13.1
¿Hay momentos en los que uno tiene que desobedecer a las autoridades? No
debemos permitir que los gobernantes nos obliguen a desobedecer a Dios. Jesús y
sus apóstoles nunca desobedecieron a las autoridades por razones personales;
cuando lo hicieron fue por ser leales a Dios. Su desobediencia les costó caro:
los amenazaron, los golpearon, los pusieron en prisión, los torturaron y los
ejecutaron por sus convicciones. Como ellos, si nos vemos obligados a
desobedecer, debemos estar dispuestos a sufrir las consecuencias.
Pablo exhorta a sus lectores a cumplir sus
deberes con el estado.
Daniel_4:32; Salmo_75:6-7. Pablo no sugiere que Dios
aprueba un gobierno corrupto, funcionarios sin Dios o una legislación injusta.
Algunas veces, sin embargo, en castigo por los pecados de la gente, o por otras
razones sólo por Dios conocidas, el Señor permite que gobernantes malvados
detenten el poder por un tiempo, como los profetas del AT testificaron
frecuentemente. En teoría, Dios concede autoridad para servir a fines elevados.
Cómo se ejerce esta autoridad le será requerido a quienes la hayan recibido.
Los cristianos interpretan Romanos 13 de
diferentes maneras. Todos los cristianos estamos de acuerdo en que debemos
vivir en paz con el estado, siempre y cuando este nos permita obrar de acuerdo
a nuestras convicciones religiosas. Por cientos de años, sin embargo, ha habido
al menos tres interpretaciones de cómo debemos hacerlo.
(1) Algunos
cristianos creen que el estado es demasiado corrupto y que por lo tanto deben
relacionarse con él lo menos posible. Aunque deben ser buenos ciudadanos
mientras puedan sin comprometer sus creencias, los cristianos no deben trabajar
para el gobierno, ni votar en las elecciones, ni servir en el ejército.
(2) Otros creen
que Dios ha dado al estado autoridad en ciertos asuntos y a la iglesia en
otros. Los cristianos pueden ser leales a ambos y pueden trabajar para
cualquiera de los dos. Sin embargo, no deben confundirlos a los dos. La iglesia
y el estado tienen intereses en esferas totalmente diferentes, la espiritual y
la física, que se complementan pero no actúan juntas.
(3) Otros
creyentes piensan que los cristianos tienen la responsabilidad de lograr que el
estado mejore. Lo pueden hacer desde el campo político, eligiendo cristianos u
otros líderes con altos principios. También lo pueden hacer en lo moral,
sirviendo de influencia positiva en la sociedad. Según este punto de vista,
idealmente la iglesia y el estado han de trabajar juntos para el bien de todos.
Ninguno de estos
puntos de vista defiende la rebelión ni rechaza la obediencia a las leyes o
regulaciones establecidas por las autoridades, a menos que estas demanden con
claridad que se violen normas morales reveladas por Dios. Dondequiera que nos
hallemos, debemos actuar como ciudadanos y cristianos responsables.
13. 2
La gracia del evangelio nos enseña
sumisión y silencio cuando el orgullo y la mente carnal sólo ven motivos para
murmurar y estar descontentos. Sean quienes sean las personas que ejercen
autoridad sobre nosotros, debemos someternos y obedecer el justo poder que
tienen. En el transcurso general de los asuntos humanos, los reyes no son
terror para los súbditos honestos, tranquilos y buenos, sino para los
malhechores. Tal es el poder del pecado y de la corrupción que muchos son
refrenados de delinquir sólo por el miedo al castigo. Tú tienes el beneficio
del gobierno, por tanto, haz lo que puedas por conservarlo, y nada para
perturbarlo. Esto es una orden para que los individuos se comporten con
tranquilidad y paz donde Dios los haya puesto, 1 Timoteo 2; 1, 2. Los
cristianos no deben usar trucos ni fraudes. Todo contrabando, tráfico de
mercaderías de contrabando, la retención o evasión de los impuestos,
constituyen una rebelión contra el mandamiento expreso de Dios. De esta manera,
se roba a los vecinos honestos, que tendrán que pagar más, y se fomentan los
delitos de los contrabandistas y otros que se les asocian. Duele que algunos
profesantes del evangelio estimulen tales costumbres deshonestas. Conviene que
todos los cristianos aprendan y practiquen la lección que aquí se enseña, para
que los santos de la tierra sean siempre hallados como los tranquilos y
pacíficos de la tierra, no importa cómo sean los demás.
Aunque obedecer
a las autoridades de este mundo es la regla general, un claro principio bíblico
es que deberíamos desobedecer si el gobierno obliga a pecar, porque la lealtad
hacia Dios siempre tiene prioridad sobre cualquier autoridad humana (Ester_4:16; Daniel_3:12-18; Daniel_3:6-10; Mateo_2:12; Hechos_5:29;
Hebreos_11:23).
13.3, 4
Cuando las autoridades civiles son injustas, las personas honestas temen. En
este versículo, Pablo se refiere a los magistrados que cumplen con su tarea.
Cuando son justos, los que actúan con honestidad no tienen nada que temer. Cuando
funcionarios gubernamentales utilizan la fuerza para reprimir o castigar el mal
no están actuando equivocadamente. Algunos estudiosos piensan que el hecho de que
Dios autorice al gobierno como su siervo a utilizar la fuerza, hasta el punto
de privar a alguien de su vida, no contradice el mandamiento: «No matarás» de Éxodo_20:13. La palabra usada en ese mandamiento se
refiere al asesinato criminal y no incluye el procedimiento judicial por el
cual alguien pierde la vida, ni se refiere al «matar» en la guerra, acciones
que se expresan con otras palabras en el AT.
13.5 Pablo
ofrece dos razones por las que debemos obedecer al gobierno:
1) por razón del castigo que el gobierno
ejecuta contra quien comete un delito.
2) por causa de la conciencia limpia que
queremos mantener delante de Dios, que ha establecido el gobierno y nos manda a
obedecerlo. Esta segunda razón significa que aun cuando no exista ninguna
amenaza de ser arrestado o castigado, los cristianos deben obedecer
estrictamente las previsiones legales.
Esto se ha dicho
tocante a la magistratura en general,
considerada como ordenanza divina; y lo dicho se aplica igualmente a todas las
formas de gobierno, desde el despotismo desenfrenado—tal como el que florecía
cuando se dictaban estas palabras, bajo el emperador Nerón—hasta la democracia
pura. Aquí se deja sin tocar el derecho inalienable de alterar o mejorar la
forma de gobierno bajo el cual ellos vivían. Pero, por cuanto se acusaba
constantemente a los cristianos de trastornar el mundo, y por cuanto había en
el cristianismo suficientes elementos para producir una revolución moral y
espiritual—y así dar plausibilidad a la acusación—y para tentar a los nobles
espíritus, oprimidos bajo el gobierno malo, a tomar la corrección en sus
propias manos, era de especial significancia que el pacífico, sumiso, leal
espíritu de aquellos cristianos que vivían en la gran sede del poder político,
diera pruebas visibles que refutaran dicha acusación.
13.6
“Esta
es la razón por la cual pagáis las contribuciones necesarias para mantener el
gobierno civil.” Después de referirse a los magistrados el apóstol escribe
ahora tocante a los demás oficiales, y después acerca de los hombres que
tuvieren alguna relación con nosotros.
13. 7 Tanto
Pablo como Jesús instan a los creyentes a pagar el impuesto exigido por
el gobierno romano, que ciertamente no era inocente ni justo en todas sus
acciones. Al igual que con todos los mandamientos de Dios, debemos de obedecer
en esto con alegría, no a regañadientes. Cada vez que nos sintamos desalentados
con las imperfecciones de nuestro gobierno, o atribulados a causa de las cargas
impositivas que éste nos impone, haríamos bien en recordar que la alternativa a
ello, la anarquía, es mucho peor (véase Jue 17-21).
13.8
El tiempo presente de la prohibición debe ser traducido como: «No continúes debiéndole
a nadie nada». El versículo probablemente no prohibía todo tipo de deudas, pero
ciertamente no aprueba una actitud condescendiente ante el endeudamiento, o la
idea de que endeudarse es algo normal. Es decir: “Desembarazaos de todas las
obligaciones menos el amor, el que es una deuda que nunca se termina de pagar.”
Porque la ley misma no es sino el amor en acción multiforme, considerado como
un asunto de deber.
¿Por qué el amor
a otros se considera una deuda? Estamos permanentemente en deuda con Cristo por
su amor sin límites derramado a nuestro favor. La única forma en que podemos
empezar a pagar la deuda es amando a otros. Si realmente comprendemos y
seguimos el mandamiento de amar al prójimo, cumpliremos todos los deberes
sociales y especialmente aquellos mandamientos que tienen que ver con las
relaciones humanas. Ya que el amor de Cristo siempre será infinitamente
superior al nuestro, tenemos la obligación de amar a nuestro prójimo. Los
cristianos deben evitar los gastos inútiles y tener cuidado de no contraer
deudas que no puedan pagar. También deben alejarse de toda especulación
aventurera y de los compromisos precipitados, y de todo lo que puedan
exponerlos al peligro de no dar a cada uno lo que le es debido. No debáis nada
a nadie. Dad a cada uno lo que le corresponda. No gastéis en vosotros lo que
debe al prójimo. Sin embargo, muchos de los que son muy sensibles a los
problemas, piensan poco del pecado de endeudarse.
El amor al
prójimo incluye todos los deberes de la segunda tabla (de los mandamientos).
Los últimos cinco mandamientos se resumen en esta ley real: Amarás a tu prójimo
como a ti mismo; con la misma sinceridad con que te amas a ti, aunque no en la
misma medida y grado. El que ama a su prójimo como a sí mismo, deseará el
bienestar de su prójimo. Sobre este se edifica la regla de oro: hacer como
queremos que nos hagan. El amor es un principio activo de obediencia de toda la
ley. No sólo evitemos el daño a las personas, las conexiones, la propiedad y el
carácter de los hombres, pero no hagamos ninguna clase ni grado de mal a nadie,
y ocupémonos de ser útiles en cada situación de la vida.
13.9
El amor compendia la ley moral de Dios,
aunque lo que sirve de síntesis no debe contradecir ningún aspecto de lo
recopilado. De ahí que decir que el amor por el prójimo exige quebrar de vez en
cuando alguno de los mandamientos de Dios (como en una «situación límite») es
mal interpretar la Escritura.
A veces tenemos
la idea de que amarse uno mismo es malo. Pero si este fuera el caso, sería vano
amar al prójimo como a nosotros mismos. Pablo explica lo que significa amarse.
A pesar de que usted quizás tenga un bajo concepto de sí mismo, dudo que vaya a
estar dispuesto a dejar de comer. Se viste razonablemente bien. Procura que
exista un techo sobre su cabeza. Trata de que no lo defrauden ni injurien. Y se
enfurece si alguien trata de arruinar su matrimonio. Este es el tipo de amor
que debemos brindar a nuestro prójimo. ¿Se preocupa usted de que otros se
alimenten, tengan ropa y vivienda? ¿Nos preocupan los asuntos relacionados con
la justicia social? Amar a otros como a nosotros mismos significa participar
activamente en que las necesidades de otros se suplan. Es interesante, pero es
muy raro que entre los que se preocupan por otros antes que por ellos mismos se
hallen personas que sufran de una baja autoestima.
13.10
Ya que el amor, por su misma naturaleza, se deleita en agradar al prójimo, su
misma existencia es una seguridad eficaz en contra de toda injuria voluntaria
al mismo. En seguida se dan motivos generales para el fiel desempeño de estas
obligaciones
Los cristianos
deben someterse a la ley del amor, que reemplaza a las leyes religiosas y
civiles. ¡Cuán fácil es disculpar nuestra indiferencia hacia otros alegando no
tener obligación legal de ayudarles, e incluso justificar el daño que les
causamos si lo que les hacemos es técnicamente legal! Pero Jesús no deja
brechas en la ley del amor. Cuando el amor lo demande, debemos estar dispuestos
a ir aún más allá de los requisitos legales e imitar al Dios de amor. Si desea
más información sobre la ley del amor, Santiago 2:8-9; Santiago_4:11
y 1Pedro_2:16-17.
13.11
Esto
está en consonancia con toda la enseñanza de nuestro Señor, que representa como
cercano el día decisivo de la segunda aparición de Cristo, para que los
creyentes estén siempre en la actitud de expectación alerta, pero sin
referencia alguna a la proximidad ni distancia cronológicas de dicho evento. Pablo
insiste en una norma moral elevada de conducta, teniendo especialmente en
cuenta la proximidad del regreso del Señor, cuando se consumará nuestra salvación.
13.12- Es decir, “apartémonos de todas las obras que
atañen al reino y al período de las tinieblas, con las que, por ser seguidores
del Salvador resucitado, nuestra conexión ha sido disuelta.
La noche se refiere al tiempo presente
de maldad. El día alude al
regreso de Cristo. Algunas personas se sorprenden de que Pablo incluya
contiendas y envidias en la lista en que están los crasos y obvios pecados de
glotonería, borrachera y lascivia. Como Jesús en su Sermón del Monte (Mateo 5-7), Pablo considera que las actitudes son tan
importantes como las acciones. Así como el odio lleva al asesinato, el celo
conduce a la contienda y la lascivia al adulterio. Cuando Cristo vuelva, quiere
hallar a su pueblo limpio por dentro y por fuera.
13.13
Aquí
se enseñan cuatro cosas, como una lista del trabajo diario del cristiano.
Cuando despertarse: ahora; y despertarse del sueño de la seguridad carnal, la
pereza y la negligencia; despertarse del sueño de la muerte espiritual, y del
sueño de la muerte espiritual. Considera el tiempo: un tiempo ocupado, un
tiempo peligroso. Además, la salvación está cerca, a la mano. Ocupémonos de
nuestro camino y hagamos nuestra paz, que estamos más cerca del final de
nuestro viaje.
Además,
preparémonos. La noche casi ha pasado, el día está a la mano; por tanto, es
tiempo de vestirnos. Obsérvese qué debemos quitarnos: la ropa usada en la
noche. Desechad las obras pecaminosas de las tinieblas. Obsérvese qué debemos
ponernos, cómo vestir nuestras almas. Vestíos la armadura de la luz. El
cristiano debe reconocerse desnudo si no está armado. Las gracias del Espíritu
son esta armadura, para asegurar al alma contra las tentaciones de Satanás y
los ataques del presente mundo malo. Vestíos de Cristo: eso lo incluye todo.
Vestíos de la justicia de Dios para la justificación. Vestíos el Espíritu y la
gracia de Cristo para santificación. Debéis vestiros del Señor Jesucristo como
Señor que os gobierna, como Jesús que os salva; y en ambos casos, como Cristo
ungido y nombrado por el Padre para la obra de reinar y salvar.
Cómo caminar.
Cuando estamos de pie y listos, no tenemos que sentarnos tranquilamente, sino
salir afuera: andemos. El cristianismo nos enseña a andar para complacer a Dios
que nos ve siempre. Anda honestamente, como de día evitando las obras de las
tinieblas. Donde hay tumultos y ebriedad suele haber libertinaje y lascivia,
discordia y envidia. Salomón las juntó a todas, Proverbios
23; 29-35. Fíjate en la provisión que harás. Nuestro mayor cuidado debe
ser por nuestras almas: ¿pero debemos no cuidar nuestros cuerpos? Sí, pero hay
dos cosas prohibidas. Confundirnos con afán ansioso y perturbador, y darnos el
gusto de los deseos ilícitos. Las necesidades naturales deben ser suplidas,
pero hay que controlar y negarse los malos apetitos. Nuestro deber es pedir
carne para nuestras necesidades, se nos enseña a orar pidiendo el pan
cotidiano, pero pedir carne para nuestras lujurias es provocar a Dios.
Los hombres
escogen la noche para sus orgías, pero nuestra noche ha pasado, porque somos
hijos de la luz y del día: hagamos pues solamente aquello que puede exhibirse a
la luz de tal día. Es decir,
formas variadas de intemperancia, que representa la jarana en general, la cual
comúnmente termina en borrachera. Formas
varias de aquel sentimiento venenoso entre los hombres que anulan la ley del
amor.
El camino de la
excelencia moral tiene dos vías. La positiva: Debemos vestirnos del Señor Jesucristo, someternos a su
voluntad, aceptar sus normas morales, vivir en constante compañerismo con él y
depender de su fuerza. La negativa: No debemos hacer provisión para los deseos de la carne, sus
reclamos y apetitos (Gálatas_5:16-25).
13.14
¿Cómo nos vestimos del Señor Jesucristo? Primero, nos identificamos con El
mediante el bautismo (Gálatas_3:27). Esto
demuestra nuestra solidaridad con otros cristianos y con la muerte, sepultura y
resurrección de Jesucristo. Segundo, demostramos las cualidades que Jesús
reveló mientras estuvo en la tierra: amor, humildad, verdad, servicio. Nos
preguntamos qué haría Jesús en nuestro lugar (Efesios_4:24-32;
Colosenses_3:10-17). Tampoco debemos dar a nuestros deseos ninguna
oportunidad de llevarnos a pecar. Evitemos las situaciones que abran la puerta
a satisfacer deseos pecaminosos.
Podemos decir:
“no prestéis atención alguna a la concupiscencia de vuestra naturaleza
corrupta, para lograr la satisfacción de la misma.”
En resumen:
(1) ¡Cuán
gloriosamente se adapta el cristianismo a la sociedad en todas las condiciones!
Como no está en pugna directa con ningunas formas específicas de gobierno,
tampoco recomienda ninguna. Mientras que sus santos y benignos principios
aseguran la abolición final de todo gobierno inicuo, el respeto que ensefña
hacia la magistratura, bajo la forma que fuere, como institución divina,
asegura la lealtad y la apacibilidad de sus discípulos en medio de toda la
turbulencia y las distracciones de la sociedad civil, y hace que sus preceptos
sean provechosos a los mejores intereses de todos los estados los cuales le dan
acogida dentro de sus términos; y en este sentido, así como en todo otro, los
cristianos vienen a ser “la sal de la tierra, la luz del mundo” ( 1-5).
(2) El
cristianismo es el gran remedio para la purificación y la elevación de todas
las relaciones sociales, que inspira la prontitud en el desempeño de todas las
obligaciones, y que, más que todo, implanta en sus discípulos aquel amor que
asegura a todos los hombres en contra de todo peligro, por cuanto es el
cumplimiento de la ley (6-10).
(3) La rápida
marcha del reino de Dios, la etapa a que hemos llegado en el avance del mismo,
y la siempre creciente aproximación del día perfecto—tanto más cercano a cada
creyente cuanto más tiempo vive—debiera inspirar a todos los hijos de luz a
“redimir el tiempo;” y puesto que anhelan tales cosas, a ser diligentes, para
que sean hallados por él en paz, sin mancha y sin culpa (2Pedro_3:14).
(4) Por causa
del “poder expulsivo que produce un afecto nuevo y más poderoso,” el gran
secreto de una santidad perseverante en toda suerte de conversación, será
hallado en que “Cristo está en nosotros, quien es la esperanza de la gloria” (Colosenses_1:27), y en estar “vestidos de Cristo,” siendo
ésta la única forma en que podemos brillar delante de los hombres (2Colosenses_3:3) (13- 14).