He preferido dividir este capítulo en cuatro bloques para entender con
claridad al Apóstol Pablo:
1-4.Los judíos edificaron sobre un
fundamento falso y no quisieron ir a Cristo para recibir la salvación gratuita por
fe, y son muchos los que en cada época hacen lo mismo en diversas formas. La
severidad de la ley demostró a los hombres su necesidad de salvación por gracia
por medio de la fe. Las ceremonias eran una sombra de Cristo que cumple la
justicia y carga con la maldición de la ley. Así que aun bajo la ley, todos los
que fueron justificados ante Dios, obtuvieron esa bendición por la fe, por la
cual fueron hechos partícipes de la perfecta justicia del Redentor prometido.
La ley no es destruida ni frustrada la intención del Legislador, pero habiendo
dado la muerte de Cristo la satisfacción plena por nuestra violación de la ley,
se alcanza la finalidad. Esto es, Cristo cumplió toda la ley, por tanto, quien
cree en Él, es contado justo ante Dios como si él mismo hubiese cumplido toda
la ley. Los pecadores nunca se diluyen en vanas fantasías de su propia justicia
si conocieron la justicia de Dios como Rey o su rectitud como Salvador.
¿Qué sucederá con los judíos que creen en Dios
y no en Cristo? Si creen en el mismo Dios, ¿por qué no van a ser salvos? Si
fuera así, Pablo no se hubiera sacrificado tanto por enseñarles acerca de
Cristo. Ya que Jesús es la más completa revelación de Dios, sin Jesús nadie
puede entender bien a Dios; ya que Dios escogió a Jesús como puente entre Dios
y el hombre, no podemos dirigirnos a Dios por otro medio. Los judíos, como
cualquier otra persona, pueden hallar la salvación solo a través de Jesucristo
(Juan 14:6; Hechos
4:12). Como Pablo, debiéramos anhelar que todos los judíos se salvaran.
Debiéramos orar por ellos y con amor anunciarles las buenas nuevas.
Cristo
es "el fin de la ley" en dos sentidos. Cumplió el propósito y la meta
de la Ley (Mateo_5:17) ejemplificando a la
perfección los deseos de Dios en la tierra. Pero también El es el fin de la Ley
porque al compararla con Cristo, la Ley es impotente para salvarnos.
5-11. Para salvarse mediante la Ley, una
persona debe tener una vida perfecta, sin siquiera pecar una vez. En lugar de vivir mediante la fe en Dios, los
judíos establecieron costumbres y tradiciones (añadiduras a la Ley de Dios) en
su afán de ser aceptos ante El. Pero los esfuerzos humanos, por sinceros que
sean, nunca podrán sustituir la justicia que Dios nos ofrece por la fe. La
única forma de ganar la
salvación es ser perfectos y esto es imposible. Solo podemos extender nuestras
manos vacías y recibirla como regalo.
¿Por
qué Dios dio la Ley sabiendo que la gente no podría cumplirla? De acuerdo a
Pablo, una de las razones por la que se dio la Ley a los hombres era mostrarles
cuán culpables son (Gal_3:19). La Ley era una
sombra de Cristo; o sea, el sistema sacrificial educó a la gente a fin de que
al ofrecerse el verdadero sacrificio, la gente pudiera entenderlo (Heb_10:1-4). El sistema de leyes ceremoniales
perduró hasta la venida de Cristo. La Ley señalaba a Cristo, y para eso se
sacrificaban todos esos animales.
El pecador condenado por sí mismo no tiene que
confundirse con la manera en que puede hallarse esta justicia. Cuando hablamos
de mirar a Cristo, recibirlo y alimentarnos de Él, no queremos decir a Cristo
en el cielo ni Cristo en lo profundo, sino Cristo en la promesa, Cristo
ofrecido en la palabra. La justificación por fe en Cristo es una doctrina
sencilla. Se expone ante la mente y el corazón de cada persona, dejándola así
sin disculpa por la incredulidad. Si un hombre ha confesado su fe en Jesús como
Señor y Salvador de los pecadores perdidos, y realmente cree en su corazón que
Dios le levantó desde los muertos, para mostrar que había aceptado la
expiación, debe ser salvado por la justicia de Cristo, imputada a Él por medio
de la fe. Pero ninguna fe justifica lo que no es poderoso para santificar al
corazón y reglamentar todos sus afectos por el amor de Cristo. Debemos
consagrar y rendir nuestras almas y nuestros cuerpos a Dios: nuestras almas al
creer con el corazón, y nuestros cuerpos al confesar con la boca. El creyente
nunca tendrá causa para arrepentirse de su confianza total en el Señor Jesús.
Ningún pecador será nunca avergonzado de tal fe ante Dios; y debiera gloriarse
de ella ante los hombres. “Si confiesas que Jesús es el Señor,” es decir, “lo
reconoces como tu Señor”, lo cual es la debida manifestación o evidencia de la
fe” (Mateo_10:32; 1Juan_4:15).
El confesar al Señor se pone primero solamente para corresponder con la cita
precedente, “en tu boca y en tu corazón.” Así como en 2Pedro_1:10
“la vocación de los creyentes” se pone antes de su “elección,” como si la cosa asegurada fuese primero, aunque
cronológicamente viene después. En el versículo siguiente las dos cosas se
colocan en su orden natural.
Porque con el corazón se
cree para justicia [justificadora]; mas con la boca se hace confesión para salud [“salvación”] Esta
confesión del nombre de Cristo, especialmente en tiempos de persecución, y
todas las veces que sufran la infamia los que profesan el cristianismo, es una
prueba indispensable del discipulado.
12-17. ¿Alguna vez le han preguntado cómo se
hace uno cristiano? Estos versículos le dan la preciosa respuesta: la salvación
está en el corazón y en la boca. La gente piensa que debe ser un proceso
complicado, pero no es así. Si creemos en nuestro corazón y proclamamos con
nuestra boca que Jesús es el Señor resucitado, seremos salvos.
Habrá veces en que la gente nos defraudará y
las circunstancias empeorarán. Pablo dice que Dios cumple su parte del trato:
todo aquel que lo invoca será salvo. Dios siempre ha de justificar a los que
creen.
Debemos llevar a otros el gran mensaje de
salvación, para que respondan a las buenas nuevas. ¿Cómo sabrán de este mensaje
sus seres queridos y vecinos si nadie se lo comunica? ¿Está llamándole Dios a
participar en la proclamación de este mensaje para que sea conocido en su
comunidad? Piense en una persona que necesita oír las buenas nuevas e idee un
plan para lograrlo. Luego póngase en acción en cuanto le sea posible.
No
hay un Dios para los judíos que sea más bueno, y otro para los gentiles que sea
menos bueno; el Señor es el Padre de todos los hombres. La promesa es la misma
para todos los que invocan el nombre del Señor Jesús como Hijo de Dios, como
Dios manifestado en carne. Todos los creyentes de esta clase invocan al Señor
Jesús y nadie más lo hará tan humilde o sinceramente, pero ¿cómo podría invocar
al Señor Jesús, el Salvador divino, alguien que no ha oído de Él? ¿Cuál es la
vida del cristiano, sino una vida de oración? Eso demuestra que sentimos
nuestra dependencia de Él y que estamos listos para rendirnos a Él, y tenemos
la expectativa confiada acerca de todo lo nuestro de parte de Él.
Era
necesario que el evangelio fuera predicado a los gentiles. Alguien debe
mostrarles lo que tienen que creer. ¡Qué recibimiento debiera tener el
evangelio entre aquellos a quienes les es predicado! El evangelio es dado no
sólo para ser conocido y creído, sino para ser obedecido. No es un sistema de
nociones, sino una regla de conducta. El comienzo, el desarrollo y el poder de
la fe vienen por oír, pero sólo el oír la palabra, porque la palabra de Dios
fortalecerá la fe.
18-21. Muchos judíos que esperaban al Mesías
no quisieron creer en El cuando vino. Dios le ofreció su salvación a los
gentiles ("un pueblo que no es pueblo" y "pueblo
insensato"). Muchos gentiles, que ni siquiera sabían del Mesías, lo
hallaron y creyeron en El. Algunos religiosos están espiritualmente ciegos,
mientras que otros que nunca han ido a una iglesia son a veces los que
responden de manera más positiva al mensaje de Dios. Ya que las apariencias son
engañosas y no podemos ver el corazón de las personas, cuidémonos de decir de antemano quién aceptará o no al evangelio.
¿No sabían los judíos que los gentiles iban a ser
llamados? Ellos podrían haberlo sabido por Moisés e Isaías. “Yo os provocaré a
celos contra [aquellos que son] no una nación y contra una nación insensata os
provocaré a ira” (Deu_32:21). Dios
amonesta a su antiguo pueblo, que por cuanto ellos le habían provocado a celos
con los que no eran dioses, y le habían enojado con sus vanidades, él en
retribución, les incitaría a celos favoreciendo a una nación “que no es
nación”, provocándolos a ira al adoptar una nación falta de entendimiento.
Isaías habla claramente de la gracia y el favor de
Dios que avanza para ser recibido por los gentiles. A los que no preguntaban por mí—hasta
que de mi parte les llegó la invitación a ellos. Que estas palabras del profeta
significan el llamamiento de los gentiles (Isa_65:1),
está manifiesto por lo que sigue inmediatamente: “Dije a gente que no invocaba
mi nombre: Heme aquí, heme aquí” (Isa_65:1). Mas acerca de Israel dice: Todo el día
extendí mis manos—en actitud de amorosa suplicación. a un pueblo rebelde y contradictorio—Estas
palabras de Isa_65:2, citadas aquí como una
invitación a los gentiles, eran más que suficientes para dar a conocer a los
judíos tanto el propósito de Dios de rechazarlos a ellos de los privilegios de
que habían gozado, para otorgarlos ahora en favor de los gentiles, así como la
causa de este rechazamiento que se originó de parte de ellos mismos.
Entendemos entonces qué:
(1) Ni la mera sinceridad, ni aun el ardor en la religión, aunque pudieran ser
una base de esperanza para alcanzar una liberación misericordiosa del error, no
servirán de excusa ni compensarán por el rechazo expreso de la verdad
salvadora, cuando en la providencia de Dios se presenta para ser aceptada. (2)
La verdadera causa de semejante rechazo de la verdad salvadora, por los que en
otros particulares son sinceros, es la preocupación mental en favor de nociones
falsas propias suyas. Mientras que los judíos “procuraban establecer su propia
justicia,” era naturalmente imposible que “se sujetasen a la justicia de Dios;”
ya que cada uno de estos dos métodos está en contra del otro.
(3) Las condiciones esenciales para obtener la
salvación han sido en todas las edades las mismas: se invita “a todo aquel que
quiera, a tomar del agua de la vida de balde, Apocalipsis_22:17.
(4) ¡Cómo se atontecerán aquellos que perecerán
lejos de la voz del evangelio, al recordar lo sencillo, lo razonable y lo
gratuito que era el plan de la salvación!
(5) ¡Cuán
penetrante debiera sonar en los oídos de las iglesias aquella pregunta que se
ha estado haciendo perpetuamente: “¿Cómo oirán sin haber quién les predique?”
como si fuese únicamente el eco apostólico de la gran comisión que dejó el Señor:
“Predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos_16:15);
y cuánto carecen las iglesias del debido amor, celo y consagración, puesto que
habiendo tan abundante siega, los segadores son tan pocos (Mateo_9:37-38), y el clamor de labios de hombres
perdonados, dotados y consagrados: “Heme aquí, envíame a mí” (Isaias_6:8), no se oye en todas partes!
(6) La
bendición de la relación pactada entre el hombre y Dios, no es el privilegio
irrevocable de ningún pueblo ni de ninguna iglesia; puede ser asegurada solamente
por la fidelidad de nuestra parte, al pacto mismo.
(7) Muchas veces Dios es hallado por los que
aparentemente están más lejos de él, mientras que queda sin ser descubierto por
los que se creen estar más cercanos.
(8) El trato de Dios aun para con los pecadores
réprobos, es uno lleno de ternura y compasión; todo el día extiende sus brazos
de misericordia a los desobedientes y contradictores. De esto se darán cuenta y
lo reconocerán al fin todos los que perezcan, para la gloria de la longanimidad
de Dios, y para la propia confusión de ellos.
¿No
fue este nuestro caso? ¿No empezó Dios con amor, y se nos dio a conocer cuando
nosotros no preguntábamos por Él? La paciencia de Dios para con los pecadores
provocadores es maravillosa. El tiempo de la paciencia de Dios es llamado un
día, liviano como un día y apto para el trabajo y los negocios; pero limitado
como el día, y hay una noche que le pone fin. La paciencia de Dios empeora la
desobediencia del hombre, y la vuelve más pecaminosa. Podemos maravillarnos
ante la misericordia de Dios, de que su bondad no sea vencida por la maldad del
hombre; podemos maravillarnos ante la iniquidad del hombre, que su maldad no
sea vencida por la bondad de Dios. Es cuestión de gozo pensar que Dios ha
enviado el mensaje de gracia a tantísimos millones por la amplia difusión de su
evangelio.