} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: Romanos 14:1-23

domingo, 21 de febrero de 2016

Romanos 14:1-23



14.1 ¿Quién es débil y quién es fuerte en la fe? Todos somos débiles en algunos puntos y fuertes en otros. Nuestra fe es sólida en un asunto si podemos sobrevivir al contacto con el pecado sin caer en él. Es débil si es necesario evitar ciertas actividades o lugares a fin de proteger nuestra vida espiritual. Es importante que nos autoanalicemos a fin de descubrir dónde somos débiles y dónde fuertes. Siempre que dudemos debemos preguntarnos: "¿Puedo hacerlo sin caer en pecado? ¿Puedo influir en otros para bien, antes que ellos influyan en mí para mal?"
En puntos fuertes, no debemos temer que el mundo nos afecte. Más bien debemos ir y servir a Dios. En los débiles, sin embargo, necesitamos actuar con cuidado. Si tenemos una fe sólida y la escondemos, no cumplimos con la obra de Cristo en el mundo. Si tenemos una fe débil y la mostramos, somos demasiado tontos.

  Este versículo da por sentado que habrá diferencias de opinión en la iglesia (asuntos discutibles de segundo orden). Pablo dice que no debemos contender sobre cosas que son cuestiones de opinión. Las diferencias no deben temerse ni evitarse, sino aceptarse y tratarse con amor. No esperemos que todos, ni aun en la mejor iglesia, estén de acuerdo en cada asunto. Al exponer nuestras ideas podemos llegar a una comprensión más amplia de lo que la Biblia enseña. Aceptemos, escuchemos y respetemos a los demás. Las diferencias de opinión no deben causar división. Pueden llegar a ser una fuente de aprendizaje y enriquecimiento en nuestras relaciones.
¿Qué es un débil en la fe? Pablo se refiere a la fe inmadura, la que no ha desarrollado aún músculos que le permitan ponerse en pie en contra de las presiones externas. Por ejemplo, si una persona que adoraba ídolos acepta a Cristo, entenderá a la perfección que el Señor la ha salvado mediante la fe y que los ídolos no tienen poder. Sin embargo, debido a sus relaciones pasadas, quizás le moleste comer carne utilizada en la adoración a los ídolos como parte de un ritual pagano. Si una persona que antes adoraba a Dios en los días solemnes requeridos de los judíos se convierte, sabe muy bien que Cristo la salvó mediante la fe, no por guardar la Ley. A pesar de todo, cuando llegan los días festivos quizás se sienta vacía e infiel si no los dedica a Dios.
Pablo responde con amor a los hermanos débiles. Actúan de acuerdo a sus conciencias, pero sus escrúpulos sinceros no deben convertirse en reglas para la iglesia. Sin duda, algunos asuntos son básicos a la fe y por ellos vale la pena luchar, pero muchos se basan en opiniones individuales y no debieran legalizarse. Alguien ha dicho que un principio general en estos asuntos es este: "En lo esencial, unidad; en lo que no es esencial, libertad; en todo, amor".

14.2 "Comer de todo" quizás se refiera a no tener restricciones dietéticas o tal vez a comer carne ofrecida a los ídolos, mientras que el débil en la fe solo come vegetales y se niega a comer carne sacrificada a los ídolos. Pero, ¿cómo los cristianos pueden terminar comiendo carne ofrecida a los ídolos? El sistema antiguo de sacrificio era el centro de la vida religiosa, social y nacional del mundo romano. Después que se presentaba el sacrificio a un dios en un templo pagano, solo se quemaba una parte de él. Lo que quedaba, a menudo, se enviaba al mercado para la venta. Para los cristianos pudo haber sido muy fácil, aun a sabiendas, comprar dicha carne en el mercado o comerla en la casa de algún amigo. ¿Debiera el cristiano preguntar acerca del origen de esta carne? Algunos pensaron que no había nada malo en comer carne ofrecida a los ídolos, ya que estos no eran dioses verdaderos. Otros con cuidado averiguaban el origen de la carne o simplemente no la usaban, para evitar una conciencia de culpa. El problema era serio sobre todo para los cristianos que alguna vez adoraron ídolos. Para ellos, el recuerdo firme de sus días paganos pudo haber debilitado su nueva fe.  

14.4“Pero será afirmado (se le hará estar en pie), porque el Señor puede afirmarlo;” esto es, justificará la posición de él, no en el día del juicio, sino en la verdadera comunión de la iglesia aquí, a pesar de tus censuras. Sobre este pasaje tocante a la observancia de días festivos, tal lenguaje no podría haberse usado si la ley sabática hubiese estado en vigencia en alguna forma bajo el evangelio. Ciertamente, no podía haberse usado si el sábado fuera meramente uno de los días festivos judaicos; pero esto no puede darse por sentado meramente porque se observara bajo el sistema mosaico. Se usó pues, porque el sábado era más antiguo que el judaísmo; y aun bajo el judaísmo, estaba incrustado entre las eternas santidades del Decálogo; y fué pronunciado, como ninguna otra parte del judaísmo, ante el temor reverente del pueblo en el Sinaí; y si el Legislador mismo dijo de él cuando en la tierra estaba: “El Hijo del hombre es Señor aun del sábado” (Marcos 2:28) será difícil probar que el apóstol hubiese querido decir que sus lectores debieran catalogarlo entre los espirados días festivos judaicos, tocante a los cuales sólo los más débiles podían imaginarse que estaban aún en vigor; nos enseña  que a esos con debilidad, los que más luz tenían debían tolerar por amor.


14.6 El uno daba gracias a Dios por la carne que el otro por escrúpulo no comía; y éste hacía lo mismo por las legumbres que, a causa de la conciencia, se limitaba a comer.

14.7-8 Ni la más vívida explicación de estas notables palabras podría hacerlas soportables al oído de cualquier cristiano, si Cristo fuese una mera criatura; ya que Cristo se presenta aquí como el Objeto supremo de la vida del cristiano, y de su muerte también. Y así es presentado por aquel hombre cuyo horror al culto a la criatura era tal, que cuando aquellos habitantes de aquella región de Asia Menor quisieron rendirle culto a él, se precipitó en medio para impedir semejante hecho, ordenándoles adorar al solo “Dios vivo,” el único legítimo Objeto de adoración (Hechos 14:15). No es el propósito de Pablo enseñar esta verdad aquí sino más bien invocarla como un hecho conocido y reconocido, del que sólo recordaría a sus lectores. Y aunque el apóstol, cuando escribió estas palabras, nunca había estado en Roma, sabía que los cristianos romanos asentirían a este concepto de Cristo ya que era la enseñanza común de todos los predicadores acreditados del cristianismo, y la común fe de todos los cristianos.

14.9 El gran propósito de la muerte de Jesús fué para adquirir el señorío de aquellos a quien Él había redimido, tanto en el vivir como en el morir, porque le pertenecían en derecho propio.


14.10-12 Cada persona es responsable ante Cristo, no ante otros. Aunque la iglesia no debe transigir en cuanto a las actividades expresamente prohibidas por las Escrituras (adulterio, homosexualidad, homicidio, hurto), tampoco debe crear reglas adicionales ni regulaciones que se consideren al mismo nivel que la Ley de Dios. Muchas veces los cristianos basan sus juicios morales en opiniones, aversiones personales y prejuicios culturales antes que en la Palabra de Dios. Cuando hacen esto, muestran la debilidad de su fe. Piensan que Dios no tiene suficiente poder para guiar a sus hijos. Cuando estemos ante la corte de justicia de Dios (el tribunal de Cristo), no tendremos que preocuparnos de lo que nuestro vecino cristiano haya hecho ( 2Corintios 5:10).  

14.13 Tanto el fuerte como el débil pueden causar tropiezo en los hermanos. El cristiano fuerte pero insensible puede alardear de su libertad y a propósito molestar la conciencia de otro. El cristiano escrupuloso pero débil puede tratar de imponer a los demás normas y regulaciones piadosas, y causar disensión. Pablo quiere que sus lectores no solo sean fuertes en la fe, sino también sensibles a las necesidades de otros. Al ser fuertes en algunos puntos y débiles en otros, necesitamos constantemente evaluar los efectos de nuestra conducta en los demás.

   Algunos cristianos sacan a relucir a un invisible hermano débil para apoyar sus opiniones, prejuicios o normas. "Debes vivir de acuerdo a estas normas", dicen, "o vas ofender al hermano débil". Muchas veces la persona que se puede ofender es precisamente la que así habla. Aunque Pablo nos urge a tener en cuenta a los débiles en todo lo que hacemos, no debemos sacrificar nuestra libertad en Cristo solo para satisfacer los motivos egocéntricos de quienes tratan de imponernos su opinión. No los tema ni los critique, sino siga fielmente a Cristo.

14.14 En el concilio de Jerusalén (Hechos 15) la iglesia judía en Jerusalén pidió a la iglesia gentil en Antioquía que no comiera carne sacrificada a los ídolos. Pablo asistió al concilio de Jerusalén y aceptó esta petición no porque pensara que esta práctica fuera en sí mala, sino porque podía afectar seriamente a muchos judíos creyentes. Pablo consideró que el asunto no tenía tanta importancia como para dividir la iglesia. Su deseo era promover la unidad.
Todo lo que tiende a hacer que uno viole su conciencia, también tiende a la destrucción de su alma; y el que facilita aquello, a sabiendas o no, es culpable también de ayudar a que esto último se realice.

14.16-17 Una división hermosa y comprensiva del cristianismo vivo. Lo primero—“la justicia”—tiene referencia a Dios, y denota aquí “la rectitud,” en su sentido más amplio (Mateo 6:33); lo segundo—“la paz”—tiene referencia a nuestros prójimos, y denota “la concordia” entre los hermanos (Efesios 4:3; Colosenses 3:14-15); lo tercero—“el gozo en el Espíritu Santo”—tiene referencia a nosotros mismos. La frase “gozo en el Espíritu Santo,” representa a los cristianos como quienes piensan y sienten bajo los impulsos del Espíritu Santo de tal modo que su gozo no se considera que es de ellos sino del bendito Consolador. (1Thimoteo 1:6).


14.20  El pecado no es solo un asunto privado. Todo lo que hacemos afecta a otros y a menudo debemos pensar en esto. Dios nos ha creado como seres interdependientes, no independientes. Los que somos fuertes en la fe, sin orgullo ni altivez, debemos tratar a otros con amor, paciencia y dominio propio. El apóstol ve en todo aquello que tiende a violentar la conciencia de un hermano, la destrucción incipiente de la obra de Dios (lo cual es todo convertido) —bajo el mismo principio, como aquél que Cristo declaró: “El que aborrece a su hermano es homicida” 1Juan 3:15

14.21 Estos tres términos, alguien ha notado, son cada uno intencionalmente más débil que el otro; como si se dijera: “Bueno es no hacer nada que haga tropezar al hermano, o que acaso obstruya su adelanto espiritual, o, aun cuando ni aquello ni esto pase, que le haga continuar siendo débil. Pero este mandamiento de abstenerse de la carne, de la bebida, y de todo lo que dañe la conciencia de un hermano, debe ser entendido debidamente. Manifiestamente, el apóstol está tratando aquí tocante a la regulación de la conducta del cristiano, con referencia a los prejuicios que tienen los débiles en la fe; y sus indicaciones no han de tenerse por prescripciones para todo el tiempo que dure nuestra vida, ni siquiera para promover el bien de los hombres en escala mayor: sino sencillamente como advertencias en contra del uso excesivo de la libertad cristiana en aquellos asuntos en que otros cristianos, por su debilidad, no están persuadidos de que tal libertad sea permitida por Dios. Hasta qué punto puede ser extendido este principio, no inquirimos aquí; pero antes de considerar dicha pregunta, es muy importante que nos demos cuenta de su extensión, y cuál es la naturaleza precisa de las ilustraciones que aquí se dan de él.

14.22  Esta es una frase importantísima. El apóstol no se refiere a la sinceridad, ni a la opinión privada, sino a la convicción tocante a lo que es la verdad y la voluntad de Dios. Si tú te has formado esta convicción delante de Dios, permanece con este criterio a los ojos de Dios. Por supuesto no se ha de insistir en esto en demasía, como si fuese malo del todo discutir tales puntos con nuestros hermanos débiles. Todo lo que aquí se condena es que el celo por causa de asuntos pequeños, haga peligrar el amor cristiano.

14.23 Como es lógico, procuramos huir de hacer cosas que las Escrituras prohíben, pero algunas veces la Biblia no dicen nada. Será necesario seguir nuestra conciencia. "Todo lo que no proviene de fe, es pecado" significa que ir en contra de una convicción dejará a una persona con conciencia de culpa o intranquila. Cuando Dios nos muestra que algo es malo para nosotros, debemos evitarlo. Sin embargo, no debemos despreciar a otros cristianos que hacen uso de su libertad en esos aspectos.
Esta es una máxima de indecible importancia en la vida cristiana.

Como resumen de este capítulo podemos decir qué:
(1) Hay algunos puntos del cristianismo que no son esenciales a la comunión cristiana; de modo que aunque uno esté en error tocante a los mismos, no por eso ha de ser excluído ni de la comunión de la iglesia, ni de la plena confianza de los que tienen mayor luz. Esta distinción entre las verdades esenciales y las no esenciales es rechazada por algunos que aparentan tener un celo extraordinario por el honor y la verdad de Dios.

(2) Nuestra aceptación delante de Dios es la única regla que nos permite participar de la comunión cristiana. A aquellos que Dios recibe, los hombres no pueden lícitamente rechazar (3, 4).

 (3) Como hay mucha tendencia a la complacencia propia al determinar los estrechos ídeales de la comunión cristiana, uno de los mejores preservativos en contra de esta tendencia, es el recordar continuamente que CRISTO es el único Objeto por el que los cristianos viven y por el cual todos los cristianos mueren. Este será un vínculo de unión tan vivo y tan noble que superará todas sus diferencias menores y poco a poco las absorberá (7-9).

 (4) El pensar en el tribunal común delante del cual tendrán que comparecer juntos los fuertes y los débiles, será otro preservativo en contra de la disposición impropia de hacerse juez el uno del otro (10-12).

(5) ¡Con cuánta claridad se presenta en este capítulo la divinidad de Cristo! La misma exposición hace inútil toda ilustración adicional.

(6) Aunque la tolerancia es un gran deber cristiano, no se fomenta aquí la indiferencia en cuanto a lo que es verdad y lo que es error. Esta última es practicada por los cristianos flacos. Pero nuestro apóstol, al enseñar que “los fuertes” deben sobrellevar a “los débiles,” repetidamente insinúa en este capítulo en lo que radica la verdad tocante a esta cuestión, y llama “los débiles” a aquellos que adoptaban el lado erróneo de ella.

(7) ¡Con qué celo santo debe guardarse la pureza de la conciencia, por cuanto toda violación deliberada de ella es perdición incipiente. ! Algunos, que parecen ser más celosos por el honor de ciertas doctrinas que por el alma de los hombres, enervan esta terrífica verdad con preguntar cómo puede estar de acuerdo con la “perseverancia de los santos;” pensando algunos de los que defienden esta doctrina que es necesario hacer a un lado lo que se quiere decir por las expresiones: “destruir la obra de Dios” ( 20), y “destruir a aquel por el cual Cristo murió” (15), por temor a las consecuencias resultantes de entenderlo tal como está escrito. Los opositores de dicha doctrina están prontos a preguntar: ¿Cómo podría el apóstol haber usado semejante lenguaje si él hubiese creído imposible tal catástrofe? La contestación correcta a ambas preguntas está en desechar las mismas como impertinentes. El apóstol está enunciando un gran principio eterno en la ética cristiana: que la violación voluntaria de la conciencia tiene en sí la semilla de la destrucción; o para expresarlo de otro modo, que para que se realice la destrucción total de la obra de Dios en el alma renovada, y consiguientemente, la perdición de aquella alma por la eternidad, no se requiere más que se lleve a pleno efecto tal violación de la conciencia. Si tales efectos en realidad ocurren, el apóstol no da aquí ni la más remota intimación; y, por lo tanto, esa cuestión tiene que ser resuelta en otro pasaje. Pero, fuera de toda duda, como la posición que hemos asentado está expresada enfáticamente por el apóstol, así los intereses de todos los que se llaman cristianos deben ser proclamados y recalcados en toda ocasión oportuna.

 (8) El celo por los puntos comparativamente pequeños de la verdad, no puede substituir a las realidades substanciales, inclusivas y perdurables de la vida cristiana (17, 18).

(9) “La paz” que gozan los discípulos de Cristo es una bendición demasiado preciosa para ellos, y muy importante como testimonio para los que no gozan de ella; por tanto, no debe ser quebrantada por bagatelas, aun cuando en ellas se encierren verdades de menos importancia (19, 20). Haciendo esto, las verdades menospreciadas no peligran, sino que son ratificadas.

(10) Muchas cosas que son lícitas, no son convenientes. En el empleo de la libertad, pues, nuestra pregunta debiera ser, no simplemente si es lícito, sino, siendo lícito, si se puede practicar sin peligro para la conciencia de algún hermano. “¿Cómo afectará al alma de mi hermano (21)?” debiera ser la pregunta de todo cristiano, y no decir como Caín: “¿Soy yo el guardador de mi hermano?” (Génesis 4:9.)

(11) Siempre que estemos en duda tocante a un punto de deber—donde la abstinencia es manifiestamente lícita, y el acceder a ello no es claramente permisible—se debe optar siempre por el camino seguro, porque el hacer lo contrario es en sí pecaminoso.

(12) ¡Cuán exaltada y excelente es la ética del cristianismo, la cual nos enseña, en pocos pero importantes principios, cómo dirigir nuestro curso en medio de las dificultades, teniendo consideración igualmente a la libertad, al amor, y a la confianza cristiana!


¡Maranatha! ¡Si, ven Señor Jesús!