6:_El Gran
Misterio
I.
EL PROBLEMA
En las seis publicaciones anteriores, en este blog,
se ha enfatizado la Soberanía de Dios. La doctrina bíblica de la depravación
total pone de relieve que el hombre natural, no regenerado, nunca puede hacer
nada bueno ni por una fracción de segundo. Esta muerto a las obras buenas. Para
creer, o hacer algo bueno depende de que Dios se lo haga hacer.
La elección incondicional enseña la Soberanía de
Dios al poner de relieve que la elección del hombre por parte de Dios para la
vida eterna no se basa en nada que haya en el hombre. Esta elección no está
condicionada por el conocimiento previo que tiene de quién cooperará con Él y
aceptará el sacrificio de Cristo. Es una elección incondicional. La razón de la
elección soberana se encuentra sólo en Dios y no en nada que haga o sea el
hombre.
Vemos la Soberanía de Dios en la expiación limitada
cuando caemos en la cuenta de que Cristo no ofreció una expiación que salva a
todo el mundo, sino más bien una expiación que salva sólo a aquellos que han
sido escogidos por el Padre. Hay unidad completa entre el propósito del Padre y
del Hijo. El Hijo murió por aquellos a quienes el Padre amó.
Cuando observamos la selectividad de la gracia
irresistible, vemos otra vez la Soberanía de Dios. Así como la nada no puede
negarse a ser creada o a nacer, así tampoco el muerto no puede resistir a que
se le dé vida, y el que está espiritualmente muerto o no ha nacido
espiritualmente no puede resistir al Espíritu omnipotente de Dios al hacerle
nacer de nuevo. Y si alguien posee vida espiritual, es porque el Espíritu lleva
a cabo la selección soberana del Padre. El hombre nada puede hacer en cuanto a
nacer de nuevo.
Hay unidad entre las tres personas de la trinidad.
El Padre escoge a los elegidos, Cristo muere por ellos, y el Espíritu Santo
lleva a cabo la voluntad de ambos haciendo, en forma irresistible, que los
elegidos crean y se salven.
La Perseverancia de los Santos revela la Soberanía
de Dios en cuanto es continuación de su soberanía que se ve en los aspectos
anteriores de depravación total, elección incondicional, expiación limitada y
gracia irresistible.
Para poner más relieve todavía la Soberanía de Dios,
es necesario señalar que Dios lo predestina todo. Dios no sólo es omnipotente,
de modo que para Él las naciones no son más que una gota en el océano o una
ligera capa de polvo en una báscula (Isaías. 40), sino que también “En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados
conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su
voluntad,” (Efesios 1.11). Es incluso bíblico decir que Dios ha
predeterminado el pecado. Si el pecado estuviera fuera de los planes de Dios,
entonces ninguno de los asuntos importantes de la vida estaría bajo la Soberanía
de Dios. Porque ¿qué acciones del hombre son perfectamente buenas? Toda la
historia estaría fuera de la predeterminación de Dios: la caída de Adán, la
crucifixión de Cristo, las conquistas del Imperio Romano, la Reforma, la
Revolución Francesa, Waterloo, las guerras de independencia americanas, las dos
guerras mundiales, los asesinatos presidenciales, las violencias de toda
índole, y el surgimiento y caída de las naciones.
Hay dos instancias en que la Biblia enseña en forma
especialmente clara que todo incluso el pecado, ha sido ordenado por Dios: la
venta de José y la crucifixión de Cristo.
En el primer ejemplo, advirtamos el pecado que
conlleva. Los hermanos de José lo odiaban. Planearon cuidadosamente cómo
librarse de Él, lo arrojaron a una cisterna, y luego lo vendieron como esclavo
a gente extraña que se dirigía a Egipto. Luego se fueron a la casa con la ropa
de José manchada de sangre de animal y mintieron cruelmente a su padre, quien,
quien tenía un amor especial por José. No se puede dudar de que pecaron.
Pero ahora adviértase lo que dice José acerca de
ellos cuando más tarde van a Egipto para comprar comida. Dice: “Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios,
que me ha puesto por padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por
gobernador en toda la tierra de Egipto.” (Génesis. 45.8). En un sentido,
esto no es correcto. Sus hermanos sí lo hicieron. En forma deliberada,
maliciosa y odiosa lo vendieron como esclavo. Pero José dice que no lo
hicieron. José no estaba equivocado, sino que sólo trata de decir en una forma
poderosa y convincente que Dios estaba en realidad detrás de todo ello. El acto
pecaminoso de venderlo no había estado a merced de la casualidad o de la
voluntad pecaminosa del hombre. Dios había determinado que José fuera a Egipto.
Por eso dice, “No me enviasteis acá vosotros,” y luego de inmediato afirma lo
que la mayor parte de la gente nunca se atrevería a afirmar: “sino Dios”. Dios
se aseguró de que José fuera vendido a Egipto.
Más tarde, José reconoce en una manera más explícita
que sus hermanos cometieron pecado, cuando les dice, “Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy,
para mantener en vida a mucho pueblo. Pero agrega, “Dios lo encaminó a
bien” (Génesis 50.20). El uso del mismo verbo en el caso de José y en el de
Dios destaca más la paradoja. Dios está envuelto en una forma real en las
acciones de los hermanos. Dios quería asegurarse de que su pueblo elegido de
Israel tuviera un amigo especial en Egipto que lo ayudara en la época de sequía
y hambre. Porque de este pueblo iba a salir el salvador del mundo. Para
conseguir; pues este objetivo de continuar el linaje de Abraham, Dios no podía
dejar los acontecimientos al azar. Por eso ordenó el pecado de los hermanos de
José: “sino Dios (me envió)”; “Dios los encamino a bien.” En otras palabras,
Dios se aseguró de que los hermanos de José pecaran; pero lo hizo en una forma
tal que la responsabilidad es de los hermanos y no de Dios. Porque Dios es sólo
santidad y luz, y no hay tinieblas en Él.
Un segundo ejemplo claro de la predeterminación del
pecado es la crucifixión de Cristo. Este fue el pecado más odioso de todos
porque constituyó el epítome del odio del hombre contra Dios.
Sin embargo este pecado lo predeterminó Dios. Dios
no dejó la muerte de su Hijo y por consiguiente la salvación de su pueblo a
merced del hombre pecador. Supongamos que Judas y los líderes judíos hubieran
cambiado de pensamiento y hubieran decidido no matar a Jesús. Supongamos que
Jesús hubiera envejecido y hubiera muerto de muerte natural o no hubiera muerto
nunca. Entonces no hubiera habido expiación del pecado y no hubiera habido
cielo. En ese caso los planes de Dios de lección y salvación se hubieran
frustrado.
Dios no dejó al azar la salvación del mundo. Por
ello, como pedro dijo en Pentecostés, Jesús fue “a
éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios,
prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole” (Hechos.
2.23). Y más adelante la iglesia, al hablar de la muerte de Jesús, confesó a
Dios, que Herodes, Pilatos, los gentiles y los judíos se habían unido “para
hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera (Hechos 4.28). En otras palabras, el pecado lo
predetermina Dios. Más ejemplos bíblicos:
Josué
11.20 Porque esto vino de Jehová, que endurecía el corazón de ellos para que
resistiesen con guerra a Israel, para
destruirlos, y que no les fuese hecha
misericordia, sino que fuesen
desarraigados, como Jehová lo había
mandado a Moisés
1 Samuel 16.
23 Y cuando el espíritu malo de parte de Dios venía
sobre Saúl, David tomaba el arpa y tocaba con su mano; y Saúl tenía alivio y
estaba mejor, y el espíritu malo se apartaba de él
2 Samuel 12.
11-12 Así ha dicho Jehová: He aquí yo haré levantar el
mal sobre ti de tu misma casa, y tomaré tus mujeres delante de tus ojos, y las
daré a tu prójimo, el cual yacerá con tus mujeres a la vista del sol. 12 Porque tú lo hiciste en secreto; mas yo haré
esto delante de todo Israel y a pleno sol.
2 Samuel 16. 10-11 Y el rey
respondió: ¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia? Si él así maldice, es
porque Jehová le ha dicho que maldiga a David. ¿Quién, pues, le dirá: ¿Por qué
lo haces así? 11 Y dijo David a Abisai y
a todos sus siervos: He aquí, mi hijo que ha salido de mis entrañas, acecha mi
vida; ¿cuánto más ahora un hijo de Benjamín? Dejadle que maldiga, pues Jehová
se lo ha dicho;
1 Reyes
22.22-30 Él
dijo: Yo saldré, y seré espíritu de mentira en boca de todos sus profetas. Y él
dijo: Le inducirás, y aun lo conseguirás; vé, pues, y hazlo así. 23 Y ahora, he aquí Jehová ha puesto espíritu de
mentira en la boca de todos tus profetas, y Jehová ha decretado el mal acerca
de ti. 24 Entonces se acercó Sedequías
hijo de Quenaana y golpeó a Micaías en la mejilla, diciendo: ¿Por dónde se fue
de mí el Espíritu de Jehová para hablarte a ti? 25 Y Micaías respondió: He aquí tú lo verás en
aquel día, cuando te irás metiendo de aposento en aposento para esconderte. 26 Entonces el rey de Israel dijo: Toma a
Micaías, y llévalo a Amón gobernador de la ciudad, y a Joás hijo del rey; 27 y dirás: Así ha dicho el rey: Echad a éste en
la cárcel, y mantenedle con pan de angustia y con agua de aflicción, hasta que
yo vuelva en paz. 28 Y dijo Micaías: Si
llegas a volver en paz, Jehová no ha hablado por mí. En seguida dijo: Oíd,
pueblos todos. 29 Subió, pues, el rey de
Israel con Josafat rey de Judá a Ramot de Galaad. 30 Y el rey de Israel dijo a Josafat: Yo me
disfrazaré, y entraré en la batalla; y tú ponte tus vestidos. Y el rey de
Israel se disfrazó, y entró en la batalla;
Job 1.21 y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo
volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito.;
Isaías 10.5 Oh Asiria, vara y báculo de mi furor, en su mano he puesto mi
ira.
2 Tesalonicenses 2.11 Por
esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira,;
Apocalipsis
17.17 porque Dios ha puesto en sus corazones el
ejecutar lo que él quiso: ponerse de acuerdo, y dar su reino a la bestia, hasta
que se cumplan las palabras de Dios.
Podemos leer el Artículo XIII de La Confesión Belga
de fe:” Creemos, que ese buen Dios, después que
hubo creado todas las cosas, no las ha abandonado ni las ha entregado al acaso
o al azar, sino que las dirige y gobierna según su santa voluntad de tal manera
que nada acontece en este mundo sin su ordenación, con todo eso, sin embargo,
Dios no es autor ni tiene culpa del pecado que sucede. Porque su Poder y Bondad
son tan grandes e incomprensibles, que El muy bien y con justicia dispone y
ejecuta su obra, incluso cuando los demonios y los inicuos obren injustamente.
Y referente a lo que Él hace fuera del alcance de la inteligencia humana, eso
mismo no lo queremos investigar más curiosamente de lo que nuestra razón puede
soportar; sino que aceptamos con toda humildad y reverencia los justos juicios
de Dios, los cuales nos están ocultos; teniéndonos por satisfechos con que
somos discípulos de Cristo para aprender únicamente lo que Él nos indica en su
Palabra, sin traspasar estos límites. Esta enseñanza nos da un consuelo
inexpresable, cuando por ella aprendemos que nada nos puede acontecer por
casualidad, sino por la disposición de nuestro misericordioso Padre Celestial
que vela por nosotros con cuidado paternal, sujetando a todas las criaturas
bajo su dominio, de tal manera que ni un solo cabello de nuestra cabeza (pues
están todos contados), ni un solo pajarillo puede caer sobre la tierra sin la
voluntad de nuestro Padre (San Mateo 10:29-30). De lo cual nos fiamos, sabiendo
que Él reprime a los demonios y a todos nuestros enemigos, los cuales no nos
pueden perjudicar sin Su permiso y voluntad. Y en esto reprobamos el execrable
error de los epicúreos que dicen, que Dios no se inmiscuye en nada, y deja
acontecer casualmente las cosas.”
Así
pues una vez más confesamos con todo vigor la soberanía absoluta de Dios. Él
predestina, elige y preordena.
Pero, si alguien ha estado reflexionando
verdaderamente, es muy probable que se le ha suscitado muchas veces una
objeción muy grave. En forma involuntaria, la persona corriente se rebela y
casi muestra hostil ante algunas de estas ideas. Retrocede ante el pensamiento
de que todo ha sido planeado y determinado por Dios desde hace muchísimo
tiempo. Esto lo perturba. Porque, ¿Dónde está la santidad de Dios? Si
predeterminó el pecado de los hermanos de José y el pecado de Judas, ¿Cómo
puede una persona racional decir que Dios es santo? ¿Acaso la culpa no es de
Dios? O, para decirlo de otro modo, ¿Dónde está la libertad del hombre? ¿Acaso
el hombre no es más que un muñeco que Dios manipula? ¿No es más que un juguete
mecánico con una cuerda en la espalda que lo hace funcionar? ¿No es más que un
computador al que le introduce algunos datos y luego en forma mecánica realiza
su labor? ¿Dónde está la responsabilidad del hombre si Dios ha preordenado
todas las cosas? ¿Acaso, si esto es así, el ladrón no deja de ser responsable
por robar? La culpa es de Dios.
He aquí el gran misterio, el título de esta
publicación: Cómo resolver este problema abrumador de reconciliar la
predeterminación de Dios con la libertad del hombre. Es el misterio de la
soberanía divina y la responsabilidad humana, de la libertad de Dios y la
libertad del hombre, del amor de Dios y la omnipotencia de Dios. ¿Cómo
reconciliar ambas cosas?
II.
SOLUCIONES
A. Arminianismo
Hay dos modos de resolver el problema: una es
racionalista y la otra bíblica. El arminiano a pesar de recurrir tanto a la
Biblia, es notable que en el punto de la soberanía de Dios él recurre a la
razón, en vez de hacerlo a la Biblia. Ve el problema correctamente: reconciliar
las dos fuerzas opuestas a la soberanía de Dios y la responsabilidad del
hombre.
Pero para resolver el problema coloca la razón del
hombre en lugar de la Biblia. Razona que lógicamente no se puede reconciliar
estos dos hechos evidentemente contradictorios. Por ello retiene un conjunto de
hechos y niega el otro.
Retiene la libertad del hombre y restringe la
soberanía de Dios. De esta manera el problema racional se resuelve. La
contradicción se disuelve.
B._Hiper-Calvinismo
Opuesto completamente al arminiano se encuentra el
hiper-calvinista. Contempla ambas series de hechos, la soberanía de Dios y la
libertad del hombre, y como el arminiano, dice que no se pueden reconciliar
estas dos fuerzas evidentemente contradictorias. Al igual que el arminiano,
trata el problema en una forma racionalista, negando un aspecto del problema.
En tanto que el arminiano niega la soberanía de Dios, el hiper-calvinista niega
la responsabilidad del hombre. Considera tan claras las afirmaciones bíblicas
respecto a la predeterminación por parte de Dios que se aferra a ellas. Pero al
no poder reconciliar lógicamente la predeterminación con la responsabilidad del
hombre, niega esta última. Así pues, el arminiano y el hiper-calvinista, aunque
diametralmente opuestos, se parecen mucho en su racionalismo.
C: Calvinismo
1.
Paradoja.
Frente a estos puntos de vista humanistas, el
calvinista acepta ambos lados de la antinomia. Se da cuenta de lo que él mismo
defiende es ridículo. Simplemente resulta imposible para el hombre armonizar
estas dos series de hechos. ¿Decir por un lado que Dios hace que todas las
cosas sucedan, y sin embargo decir que el hombre es responsable por lo que
hace? ¡Insensatez! Debe ser o una cosa o la otra cosa, pero no ambas. ¿Decir
que Dios predetermina el pecado de Judas y sin embargo Judas es responsable?
¡Necedad! Dios no puede predeterminar el robo y luego echarle la culpa al
ladrón.
El calvinista admite abiertamente que su posición es
ilógica, ridícula, sin sentido y necia. Esto está de acuerdo con lo que dice
Pablo, “Porque la palabra de la cruz es locura a
los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de
Dios” (1 Corintios 1.18). Los griegos buscan la sabiduría y la lógica, y
para ellos el calvinismo es irracional. El calvinista defiende dos posiciones
evidentemente contradictorias. (Debe
enfatizarse que la contradicción sólo es aparente y no real. El hombre no puede
armonizar las dos posiciones al parecer contradictorias, pero Dios si puede) Dice por un
lado que Dios ha predeterminado todas las cosas. Luego se da la vuelta y le
dice a cada hombre, “La salvación depende de ti. Debes creer. Es tu deber y
responsabilidad. Si no crees, no puedes echarle la culpa a Dios. Debes echarte
la culpa a ti mismo. Pero si crees, recuerda que Dios es quien realizó en ti
tanto el creer como el hacer según su beneplácito” (Filipenses 2.12., 13).
“Recuerda que si te esfuerzas por conseguir el objetivo de la vida, fue Cristo
quien te asió a fin de que lo puedas conseguir” (Filipenses 3.12.) Frente a la
lógica, el calvinista dice que si el hombre hace algo bueno, toda la gloria es
para Dios; y que si el hombre hace algo malo, el hombre debe pagar con el
reproche. El hombre siempre pierde.
Para muchos esta posición resulta necia. Es
irrazonable. Por esto el calvinista debe decidir: ¿Cuál es su autoridad? ¿Su
propia razón o la Palabra de Dios?
Si responde
qué es el poder de raciocinio del hombre, entonces, al igual que el arminiano y
el hiper-calvinista, tendrá que excluir una de las dos fuerzas paralelas. Pero
no lo puede hacer, porque cree que la Biblia es la Palabra de Dios y que el
Espíritu Santo la inspiró. Confía enteramente en Dios, sabiendo que su palabra
no se puede conculcar. Es infalible e inerrante.
Con esa creencia firme y la voluntad de creer todo
lo que se encuentra en la Biblia, acepta esta paradoja de la soberanía divina y
la responsabilidad humana. No puede reconciliar ambas cosas; pero al ver que la
Biblia enseña claramente ambas, las acepta.
2.
Misterio.
Y no lo perturba el que no pueda entender todo lo
que se refiere a Dios. Después de todo, los caminos de Dios son más elevados
que sus caminos al igual que el cielo
está por encima de la tierra (Isaías 55.9 Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos
más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos). Si lo pudiera entender todo, tal como el problema
del mal, entonces su inteligencia será tan grande como la de Dios.
Recuerda las preguntas que Dios le hizo a Job,
cuando éste no podía entender muchas cosas y tenía problemas y dudas acerca de
la bondad de Dios. Dios le preguntó a Job: “¿Dónde
estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia.”
Y luego agrega sarcásticamente, “¡Tú lo sabes!” Dios pasa a mostrar la pequeñez
de Job cuando pregunta, “¿Has mandado tú a la
mañana en tus días? ¿Has mostrado al alba su lugar? ¿Has entrado tú hasta las
fuentes del mar, y has andado escudriñando el abismo? Declara si sabes todo
esto… ¿Por dónde va el camino a la habitación de la luz, y dónde está el lugar
de las tinieblas?” agrega Dios sarcásticamente, “¡Tú lo sabes! Pues entonces ya habías nacido, Y es
grande el número de tus días.” (Job 38; 21).
Lo que Dios quiere al interrogar a Job es mostrarle
que es insignificante y que Él es infinitamente mayor. Por consiguiente, no
sorprende que Job no tenga todas las respuestas. Después de todo hay algunas
cosas que Dios conoce y el hombre nunca puede ni vislumbrar, porque Dios es
infinita y cualitativamente mayor que el hombre. El lema del calvinista es
Deuteronomio 29.29 donde Moisés dice que “las cosas
secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios, mas las reveladas son para nosotros
y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de
esta ley.” Hay ciertos asuntos que son demasiado profundos para el
hombre. No puede comprenderlos ni nunca los comprenderá. El hombre es finito y
Dios es infinito. Uno de estos asuntos es la paradoja aparente de la soberanía
de Dios y la responsabilidad del hombre. Este asunto secreto le pertenece al
Señor nuestro Dios, y esto debería bastarnos. No deberíamos tratar de averiguar
ese concejo secreto de Dios.
Pero hay muchos aspectos de la voluntad de Dios que
nos han sido revelados, tales como el mandamiento de creer, la ley moral, los
Diez Mandamientos, El Sermón del Monte, y la forma de santificarse. Acerca de
estos asuntos no hay dudas, y el hombre debería aprenderlos, enseñarlos a sus
hijos y obedecerlos.
Esta es, pues, la humildad piadosa del calvinista. Confiesa:
No sé. No lo puedo entender todo, pero como encuentro en la Biblia que Dios es
ciento por ciento soberano y aun así yo sigo siendo responsable, lo creo. Y
trataré de hacer todas esas cosas que se mandan.
3.
Aplicación.
Esto significa que si bien el hombre está totalmente
corrompido y es incapaz de creer, y que si bien la fe es un don de Dios creado
en el pecador por la acción irresistible del Espíritu Santo, sin embargo,
depende del hombre el creer. Tiene el deber de obedecer el mandamiento de Dios
de que creamos.
Quiere decir que si bien la santificación es un don
de Dios, y si bien es Dios quien opera en nosotros para que hagamos todo lo
bueno, sin embargo es nuestra responsabilidad utilizar los medios de la gracia,
y no esperar a que Dios nos mueva.
Quiere decir que si bien Dios ha predeterminado
todas las cosas, sin embargo la oración es eficaz, y el hombre debería orar,
sabiendo que la oración ferviente del hombre justo es poderosa (Santiago 5.16 Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por
otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.).
Quiere decir que si bien Dios no ha elegido a todos,
y que si bien Cristo no ha muerto por todos, sin embargo debemos mostrar celo
en seguir el mandato de Cristo de ir por todo el mundo, haciendo discípulos en
todas las naciones (Mateo 28.19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas
las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo ).
Porque ésta es la pauta bíblica, combinar los dos
elementos: la soberanía de Dios y la responsabilidad del hombre. Es notable la
forma en que Pablo los une.
Por ejemplo, antes y después de su gran pasaje
acerca de la elección divina (Romanos 9-11 pues no
habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de
Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que
llama), Pablo presupone la responsabilidad humana.
Los capítulos 6 y 7 de Romanos están llenos de
mandatos, tales como, “No reine el pecado en vuestro cuerpo mortal” y “Tampoco
presentéis vuestros miembros al pecado”
Y en el mismo versículo que sigue al pasaje de la
elección, comienza con, “Así que, hermanos, os ruego
por las misericordia de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio
vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto santo, agradable a Dios,
que es vuestro culto racional. 2 No os
conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de
vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios,
agradable y perfecta.” (Romanos 12.1-2).
Adviértase
que la base para el vigoroso llamamiento a la acción de Israel por parte de
Dios. Para Pablo, la elección no mata la iniciativa, sino que el fundamento es
el fundamento de la misma.
Obsérvese la misma combinación de la Soberanía de
Dios y de la responsabilidad del hombre en Colosenses 3.12 (Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de
entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de
paciencia). Pablo alienta a los colosenses a que se revistan de un corazón
de compasión, amabilidad, humildad, gentileza y paz. La razón que les da es que
han sido elegidos para ser buenos y santos, deben vivir de acuerdo con lo que
se espera de ellos.
En 1 Tesalonicenses 5.8-9 (Pero
nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza
de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. 9 Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino
para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo) razona de
la misma forma. Incita a los tesalonicenses a que se dominen, “porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar
salvación.”
Y en 2 Tesalonicenses 2.13-15 (Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a
vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el
principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en
la verdad, 14 a lo cual os llamó
mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor
Jesucristo. 15 Así que, hermanos, estad
firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por
carta nuestra) exhorta a sus lectores a que se mantengan firmes porque Dios
los ha escogido desde el principio para ser salvos.
En otras palabras, para Pablo, la elección, en lugar
de matar la iniciativa, ere un gran estímulo para buenas obras.
III.
LA PRACTICA
Está bien
tener la teoría, pero también es provechoso observar la práctica. ¿Mata el
calvinismo el incentivo a las acciones buenas? Si una persona sabe que ha sido
elegida, ¿no se apagará su deseo de esforzarse por Dios? La respuesta se puede
encontrar en las vidas de dos que creyeron en la soberanía de Dios con todo su
ser: Juan Calvino y Pablo.
A.
Calvino
La energía y
celo de Calvino fueron increíbles, He ahí un hombre que creyó tanto en la Soberanía
de Dios que generaciones más tarde casi se ha identificado su nombre con la
predestinación. Sin embargo, véase su vida, su energía y celo por la acción.
El biógrafo Stockelberger escribe lo siguiente
acerca de su vida en Ginebra: “Era predicador incansable de la palabra. Además
del servicio religioso dominical, cada semana dirigía los servicios diurnos. Se
conservan más de dos mil de estos sermones…Además de predicar, daba
conferencias teológicas durante la semana. Visitaba a los miembros enfermos e
indiferentes. Los jueves presidía el consejo de ancianos, y los viernes la
reunión de predicadores en la que se discutía la Sagrada Escritura. No había
día en que no lo visitarán personas extrañas para recibir su aliento. Las
noches las dedicaba más a escribir que a dormir.”
Un Biógrafo católico hostil escribe: “Es casi
increíble cómo un hombre que tuvo que luchar constantemente contra enfermedades
corporales graves fuera capaz de desarrollar una actividad tan variada y
fatigosa. Sus contemporáneos lo han comparado muy bien con el arco que siempre
está tenso. Se privaba del sueño a fin de dedicar tiempo a trabajar y fatigaba
incluso a sus secretarias con dictados constantes. Tenía la casa siempre
abierta a cualquiera que buscara consejo. Estaba siempre informado acerca de
todos los asuntos de la iglesia y del estado, incluso en detalles
insignificantes. Si bien mantenía poco contacto con el mundo exterior, casi
conocía a cada uno de los ciudadanos.”
Este gigantesco trabajo resulta aún más abrumador si
se considera lo enfermo que estaba Calvino. Stickelberger escribe: “Como
consecuencia de sus privaciones y vigilias durante la juventud, en edad
temprana se vio afligido por dolores persistentes en un lado de la cabeza, los
cuales le continuaron durante casi toda la vida. Estos dolores solían
desarrollar su excitación emotiva hasta tal punto que muchas noches se sentía
atormentado por ellos. “Enfermo de la tráquea, escupía sangre con dolor cuando
había utilizado demasiado la voz en el púlpito. Varios ataques de pleuresía
fueron preparando el terreno para la consunción de la que fue víctima en la
edad de cincuenta y un años. Constantemente sufría de la vena hemorroidal,
cuyos dolores se vieron incrementados hasta un punto intolerable con un absceso
interno que se resistía a la curación. En varias ocasiones la fiebre
intermitente se apodero de él, minando su fortaleza y reduciéndola
paulatinamente. Tuvo piedras en la vejiga y en los riñones, además de calambres
de estómago e influencias intestinales. A todo ello se le añadió por fin
artritis. No exagero cuando a modo de paréntesis escribió en una carta, “Si mi
condición no fuera una lucha constante con la muerte…”
Recuérdese que toda esta energía y acción la
desarrolló el hombre cuyo nombre más que ningún otro en la historia va asociado
con la predestinación. Su vida es una contradicción de la afirmación de que la
predestinación mata el incentivo del hombre para trabajar. Sería difícil
mencionar otra persona que haya trabajado en forma tan infatigable como Juan
Calvino.
Esta aparente paradoja entre la predestinación y
confianza humilde en Jesucristo se sintetiza en forma muy bella en el
testamento de Calvino, que dictó poco antes de morir:
“En el nombre de Dios, yo, Juan Calvino, siervo de
Dios en la iglesia de Ginebra, debilitado por muchas enfermedades…doy gracias a
Dios por haberme mostrado no sólo misericordia, a mí su pobre criatura, y por
haberme soportado en todos los pecados y debilidades y lo que es mucho más por
haberme hecho partícipe de su gracia para servirle por medio de mi obra…
Confieso vivir y morir en esta fe que me ha dado, y no tengo otra esperanza ni
refugio que su predestinación en la que se basa toda mi salvación. Acepto la
gracia que se me ha ofrecido en nuestro Señor Jesucristo y acepto los méritos
de su sufrimiento y muerte ya que por medio de ellos han sido sepultados todos
mis pecados; y humildemente le suplico que me lave y purifique. Con la sangre
de nuestro gran Redentor; que fue derramada por todos los pobres pecadores de
modo que yo, cuando me presente delante de su rostro, pueda mostrarme semejante
a él.
“Además,
declaro que me he esforzado en enseñar su palabra incontaminada y en explicar
la Sagrada Escritura fielmente, según la medida de la gracia que Dios me ha
dado. En todas las discusiones que he tenido contra los enemigos de la verdad,
no empleo ni astucias ni sofismas, sino que he luchado por su causa con
honestidad. Pero, oh, mi voluntad, mi celo fueron tan fríos y flojos que me
reconozco culpable en todos los aspectos; sin su infinita bondad, todos mis
esfuerzos apasionados serían humo, más aún, la gracia misma que me dio me haría
resultar más culpable; por ello mi única confianza en que el Padre de
misericordia quien como tal desea revelarse a mí, miserable pecador.”
“En cuento a los demás, deseo que después de la
muerte mi cuerpo sea sepultado según la forma acostumbrada, en espera del día
de la bendita resurrección.”
¡Oh Dios, concédenos que todos podamos poseer una
confianza tan sencilla en nuestro único Salvador Jesucristo!
B.
Pablo
Pero no nos detengamos en este gigante de la historia
de la iglesia. Remontémonos al que fue la fuente del pensamiento de Calvino, el
inspirado apóstol Pablo. Él fue quien dijo que aquellos a quienes Dios ama de
antemano los predestina, y aquellos a quienes predestina llama, y aquellos a
quienes llama justifica y glorifica. Fue Pablo quien dijo, “no depende del que
quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia,” y quien cita a
Dios diciendo: “A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí.” De quien quiere, tiene
misericordia, y al que quiere endurecer, endurece.” “Mas antes, oh hombre, ¿Quién
eres tú, para que alterques con Dios? Dirá el vaso de barro al que lo formó:
¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro?”
Fue pablo quien habló de aquellos que han sido escogidos en Cristo desde antes
de la fundación del mundo para ser santos y sin mancha, habiendo sido
predestinados para la adopción como hijos.
Y sin embargo, ¿Quién podría afirmar siquiera por un
momento, con honestidad, que este gran defensor de la predestinación no estuvo
enardecido por el Señor? ¿No exclamó acaso, “Ay de mí si no anunciare el
evangelio de Jesucristo”? De hecho, ¿no fue acaso el conocimiento mismo que
Pablo obtuvo por medio de la visión, de que el Señor tenía mucha gente en
Corinto, el estímulo que necesitaba para permanecer en esa ciudad durante un
año y medio, para trabajar diligentemente, a fin de que aquellos a quienes el
señor poseía pudieran oír el evangelio y salvarse? ¿Suenan acaso las afirmaciones
constantes de pablo referentes a que el oraba de día y noche sin cesar por las
iglesias recién fundadas como si la elección hubiera mitigado su entusiasmo?
¿Acaso sus trabajos de tres años en Éfeso con lágrimas no revelan el espíritu
de un hombre que no puede hacer los suficiente por su señor? ¿Acaso no fue
Pablo quien dijo que consideraba que su vida no valía nada con tal de poder
testificar de la gracia de Dios? ¿Consideraría que no tiene celo por la causa
de una persona que fue azotada tres veces con varas, una apedreada, tres veces
sufrió naufragio; que pasó veinticuatro horas en alta mar; que viajó tanto, con
peligros de ríos, peligro de ladrones, peligro de gentiles, peligros de los de
su nación, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar,
peligro entre falsos hermanos, en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en
hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y desnudez? ¿Es ese acaso un Espíritu
frío, frígido, inanimado, apagado, sin celo ni iniciativa?
Se ve pues que la Biblia y la historia misma de la
iglesia desmienten las opiniones de aquellos que acusan al calvinismo de ser
una influencia mortal, o lo tachan de anatema, algo que debería ocultarse y de
lo que no se debería hablar, algo en lo que hay que pensar cuando nadie nos escucha.
Por
consiguiente, en vez de temer las grandes verdades de la Soberanía de Dios,
extasiémonos en gratitud para con Dios por su amor de predestinación, el cual,
a pesar de la rebelión completa de todo hombre contra Dios y del odio hacia Él,
se empeñó en salvar a algunos. Y demos gracias a Dios de que incluso nuestra fe
proceda de Él y se nos haya dado en una forma irresistible. Porque sabemos que
por naturaleza somos tan depravados que si Dios no hubiera actuado en esta
forma irresistible y preciosa, nunca hubiéramos creído, Además, demos gracias a
Dios de que Cristo no muriera en una manera insulsa y débil por todos los
hombres, de manera que no se tuviera seguridad de la salvación de ninguno, sino
que su realización quedara en manos de los totalmente depravados. Demos más
bien gracias a Dios de que la muerte de Cristo fuera una garantía absoluta de
que todos y cada uno de los elegidos se salvarían. Y una vez salvados, demos
gracias a Dios de que no tenemos que temblar por temor de que mañana podamos apostatar
y perdernos eternamente, sino más bien, de que una vez salvos, siempre seremos
salvos. En otras palabras, “Bendito sea el Dios y Padre
de nuestro señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en
los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la
fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en
amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de
Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de
su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el amado” (Efesios 1.3-6). Y
finalmente, no se olviden de “Por lo cual, hermanos,
tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo
estas cosas, no caeréis jamás” (2Pedro 1.10). Porque es posible saberlo
todo acerca de la predestinación y sin embargo ir al infierno, y todo por no
acudir sinceramente a Jesús en arrepentimiento y pedirle que le salve de sus
pecados. Así pues, en el nombre de Dios, les mandó e invito: crean en el Señor
Jesucristo. Depende de ustedes. Pero si creen, entonces den gracias a Dios por
haberles hecho desear creer.
Soli deo
gratia: A Dios sólo sean dada las gracias.
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