} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: Romanos 16:1-27

miércoles, 24 de febrero de 2016

Romanos 16:1-27



16.1, 2 Pablo encomienda a Febe a los cristianos de Roma. Corresponde a los cristianos ayudarse unos a otros en sus asuntos, especialmente a los forasteros; no sabemos qué ayuda podremos necesitar nosotros mismos. Pablo pide ayuda para una que ha sido útil para muchos; el que riega también será regado. En la parte oriental de Corinto (Hechos 18:18). No hay razón para dudar que hubiera en las iglesias primitivas diaconisas que atendiesen las necesidades de los miembros. Por lo menos, allá por el reinado de Trajano, según se traduce por la célebre carta de Plinio dirigida a aquel emperador—año 110, o 111 d. de C.—las había en las iglesias orientales. En efecto, a causa de la relación existente entonces entre los sexos opuestos, algo de esa suerte hubiera parecido ser una necesidad. Las tentativas modernas, sin embargo, por restablecer este oficio, pocas veces han resultado favorables; ya fuese debido al estado alterado de la sociedad o por el abuso del oficio, o por ambas razones.
Aunque el cuidado de todas las iglesias estaba con Pablo a diario, podía recordar a muchas personas y enviar saludos a cada una, con sus caracteres particulares y expresar interés por ellos.
Para que nadie se sienta herido, como si Pablo se hubiera olvidado de ellos, manda sus recuerdos al resto, como hermanos y santos, aunque no los nombra. Agrega, al final, un saludo general para todos ellos en el nombre de las iglesias de Cristo.
A Febe se le conoció como diaconisa (la palabra griega usada aquí a menudo se traduce "sierva") y colaboradora. Al parecer, era rica y ayudaba en el sostenimiento del ministerio de Pablo. Era muy respetada en la iglesia y quizás llevó esta carta desde Corinto a Roma. Febe nos muestra que las mujeres jugaban papeles importantes en la iglesia primitiva. Cencrea, el pueblo donde vivía Febe, era el puerto oriental de Corinto, a 10 km del centro de la ciudad.

16.3 Esto es, arriesgaron la vida por Pablo en Corinto (Hechos 18:6-10), o más probablemente en Efeso (Hechos 19:30-31;   1Corintios 15:32). Debieron haber regresado de Efeso, donde los vimos por última vez en la historia de Los Hechos, a Roma, de donde habían sido desterrados por el edicto de Claudio; y eran, sin duda, si no los principales miembros de aquella comunidad cristiana, al menos los más queridos de nuestro apóstol.  Priscila y Aquila era un matrimonio muy amigo de Pablo. Ellos, junto a los demás judíos, salieron de Roma expulsados por el emperador (Hechos 18:2-3) y se mudaron a Corinto. Allí se reunieron con Pablo y lo invitaron a vivir con ellos. Antes de conocer a Pablo, ya eran cristianos y tal vez le pusieron al tanto de la iglesia en Roma. Como Pablo, Priscila y Aquila eran misioneros. Ayudaron a los creyentes en Efeso (Hechos 18:18-28), en Roma cuando se les permitió volver y de nuevo en Efeso (2Timoteo 4:19).

16.5  Los saludos personales de Pablo fueron a romanos y a griegos, a judíos y a gentiles, a hombres y a mujeres, a prisioneros y a ciudadanos prominentes. La iglesia tenía un gran alcance: trascendía las líneas culturales, sociales y económicas. De esta lista concluimos que la iglesia era dinámica. A pesar de que Pablo aún no había visitado Roma, conoció a estas personas en sus viajes a otros lugares. La asamblea cristiana que se reunía regularmente allí para el culto. “Por su ocupación como fabricantes de tiendas, probablemetne tenían mejores comodidades para las reuniones de la iglesia que los demás cristianos.”  Es probable que este consagrado matrimonio había escrito al apóstol tocante a las reuniones regulares en su casa de tal manera que se sentía como uno de ellos. y por esto los incluía en sus salutaciones, las que sin duda serían leídas en las reuniones con especial interés. La lección correcta aquí, como aparece en los manuscritos, es: “las primicias de Asia para Cristo”—esto es, el Asia Proconsular (Hechos 16:6). En 1Corintios 16:15 se dice que “la casa de Estéfanas era las primicias de Acaya;” y aunque Estéfanas fuese uno de dicha familia, pueden reconciliarse ambas declaraciones según el texto recibido, y no hay necesidad de invocar esta suposición, puesto que aquel texto en este caso está sin autoridad. Epeneto, como el primer creyente de la región llamada el Asia Proconsular, era querido al apóstol. Oseas 9:10;  Miqueas 7:1. Ninguno de los nombres mencionados en los versículos 5 al 15 son conocidos de otra manera. Es admirable del número de ellos, puesto que el escritor nunca había estado en Roma. Pero como Roma era entonces el centro del mundo civilizado, a donde y de donde se viajaba hasta las partes más remotas, no hay gran dificultad en suponer que un misionero tan activo como Pablo, con el tiempo, sería conocedor de un número considerable de cristianos residentes en Roma.


16.7 El hecho de que Andrónico y Junias fueran "muy estimados entre los apóstoles" quizás se deba a que los distinguían como apóstoles. A lo mejor eran un matrimonio. La referencia que Pablo hace de ellos como parientes  tal vez se deba a que eran de la misma tribu que Pablo. El apóstol escribe como si les envidiara esta prioridad en la fe. Y, por cierto, si el estar “en Cristo” es la condición humana más envidiable, con cuanta más anterioridad sea la fecha de esta bendita transacción, tanto mayor la gracia de ella. Este dicho acerca de Andrónico y Junia parece arrojar luz sobre el anterior. Muy posiblemente ellos habían sido de las primicias de las labores de Pedro, convertidos a Cristo o en el día de Pentecostés o en alguno de los días subsecuentes. En ese caso, puede ser que se hubiesen granjeado la estima especial de aquellos apóstoles que residían entonces en Jerusalén o en sus cercanías; y nuestro apóstol, aunque llegó a tener contacto con los demás apóstoles más tarde, conocedor de este hecho, hubiera tenido placer en hacer referencia a ello.

16.9 Parecería, por lo que se dice luego tocante a los cristianos que vivían en casa de Narciso, que este Aristóbulo mismo no era cristiano, sino que se hace referencia solamente a los de su casa, acaso a sus esclavos.

16.12 Aquí se refiere, probablemente, no a servicios oficiales, como los que tocaban a las diaconisas, sino a servicios cristianos superiores—dentro de la competencia de la mujer—tales como los que Priscila prestó a Apolos y a otros (Hechos 18:18).

16.13 Lo que significa, no “el que es elegido,” como lo es todo creyente, sino “el electo,” o “el precioso” en el Señor. (1 Pedro 2:4; 2 Juan 1:13.) Leemos en Marcos 15:21 que Simón de Cirene, a quien obligaron a llevar la cruz de nuestro Señor, era “el padre de Alejandro y de Rufo.” De esto se entiende naturalmente que, cuando Marcos escribió su Evangelio, Alejandro y Rufo eran cristianos bien conocidos entre aquellos que debieron ser los primeros en leer su evangelio. Con toda probabilidad, éste era el mismo Rufo, y en tal caso se aumenta nuestro interés por lo que se dice a continuación acerca de su madre.  El apóstol la llama “madre mía”, no tanto en el sentido en que el Señor llama madre suya a toda creyente anciana (Mateo 12:49-50), sino en grato reconocimiento de las atenciones maternales recibidas de parte de ella, motivadas sin duda por el amor que sentía hacia su Maestro y hacia los nobles siervos de su Señor. Nos parece a nosotros del todo probable que la conversión de Simón de Cirene databa de aquel día memorable cuando al pasar (casualmente), “viniendo del campo (Marcos 15:21), le obligaron a llevar” la cruz del Salvador. ¡Dulce compulsión, si lo que él contempló entonces, contribuyó en su decisión para tomar voluntariamente su propia cruz! Es natural suponer que por su instrumentalidad, su esposa sería convertida, y que esta pareja creyente, ahora “herederos juntamente de la gracia de la vida” (1Pedro 3:7), al narrar a sus dos hijos, Alejandro y Rufo, el honor que había sido conferido a su padre, sin saberlo, en aquella hora de tanta significación para todos los cristianos, serían bendecidos en llevarlos ambos a Cristo. En tal caso, suponiéndose que el hermano mayor ya había partido a estar con Cristo, o bien, que residía en alguna parte remota, y que Rufo quedaba solo con la madre, ¡qué instructivo y hermoso es el testimonio que aquí se da de ella!

14, 15. Saludad a Asíncrito...Se ha creído que éstos son nombres de cristianos menos notables que los ya nombrados. Pero apenas se aceptará esta suposición, sin que uno observe que están divididos en dos grupos de cinco cada uno, y que después del primer grupo se agrega: “a los hermanos que están con ellos,” mientras que después del segundo grupo tenemos estas palabras: “y a todos los santos que están con ellos.” Esto apenas significa que cada uno de los cinco hermanos de cada grupo tuviese “una iglesia en su casa;” de otro modo, se hubiera dicho más expresamente. Pero al menos parece indicar que la casa de cada uno de ellos era un centro en el cual se reunían unos pocos cristianos—acaso para instrucción, o para oración, o con propósitos misioneros, o para otros fines espirituales. Estas pequeñas ojeadas en las formas rudimentarias de confraternidad cristiana practicadas por los cristianos en las ciudades grandes, aunque no se basan sino en conjeturas, son singularmente interesantes. Nuestro apóstol, según parece, era informado minuciosamente en cuanto al estado de la iglesia romana, tanto acerca de sus miembros como de sus varias actividades, probablemente por medio de Priscila y Aquila.

16. Saludaos los unos a los otros con ósculo santo1Corintios 16:20; 1Tesalonicenses 5:26; 1Pedro 5:14. La costumbre prevalecía entre los judíos, y sin duda provino del Oriente, donde aún existe. Su adopción en las iglesias cristianas, como símbolo de una comunión superior a la que jamás se expresara antes, fué probablemente tan inmediata como fué natural. En este caso el deseo del apóstol parece ser que ellos, al recibir su epístola, con las salutaciones en ella encomendadas, testificasen expresamente de esta manera su afecto cristiano. Después llegó a tener un puesto fijo en el culto de la iglesia, inmediatamente después de la cena del Señor, y siguió en uso por mucho tiempo. No obstante, antes de adoptar tales prácticas, deben estudiarse las condiciones sociales, así como las peculiaridades de las diferentes regiones.    Pero parece significar solamente que el apóstol quería asegurar a los romanos en cuánta estimación afectuosa los tenían las iglesias en general; todas las que supieron que él estaba escribiendo a los romanos pidieron expresamente que sus propias salutaciones fuesen enviadas.

16.17-  Cuando leemos libros o escuchamos sermones, debemos examinar el contenido de lo escrito o dicho y no dejarnos engañar con palabras suaves. Los cristianos que estudian la Palabra de Dios no serán engañados, aunque los oyentes superficiales caigan en sus redes. Para tener un ejemplo de creyentes que examinaron con cuidado la Palabra de Dios, Hechos 17:10-12. Los fomentadores de “disenciones” a que aquí se hace referencia, probablemente eran aquellos que estaban en contra de las verdades enseñadas en la epístola; y los que causaban “escándalos,” o “disgustos,” quienes arrogantemente desdeñaban los prejuicios de los débiles. La instrucción en cuanto a aquéllos y éstos era que fuesen vigilados, en primer término, para prevenir el mal, y luego, que se apartasen de los tales (2Tesalonicenses 3:6-14) para no tomar responsabilidad alguna por la conducta de ellos ni tampoco para parecer darles la menor aprobación.

16.19  Es como si el apóstol dijera: Vuestro buen nombre entre las iglesias porque habéis sido obedientes a la enseñanza que recibisteis, me es suficiente base para tener confianza en vosotros; pero necesitáis la sabiduría de la serpiente para distinguir entre la verdad diáfana y el error plausible, con una sencillez que instintivamente se adhiere a aquélla y rechaza a éste.”

16.20 El apóstol anima a los romanos a perseverar en su resistencia en contra de los artificios del diablo asegurándoles que ellos, como buenos soldados de Jesucristo, “pronto” estarán libres de dicha responsabilidad y tendrán la satisfacción de “poner los pies en el cuello” de aquel enemigo formidable—símbolo conocido, probablemente, en todas las lenguas, para expresar no sólo la perfección de la derrota sino también la abyecta humillación del enemigo vencido. 2Samuel 22:41; Ezequiel 21:29; Salmo 91:13. Aunque el apóstol aquí llama “el Dios de paz” a aquel que ha de quebrantar a Satanás, con especial referencia a las disenciones”  que amenazaban con perturbar la iglesia de Roma, esta sublime denominación de Dios tiene aquí un sentido más amplio, e indica que “el propósito por el cual el Hijo de Dios se manifestó, fué para destruir las obras del diablo” (1Juan 3:8)  y en verdad, esta seguridad no es sino la reproducción de la primera gran promesa, de que la simiente de la mujer quebrantaría la cabeza de la serpiente (Génesis 3:15).  La adición del “amén” aquí no tiene la autoridad de los manuscritos. Lo que sigue después de este punto, donde uno pensaría que la epístola debería concluirse, tiene su paralelo en Filipenses 4:20, etc., y siendo un hecho común de los escritos epistolares, es sencillamente una marca de la genuinidad.


16.21 Timoteo fue clave en el crecimiento de la iglesia primitiva, y participó con Pablo en su segundo viaje misionero (Hechos 16:1-3). Más tarde, Pablo le escribió dos cartas mientras trabajaba en el fortalecimiento de las iglesias en Efeso: 1 y 2 Timoteo.   La persona indicada parece ser “Lucio de Cirene,” quien estuvo entre los “profetas y doctores” en Antioquía con nuestro apóstol antes que fuese llamado a los campos misioneros.

16.22 El apóstol acostumbraba dictar sus epístolas, y por esto en Gálatas llama la atención de sus lectores al hecho de que a ellos les había escrito de su propia mano. (Gálatas 6:11.) Pero Tercio quería que los romanos supiesen que él, lejos de ser un mero escribiente, sentía sincero afecto cristiano hacia los romanos, y que el apóstol, haciendo insertar esta salutación aquí, quería hacer notorio qué clase de ayudante él empleaba.

16.23 Parece que Gayo fué una de las únicas dos personas que Pablo bautizó con su propia mano; comp. 3Juan  1:1. Su hospitalidad cristiana parece haber sido una cosa no común

16.25-26 Pablo exclama que le era maravilloso saber que el secreto de Dios, su forma de salvar a los gentiles, se da a conocer en todo el mundo. Todas las profecías del Antiguo Testamento se hicieron realidad y Dios usaba a Pablo como su instrumento para predicar estas buenas nuevas. Esto es, de conformidad con las verdades del evangelio que yo predico, y no sólo yo, sino también todos aquellos a los que ha sido encomendada “la predicación de Jesucristo” Aquí se hace referencia a aquel rasgo peculiar de la dispensación evangélica que se llevó a efecto práctico por medio de Pablo y fue revelado en su enseñanza; es decir, la introducción de los creyentes gentiles a una igualdad con sus hermanos judíos, y la nueva forma que tomó la idea del reino de Dios y que fué para los judíos bien sorprendente

  De la misma manera que Jerusalén era el centro de vida judía, Roma lo era del mundo político, religioso, social y económico. En ese lugar se tomaban las decisiones gubernamentales más importantes y desde allí el evangelio se esparció hasta lo último de la tierra. La iglesia en Roma era una mezcla de judíos, gentiles, esclavos, libres, hombres, mujeres, ciudadanos romanos y viajeros internacionales; por lo tanto, tenía potencial para ejercer gran influencia pero también para ser el origen de grandes conflictos.
Pablo aún no había visitado Roma para conocer a todos los creyentes allí y, por supuesto, aún no nos conoce a nosotros. Quizás también vivimos en un centro cosmopolita y el mundo está abierto ante nosotros. De la misma manera que ellos, tenemos el potencial para ejercer amplia influencia o involucrarnos en grandes conflictos. Debiéramos escuchar con sumo cuidado y aplicar las enseñanzas de Pablo acerca de la unidad, el servicio y el amor.
Esto lo llama aquí el apóstol un misterio, o secreto, que hasta entonces había sido encubierto o guardado, pero que ahora ha sido plenamente revelado, y cuyo sentido será manifestado en el versículo siguiente; y su oración por los cristianos romanos, en la forma de una doxología dirigida a aquél que puede hacer lo que Pablo pidió, es que ellos sean establecidos en la verdad del evangelio, no sólo en el carácter esencial de ella, sino especialmente en aquel rasgo de la misma que les autorizó como creyentes gentílicos, para ocupar un puesto digno entre el pueblo de Dios.  A fin de que los judíos no pensasen, a causa de lo que acababa de decir, que Dios hubiese obrado en su pueblo un cambio tan vasto en su condición sin darles noticia previa alguna, el apóstol aquí agrega que, al contrario, “los escritos de los profetas” contienen todo lo que él y los demás predicadores del evangelio proclaman sobre estos temas, y que, en efecto, el mismo Dios que “en las edades eternas” había guardado estas cosas encubiertas, había dado “mandamiento” que ahora, según el tenor de dichas escrituras proféticas, fuesen impartidas a todas las naciones para la aceptación de ellas por la fe.

16.27 “Al solo Dios sabio por Jesucristo a quien sea …” Vale decir: “a él digo que sea gloria …” Al comenzar la epístola, ésta es una tributación de gloria al poder que podía hacer todo esto; y al concluirla, atribuye gloria a la sabiduría que hizo los planes y preside la agrupación del pueblo redimido de entre todas las naciones. El apóstol añade un ferviente “Amén,” el que el lector—si le ha seguido con el mismo asombro y deleite del que estas palabras escribe—repetirá también con fervor.
Sobre esta sección concluyente de la epístola, podemos entender:
(1)               En las manifestaciones minuciosas y delicadas del sentimiento cristiano, así como en el vivo interés por las acciones más pequeñas de la vida que son el fruto del amor y el celo cristianos, y que se han presentado en esta epístola de manera tan inteligente e inspirada, como en verdad lo son todos los escritos de nuestro apóstol, tenemos el secreto de aquella grandeza de carácter que ha hecho que el nombre de Pablo ocupe un lugar privilegiado en la estimación del cristianismo inteligente de toda edad; y el secreto de aquella influencia que como siervo de Dios, y más que todos los demás apóstoles, él ya ha ejercido, y aun deberá ejercer sobre el pensamiento y el sentimiento religioso de los hombres. Ni puede alguien imitarle en estas peculiaridades sin ejercer también una correspondiente influencia sobre todos los que tengan contacto con él (vv. 1-16).

(2) “La astucia de la serpiente y la mansedumbre de la paloma”—al intimar las cuales nuestro apóstol no hace sino repetir la enseñanza de su Señor (Mateo 10:16)—son una combinación de cualidades que así como son raras entre los cristianos son de vasta importancia. En toda edad, ha habido en la iglesia verdaderos cristianos cuyo estudio excesivo de la sabiduría de la serpiente ha penetrado tanto en su sencillez y sinceridad que es de temerse que sean poco mejores que lobos vestidos de ovejas. Ni se puede negar por otra parte que, ya sea por su ineptitud o por la indisposición para juzgar con la debida discriminación entre lo bueno y lo malo, muchos cristianos eminentemente sencillos, espirituales, y consagrados, han ejercido en su vida poca o ninguna influencia sobre sección alguna de la sociedad en que viven. Que el consejo del apóstol bajo este tema sea recibido para estudio, especialmente por los cristianos jóvenes cuyo carácter está aún en formación, y cuya esfera permanente en la vida no está sino parcialmente determinada; y que se alisten en oración para el ejercicio combinado de estas dos cualidades. De este modo su carácter cristiano será consistente y elevado, y su influencia para bien será en proporción a su crecimiento.
(3) Los cristianos debieran animarse mutuamente en medio de las fatigas y pruebas de sus prolongadas luchas con la seguridad de que éstas pronto terminarán de una manera gloriosa. Asimismo, debieran acostumbrarse a considerar toda oposición hecha al progreso y a la prosperidad de la causa de Cristo—ya sea en sus propias almas, en las iglesias con las cuales están relacionados, o en el mundo en general—como obra de Satanás el que ha estado siempre en conflicto con el Señor de ellos; y nunca debieran dudar que el Dios de paz quebrantará presto a Satanás,” cuyo cuello él pondrá debajo de sus pies y cuya cabeza ellos aplastarán (v. 20).

(4) Como el poder divino que obra por medio del glorioso evangelio es lo único que sostiene a los cristianos y los hace perseverar, así también debieran atribuir toda la gloria de su presente estabilidad, como lo harán a aquel poder y a aquella sabiduría que los hizo partícipes del evangelio de seguro de su victoria final, (vv. 25-27).

 (5) “¿Ha mandado el eterno Dios” que el “misterio” evangélico, tanto tiempo encubierto pero ahora plenamente revelado, sea dado a conocer a todas las naciones para que obedezcan a la fe” (v. 26)? Entonces ¡Qué responsabilidad ha sido impuesta a todas las iglesias y a cada cristiano de enviar el evangelio “a toda criatura”! Y podemos estar bien seguros de que la prosperidad o el decaimiento de las iglesias y de los cristianos individuales, no tendrá poco que ver con la fidelidad o con la indiferencia respectivamente ante este imperativo deber.

¡Maranatha! ¡Sí, ven Señor Jesús!