4.1-2 Debemos
considerar a nuestros maestros como nuestros padres; aunque la instrucción
conlleva en sí reproche y corrección, acojámosla bien. Los padres de Salomón lo
amaban, por tanto, le enseñaron. Los hombres sabios y buenos, en toda época del
mundo, y rango de la sociedad, concuerdan en que la sabiduría verdadera
consiste en obediencia, y está unida a la felicidad. Consigue sabiduría,
esfuérzate hasta el dolor por ella. Domina tus corrupciones; esfuérzate más por
esto que por la riqueza de este mundo.
4.3,
4 Una de las más grandes responsabilidades de los padres es la de
alentar a sus hijos a ser sabios. Aquí Salomón dice cómo su padre, David, lo
alentó a buscar la sabiduría cuando era joven ("tierno de edad") (1 Reyes 2:1-9)
y 1 Crónicas 28, 29. Esto quizás motivó a que
Salomón pidiera a Dios sabiduría por encima de cualquier otra cosa (1Reyes 3:9). La sabiduría puede trasmitirse de padres
a hijos, de generación en generación. Finalmente, por supuesto, toda sabiduría
procede de Dios. Los padres solo pueden exhortar a sus hijos para que se
vuelvan a El. Si sus padres nunca se lo han enseñado, la Palabra de Dios actúa
como una madre o un padre amoroso y compasivo para usted. Puede aprender de las
Escrituras y así crear un legado de sabiduría a medida que enseñe a sus hijos.
4.5-7
Si quiere sabiduría, debe decidirse a ir en pos de ella. Una vez comenzado el
camino, no importa cuán difícil se torne, se necesita determinación para no
abandonar la búsqueda. Este no es un paso que se da una sola vez en la vida,
sino un proceso diario de elección entre dos caminos: el del mal y el del bien.
Nada es más importante o de mayor valor que esto.
4.8-10
David le enseñó a Salomón cuando era niño que buscar la sabiduría de Dios era
lo más importante que podía hacer. Salomón aprendió bien la lección. Cuando
Dios apareció ante el nuevo rey para concederle cualquier petición, Salomón
eligió la sabiduría por encima de cualquier otra cosa. Nosotros también debemos
hacer que la sabiduría de Dios sea nuestra primera opción. No tenemos que
esperar a que El aparezca ante nosotros. Con valor podemos pedirle sabiduría
hoy mediante la oración. Santiago 1:5 nos
asegura que Dios concederá dicha petición.
4.13-17
Incluso los amigos pueden hacernos caer. El camino de los hombres malos parece
agradable y el camino más cercano para conseguir alguna finalidad; pero es un
camino malo y terminará mal; si amas a tu Dios y a tu alma, evítalo. No se
dice: manténte a la distancia debida sino a una gran distancia;
nunca pienses que puedes llegar suficientemente lejos de esto.
Para
muchos les resulta difícil aceptar que los amigos y conocidos quizás los
tienten a hacer algo malo. Los jóvenes desean aceptación, por lo tanto, no
quieren confrontar ni criticar a un amigo por planes o acciones erróneas.
Muchos otros incluso no quieren ver cómo las acciones de sus amigos los meten
en problemas. Si bien debemos aceptar a otros, necesitamos un saludable
escepticismo acerca de la conducta humana. Cuando nos demos cuenta de las malas
influencias, procedamos con cuidado. No permitamos que nuestros amigos nos
hagan caer en pecado.
4.18-19
El camino del justo es luz: Cristo es su Camino y Él es la Luz. Los santos no
serán perfectos hasta que lleguen al cielo, pero ahí brillarán como el sol en
su fuerza. Como la luz del día aumenta desde el crepúsculo hasta el esplendor
del mediodía, así crece en pureza la vida de los justos; pero la de los impíos
es como la densa oscuridad, en la que uno no sabe en qué tropieza. El camino
del pecado es tinieblas. El camino del impío es tenebroso, por tanto,
peligroso; ellos caen en pecado, pero no saben cómo evitarlo. Se meten en
problemas, pero nunca tratan de saber si Dios contiende con ellos, ni cuál será
el fin de ello. Este el camino que se nos insta a evitar.
4.20-22 Oír
atentamente la palabra de Dios es buena señal de la obra de gracia empezada en
el corazón y un buen medio de seguir realizándola. En la palabra de Dios hay un
remedio apropiado para todas las enfermedades del alma.
4.23-27
Guarda tu corazón con toda diligencia. Debemos poner estricta vigilancia a
nuestras almas; impedir que nuestros corazones infieran dolor y sean heridos.
Se da una buena razón: porque de ahí surgen los asuntos de la vida. Por sobre
todo, debemos buscar del Señor Jesús el agua viva, el Espíritu santificador,
que brota para vida eterna. Así seremos capacitados para eliminar una boca
perversa y labios pervertidos; nuestros ojos serán vueltos de contemplar la
vanidad, mirando derecho adelante y andando por la regla de la palabra de Dios,
yendo en los pasos de nuestro Señor y Amo.
Nuestro
corazón, nuestros sentimientos de amor y deseos, dicta en gran manera cómo
vivimos debido a que siempre encontramos el tiempo para hacer lo que
disfrutamos. Salomón nos dice que tengamos cuidado con nuestros afectos, que
nos aseguremos y concentremos en esos deseos que nos mantendrán en el buen
camino. Asegúremonos de que nuestros afectos nos lleven hacia la dirección
correcta. Pongamos límites a nuestros deseos: no vayamos detrás de todo lo que
vemos. Miremos hacia adelante, mantengamos muestros ojos fijos en la meta, no
nos desvíemos en lo que nos puede conducir a pecar. El interés en la salvación
de Cristo es necesario. Esta sabiduría es la única cosa necesaria. Un alma sin
sabiduría ni gracia verdadera es un alma muerta. ¡Cuán pobres, despreciables y
desgraciados son los que, con toda su riqueza y poder, mueren sin tener
entendimiento, sin Cristo, sin esperanza, y sin Dios! Escuchemos los dichos de
Aquel que tiene palabras de vida eterna. Así, nuestra senda será sencilla ante
nosotros; tomando y manteniendo firme la instrucción evitaremos ser angustiados
o tropezar.
¡¡Señor,
perdona el pasado, no te acuerdes de él y capacítanos para obedecerte para seguirte
más de cerca durante el tiempo venidero!!
¡Maranatha! ¡Si, ven Señor Jesús!