15.1
Debemos pensar menos en lo que podemos lícitamente hacer, que en la forma como
nuestra conducta afectará a otros.
La libertad
cristiana se permitió, no para nuestro placer, sino para la gloria de Dios y
para bien del prójimo. El que tiene
madurez debe abstenerse de usar su libertad cuando pudiera causar tropiezo a
otros más débiles.
15.2
Si solo nos proponemos agradar a nuestro prójimo, lo único que haremos es
complacer a la gente. Debemos agradar a nuestro prójimo por el bien de su alma;
no para servir su malvada voluntad, ni contentarlo de manera pecaminosa; si así
buscamos agradar a los hombres, no somos siervos de Cristo.
Pablo se opone a esto (Gálatas 1:10). Pero debemos echar a un lado la obstinación y la
autocomplacencia a fin de edificar a otros para bien. Nuestras convicciones
cristianas no deben ser un disfraz para ser insensibles con nuestros hermanos.
15.3
Toda la vida de Cristo fue una vida de negación y no agradarse a sí mismo. El
que más se conforma a Cristo es el cristiano más avanzado. Considerando su
pureza y santidad inmaculadas, nada podía ser más contrario a Él, que ser hecho
pecado y maldición por nosotros, y que cayeran sobre Él los reproches de Dios:
el justo por el injusto. Él llevó la culpa del pecado, y la maldición de éste;
nosotros sólo somos llamados a soportar un poco del problema. Él llevó los
pecados impertinentes del impío; nosotros sólo somos llamados a soportar las
fallas del débil.
15.4
El conocimiento de las Escrituras influye en nuestra actitud hacia el presente
y el futuro. Cuanto más sepamos de lo que Dios hizo en el pasado, mayor será la
confianza que tengamos acerca de lo que hará en los días venideros. Debiéramos
leer la Biblia con diligencia para incrementar nuestra confianza en el hecho de
que la voluntad de Dios es lo mejor para nosotros. Las Escrituras se
escribieron para que nosotros las usemos y nos beneficiemos, tanto como para
aquellos a los que se dieron primeramente. Es decir: “No penséis que por cuanto
estas palabras de la Escritura tienen íntima relacion con Cristo, sean
inaplicables a vosotros; porque aunque los padecimientos de Cristo, como
Salvador, fueron exclusivamente suyos propios, los motives que los
impulsaron, el espíritu con que los sobrellevó, y el principio
general en toda su obra es decir, el sacrificio de sí mismo en bien de
otros, proporcionan nuestro modelo más perfecto y más hermoso; y así, toda
Escritura que se relaciona con los padecimientos de Cristo, es para nuestra
instrucción; y por cuanto el deber de la tolerancia, de parte de los
fuertes para con los débiles, requiere “la paciencia,” y ésta a su vez necesita
“la consolación,” todas aquellas Escrituras que hablan de la paciencia y
de la consolación, particularmente de la paciencia de Cristo y de la
consolación que le sostuvo en sus sufrimientos, nos suministran la “esperanza”
del día bendito cuando éstas no hagan falta más.
Los más
poderosos en las Escrituras son los más doctos. El consuelo que surge de la
palabra de Dios es lo más seguro, dulce y grandioso para anclar la esperanza.
El Espíritu como Consolador es las arras de nuestra herencia. Esta unanimidad
debe estar de acuerdo con el precepto de Cristo, conforme a su patrón y
ejemplo. Es dádiva de Dios, y dádiva preciosa es, por la cual debemos buscarle
fervorosamente. Nuestro Maestro divino invita a sus discípulos y los alienta
mostrándose a ellos manso y humilde de espíritu. La misma disposición debe
caracterizar la conducta de sus siervos, especialmente la del fuerte para con
el débil. El gran fin de todos nuestros actos debe ser que Dios sea
glorificado; nada fomenta esto más que el amor y la bondad mutuo de los que
profesan la religión. Quienes concuerdan en Cristo, bien pueden concordar entre
ellos.
15.5-7
Aceptar el señorío de Jesús en todos los aspectos de nuestra vida significa
vivir sus valores y su perspectiva. Así como nos interesa el punto de vista de
Jesús sobre la autoridad de las Escrituras, la naturaleza del cielo y la
resurrección, también debemos asumir su actitud de amor hacia los demás
cristianos (tener un "mismo sentir"). A medida que crecemos en fe y
conocemos mejor a Jesús, llegamos a ser más capaces de mantener cada día esta
actitud de amorosa unidad. No es
unanimidad en todo lo que el apóstol desea que ellos tengan, porque la
unanimidad en lo malo debe ser desaprobada. Antes es “según Cristo Jesús”—según
el modelo excelso de aquel cuyo deseo vehemente era “no hacer su propia
voluntad, sino la voluntad de aquel que le envió” (Juan
6:38). La mente y la boca de todos dando gloria de común acuerdo a su
nombre. ¿Se llegará a realizar esto en la tierra? Si Cristo nos recibió a
nosotros y sobrelleva toda nuestra debilidad, nosotros podemos recibirnos
mutuamente y compadecernos los unos de los otros, para que así Dios sea
glorificado. Se ha dicho que la mayor enseñanza sobre la familia es,
sencillamente, una aplicación de lo que significa vivir como un cristiano.
Estos versículos en Romanos están dirigidos a la comunidad cristiana en
general; sin embargo, con frecuencia se los usa como pasaje bíblico para ser
leído en el casamiento, por cuanto estos versículos presentan una descripción
bella y apropiada del matrimonio cristiano.
La palabra clave
es «recibíos» la cual significa «tomar
para sí mismo». Su raíz indica que hacia nosotros se dirige una fuerte
iniciativa que en Cristo, Dios vino literalmente a nosotros y se posesionó
de nosotros «siendo aún pecadores». Mediante ese acto de aceptación, él
puso a nuestra disposición la gracia de Dios y el poder de la redención.
Cuando a ese
poder se le permite trabajar en una familia, transforma las vidas de dos
personas imperfectas en una sola vida, la cual será para la alabanza de la
gloria de Dios. Por ello, el Señor coloca esta palabra como un emblema sobre
todo matrimonio, desde el primer día hasta el último. «Recibíos los unos a los
otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios». (Proverbios 13:24/Genesis 1:26-28).
15.8
Este versículo significa que Jesús vino a mostrar la verdad a los judíos y a
confirmar que Dios es fiel a sus promesas. Para alentar a los creyentes judíos,
a quienes podría parecer estar descuidando, y para desanimar el orgullo de los
gentiles, el apóstol pone en alto la salvación de Israel como el objeto
primordial de la misión de Cristo. Sigue aquí un número de citas del Antiguo
Testamento para demostrar que el plan de misericordia de Dios abarcaba, desde
el principio, a los gentiles juntamente con los judíos
15.12
La raíz de Isaí se refiere a Cristo, heredero de la descendencia de
Isaí, padre de David (1Samuel 16:1). Ningún
cristiano tiene el derecho a considerarse como un discípulo aislado del Señor
Jesús, para decidir los asuntos de deber y de libertad solamente con referencia
a sí mismo. Así como los cristianos son un cuerpo en Cristo, la gran ley del
amor nos obliga a obrar en todas las cosas con ternura y consideración hacia
los hermanos “de la común salvación”. De
este desinterés Cristo es el perfecto modelo para todos los cristianos. La
Sagrada Escritura es la fuente de todo lo que incluye la vida cristiana, aun en
sus fases más duras y delicadas. La glorificación armoniosa del Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo de parte de todos los redimidos, es el fruto más
excelso del plan de redención, y el objeto final de Dios en dicho plan.
15.13
Cristo cumplió las profecías y las promesas relacionadas con los judíos y los
convertidos gentiles no tienen excusa para despreciarlas. Los gentiles, al ser
puestos en la Iglesia, son compañeros de paciencia y tribulación.
Deben alabar a
Dios. El llamado a todas las naciones para que alaben al Señor, indica que ellos
tendrán conocimiento de Él. Nunca buscaremos a Cristo mientras no confiemos en
Él. Todo el plan de redención está adaptado para que nos reconciliemos unos con
otros, y con nuestro bondadoso Dios, de modo que podamos alcanzar la esperanza
permanente de la vida eterna por medio del poder santificador y consolador del
Espíritu Santo. Nuestro propio poder nunca lograría esto; por tanto, donde esté
esta esperanza, y abunde, es el Espíritu bendito quien debe tener toda la
gloria. “Todo gozo y paz”; toda clase de verdadero gozo y paz para quitar las
dudas y los temores por la obra poderosa del Espíritu Santo.
15.14-16
El apóstol estaba convencido que los cristianos romanos estaban llenos con un
espíritu bueno y afectuoso, y de conocimiento. Les había escrito para recordarles
sus deberes y sus peligros, porque Dios le había nombrado ministro de Cristo
para los gentiles. Pablo les predicó; pero lo que los convirtió en sacrificios
para Dios fue su santificación; no la obra de Pablo, sino la obra del Espíritu
Santo: las cosas impías nunca pueden ser gratas para el santo Dios. La
conversión de las almas pertenece a Dios; por tanto, es la materia de que se
gloría Pablo; no de las cosas de la carne. Pero aunque era un gran predicador,
no podía hacer obediente a ninguna alma, más allá de lo que el Espíritu Santo
acompañara sus labores. Procuró principalmente el bien de los que estaban en
tinieblas. Sea cual fuere el bien que hagamos, es Cristo quien lo hace por
nosotros.
15.17
Pablo no se enorgullecía de lo que había hecho, sino de lo que Dios había hecho
a través de él. Sentir orgullo de la obra de Dios no es pecado sino adoración.
Si usted no está seguro de si su orgullo es egoísta o santo, pregúntese: ¿Me
siento tan orgulloso de lo que Dios hace mediante otras personas como de lo que
hace a través de mí?
15.19
Ilírico era un territorio romano en el mar Adriático que se hallaba entre lo
que son hoy Italia y Grecia. Abarca casi el mismo territorio de la actual
Yugoslavia. Para su ubicación, véase el mapa en Romanos 1.
15.20-29
Pablo quería visitar la iglesia en Roma, pero había postergado su visita porque
había recibido muy buenos informes acerca de los creyentes romanos y sabía que
les iba bien. Era más importante que predicara en regiones donde aún no se
había oído el mensaje de las buenas nuevas. “No me atreveré a hablar sino de lo
que Cristo ha obrado por mí”, y en este espíritu termina el párrafo. Notemos
cómo Pablo atribuye todo el éxito de sus labores a la intervención del viviente
Redentor, que obraba en el y por él.
Pablo se refería a terminar su trabajo en
Corinto, la ciudad desde la que tal vez escribió gran parte de esta carta. Es
probable que el mayor tiempo de los tres meses que Pablo estuvo en Acaya (Hechos 20:3) los pasara en Corinto. Creía que había
terminado lo que Dios deseaba que hiciera allí, y pensaba llevar el evangelio a
las nuevas tierras que se hallaban al oeste de Roma. Cuando Pablo finalmente
fue a Roma, llegó en calidad de prisionero bajo arresto domiciliario (Hechos 28). La tradición dice que a Pablo lo liberaron
por un tiempo y que usó dicha oportunidad para ir a España para predicar las
buenas nuevas. Este viaje no se menciona en el libro de Hechos. El plan de
Pablo era ir a España porque estaba en el extremo occidental del mundo
civilizado. Quería que el evangelio se extendiera hasta allí. Además, España
poseía muchas personalidades ilustres y líderes influyentes en el mundo romano
(Lucano, Marcial, Adriano) y tal vez Pablo pensó que el cristianismo podía
avanzar mucho en tal ambiente.
El apóstol buscaba las cosas de Cristo más que
su propia voluntad, y no podía dejar su obra de plantar iglesias para ir a
Roma. Concierne a todos hacer primero lo que sea más necesario. No debemos
tomar a mal si nuestros amigos prefieren una obra que agrada a Dios antes que
las visitas y los cumplidos que pueden complacernos a nosotros.
De todos los
cristianos se espera justamente que promuevan toda buena obra, especialmente la
bendita obra de la conversión de almas. La sociedad cristiana es un cielo en la
tierra, una primicia de nuestra reunión con Cristo en el gran día, pero es
parcial comparada con nuestra comunión con Cristo, prque sólo ella satisfará al
alma.
El apóstol iba a
Jerusalén como mensajero de la caridad. Dios ama al dador alegre.
Todo lo que pasa
entre los cristianos debe ser prueba y ejemplo de la unión que tienen en
Jesucristo. Los gentiles recibieron el evangelio de salvación por los judíos;
por tanto, estaban obligados a ministrarles lo que era necesario para el
cuerpo. Respecto de lo que esperaba de ellos habla dubitativamente aunque habla
confiado acerca de lo que esperaba de Dios. ¡Qué delicioso y ventajoso es tener
el evangelio con la plenitud de sus bendiciones! ¡Qué efectos maravillosos y
felices produce cuando se acompaña con el poder del Espíritu!
Si los gentiles recibieron el evangelio
("bendiciones espirituales") de Jerusalén, lo más natural era que
mandaran a Jerusalén ayuda financiera ("bendiciones materiales").
15.30-33
Demasiado a menudo vemos en la oración un tiempo de solaz, reflexión o de
presentar peticiones a Dios. Pero aquí Pablo insta a los creyentes a unirse a
su lucha mediante la oración. La oración es un arma que forma parte de la
armadura de todos los creyentes al interceder por otros que están en lucha
contra Satanás.
Esta frase da la impresión de ser el final del
libro y de la enseñanza de Pablo. Luego concluye su carta con saludos
personales y advertencias. Aprendamos a valorar la oración ferviente y eficaz
del justo. ¡Cuánto cuidado debemos tener, para no abandonar nuestro interés en
el amor y las oraciones del pueblo suplicante de Dios! Si hemos experimentado
el amor del Espíritu, no nos faltemos en este oficio de bondad para con el
prójimo.
Los que
prevalecen en oración, deben esforzarse en oración. Los que piden las oraciones
de otras personas, no deben descuidar sus oraciones. Aunque conoce
perfectamente nuestro estado y nuestras necesidades, Cristo quiere saberlo de
nosotros. Como debemos buscar a Dios para que refrene la mala voluntad de
nuestros enemigos, así también debemos hacerlo para preservar y aumentar la
buena voluntad de nuestros amigos. Todo nuestro gozo depende de la voluntad de
Dios. Seamos fervientes en las oraciones con otros y por otros, para que, por
amor a Cristo, y por el amor del Espíritu Santo, puedan venir grandes
bendiciones a las almas de los cristianos y a las labores de los ministros.