} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: DOCTRINAS FUNDAMENTALES (7)

miércoles, 15 de mayo de 2024

DOCTRINAS FUNDAMENTALES (7)

 

 

6:_El Gran Misterio


I.                   EL PROBLEMA

En las seis publicaciones anteriores, en este blog, se ha enfatizado la Soberanía de Dios. La doctrina bíblica de la depravación total pone de relieve que el hombre natural, no regenerado, nunca puede hacer nada bueno ni por una fracción de segundo. Esta muerto a las obras buenas. Para creer, o hacer algo bueno depende de que Dios se lo haga hacer.

La elección incondicional enseña la Soberanía de Dios al poner de relieve que la elección del hombre por parte de Dios para la vida eterna no se basa en nada que haya en el hombre. Esta elección no está condicionada por el conocimiento previo que tiene de quién cooperará con Él y aceptará el sacrificio de Cristo. Es una elección incondicional. La razón de la elección soberana se encuentra sólo en Dios y no en nada que haga o sea el hombre.

Vemos la Soberanía de Dios en la expiación limitada cuando caemos en la cuenta de que Cristo no ofreció una expiación que salva a todo el mundo, sino más bien una expiación que salva sólo a aquellos que han sido escogidos por el Padre. Hay unidad completa entre el propósito del Padre y del Hijo. El Hijo murió por aquellos a quienes el Padre amó.

Cuando observamos la selectividad de la gracia irresistible, vemos otra vez la Soberanía de Dios. Así como la nada no puede negarse a ser creada o a nacer, así tampoco el muerto no puede resistir a que se le dé vida, y el que está espiritualmente muerto o no ha nacido espiritualmente no puede resistir al Espíritu omnipotente de Dios al hacerle nacer de nuevo. Y si alguien posee vida espiritual, es porque el Espíritu lleva a cabo la selección soberana del Padre. El hombre nada puede hacer en cuanto a nacer de nuevo.

Hay unidad entre las tres personas de la trinidad. El Padre escoge a los elegidos, Cristo muere por ellos, y el Espíritu Santo lleva a cabo la voluntad de ambos haciendo, en forma irresistible, que los elegidos crean y se salven.

La Perseverancia de los Santos revela la Soberanía de Dios en cuanto es continuación de su soberanía que se ve en los aspectos anteriores de depravación total, elección incondicional, expiación limitada y gracia irresistible.

Para poner más relieve todavía la Soberanía de Dios, es necesario señalar que Dios lo predestina todo. Dios no sólo es omnipotente, de modo que para Él las naciones no son más que una gota en el océano o una ligera capa de polvo en una báscula (Isaías. 40), sino que también “En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad,” (Efesios 1.11). Es incluso bíblico decir que Dios ha predeterminado el pecado. Si el pecado estuviera fuera de los planes de Dios, entonces ninguno de los asuntos importantes de la vida estaría bajo la Soberanía de Dios. Porque ¿qué acciones del hombre son perfectamente buenas? Toda la historia estaría fuera de la predeterminación de Dios: la caída de Adán, la crucifixión de Cristo, las conquistas del Imperio Romano, la Reforma, la Revolución Francesa, Waterloo, las guerras de independencia americanas, las dos guerras mundiales, los asesinatos presidenciales, las violencias de toda índole, y el surgimiento y caída de las naciones.

Hay dos instancias en que la Biblia enseña en forma especialmente clara que todo incluso el pecado, ha sido ordenado por Dios: la venta de José y la crucifixión de Cristo.

En el primer ejemplo, advirtamos el pecado que conlleva. Los hermanos de José lo odiaban. Planearon cuidadosamente cómo librarse de Él, lo arrojaron a una cisterna, y luego lo vendieron como esclavo a gente extraña que se dirigía a Egipto. Luego se fueron a la casa con la ropa de José manchada de sangre de animal y mintieron cruelmente a su padre, quien, quien tenía un amor especial por José. No se puede dudar de que pecaron.

Pero ahora adviértase lo que dice José acerca de ellos cuando más tarde van a Egipto para comprar comida. Dice: “Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto.” (Génesis. 45.8). En un sentido, esto no es correcto. Sus hermanos sí lo hicieron. En forma deliberada, maliciosa y odiosa lo vendieron como esclavo. Pero José dice que no lo hicieron. José no estaba equivocado, sino que sólo trata de decir en una forma poderosa y convincente que Dios estaba en realidad detrás de todo ello. El acto pecaminoso de venderlo no había estado a merced de la casualidad o de la voluntad pecaminosa del hombre. Dios había determinado que José fuera a Egipto. Por eso dice, “No me enviasteis acá vosotros,” y luego de inmediato afirma lo que la mayor parte de la gente nunca se atrevería a afirmar: “sino Dios”. Dios se aseguró de que José fuera vendido a Egipto.

Más tarde, José reconoce en una manera más explícita que sus hermanos cometieron pecado, cuando les dice, “Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. Pero agrega, “Dios lo encaminó a bien” (Génesis 50.20). El uso del mismo verbo en el caso de José y en el de Dios destaca más la paradoja. Dios está envuelto en una forma real en las acciones de los hermanos. Dios quería asegurarse de que su pueblo elegido de Israel tuviera un amigo especial en Egipto que lo ayudara en la época de sequía y hambre. Porque de este pueblo iba a salir el salvador del mundo. Para conseguir; pues este objetivo de continuar el linaje de Abraham, Dios no podía dejar los acontecimientos al azar. Por eso ordenó el pecado de los hermanos de José: “sino Dios (me envió)”; “Dios los encamino a bien.” En otras palabras, Dios se aseguró de que los hermanos de José pecaran; pero lo hizo en una forma tal que la responsabilidad es de los hermanos y no de Dios. Porque Dios es sólo santidad y luz, y no hay tinieblas en Él.

Un segundo ejemplo claro de la predeterminación del pecado es la crucifixión de Cristo. Este fue el pecado más odioso de todos porque constituyó el epítome del odio del hombre contra Dios.

Sin embargo este pecado lo predeterminó Dios. Dios no dejó la muerte de su Hijo y por consiguiente la salvación de su pueblo a merced del hombre pecador. Supongamos que Judas y los líderes judíos hubieran cambiado de pensamiento y hubieran decidido no matar a Jesús. Supongamos que Jesús hubiera envejecido y hubiera muerto de muerte natural o no hubiera muerto nunca. Entonces no hubiera habido expiación del pecado y no hubiera habido cielo. En ese caso los planes de Dios de lección y salvación se hubieran frustrado.

Dios no dejó al azar la salvación del mundo. Por ello, como pedro dijo en Pentecostés, Jesús fue “a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole” (Hechos. 2.23). Y más adelante la iglesia, al hablar de la muerte de Jesús, confesó a Dios, que Herodes, Pilatos, los gentiles y los judíos se habían unido “para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera  (Hechos 4.28). En otras palabras, el pecado lo predetermina Dios. Más ejemplos bíblicos:

 Josué 11.20 Porque esto vino de Jehová,  que endurecía el corazón de ellos para que resistiesen con guerra a Israel,  para destruirlos,  y que no les fuese hecha misericordia,  sino que fuesen desarraigados,  como Jehová lo había mandado a Moisés

 1 Samuel 16. 23 Y cuando el espíritu malo de parte de Dios venía sobre Saúl, David tomaba el arpa y tocaba con su mano; y Saúl tenía alivio y estaba mejor, y el espíritu malo se apartaba de él

 2 Samuel 12. 11-12 Así ha dicho Jehová: He aquí yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa, y tomaré tus mujeres delante de tus ojos, y las daré a tu prójimo, el cual yacerá con tus mujeres a la vista del sol. 12  Porque tú lo hiciste en secreto; mas yo haré esto delante de todo Israel y a pleno sol.

2 Samuel 16. 10-11 Y el rey respondió: ¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia? Si él así maldice, es porque Jehová le ha dicho que maldiga a David. ¿Quién, pues, le dirá: ¿Por qué lo haces así? 11  Y dijo David a Abisai y a todos sus siervos: He aquí, mi hijo que ha salido de mis entrañas, acecha mi vida; ¿cuánto más ahora un hijo de Benjamín? Dejadle que maldiga, pues Jehová se lo ha dicho;

 1 Reyes 22.22-30  Él dijo: Yo saldré, y seré espíritu de mentira en boca de todos sus profetas. Y él dijo: Le inducirás, y aun lo conseguirás; vé, pues, y hazlo así. 23  Y ahora, he aquí Jehová ha puesto espíritu de mentira en la boca de todos tus profetas, y Jehová ha decretado el mal acerca de ti. 24  Entonces se acercó Sedequías hijo de Quenaana y golpeó a Micaías en la mejilla, diciendo: ¿Por dónde se fue de mí el Espíritu de Jehová para hablarte a ti? 25  Y Micaías respondió: He aquí tú lo verás en aquel día, cuando te irás metiendo de aposento en aposento para esconderte. 26  Entonces el rey de Israel dijo: Toma a Micaías, y llévalo a Amón gobernador de la ciudad, y a Joás hijo del rey; 27  y dirás: Así ha dicho el rey: Echad a éste en la cárcel, y mantenedle con pan de angustia y con agua de aflicción, hasta que yo vuelva en paz. 28  Y dijo Micaías: Si llegas a volver en paz, Jehová no ha hablado por mí. En seguida dijo: Oíd, pueblos todos. 29  Subió, pues, el rey de Israel con Josafat rey de Judá a Ramot de Galaad. 30  Y el rey de Israel dijo a Josafat: Yo me disfrazaré, y entraré en la batalla; y tú ponte tus vestidos. Y el rey de Israel se disfrazó, y entró en la batalla;

 Job 1.21 y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito.;

 Isaías 10.5 Oh Asiria, vara y báculo de mi furor, en su mano he puesto mi ira.  

2 Tesalonicenses 2.11 Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira,;

 Apocalipsis 17.17 porque Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar lo que él quiso: ponerse de acuerdo, y dar su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios.

Podemos leer el Artículo XIII de La Confesión Belga de fe:” Creemos, que ese buen Dios, después que hubo creado todas las cosas, no las ha abandonado ni las ha entregado al acaso o al azar, sino que las dirige y gobierna según su santa voluntad de tal manera que nada acontece en este mundo sin su ordenación, con todo eso, sin embargo, Dios no es autor ni tiene culpa del pecado que sucede. Porque su Poder y Bondad son tan grandes e incomprensibles, que El muy bien y con justicia dispone y ejecuta su obra, incluso cuando los demonios y los inicuos obren injustamente. Y referente a lo que Él hace fuera del alcance de la inteligencia humana, eso mismo no lo queremos investigar más curiosamente de lo que nuestra razón puede soportar; sino que aceptamos con toda humildad y reverencia los justos juicios de Dios, los cuales nos están ocultos; teniéndonos por satisfechos con que somos discípulos de Cristo para aprender únicamente lo que Él nos indica en su Palabra, sin traspasar estos límites. Esta enseñanza nos da un consuelo inexpresable, cuando por ella aprendemos que nada nos puede acontecer por casualidad, sino por la disposición de nuestro misericordioso Padre Celestial que vela por nosotros con cuidado paternal, sujetando a todas las criaturas bajo su dominio, de tal manera que ni un solo cabello de nuestra cabeza (pues están todos contados), ni un solo pajarillo puede caer sobre la tierra sin la voluntad de nuestro Padre (San Mateo 10:29-30). De lo cual nos fiamos, sabiendo que Él reprime a los demonios y a todos nuestros enemigos, los cuales no nos pueden perjudicar sin Su permiso y voluntad. Y en esto reprobamos el execrable error de los epicúreos que dicen, que Dios no se inmiscuye en nada, y deja acontecer casualmente las cosas.”

 Así pues una vez más confesamos con todo vigor la soberanía absoluta de Dios. Él predestina, elige y preordena.

Pero, si alguien ha estado reflexionando verdaderamente, es muy probable que se le ha suscitado muchas veces una objeción muy grave. En forma involuntaria, la persona corriente se rebela y casi muestra hostil ante algunas de estas ideas. Retrocede ante el pensamiento de que todo ha sido planeado y determinado por Dios desde hace muchísimo tiempo. Esto lo perturba. Porque, ¿Dónde está la santidad de Dios? Si predeterminó el pecado de los hermanos de José y el pecado de Judas, ¿Cómo puede una persona racional decir que Dios es santo? ¿Acaso la culpa no es de Dios? O, para decirlo de otro modo, ¿Dónde está la libertad del hombre? ¿Acaso el hombre no es más que un muñeco que Dios manipula? ¿No es más que un juguete mecánico con una cuerda en la espalda que lo hace funcionar? ¿No es más que un computador al que le introduce algunos datos y luego en forma mecánica realiza su labor? ¿Dónde está la responsabilidad del hombre si Dios ha preordenado todas las cosas? ¿Acaso, si esto es así, el ladrón no deja de ser responsable por robar? La culpa es de Dios.

He aquí el gran misterio, el título de esta publicación: Cómo resolver este problema abrumador de reconciliar la predeterminación de Dios con la libertad del hombre. Es el misterio de la soberanía divina y la responsabilidad humana, de la libertad de Dios y la libertad del hombre, del amor de Dios y la omnipotencia de Dios. ¿Cómo reconciliar ambas cosas?

 

II.               SOLUCIONES

 

         A. Arminianismo

Hay dos modos de resolver el problema: una es racionalista y la otra bíblica. El arminiano a pesar de recurrir tanto a la Biblia, es notable que en el punto de la soberanía de Dios él recurre a la razón, en vez de hacerlo a la Biblia. Ve el problema correctamente: reconciliar las dos fuerzas opuestas a la soberanía de Dios y la responsabilidad del hombre.

Pero para resolver el problema coloca la razón del hombre en lugar de la Biblia. Razona que lógicamente no se puede reconciliar estos dos hechos evidentemente contradictorios. Por ello retiene un conjunto de hechos y niega el otro.

Retiene la libertad del hombre y restringe la soberanía de Dios. De esta manera el problema racional se resuelve. La contradicción se disuelve.

 

B._Hiper-Calvinismo

Opuesto completamente al arminiano se encuentra el hiper-calvinista. Contempla ambas series de hechos, la soberanía de Dios y la libertad del hombre, y como el arminiano, dice que no se pueden reconciliar estas dos fuerzas evidentemente contradictorias. Al igual que el arminiano, trata el problema en una forma racionalista, negando un aspecto del problema. En tanto que el arminiano niega la soberanía de Dios, el hiper-calvinista niega la responsabilidad del hombre. Considera tan claras las afirmaciones bíblicas respecto a la predeterminación por parte de Dios que se aferra a ellas. Pero al no poder reconciliar lógicamente la predeterminación con la responsabilidad del hombre, niega esta última. Así pues, el arminiano y el hiper-calvinista, aunque diametralmente opuestos, se parecen mucho en su racionalismo.


C: Calvinismo

1.     Paradoja.

Frente a estos puntos de vista humanistas, el calvinista acepta ambos lados de la antinomia. Se da cuenta de lo que él mismo defiende es ridículo. Simplemente resulta imposible para el hombre armonizar estas dos series de hechos. ¿Decir por un lado que Dios hace que todas las cosas sucedan, y sin embargo decir que el hombre es responsable por lo que hace? ¡Insensatez! Debe ser o una cosa o la otra cosa, pero no ambas. ¿Decir que Dios predetermina el pecado de Judas y sin embargo Judas es responsable? ¡Necedad! Dios no puede predeterminar el robo y luego echarle la culpa al ladrón.

El calvinista admite abiertamente que su posición es ilógica, ridícula, sin sentido y necia. Esto está de acuerdo con lo que dice Pablo, “Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios” (1 Corintios 1.18). Los griegos buscan la sabiduría y la lógica, y para ellos el calvinismo es irracional. El calvinista defiende dos posiciones evidentemente contradictorias. (Debe enfatizarse que la contradicción sólo es aparente y no real. El hombre no puede armonizar las dos posiciones al parecer contradictorias, pero Dios si puede)  Dice por un lado que Dios ha predeterminado todas las cosas. Luego se da la vuelta y le dice a cada hombre, “La salvación depende de ti. Debes creer. Es tu deber y responsabilidad. Si no crees, no puedes echarle la culpa a Dios. Debes echarte la culpa a ti mismo. Pero si crees, recuerda que Dios es quien realizó en ti tanto el creer como el hacer según su beneplácito” (Filipenses 2.12., 13). “Recuerda que si te esfuerzas por conseguir el objetivo de la vida, fue Cristo quien te asió a fin de que lo puedas conseguir” (Filipenses 3.12.) Frente a la lógica, el calvinista dice que si el hombre hace algo bueno, toda la gloria es para Dios; y que si el hombre hace algo malo, el hombre debe pagar con el reproche. El hombre siempre pierde.

Para muchos esta posición resulta necia. Es irrazonable. Por esto el calvinista debe decidir: ¿Cuál es su autoridad? ¿Su propia razón o la Palabra de Dios?

 Si responde qué es el poder de raciocinio del hombre, entonces, al igual que el arminiano y el hiper-calvinista, tendrá que excluir una de las dos fuerzas paralelas. Pero no lo puede hacer, porque cree que la Biblia es la Palabra de Dios y que el Espíritu Santo la inspiró. Confía enteramente en Dios, sabiendo que su palabra no se puede conculcar. Es infalible e inerrante.

Con esa creencia firme y la voluntad de creer todo lo que se encuentra en la Biblia, acepta esta paradoja de la soberanía divina y la responsabilidad humana. No puede reconciliar ambas cosas; pero al ver que la Biblia enseña claramente ambas, las acepta.

2.     Misterio.

Y no lo perturba el que no pueda entender todo lo que se refiere a Dios. Después de todo, los caminos de Dios son más elevados que sus caminos  al igual que el cielo está por encima de la tierra (Isaías 55.9 Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos). Si lo pudiera entender todo, tal como el problema del mal, entonces su inteligencia será tan grande como la de Dios.

Recuerda las preguntas que Dios le hizo a Job, cuando éste no podía entender muchas cosas y tenía problemas y dudas acerca de la bondad de Dios. Dios le preguntó a Job: “¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia.” Y luego agrega sarcásticamente, “¡Tú lo sabes!” Dios pasa a mostrar la pequeñez de Job cuando pregunta, “¿Has mandado tú a la mañana en tus días? ¿Has mostrado al alba su lugar? ¿Has entrado tú hasta las fuentes del mar, y has andado escudriñando el abismo? Declara si sabes todo esto… ¿Por dónde va el camino a la habitación de la luz, y dónde está el lugar de las tinieblas?  agrega Dios sarcásticamente, “¡Tú lo sabes! Pues entonces ya habías nacido, Y es grande el número de tus días.” (Job 38; 21).

Lo que Dios quiere al interrogar a Job es mostrarle que es insignificante y que Él es infinitamente mayor. Por consiguiente, no sorprende que Job no tenga todas las respuestas. Después de todo hay algunas cosas que Dios conoce y el hombre nunca puede ni vislumbrar, porque Dios es infinita y cualitativamente mayor que el hombre. El lema del calvinista es Deuteronomio 29.29 donde Moisés dice que “las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios, mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley.” Hay ciertos asuntos que son demasiado profundos para el hombre. No puede comprenderlos ni nunca los comprenderá. El hombre es finito y Dios es infinito. Uno de estos asuntos es la paradoja aparente de la soberanía de Dios y la responsabilidad del hombre. Este asunto secreto le pertenece al Señor nuestro Dios, y esto debería bastarnos. No deberíamos tratar de averiguar ese concejo secreto de Dios.

Pero hay muchos aspectos de la voluntad de Dios que nos han sido revelados, tales como el mandamiento de creer, la ley moral, los Diez Mandamientos, El Sermón del Monte, y la forma de santificarse. Acerca de estos asuntos no hay dudas, y el hombre debería aprenderlos, enseñarlos a sus hijos y obedecerlos.

Esta es, pues, la humildad piadosa del calvinista. Confiesa: No sé. No lo puedo entender todo, pero como encuentro en la Biblia que Dios es ciento por ciento soberano y aun así yo sigo siendo responsable, lo creo. Y trataré de hacer todas esas cosas que se mandan.

3.     Aplicación.

Esto significa que si bien el hombre está totalmente corrompido y es incapaz de creer, y que si bien la fe es un don de Dios creado en el pecador por la acción irresistible del Espíritu Santo, sin embargo, depende del hombre el creer. Tiene el deber de obedecer el mandamiento de Dios de que creamos.

Quiere decir que si bien la santificación es un don de Dios, y si bien es Dios quien opera en nosotros para que hagamos todo lo bueno, sin embargo es nuestra responsabilidad utilizar los medios de la gracia, y no esperar a que Dios nos mueva.

Quiere decir que si bien Dios ha predeterminado todas las cosas, sin embargo la oración es eficaz, y el hombre debería orar, sabiendo que la oración ferviente del hombre justo es poderosa (Santiago 5.16 Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.).

Quiere decir que si bien Dios no ha elegido a todos, y que si bien Cristo no ha muerto por todos, sin embargo debemos mostrar celo en seguir el mandato de Cristo de ir por todo el mundo, haciendo discípulos en todas las naciones (Mateo 28.19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo ).

Porque ésta es la pauta bíblica, combinar los dos elementos: la soberanía de Dios y la responsabilidad del hombre. Es notable la forma en que Pablo los une.

Por ejemplo, antes y después de su gran pasaje acerca de la elección divina (Romanos 9-11 pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), Pablo presupone la responsabilidad humana.

Los capítulos 6 y 7 de Romanos están llenos de mandatos, tales como, “No reine el pecado en vuestro cuerpo mortal” y “Tampoco presentéis vuestros miembros al pecado”

Y en el mismo versículo que sigue al pasaje de la elección, comienza con, “Así que, hermanos, os ruego por las misericordia de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. 2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” (Romanos 12.1-2).

 Adviértase que la base para el vigoroso llamamiento a la acción de Israel por parte de Dios. Para Pablo, la elección no mata la iniciativa, sino que el fundamento es el fundamento de la misma.

Obsérvese la misma combinación de la Soberanía de Dios y de la responsabilidad del hombre en Colosenses 3.12 (Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia). Pablo alienta a los colosenses a que se revistan de un corazón de compasión, amabilidad, humildad, gentileza y paz. La razón que les da es que han sido elegidos para ser buenos y santos, deben vivir de acuerdo con lo que se espera de ellos.

En 1 Tesalonicenses 5.8-9 (Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. 9  Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo) razona de la misma forma. Incita a los tesalonicenses a que se dominen, “porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación.”

Y en 2 Tesalonicenses 2.13-15 (Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, 14  a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. 15  Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra) exhorta a sus lectores a que se mantengan firmes porque Dios los ha escogido desde el principio para ser salvos.  

En otras palabras, para Pablo, la elección, en lugar de matar la iniciativa, ere un gran estímulo para buenas obras.

 

III.           LA PRACTICA

 Está bien tener la teoría, pero también es provechoso observar la práctica. ¿Mata el calvinismo el incentivo a las acciones buenas? Si una persona sabe que ha sido elegida, ¿no se apagará su deseo de esforzarse por Dios? La respuesta se puede encontrar en las vidas de dos que creyeron en la soberanía de Dios con todo su ser: Juan Calvino y Pablo.

A.   Calvino

 La energía y celo de Calvino fueron increíbles, He ahí un hombre que creyó tanto en la Soberanía de Dios que generaciones más tarde casi se ha identificado su nombre con la predestinación. Sin embargo, véase su vida, su energía y celo por la acción.

El biógrafo Stockelberger escribe lo siguiente acerca de su vida en Ginebra: “Era predicador incansable de la palabra. Además del servicio religioso dominical, cada semana dirigía los servicios diurnos. Se conservan más de dos mil de estos sermones…Además de predicar, daba conferencias teológicas durante la semana. Visitaba a los miembros enfermos e indiferentes. Los jueves presidía el consejo de ancianos, y los viernes la reunión de predicadores en la que se discutía la Sagrada Escritura. No había día en que no lo visitarán personas extrañas para recibir su aliento. Las noches las dedicaba más a escribir que a dormir.”

Un Biógrafo católico hostil escribe: “Es casi increíble cómo un hombre que tuvo que luchar constantemente contra enfermedades corporales graves fuera capaz de desarrollar una actividad tan variada y fatigosa. Sus contemporáneos lo han comparado muy bien con el arco que siempre está tenso. Se privaba del sueño a fin de dedicar tiempo a trabajar y fatigaba incluso a sus secretarias con dictados constantes. Tenía la casa siempre abierta a cualquiera que buscara consejo. Estaba siempre informado acerca de todos los asuntos de la iglesia y del estado, incluso en detalles insignificantes. Si bien mantenía poco contacto con el mundo exterior, casi conocía a cada uno de los ciudadanos.”

Este gigantesco trabajo resulta aún más abrumador si se considera lo enfermo que estaba Calvino. Stickelberger escribe: “Como consecuencia de sus privaciones y vigilias durante la juventud, en edad temprana se vio afligido por dolores persistentes en un lado de la cabeza, los cuales le continuaron durante casi toda la vida. Estos dolores solían desarrollar su excitación emotiva hasta tal punto que muchas noches se sentía atormentado por ellos. “Enfermo de la tráquea, escupía sangre con dolor cuando había utilizado demasiado la voz en el púlpito. Varios ataques de pleuresía fueron preparando el terreno para la consunción de la que fue víctima en la edad de cincuenta y un años. Constantemente sufría de la vena hemorroidal, cuyos dolores se vieron incrementados hasta un punto intolerable con un absceso interno que se resistía a la curación. En varias ocasiones la fiebre intermitente se apodero de él, minando su fortaleza y reduciéndola paulatinamente. Tuvo piedras en la vejiga y en los riñones, además de calambres de estómago e influencias intestinales. A todo ello se le añadió por fin artritis. No exagero cuando a modo de paréntesis escribió en una carta, “Si mi condición no fuera una lucha constante con la muerte…”

Recuérdese que toda esta energía y acción la desarrolló el hombre cuyo nombre más que ningún otro en la historia va asociado con la predestinación. Su vida es una contradicción de la afirmación de que la predestinación mata el incentivo del hombre para trabajar. Sería difícil mencionar otra persona que haya trabajado en forma tan infatigable como Juan Calvino.

Esta aparente paradoja entre la predestinación y confianza humilde en Jesucristo se sintetiza en forma muy bella en el testamento de Calvino, que dictó poco antes de morir:

“En el nombre de Dios, yo, Juan Calvino, siervo de Dios en la iglesia de Ginebra, debilitado por muchas enfermedades…doy gracias a Dios por haberme mostrado no sólo misericordia, a mí su pobre criatura, y por haberme soportado en todos los pecados y debilidades y lo que es mucho más por haberme hecho partícipe de su gracia para servirle por medio de mi obra… Confieso vivir y morir en esta fe que me ha dado, y no tengo otra esperanza ni refugio que su predestinación en la que se basa toda mi salvación. Acepto la gracia que se me ha ofrecido en nuestro Señor Jesucristo y acepto los méritos de su sufrimiento y muerte ya que por medio de ellos han sido sepultados todos mis pecados; y humildemente le suplico que me lave y purifique. Con la sangre de nuestro gran Redentor; que fue derramada por todos los pobres pecadores de modo que yo, cuando me presente delante de su rostro, pueda mostrarme semejante a él.

 “Además, declaro que me he esforzado en enseñar su palabra incontaminada y en explicar la Sagrada Escritura fielmente, según la medida de la gracia que Dios me ha dado. En todas las discusiones que he tenido contra los enemigos de la verdad, no empleo ni astucias ni sofismas, sino que he luchado por su causa con honestidad. Pero, oh, mi voluntad, mi celo fueron tan fríos y flojos que me reconozco culpable en todos los aspectos; sin su infinita bondad, todos mis esfuerzos apasionados serían humo, más aún, la gracia misma que me dio me haría resultar más culpable; por ello mi única confianza en que el Padre de misericordia quien como tal desea revelarse a mí, miserable pecador.”

“En cuento a los demás, deseo que después de la muerte mi cuerpo sea sepultado según la forma acostumbrada, en espera del día de la bendita resurrección.”

¡Oh Dios, concédenos que todos podamos poseer una confianza tan sencilla en nuestro único Salvador Jesucristo!

 

B.   Pablo

Pero no nos detengamos en este gigante de la historia de la iglesia. Remontémonos al que fue la fuente del pensamiento de Calvino, el inspirado apóstol Pablo. Él fue quien dijo que aquellos a quienes Dios ama de antemano los predestina, y aquellos a quienes predestina llama, y aquellos a quienes llama justifica y glorifica. Fue Pablo quien dijo, “no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia,” y quien cita a Dios diciendo: “A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí.” De quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece.” “Mas antes, oh hombre, ¿Quién eres tú, para que alterques con Dios? Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro?” Fue pablo quien habló de aquellos que han sido escogidos en Cristo desde antes de la fundación del mundo para ser santos y sin mancha, habiendo sido predestinados para la adopción como hijos.

Y sin embargo, ¿Quién podría afirmar siquiera por un momento, con honestidad, que este gran defensor de la predestinación no estuvo enardecido por el Señor? ¿No exclamó acaso, “Ay de mí si no anunciare el evangelio de Jesucristo”? De hecho, ¿no fue acaso el conocimiento mismo que Pablo obtuvo por medio de la visión, de que el Señor tenía mucha gente en Corinto, el estímulo que necesitaba para permanecer en esa ciudad durante un año y medio, para trabajar diligentemente, a fin de que aquellos a quienes el señor poseía pudieran oír el evangelio y salvarse? ¿Suenan acaso las afirmaciones constantes de pablo referentes a que el oraba de día y noche sin cesar por las iglesias recién fundadas como si la elección hubiera mitigado su entusiasmo? ¿Acaso sus trabajos de tres años en Éfeso con lágrimas no revelan el espíritu de un hombre que no puede hacer los suficiente por su señor? ¿Acaso no fue Pablo quien dijo que consideraba que su vida no valía nada con tal de poder testificar de la gracia de Dios? ¿Consideraría que no tiene celo por la causa de una persona que fue azotada tres veces con varas, una apedreada, tres veces sufrió naufragio; que pasó veinticuatro horas en alta mar; que viajó tanto, con peligros de ríos, peligro de ladrones, peligro de gentiles, peligros de los de su nación, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligro entre falsos hermanos, en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y desnudez? ¿Es ese acaso un Espíritu frío, frígido, inanimado, apagado, sin celo ni iniciativa?

Se ve pues que la Biblia y la historia misma de la iglesia desmienten las opiniones de aquellos que acusan al calvinismo de ser una influencia mortal, o lo tachan de anatema, algo que debería ocultarse y de lo que no se debería hablar, algo en lo que hay que pensar cuando nadie nos escucha.

 Por consiguiente, en vez de temer las grandes verdades de la Soberanía de Dios, extasiémonos en gratitud para con Dios por su amor de predestinación, el cual, a pesar de la rebelión completa de todo hombre contra Dios y del odio hacia Él, se empeñó en salvar a algunos. Y demos gracias a Dios de que incluso nuestra fe proceda de Él y se nos haya dado en una forma irresistible. Porque sabemos que por naturaleza somos tan depravados que si Dios no hubiera actuado en esta forma irresistible y preciosa, nunca hubiéramos creído, Además, demos gracias a Dios de que Cristo no muriera en una manera insulsa y débil por todos los hombres, de manera que no se tuviera seguridad de la salvación de ninguno, sino que su realización quedara en manos de los totalmente depravados. Demos más bien gracias a Dios de que la muerte de Cristo fuera una garantía absoluta de que todos y cada uno de los elegidos se salvarían. Y una vez salvados, demos gracias a Dios de que no tenemos que temblar por temor de que mañana podamos apostatar y perdernos eternamente, sino más bien, de que una vez salvos, siempre seremos salvos. En otras palabras, “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el amado” (Efesios 1.3-6). Y finalmente, no se olviden de “Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás” (2Pedro 1.10). Porque es posible saberlo todo acerca de la predestinación y sin embargo ir al infierno, y todo por no acudir sinceramente a Jesús en arrepentimiento y pedirle que le salve de sus pecados. Así pues, en el nombre de Dios, les mandó e invito: crean en el Señor Jesucristo. Depende de ustedes. Pero si creen, entonces den gracias a Dios por haberles hecho desear creer.

 Soli deo gratia: A Dios sólo sean dada las gracias.

 

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