7.1-5 Debemos
atesorar los mandamientos de Dios en forma segura. No sólo se trata de:
Obedécelos y vivirás, sino de: Obedécelos como quien no puede vivir sin ellos.
Los que objetan el caminar cuidadoso y estricto como innecesario y demasiado
preciso, no toman en cuenta que la ley debe obedecerse como a la niña del ojo
porque, indudablemente, la ley en el corazón es el ojo del alma. Que la Palabra
de Dios en la Biblia habite en nosotros y que, así, esté escrita donde siempre estará a la
mano para ser leída. Así seremos resguardados de los efectos fatales de
nuestras propias pasiones y de las trampas de Satanás. Que la palabra de Dios
confirme nuestro horror del pecado y las resoluciones en su contra.
7.6-23 A
pesar de que este consejo va dirigido a los hombres jóvenes, también las
mujeres jóvenes deberían prestarle atención. La persona que no tiene propósito
en la vida es ingenua (7.7). Sin meta o dirección, la vida vacía es inestable,
vulnerable a muchas tentaciones. Aun cuando el joven de este pasaje no sabe
hacia dónde va, la mujer seductora sabe a dónde lo quiere llevar. Tomemos nota
de sus estrategias: está vestida para provocar a los hombres (7.10), su
acercamiento es atrevido (7.13), lo invita a su casa (7.16-18), con astucia
resuelve cada una de sus objeciones (7.19, 20), lo persuade con palabras
aduladoras (7.21), lo atrapa (7.23). Para combatir la tentación, aseguremonos
de que nuestra vida esté llena de la Palabra y de la sabiduría de Dios (7.4).
Reconozcamos las estrategias de la tentación y huyamos de ellas rápidamente.
Aquí
hay un ejemplo conmovedor del peligro de las lujurias juveniles. Es una
historia o una parábola sumamente instructiva. ¿Alguien osará aventurarse en
las tentaciones que conducen a la impureza, luego que Salomón ha puesto ante
sus ojos de manera tan vívida y sencilla el peligro de siquiera acercárseles?
Entonces, tal persona sería como el hombre que danza al borde de una roca alta
cuando acaba de ver que otro se despeña desde el mismo lugar. La miseria de los
pecadores que se destruyen a sí mismos empieza por descuidar los benditos
mandamientos de Dios.
Debemos orar diariamente que seamos resguardados
de correr a la tentación, porque de lo contrario invitamos a los enemigos de
nuestras almas a que nos pongan trampas. Evitemos siempre la proximidad del
vicio. Cuidado con los pecados que se dice son pecados agradables. Son los más
peligrosos, porque son los que más fácilmente se ganan el corazón y lo cierran
al arrepentimiento. Nada hagamos hasta que hayamos considerado bien el fin de
ello. Aun los más fuertes no pueden resistir la mortal seducción de la ramera.
Si un
hombre fuera a vivir tanto tiempo como Matusalén y se pasara todos sus días en
las delicias supremas que el pecado pudiese ofrecerle, eso sería sobrepasado
con mucho por una sola hora de la angustia y la tribulación que deben seguirlas.
7.24-27
Existen pasos definidos que podemos dar para evitar los pecados sexuales. En
primer lugar, protejamos nuestra mente. No leamos libros, no miremos
fotografías ni alentemos fantasías que estimulen deseos equivocados. Segundo,
alejémonos de ambientes y amigos que nos tienten a pecar. Tercero, no pensemos
solo en el momento, consideremos las consecuencias. La emoción de hoy puede ser
la ruina del mañana.
¡Maranatha! ¡Si, ven Señor Jesús!