} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: CRISTO: EL CAMINO NUEVO Y VIVO

domingo, 28 de febrero de 2016

CRISTO: EL CAMINO NUEVO Y VIVO



Hebreos 10:11  Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados;
 12  pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios,

Hebreos 10:19  Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo,
 20  por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne,
 21  y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios,


  Los sacrificios legales anuales no pueden perfeccionar al adorador, pero lo puede hacer el sacrificio de Cristo, hecho una vez y para siempre. En contraste con la diaria administración de los sacerdotes levíticos, el servicio de Cristo es hecho perfecto por un solo sacrificio, y por lo tanto él ahora está sentado a la diestra de Dios como Sacerdote Rey, hasta que todos sus enemigos estén sujetos bajo él. Así el nuevo pacto (8:8-12) está inaugurado, por el cual la ley está escrita sobre el corazón, de modo que no se necesita más ofrenda por el pecado. Por lo tanto, debemos acercarnos al lugar santísimo con firme fe y amor; temerosos de los horribles resultados de la apostasía; esperando la recompensa que nos tocará con la venida de Cristo.
Bajo el nuevo pacto o la dispensación del evangelio, se tiene perdón pleno y definitivo por la fe en Jesucristo. Esto significa una enorme diferencia del pacto nuevo respecto del antiguo. En el antiguo debían repetirse a menudo los sacrificios, y después de todo, se obtenía por ellos perdón sólo en este mundo. Bajo el nuevo, basta con un solo Sacrificio para procurar el perdón espiritual de todas las naciones y todas las eras, o para ser librado del castigo en el mundo venidero. Bien se puede llamar pacto nuevo a este. Que nadie suponga que las invenciones humanas pueden valer de algo para quienes los pongan en lugar del sacrificio del Hijo de Dios. ¿Qué queda entonces sino que busquemos un interés por fe en este Sacrificio; y el sello de ello en nuestras almas por la santificación del Espíritu para obediencia? Así que, como la ley está escrita en nuestros corazones, podemos saber que somos justificados, y que Dios no recordará más nuestros pecados.

El camino y los medios por los cuales los cristianos disfrutamos de estos privilegios pasa por la sangre de Jesús, por el mérito de esa sangre que Él ofrendó como sacrificio expiatorio. El acuerdo de la santidad infinita con la misericordia que perdona, no se entendió claramente hasta que la naturaleza humana de Cristo, el Hijo de Dios, fue herida y molida por nuestros pecados. Nuestro camino al cielo pasa por el Salvador crucificado; su muerte es para nosotros el camino de vida y para los que creen esto, Él es precioso. Deben acercarse a Dios; sería despreciar a Cristo seguir de lejos.
Sus cuerpos tenían que ser lavados con agua pura, aludiendo a los lavamientos ordenados por la ley: de esta manaera, el uso del agua en el bautismo era para recordar a los cristianos que nuestras conductas deben ser puras y santas.  
Los creyentes tenemos que considerar cómo podemos servirnos los unos a los otros, especialmente estimulándonos unos a otros al ejercicio más vigoroso y abundante del amor, y a la práctica de las buenas obras. La comunión de los santos es una gran ayuda y privilegio, y un medio de constancia y perseverancia. Debemos observar la llegada de tiempos de prueba, y por ellos ser despertados a una mayor diligencia. Hay un día de prueba que viene para todos los hombres: el día de nuestra muerte.

 La obra de Cristo contrasta con el trabajo de los sacerdotes judíos. El trabajo de los sacerdotes nunca se acababa; siempre debían estar de pie y ofrecer sacrificios. El sacrificio de Cristo (el morir en nuestro lugar) se acabó y por lo tanto El se sentó. Los sacerdotes repetían el sacrificio vez tras vez (lo mismo que la iglesia católica romana que persiste en el error, en el Concilio de Trento se identificó la Misa con el sacrificio continuado de Cristo por el perdon de los pecados); Cristo se inmoló una vez y para siempre. El sistema expiatorio no podía quitar por completo el pecado; el sacrificio de Cristo nos limpia eficazmente de una vez y para siempre.
  Si los lectores judíos de este libro estaban en peligro de que volvieran al sistema judío antiguo, sería decir que el sacrificio de Cristo no era suficiente para perdonar sus pecados. Añadir algo a su sacrificio o quitar algo de él es negar su validez. Cualquier sistema que pretenda ganar la aprobación de Dios mediante buenas obras esencialmente rechaza el significado de la muerte de Cristo y niega la obra del Espíritu Santo. Esté preparado por si acaso alguien le dice que el sacrificio de Cristo es incompleto o que se necesita algo más para que usted pueda ser aceptado delante de Dios. Cuando creemos en Cristo, El nos justifica ante Dios. Nuestra relación de amor nos conduce a seguirlo en obediencia a su voluntad y en servicio. El se agrada de nuestro servicio, pero no podemos ser salvos por las buenas obras.
 Nos hizo perfectos, pero también nos está santificando. Mediante su muerte y resurrección, Cristo hizo perfectos a los creyentes una vez y para siempre, ante los ojos de Dios. Al mismo tiempo, nos está santificando (progresivamente limpiados y apartados para su uso especial) en nuestro peregrinaje diario aquí. No debiera sorprendernos, avergonzarnos ni escandalizarnos el hecho de que todavía necesitemos crecer. Dios no ha terminado todavía su obra en nosotros. Podemos estimular este proceso de crecimiento al obedecer los valores de las Escrituras en todas las esferas de nuestra vida, y al aceptar la disciplina y guía que Cristo nos proporciona, y al darle el control de nuestros deseos y objetivos.

  Encontramos pues la afirmación categórica de que Cristo nunca más recordará nuestros pecados. El perdona por completo y no es necesario confesar reiteradamente nuestros pecados pasados. Como creyentes, podemos tener la certeza de que nuestros pecados, los que confesamos y abandonamos, han sido perdonados y olvidados.
El Lugar Santísimo del templo quedaba oculto de la vista por un velo (10.20). Sólo el sumo sacerdote podía entrar en esa habitación santa, y lo hacía una sola vez al año en el día de la expiación, cuando ofrecía sacrificios por los pecados de la nación. Pero la muerte de Jesucristo quitó el velo, y todos los creyentes podemos entrar a la presencia de Dios en todo momento.
 El no asistir a las reuniones cristianas es perder el estímulo y la ayuda de otros cristianos. Nos reunimos para anunciar nuestra fe y fortalecernos los unos a los otros en el Señor. Al acercarnos al fin de los tiempos y al estar próximo el "día" en que Cristo volverá, afrontaremos problemas espirituales, tribulaciones e incluso persecución. Fuerzas anticristianas crecerán en intensidad. Las dificultades nunca debieran ser excusas para no congregarnos. En cambio, a medida que surgen las dificultades, debemos hacer un mayor esfuerzo por ser fieles en la asistencia. Pue sabemos que son necesarias las pruebas y las aflicciones para modelar nuestro carácter, con la presión de la prueba acerquémonos a Dios, entonces veremos como saldremos fortalecidos.
 Cuando deliberadamente se rechaza la oferta de salvación de Cristo, se rechaza el don más precioso de Dios. Se pasa por alto la dirección del Espíritu Santo, la de quien nos comunica el amor salvador de Dios. Esta advertencia se le hizo a los cristianos judíos que se sentían tentados a rechazar a Cristo por el judaísmo, pero es un aviso para cualquiera que rechaza a Cristo por otra religión o que, habiendo entendido la obra expiatoria de Cristo, con toda intención le da la espalda (Números 15:30-31 y Marcos 3:28-30).
 El asunto es que no hay otro sacrificio aceptable por el pecado aparte de la muerte de Cristo en la cruz. Si alguien a propósito rechaza el sacrificio de Cristo luego de haber entendido con claridad la enseñanza del evangelio, no tiene esperanza alguna de salvación porque Dios no ha provisto otro nombre bajo el cielo por el cual podamos ser salvos (Hechos 4:12).

  Este juicio es para los que han rechazado la misericordia de Dios. Para los que aceptan el amor de Cristo y reciben su salvación, el juicio venidero no es motivo de preocupación. Al haber sido salvos mediante su gracia, no tienen nada que temer (1Juan 4:18).

  Hebreos anima a los creyentes a perseverar en su fe y conducta cristiana en medio de la persecución y de las presiones. Por lo general no pensamos que el sufrimiento sea bueno para nosotros, pero puede edificar nuestro carácter y nuestra paciencia. Durante tiempos de grandes pruebas, podemos sentir la presencia de Dios con claridad y encontrar ayuda de creyentes que nunca hubiéramos pensado que nos ayudarían. El saber que Jesucristo está con nosotros en nuestro sufrimiento, y el esperar su próximo regreso para poner fin a todo dolor, nos ayuda a crecer en nuestra fe y en nuestra relación con El (Romanos 5:3-5).

  El escritor anima a sus lectores a no abandonar la fe en tiempos de persecución, sino a demostrar mediante la paciencia que esa fe es verdadera. La fe significa depender de lo que Cristo ha hecho por nosotros en el pasado, pero también significa esperar lo que hará en nuestro favor en el presente y en el futuro (Romanos 8:12-25; Gálatas 3:10-13).

  Estos son algunos de los privilegios que acompañan a nuestra vida nueva en Cristo:
(1) tenemos acceso personal a Dios por medio de Cristo y podemos acercarnos a El sin un sistema complicado (10.22);
(2) podemos crecer en la fe, vencer las dudas y los interrogantes y profundizar nuestra relación con Dios (10.23);
(3) podemos disfrutar del estímulo de los demás (10.24);
(4) podemos adorar juntos (10.25).


¡Maranatha! ¡Si, ven  Señor Jesús!