} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: ROMANOS 13; 1-14

lunes, 15 de febrero de 2016

ROMANOS 13; 1-14

13.1 ¿Hay momentos en los que uno tiene que desobedecer a las autoridades? No debemos permitir que los gobernantes nos obliguen a desobedecer a Dios. Jesús y sus apóstoles nunca desobedecieron a las autoridades por razones personales; cuando lo hicieron fue por ser leales a Dios. Su desobediencia les costó caro: los amenazaron, los golpearon, los pusieron en prisión, los torturaron y los ejecutaron por sus convicciones. Como ellos, si nos vemos obligados a desobedecer, debemos estar dispuestos a sufrir las consecuencias.
  Pablo exhorta a sus lectores a cumplir sus deberes con el estado.

  Daniel_4:32;  Salmo_75:6-7. Pablo no sugiere que Dios aprueba un gobierno corrupto, funcionarios sin Dios o una legislación injusta. Algunas veces, sin embargo, en castigo por los pecados de la gente, o por otras razones sólo por Dios conocidas, el Señor permite que gobernantes malvados detenten el poder por un tiempo, como los profetas del AT testificaron frecuentemente. En teoría, Dios concede autoridad para servir a fines elevados. Cómo se ejerce esta autoridad le será requerido a quienes la hayan recibido.

  Los cristianos interpretan Romanos 13 de diferentes maneras. Todos los cristianos estamos de acuerdo en que debemos vivir en paz con el estado, siempre y cuando este nos permita obrar de acuerdo a nuestras convicciones religiosas. Por cientos de años, sin embargo, ha habido al menos tres interpretaciones de cómo debemos hacerlo.
(1) Algunos cristianos creen que el estado es demasiado corrupto y que por lo tanto deben relacionarse con él lo menos posible. Aunque deben ser buenos ciudadanos mientras puedan sin comprometer sus creencias, los cristianos no deben trabajar para el gobierno, ni votar en las elecciones, ni servir en el ejército.
(2) Otros creen que Dios ha dado al estado autoridad en ciertos asuntos y a la iglesia en otros. Los cristianos pueden ser leales a ambos y pueden trabajar para cualquiera de los dos. Sin embargo, no deben confundirlos a los dos. La iglesia y el estado tienen intereses en esferas totalmente diferentes, la espiritual y la física, que se complementan pero no actúan juntas.
(3) Otros creyentes piensan que los cristianos tienen la responsabilidad de lograr que el estado mejore. Lo pueden hacer desde el campo político, eligiendo cristianos u otros líderes con altos principios. También lo pueden hacer en lo moral, sirviendo de influencia positiva en la sociedad. Según este punto de vista, idealmente la iglesia y el estado han de trabajar juntos para el bien de todos.
Ninguno de estos puntos de vista defiende la rebelión ni rechaza la obediencia a las leyes o regulaciones establecidas por las autoridades, a menos que estas demanden con claridad que se violen normas morales reveladas por Dios. Dondequiera que nos hallemos, debemos actuar como ciudadanos y cristianos responsables.

13. 2 La gracia del evangelio nos enseña sumisión y silencio cuando el orgullo y la mente carnal sólo ven motivos para murmurar y estar descontentos. Sean quienes sean las personas que ejercen autoridad sobre nosotros, debemos someternos y obedecer el justo poder que tienen. En el transcurso general de los asuntos humanos, los reyes no son terror para los súbditos honestos, tranquilos y buenos, sino para los malhechores. Tal es el poder del pecado y de la corrupción que muchos son refrenados de delinquir sólo por el miedo al castigo. Tú tienes el beneficio del gobierno, por tanto, haz lo que puedas por conservarlo, y nada para perturbarlo. Esto es una orden para que los individuos se comporten con tranquilidad y paz donde Dios los haya puesto, 1 Timoteo 2; 1, 2. Los cristianos no deben usar trucos ni fraudes. Todo contrabando, tráfico de mercaderías de contrabando, la retención o evasión de los impuestos, constituyen una rebelión contra el mandamiento expreso de Dios. De esta manera, se roba a los vecinos honestos, que tendrán que pagar más, y se fomentan los delitos de los contrabandistas y otros que se les asocian. Duele que algunos profesantes del evangelio estimulen tales costumbres deshonestas. Conviene que todos los cristianos aprendan y practiquen la lección que aquí se enseña, para que los santos de la tierra sean siempre hallados como los tranquilos y pacíficos de la tierra, no importa cómo sean los demás.
Aunque obedecer a las autoridades de este mundo es la regla general, un claro principio bíblico es que deberíamos desobedecer si el gobierno obliga a pecar, porque la lealtad hacia Dios siempre tiene prioridad sobre cualquier autoridad humana (Ester_4:16; Daniel_3:12-18; Daniel_3:6-10; Mateo_2:12; Hechos_5:29; Hebreos_11:23).

13.3, 4 Cuando las autoridades civiles son injustas, las personas honestas temen. En este versículo, Pablo se refiere a los magistrados que cumplen con su tarea. Cuando son justos, los que actúan con honestidad no tienen nada que temer. Cuando funcionarios gubernamentales utilizan la fuerza para reprimir o castigar el mal no están actuando equivocadamente.   Algunos estudiosos piensan que el hecho de que Dios autorice al gobierno como su siervo a utilizar la fuerza, hasta el punto de privar a alguien de su vida, no contradice el mandamiento: «No matarás» de Éxodo_20:13. La palabra usada en ese mandamiento se refiere al asesinato criminal y no incluye el procedimiento judicial por el cual alguien pierde la vida, ni se refiere al «matar» en la guerra, acciones que se expresan con otras palabras en el AT.


 13.5 Pablo ofrece dos razones por las que debemos obedecer al gobierno:
 1) por razón del castigo que el gobierno ejecuta contra quien comete un delito.
2) por causa de la conciencia limpia que queremos mantener delante de Dios, que ha establecido el gobierno y nos manda a obedecerlo. Esta segunda razón significa que aun cuando no exista ninguna amenaza de ser arrestado o castigado, los cristianos deben obedecer estrictamente las previsiones legales.

Esto se ha dicho tocante a la magistratura en general, considerada como ordenanza divina; y lo dicho se aplica igualmente a todas las formas de gobierno, desde el despotismo desenfrenado—tal como el que florecía cuando se dictaban estas palabras, bajo el emperador Nerón—hasta la democracia pura. Aquí se deja sin tocar el derecho inalienable de alterar o mejorar la forma de gobierno bajo el cual ellos vivían. Pero, por cuanto se acusaba constantemente a los cristianos de trastornar el mundo, y por cuanto había en el cristianismo suficientes elementos para producir una revolución moral y espiritual—y así dar plausibilidad a la acusación—y para tentar a los nobles espíritus, oprimidos bajo el gobierno malo, a tomar la corrección en sus propias manos, era de especial significancia que el pacífico, sumiso, leal espíritu de aquellos cristianos que vivían en la gran sede del poder político, diera pruebas visibles que refutaran dicha acusación.

13.6 “Esta es la razón por la cual pagáis las contribuciones necesarias para mantener el gobierno civil.” Después de referirse a los magistrados el apóstol escribe ahora tocante a los demás oficiales, y después acerca de los hombres que tuvieren alguna relación con nosotros.  

13. 7 Tanto Pablo como Jesús instan a los creyentes a pagar el impuesto exigido por el gobierno romano, que ciertamente no era inocente ni justo en todas sus acciones. Al igual que con todos los mandamientos de Dios, debemos de obedecer en esto con alegría, no a regañadientes. Cada vez que nos sintamos desalentados con las imperfecciones de nuestro gobierno, o atribulados a causa de las cargas impositivas que éste nos impone, haríamos bien en recordar que la alternativa a ello, la anarquía, es mucho peor (véase Jue 17-21).


13.8 El tiempo presente de la prohibición debe ser traducido como: «No continúes debiéndole a nadie nada». El versículo probablemente no prohibía todo tipo de deudas, pero ciertamente no aprueba una actitud condescendiente ante el endeudamiento, o la idea de que endeudarse es algo normal. Es decir: “Desembarazaos de todas las obligaciones menos el amor, el que es una deuda que nunca se termina de pagar.” Porque la ley misma no es sino el amor en acción multiforme, considerado como un asunto de deber.
¿Por qué el amor a otros se considera una deuda? Estamos permanentemente en deuda con Cristo por su amor sin límites derramado a nuestro favor. La única forma en que podemos empezar a pagar la deuda es amando a otros. Si realmente comprendemos y seguimos el mandamiento de amar al prójimo, cumpliremos todos los deberes sociales y especialmente aquellos mandamientos que tienen que ver con las relaciones humanas. Ya que el amor de Cristo siempre será infinitamente superior al nuestro, tenemos la obligación de amar a nuestro prójimo. Los cristianos deben evitar los gastos inútiles y tener cuidado de no contraer deudas que no puedan pagar. También deben alejarse de toda especulación aventurera y de los compromisos precipitados, y de todo lo que puedan exponerlos al peligro de no dar a cada uno lo que le es debido. No debáis nada a nadie. Dad a cada uno lo que le corresponda. No gastéis en vosotros lo que debe al prójimo. Sin embargo, muchos de los que son muy sensibles a los problemas, piensan poco del pecado de endeudarse.
El amor al prójimo incluye todos los deberes de la segunda tabla (de los mandamientos). Los últimos cinco mandamientos se resumen en esta ley real: Amarás a tu prójimo como a ti mismo; con la misma sinceridad con que te amas a ti, aunque no en la misma medida y grado. El que ama a su prójimo como a sí mismo, deseará el bienestar de su prójimo. Sobre este se edifica la regla de oro: hacer como queremos que nos hagan. El amor es un principio activo de obediencia de toda la ley. No sólo evitemos el daño a las personas, las conexiones, la propiedad y el carácter de los hombres, pero no hagamos ninguna clase ni grado de mal a nadie, y ocupémonos de ser útiles en cada situación de la vida.


13.9  El amor compendia la ley moral de Dios, aunque lo que sirve de síntesis no debe contradecir ningún aspecto de lo recopilado. De ahí que decir que el amor por el prójimo exige quebrar de vez en cuando alguno de los mandamientos de Dios (como en una «situación límite») es mal interpretar la Escritura.
A veces tenemos la idea de que amarse uno mismo es malo. Pero si este fuera el caso, sería vano amar al prójimo como a nosotros mismos. Pablo explica lo que significa amarse. A pesar de que usted quizás tenga un bajo concepto de sí mismo, dudo que vaya a estar dispuesto a dejar de comer. Se viste razonablemente bien. Procura que exista un techo sobre su cabeza. Trata de que no lo defrauden ni injurien. Y se enfurece si alguien trata de arruinar su matrimonio. Este es el tipo de amor que debemos brindar a nuestro prójimo. ¿Se preocupa usted de que otros se alimenten, tengan ropa y vivienda? ¿Nos preocupan los asuntos relacionados con la justicia social? Amar a otros como a nosotros mismos significa participar activamente en que las necesidades de otros se suplan. Es interesante, pero es muy raro que entre los que se preocupan por otros antes que por ellos mismos se hallen personas que sufran de una baja autoestima.

13.10 Ya que el amor, por su misma naturaleza, se deleita en agradar al prójimo, su misma existencia es una seguridad eficaz en contra de toda injuria voluntaria al mismo. En seguida se dan motivos generales para el fiel desempeño de estas obligaciones
Los cristianos deben someterse a la ley del amor, que reemplaza a las leyes religiosas y civiles. ¡Cuán fácil es disculpar nuestra indiferencia hacia otros alegando no tener obligación legal de ayudarles, e incluso justificar el daño que les causamos si lo que les hacemos es técnicamente legal! Pero Jesús no deja brechas en la ley del amor. Cuando el amor lo demande, debemos estar dispuestos a ir aún más allá de los requisitos legales e imitar al Dios de amor. Si desea más información sobre la ley del amor, Santiago 2:8-9; Santiago_4:11 y 1Pedro_2:16-17.

13.11 Esto está en consonancia con toda la enseñanza de nuestro Señor, que representa como cercano el día decisivo de la segunda aparición de Cristo, para que los creyentes estén siempre en la actitud de expectación alerta, pero sin referencia alguna a la proximidad ni distancia cronológicas de dicho evento. Pablo insiste en una norma moral elevada de conducta, teniendo especialmente en cuenta la proximidad del regreso del Señor, cuando se consumará nuestra salvación.


13.12-  Es decir, “apartémonos de todas las obras que atañen al reino y al período de las tinieblas, con las que, por ser seguidores del Salvador resucitado, nuestra conexión ha sido disuelta.
La noche se refiere al tiempo presente de maldad. El día alude al regreso de Cristo. Algunas personas se sorprenden de que Pablo incluya contiendas y envidias en la lista en que están los crasos y obvios pecados de glotonería, borrachera y lascivia. Como Jesús en su Sermón del Monte (Mateo 5-7), Pablo considera que las actitudes son tan importantes como las acciones. Así como el odio lleva al asesinato, el celo conduce a la contienda y la lascivia al adulterio. Cuando Cristo vuelva, quiere hallar a su pueblo limpio por dentro y por fuera.

13.13 Aquí se enseñan cuatro cosas, como una lista del trabajo diario del cristiano. Cuando despertarse: ahora; y despertarse del sueño de la seguridad carnal, la pereza y la negligencia; despertarse del sueño de la muerte espiritual, y del sueño de la muerte espiritual. Considera el tiempo: un tiempo ocupado, un tiempo peligroso. Además, la salvación está cerca, a la mano. Ocupémonos de nuestro camino y hagamos nuestra paz, que estamos más cerca del final de nuestro viaje.
Además, preparémonos. La noche casi ha pasado, el día está a la mano; por tanto, es tiempo de vestirnos. Obsérvese qué debemos quitarnos: la ropa usada en la noche. Desechad las obras pecaminosas de las tinieblas. Obsérvese qué debemos ponernos, cómo vestir nuestras almas. Vestíos la armadura de la luz. El cristiano debe reconocerse desnudo si no está armado. Las gracias del Espíritu son esta armadura, para asegurar al alma contra las tentaciones de Satanás y los ataques del presente mundo malo. Vestíos de Cristo: eso lo incluye todo. Vestíos de la justicia de Dios para la justificación. Vestíos el Espíritu y la gracia de Cristo para santificación. Debéis vestiros del Señor Jesucristo como Señor que os gobierna, como Jesús que os salva; y en ambos casos, como Cristo ungido y nombrado por el Padre para la obra de reinar y salvar.
Cómo caminar. Cuando estamos de pie y listos, no tenemos que sentarnos tranquilamente, sino salir afuera: andemos. El cristianismo nos enseña a andar para complacer a Dios que nos ve siempre. Anda honestamente, como de día evitando las obras de las tinieblas. Donde hay tumultos y ebriedad suele haber libertinaje y lascivia, discordia y envidia. Salomón las juntó a todas, Proverbios 23; 29-35. Fíjate en la provisión que harás. Nuestro mayor cuidado debe ser por nuestras almas: ¿pero debemos no cuidar nuestros cuerpos? Sí, pero hay dos cosas prohibidas. Confundirnos con afán ansioso y perturbador, y darnos el gusto de los deseos ilícitos. Las necesidades naturales deben ser suplidas, pero hay que controlar y negarse los malos apetitos. Nuestro deber es pedir carne para nuestras necesidades, se nos enseña a orar pidiendo el pan cotidiano, pero pedir carne para nuestras lujurias es provocar a Dios.
Los hombres escogen la noche para sus orgías, pero nuestra noche ha pasado, porque somos hijos de la luz y del día: hagamos pues solamente aquello que puede exhibirse a la luz de tal día.  Es decir, formas variadas de intemperancia, que representa la jarana en general, la cual comúnmente termina en borrachera.  Formas varias de aquel sentimiento venenoso entre los hombres que anulan la ley del amor.
El camino de la excelencia moral tiene dos vías. La positiva: Debemos vestirnos del Señor Jesucristo, someternos a su voluntad, aceptar sus normas morales, vivir en constante compañerismo con él y depender de su fuerza. La negativa: No debemos hacer provisión para los deseos de la carne, sus reclamos y apetitos (Gálatas_5:16-25).


13.14 ¿Cómo nos vestimos del Señor Jesucristo? Primero, nos identificamos con El mediante el bautismo (Gálatas_3:27). Esto demuestra nuestra solidaridad con otros cristianos y con la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo. Segundo, demostramos las cualidades que Jesús reveló mientras estuvo en la tierra: amor, humildad, verdad, servicio. Nos preguntamos qué haría Jesús en nuestro lugar (Efesios_4:24-32; Colosenses_3:10-17). Tampoco debemos dar a nuestros deseos ninguna oportunidad de llevarnos a pecar. Evitemos las situaciones que abran la puerta a satisfacer deseos pecaminosos.
Podemos decir: “no prestéis atención alguna a la concupiscencia de vuestra naturaleza corrupta, para lograr la satisfacción de la misma.”
En resumen:
(1) ¡Cuán gloriosamente se adapta el cristianismo a la sociedad en todas las condiciones! Como no está en pugna directa con ningunas formas específicas de gobierno, tampoco recomienda ninguna. Mientras que sus santos y benignos principios aseguran la abolición final de todo gobierno inicuo, el respeto que ensefña hacia la magistratura, bajo la forma que fuere, como institución divina, asegura la lealtad y la apacibilidad de sus discípulos en medio de toda la turbulencia y las distracciones de la sociedad civil, y hace que sus preceptos sean provechosos a los mejores intereses de todos los estados los cuales le dan acogida dentro de sus términos; y en este sentido, así como en todo otro, los cristianos vienen a ser “la sal de la tierra, la luz del mundo” ( 1-5).
(2) El cristianismo es el gran remedio para la purificación y la elevación de todas las relaciones sociales, que inspira la prontitud en el desempeño de todas las obligaciones, y que, más que todo, implanta en sus discípulos aquel amor que asegura a todos los hombres en contra de todo peligro, por cuanto es el cumplimiento de la ley (6-10).
(3) La rápida marcha del reino de Dios, la etapa a que hemos llegado en el avance del mismo, y la siempre creciente aproximación del día perfecto—tanto más cercano a cada creyente cuanto más tiempo vive—debiera inspirar a todos los hijos de luz a “redimir el tiempo;” y puesto que anhelan tales cosas, a ser diligentes, para que sean hallados por él en paz, sin mancha y sin culpa (2Pedro_3:14).
(4) Por causa del “poder expulsivo que produce un afecto nuevo y más poderoso,” el gran secreto de una santidad perseverante en toda suerte de conversación, será hallado en que “Cristo está en nosotros, quien es la esperanza de la gloria” (Colosenses_1:27), y en estar “vestidos de Cristo,” siendo ésta la única forma en que podemos brillar delante de los hombres (2Colosenses_3:3) (13- 14).