} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LLAMADO DE ATENCIÓN

jueves, 9 de enero de 2020

LLAMADO DE ATENCIÓN


Son demasiados los que no tienen interés alguno en los temas de los cuales he estado
escribiendo. Su tesoro está aquí en la tierra. Todo su interés está en las cosas del mundo.
No les importa en absoluto los conflictos, luchas, problemas, dudas y temores del
creyente.
Les importa poco si Cristo hizo milagros o no. Para ellos, todo esto es cuestión de
palabras, nombres y procedimientos que no les conciernen. Están sin Dios en este mundo.
Si  acaso  es  usted  uno  de estos,  sólo  puedo  advertirle seriamente que su  trayectoria actual  no  puede durar.  No  vivirá para siempre.  Habrá un  final.  Las  canas,  la vejez,  les enfermedades,  la declinación  y la  muerte  son  partes  de la  vida que un  día todos tendremos  que enfrentar.  ¿Qué hará usted  cuando  le llegue ese día? Recuerde mis  palabras  hoy.  No  tendrá consolación  cuando  enfrente la enfermedad  y la muerte,  a  menos que  Jesucristo  sea  su  amigo.  Descubrirá,  para  su  tristeza  y  confusión, que no  importa  cuánto  digan  y se  enaltezcan  los  hombres,  no  pueden  arreglárselas  sin Cristo  cuando  están  en  su  lecho  de muerte.  Pueden  mandar  a buscar  al  ministro  de Dios y pedirle que les  lea oraciones  y les  den  la  eucaristía,  o  buscar  al  sacerdote para que les lean  oraciones  y les  den  la extrema unción.  Puede usted  participar  de cada rito  y ceremonia  religiosa.  Pero  si  insiste  en  seguir  viviendo  una vida mundana  y despreocupada,  despreciando  a Cristo  en  la mañana de su  vida,  no  se sorprenda  si  Cristo no  está  con usted  en sus  últimos  momentos.  ¡Ay!  Éstas  son  palabras  solemnes  y,  con frecuencia,  tristemente  ciertas:  “También  yo  me  reiré en  vuestra calamidad,  y  me burlaré cuando os  viniere  lo que  teméis”  (Pr. 1:26).    Venga pues  hoy y reciba  el  consejo  de alguien  que ama su  alma.  Deje de  hacer  el  mal. Aprenda a hacer  lo  bueno.  Apártese  de las  cosas  intrascendentes  y  tome el  sendero  del entendimiento.  Eche fuera ese orgullo  en  su  corazón  y busque al  Señor  Jesús  mientras puede ser  hallado.  Eche fuera la indolencia que  ha paralizado  su  alma y  decídase  a tomar en serio  su Biblia,  sus  oraciones  y  sus  domingos.  Apártese  de  un mundo  que  nunca  lo satisfará y busque ese tesoro  único  que es  verdaderamente incorruptible.  ¡Oh,  quiera el Señor  que  sus  palabras  conmuevan  su  corazón!  “¿Hasta cuándo,  oh  simples,  amaréis  la simpleza,  y los  burladores  desearán  el  burlar,  y los  insensatos  aborrecerán  la ciencia?    Volveos  a mi  reprensión;  he aquí  yo  derramaré mi  espíritu  sobre vosotros”  (Pr. 1:22, 23). Creo que  el  peor  pecado  de Judas  Iscariote fue que no  buscó  perdón  y no  se volvió  a su  Señor.  Tenga cuidado  de no  cometer  el  mismo  error. (b)  Este escrito  quizá  caiga en  las  manos  de  algunos  que  aman  al  Señor  Jesús  y creen  en  él,  pero  quieren  amarlo  más.  Si  usted  es  uno  de ellos,  acepte esta exhortación  y aplíquela a su  corazón.   Para empezar,  tenga siempre presente como  verdad  sempiterna que  el  Señor Jesús es realmente una  Persona  viva  y trátelo  como  tal. Es  lamentable ver  que,  en  la actualidad,  muchos  que  profesan  ser  creyentes  no  tienen una idea  cabal  de la personalidad  de nuestro  Señor.  Hablan  más  de salvación  que del Salvador,  de redención  más  que del  Redentor  y más  de la obra de  Cristo  que de la persona de Cristo.  Esto  es  un  gran  error  y eso  explica el  carácter  desabrido  y trivial  de muchos  que profesan  el  cristianismo.   Si  anhela crecer  en  la  gracia  y tener  gozo  y paz  en  sus  creencias,  tenga  cuidado  de no caer  en  este error.  Deje de considerar  al  evangelio  sólo  como  una colección  de doctrinas prohibicionistas.  En  cambio,  considérelo  como  la revelación  de un  ser  poderoso y viviente bajo  cuya mirada amorosa usted  vive todos  los  días.  Deje de considerarlo  sólo como una  serie  de  proposiciones  abstractas  y  reglas  y  principios  obtusos. En  cambio, haga de cuenta que  le presentaron  a Jesús  como  un  Amigo  glorioso y  personal.  Ésta es  la clase de evangelio  que predicaban  los  apóstoles.  No  iban  por  el  mundo  de aquí  para allá hablando  a la gente  abstractamente del  amor,  la misericordia  y  el  perdón.  El  tema principal  de  todos  sus  mensajes  era el  amor  de  un  Cristo  real  y  vivo.  Ésta es  la clase de evangelio  que promueve  la santificación  y la idoneidad  para la gloria.  No  hay nada  que nos  prepare  mejor  para  ese  cielo  que  gozar  de  comunión  con  Cristo  como  una Persona real  y viviente aquí  en  la tierra.  Si  gozamos  de  esa comunión  desde ahora,  estaremos preparados  para estar  donde la presencia personal  de Cristo  lo  será todo  y en  esa gloria donde veremos  a Cristo  cara a  cara.  Hay una diferencia fundamental  entre una  idea  y una  persona. Además,  procure recordar  siempre  como  una  verdad  permanente que el  Señor Jesús  no cambia. El  Salvador  en  quien  usted  confía  es  el  mismo  ayer,  hoy  y por  los  siglos.  En  él  “no hay mudanza,  ni  sombra de variación”  (Stg.  1:17).  Aunque está sentado  a la diestra de Dios  en  las  alturas,  tiene el  mismo  corazón  que tenía  hace  casi  2000  años  aquí  en  la tierra.  Recuerde esto  y andará bien. Trace todos  los  viajes  de  Jesús  por  Palestina.  Tome nota de cómo  recibía  a todos  y no rechazaba a  nadie.  Subraye  cómo  él  prestaba  oído a  todas  las  historias  de  dolor, extendía una mano  para ayudar  a  todos  los  angustiados  y cómo  su  corazón  se  conmovía ante todo el  que necesitaba compasión.  Dibuje un  cuadro  de este Jesús  en  su  mente  y dígase:  “Este mismo  Jesús  es  mi  Señor  y Salvador.  El  lugar  y  el  tiempo no lo han  cambiado  en absolutamente nada.  Lo  que era,  hoy es,  y lo  será  siempre”. Quiera Dios  que este pensamiento  dé  vida  y realidad  a la  práctica  cotidiana de su  fe. Quiera Dios  que este pensamiento  dé sustancia  y forma a su  expectativa  de  lo bueno por venir.  Quiera el  Señor  que el  hecho  de haber  leído  acerca  de  Aquel  que  anduvo  treinta  y tres  años  sobre la tierra  y cuya vida es  relatada  en  los  Evangelios, provoque  en  usted una gozosa reflexión.  Él  es  el  mismo  Salvador  en  cuya presencia pasaremos  la  eternidad.   Las  últimas  palabras  de  este  capítulo  serán  igual  que las  primeras.  Quiero  que las personas  lean  los  Evangelios  más  de lo  que lo  hacen.  Quiero  que sepan  más  de Cristo. Quiero  que el  inconverso  conozca  a Jesús  para que,  por  él,  tenga  vida  eterna.  Quiero  que los  creyentes  conozcan  mejor  a Jesús  para  que sean  más  felices,  más  santos  y más  dignos de recibir  la herencia de  los  santos.  El  más  santo  de los  hombres  es  el  que puede decir con  Pablo: “Para  mí  el  vivir  es  Cristo”  (Fil. 1:21).

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