo asumió la forma de siervo y se humilló hasta la muerte de cruz!  

El pecado empezó en el huerto de Edén, allí se pronunció la maldición, allí se prometió el Redentor  y en un huerto esa Simiente prometida entró en conflicto con la serpiente antigua. Cristo fue sepultado también en un huerto.  
Nuestro Señor Jesús, sabiendo todas las cosas que le sobrevendrían, se adelantó y preguntó, ¿a quién buscáis? Cuando el pueblo quiso obligarlo a llevar una corona, Él se retiró,  pero cuando vinieron a obligarlo a llevar la cruz, Él se ofreció, porque vino a este mundo a sufrir, y fue al otro mundo a reinar. Él demostró claramente lo que podría haber hecho cuando los derribó; pudiera haberlos dejado muertos, pero no lo hizo así. Debe de haber sido el efecto del poder divino que los oficiales y los soldados dejaran que los discípulos se fueran tranquilamente después de la resistencia que ofrecieron.
Cristo nos da el ejemplo de mansedumbre en los sufrimientos y la pauta del sometimiento a la voluntad de Dios en toda cosa que nos concierna.
Es solo la copa, cosa de poca monta. Es la copa que nos es dada; los sufrimientos son dádivas. Nos es dada por el Padre que tiene la autoridad de padre y no nos hace mal; el afecto de un padre, y no tiene intención de herirnos. Del ejemplo de nuestro Salvador debemos aprender a recibir nuestras aflicciones más ligeras y preguntarnos si debemos resistir la voluntad de nuestro Padre o desconfiar de su amor.

Estamos atados con la cuerda de nuestras iniquidades, con el yugo de nuestras transgresiones. Cristo, hecho ofrenda del pecado por nosotros, para librarnos de esas ataduras, se sometió a ser atado por nosotros. Debemos nuestra libertad a sus ataduras: así el Hijo nos hace libres.