¿Cómo
crecemos en madurez cristiana? ¿Cuáles
son las bendiciones del crecimiento cristiano?
I.
EXPLICACIÓN Y BASE BÍBLICA
Las
publicaciones anteriores han considerado varios actos de Dios que suceden al
comienzo de nuestra vida cristiana: el llamado del evangelio (que Dios
nos dirige), la regeneración (por la que Dios nos imparte nueva vida), la
justificación (por la que Dios nos da una posición legal justa delante de
él) y la adopción (en la que Dios nos hace miembros de su familia). Hemos
hablado también de la conversión (en la que nos arrepentimos de los
pecados y confiamos en Cristo en cuanto a la salvación).
Todos estos hechos tienen lugar al comienzo de
nuestra vida cristiana. Pero ahora llegamos a una parte de la aplicación de la redención
que es una obra progresiva que continúa durante toda nuestra vida terrenal.
También es una obra en la que cooperan Dios y el
hombre, cada uno con papeles
distintos.
A esta parte de la aplicación de la redención se le
llama santificación: La santificación
es una obra progresiva de Dios y el hombre que nos hace más y más
libres del pecado y más semejantes a Cristo en nuestra vida actual.
A. Diferencia entre justificación y santificación
JUSTIFICACIÓN - SANTIFICACIÓN
Posición Legal - Condición Eterna
Una vez por todas - En aumento por toda la vida
terrenal
Obra TOTAL de Dios - Nosotros cooperamos
Perfecta en esta vida - No
es perfecta en esta vida
La misma en todos los creyentes - Mayor
en unos que en otros
El curso ordinario de la vida del creyente incluirá
continuo crecimiento en santificación, y es algo a lo que el Nuevo
Testamento nos alienta a dar esfuerzo y atención.
B. Tres etapas de la santificación
1.
La santificación tiene un principio
definido en la regeneración.
Un cambio moral definido tiene lugar en nuestra vida
en el momento de la regeneración, porque Pablo habla del « nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos
hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración
y por la renovación en el Espíritu Santo,» (Tito 3:5). Una vez que
hemos nacido de nuevo, no podemos continuar pecando como hábito o patrón de
vida (1 Juan 3:9 Todo aquel que es nacido de Dios, no
practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede
pecar, porque es nacido de Dios), porque el poder de la nueva vida
espiritual en nosotros nos guarda de someternos a una vida de pecado. Este
cambio moral inicial es la primera etapa de la santificación. En este
sentido hay cierta superposición entre la regeneración y la santificación,
porque este cambio moral es en realidad parte de la regeneración. Pero cuando
vemos esto desde el punto de vista del cambio moral dentro de nosotros, también
podemos verlo como la primera etapa de la santificación.
Pablo mira hacia atrás como algo consumado cuando
dice a los corintios: « [Ustedes] Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya
habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del
Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios. » (1 Corintios
6:11).
En forma similar, en Hechos 20:32 Pablo puede
referirse a los creyentes como « Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de
su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia
con todos los santificados» (usando un
participio perfecto que expresa tanto una acción en el pasado [fueron
santificados] y un resultado continuo [continúan experimentando la influencia
de esa acción pasada]).
Este paso inicial en la santificación incluye un
definido quebrantamiento del amor al pecado y su fuerza dominante en su vida,
de modo que el creyente ya no esté dominado por el pecado y ya no ame el
pecado.
Pablo dice: «De la misma
manera, también ustedes considérense muertos al pecado, pero vivos
para Dios en Cristo Jesús. … Así el pecado no tendrá dominio sobre
ustedes» (Romanos 6:11,14). Dice que los creyentes han sido «
y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.» (Romanos 6:18). En este contexto, estar muerto
al pecado o liberado del pecado incluye el poder para vencer patrones de
conducta pecaminosa en la vida del creyente. Pablo les dice a los romanos
que no dejen que «el pecado reine en su cuerpo mortal»,
y también dice: «No ofrezcan los miembros de su
cuerpo al pecado como instrumentos de
injusticia; al contrario, ofrézcanse más bien a Dios» (Romanos
6:12-13).
Estar muertos al dominante poder del pecado quiere
decir que nosotros, como creyentes, en virtud del poder del
Espíritu Santo y la vida de resurrección de Cristo que obran en nosotros, tenemos
poder para vencer las tentaciones y seducciones del pecado. El pecado ya
no será nuestro amo, como lo fue una vez antes de que nos convirtiéramos en
creyentes.
En términos prácticos, esto quiere decir que
debemos afirmar dos cosas como verdaderas. Por un lado, nunca podremos
decir: «Este pecado me ha derrotado. Me rindo. He
tenido mal genio por treinta y siete años, y lo tendré hasta el día en que
muera, y los demás simplemente tendrán que aguantarme». Decir esto es
decir que el pecado nos tiene dominados. Es permitir que el pecado reine en
nuestro cuerpo. Es confesar la derrota. Es negar la verdad de las Escrituras
que nos dicen: « Así también vosotros
consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús,
Señor nuestro» (Romanos 6:11). Es
negar la verdad bíblica que nos dice que « Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo
la gracia.» (Romanos 6:14).
Esta ruptura inicial con el pecado incluye una
reorientación de nuestros deseos,
de modo que ya no tenemos en nuestra vida un dominante amor por el pecado.
Pablo sabe que sus lectores eran anteriormente
esclavos del pecado (como lo son todos los que no son creyentes), pero les dice
que ya no son esclavos. « Pero
gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de
corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; 18 y libertados del pecado, vinisteis a ser
siervos de la justicia. » (Romanos
6:17-18). Este cambio en el amor primordial de uno y los deseos primordiales
ocurre al comienzo de la santificación.
2. La santificación es un proceso durante toda la vida.
Aunque el Nuevo Testamento habla de un comienzo
definido de la santificación, también la ve como un proceso que continúa
durante toda nuestra vida cristiana aquí en la tierra. Este es el sentido
primario en que se usa en la teología sistemática este concepto de la
santificación, así como en la terminología evangélica general de hoy.
Aunque Pablo dice que sus lectores han sido
liberados del pecado” y libertados del pecado,
vinisteis a ser siervos de la justicia”. (Romanos 6:18 ), y que están «muertos al pecado pero vivos para Dios» (Romanos
6:11), reconoce que todavía queda pecado en sus vidas y por eso les dice que no
permitan que ese pecado reine y que no se sometan a él (Romanos 6:12-13 No reine, pues, el
pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus
concupiscencias; 13 ni tampoco
presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino
presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y
vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.).
Por consiguiente, la tarea de ellos como creyentes
era crecer cada día más en santificación, tal como antes crecían cada vez más
en el pecado: « Hablo como
humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis
vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora
para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia. » (Romanos 6:19). Pablo dice que a través de la
vida cristiana « Por tanto,
nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del
Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por
el Espíritu del Señor. » (2 Corintios
3:18). Progresivamente estamos llegando a ser más y más como Cristo conforme
avanzamos en la vida cristiana. Por tanto, Pablo dice: « Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya
alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás,
y extendiéndome a lo que está delante, 14
prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios
en Cristo Jesús.» (Filipenses
3:13-14); y esto en el contexto de decir que él todavía no es perfecto, pero se
esfuerza por seguir avanzando y tratar de alcanzar todo el propósito para el
cual Cristo lo salvó.
No es necesario mencionar múltiples citas bíblicas,
porque una gran parte del Nuevo Testamento se dedica a instruir a los creyentes
de las iglesias en cuanto a cómo deben crecer en semejanza a Cristo. Todas las
exhortaciones morales y mandamientos de las epístolas del Nuevo Testamento se
aplican aquí, porque todas exhortan a los creyentes en un aspecto u otro a una
mayor santificación en sus vidas. Todos los autores del Nuevo Testamento
esperan que nuestra santificación vaya aumentando durante toda nuestra vida
cristiana.
3.La santificación se completa al morir (para nuestras almas) y
cuando el Señor regrese (para nuestros cuerpos).
Debido a que todavía queda pecado en nuestro
corazón aunque hemos llegado a ser creyentes, nuestra santificación nunca
quedará completa en esta vida. Pero cuando morimos y vamos a estar con el
Señor, nuestra santificación queda completa en un sentido, porque nuestras almas se liberan de su morada en pecado y
alcanzan la perfección.
El autor de Hebreos dice que cuando
entramos a la presencia de Dios para adorar, nos acercamos « a la congregación de los primogénitos que
están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los
justos hechos perfectos, » (Hebreos
12:23). Esto es apropiado porque quiere decir que « No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o
que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el
libro de la vida del Cordero. (Apocalipsis
21:27). Sin embargo, cuando apreciamos que la santificación incluye a la persona
total, incluyendo nuestro cuerpo (2 Corintios 7: 1 Así que, amados, puesto que tenemos tales
promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu,
perfeccionando la santidad en el temor de Dios;
1 Tesalonicenses 5:23 Y el mismo Dios de paz os
santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea
guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo), nos
damos cuenta de que la santificación no quedará completa por entero hasta que
el Señor vuelva y recibamos nuestros cuerpos resucitados.
Esperamos la venida de nuestro Señor
Jesucristo del cielo, y « el
cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante
al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a
sí mismo todas las cosas. » (Filipenses
3:21). Es « Pero en su
debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su cada
uno venida» (1 Corintios 15:23)
que pasaremos a vivir con un cuerpo resucitado y entonces plenamente « Y así como hemos traído la imagen del
terrenal, traeremos también la imagen del celestial. » (1 Corintios 15:49).
Podemos afirmar que en el proceso de la
santificación vemos como somos esclavos del pecado antes de la conversión, (1) que hay un comienzo definido de la santificación en el
punto de la conversión, (2) que la santificación debe aumentar durante toda la vida
cristiana, y (3) que la santificación
queda perfecta en la muerte. (La culminación de la santificación cuando
recibamos nuestro cuerpo resucitado se omite en este gráfico por razón de
sencillez.) sobre la glorificación, o sea, recibir un cuerpo resucitado cuando
Cristo vuelva.
He mostrado el progreso de la santificación
para indicar que el crecimiento en la santificación no es siempre hacia arriba
en esta vida, sino que ese progreso ocurre algunas veces, mientras que en otras
ocasiones nos damos cuenta de que estamos retrocediendo en cierta medida. En
caso extremo, el creyente que hace escaso uso de
los medios de santificación, y más
bien recibe malas enseñanzas, no
tiene buena comunión con los creyentes, y
presta muy poca atención a la Palabra de Dios y a la oración, y en
realidad puede vivir muchos años con un progreso pobre en la santificación;
pero esto por cierto no es el patrón normal que se espera en la vida cristiana.
Es altamente anormal.
4. La santificación nunca es completa en esta vida.
Siempre ha habido en la historia de la Iglesia
quienes han tomado mandamientos tales como Mateo 5:48 («Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto»)
o 2 Corintios 7:1 («Así que, amados, puesto que tenemos
tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu,
perfeccionando la santidad en el temor de Dios») y con esta base han
razonado que puesto que Dios nos da estos mandamientos, Él también debe darnos
la capacidad para obedecerlos perfectamente. Por tanto han concluido que es
posible que nosotros logremos alcanzar en esta vida un estado de perfección sin
pecado. Por cierto, Juan incluso dice: ¡« Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le
ha visto, ni le ha conocido. » (1 Juan 3:6)!
¿Acaso estos versículos no apuntan a la
posibilidad de una perfección absoluta en la vida de algunos creyentes?
En esta consideración usaré el término perfeccionismo para referirme a
este concepto de que es posible alcanzar en esta vida la erradicación total del
pecado. Si examinamos bien estos pasajes, no respaldan la posición
perfeccionista.
Primero, en la Biblia sencillamente no
se enseña que cuando Dios dicta un mandamiento también da la capacidad para
obedecerlo en todos los casos. Dios manda a todos en todas partes que obedezcan
todas sus leyes morales y pedirá cuentas a los que no lo hagan, aunque los incrédulos
son pecadores y, como tales, están muertos en delitos y pecados, y por tanto no
están capacitados para obedecer los mandamientos de Dios. Cuando Jesús nos
ordena que seamos perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto (Mateo
5:48), lo
que está es diciéndonos que la pureza moral absoluta propia de Dios es la norma
hacia la que nosotros debemos apuntar, y la norma por la que Dios nos exige
cuentas.
El hecho de que no seamos capaces de
alcanzar esa norma no quiere decir que Dios la va a rebajar; sino que necesitamos
la gracia y el perdón de Dios para vencer lo que nos queda de pecado.
De modo similar, cuando Pablo manda a los corintios a « Así que, amados, puesto que tenemos tales
promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu,
perfeccionando la santidad en el temor de Dios.
(2 Corintios 7:1), está apuntando a la meta que desea que alcancen. No es
que uno la pueda alcanzar, sino que es la alta norma moral que Dios quiere
que todos los creyentes aspiren a alcanzar.
La declaración de Juan de que « Todo aquel que permanece en él, no peca;
todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.» (1 Juan 3:6,) no enseña que algunos logran la perfección, porque el tiempo
presente del verbo griego se traduce mejor cuando se le da el sentido de una
actividad continua o habitual: « Por eso, cualquiera que sea amigo de Jesucristo, y quiera mantenerse
unido a él, no puede seguir pecando. El que peca, no conoce a Jesucristo ni lo
entiende.» (1 Juan 3:6 versión
Biblia Lenguaje Sencillo). Esto es similar a la afirmación de Juan unos pocos
versículos más adelante: «Ninguno que haya nacido de
Dios practica el pecado, porque la semilla de Dios permanece en él; no puede
practicar el pecado, porque ha nacido de Dios» (1 Juan 3:9). Si se
tomaran estos versículos para probar la perfección sin pecado, tendrían que
probarla para todos los creyentes, porque hablan de lo que es cierto de todo el
que ha nacido de Dios, y de todo el que ha visto a Cristo y le conoce. Por
tanto, no parece haber ningún versículo convincente en la Biblia que enseñe
que es posible que alguien esté completamente libre de pecado en esta vida.
Por otro lado, hay pasajes en toda la
Biblia que enseñan claramente que no podemos ser moralmente perfectos en esta
vida. El escritor de Eclesiastés explícitamente dice: « Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca
peque.» (Eclesiastés 7:20). Jesús dijo a sus discípulos que oraran: «
El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy. 12 Y perdónanos nuestras
deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. » (Mateo 6:11-12). Como la oración por el pan de
cada día es un modelo de oración que se debe repetir cada día, la oración por
el perdón de los pecados está incluida en el tipo de oración que el creyente
debe elevar cada día. Como se observó antes, cuando Pablo habla del nuevo poder
sobre el pecado que es dado a los creyentes, no dice que ya no habrá pecado
en la vida del creyente, sino que los creyentes no deben dejar que el
pecado «reine» en sus cuerpos, y que «no presenten» sus miembros al pecado
(Romanos 6:12-13
No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis
en sus concupiscencias; 13 ni tampoco
presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino
presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros
miembros a Dios como instrumentos de justicia.). El hecho mismo de que
él indica todo eso muestra que comprende que el pecado continuará presente
en la vida de los creyentes todo el tiempo que estemos en esta tierra.
Incluso Jacobo, el hermano de nuestro
Señor, decía: « Porque todos
ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto,
capaz también de refrenar todo el cuerpo.
» (Santiago 3:2), y si el mismo Santiago puede decir esto, nosotros ciertamente
debemos también estar listos para decirlo. Finalmente, en la misma carta en la
que Juan declara tan frecuentemente que el hijo de Dios no puede continuar en
un patrón de conducta de pecado, también dice claramente: « Si decimos que no tenemos pecado, nos
engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.» (1 Juan 1:8).
Aquí Juan explícitamente excluye la
posibilidad de quedar completamente libres de pecado en nuestra vida. Es más,
dice que todo el que aduce ser libre de pecado simplemente se engaña a sí
mismo, y la verdad no está en él.
Pero una vez que hemos concluido que la
santificación nunca se completará en esta vida, debemos ejercer sabiduría y
precaución en la manera en que usamos esta verdad. Algunos pueden tomar este
hecho como excusa para no esforzarse por la santidad ni crecer en el proceso de
santificación, lo que es exactamente contrario a docenas de mandamientos
del Nuevo Testamento. Otros pueden pensar en el hecho de que no podemos ser
perfectos en esta vida, y perder toda esperanza de lograr algún progreso en la
vida cristiana, actitud esta que también es contraria a la clara enseñanza de
Romanos 6 y otros pasajes que hablan del poder de la resurrección de Cristo
en nuestra vida que nos capacita para vencer el pecado. Por tanto, aunque
nuestra santificación nunca será completa en esta vida, debemos recalcar
que la santificación nunca debe dejar de crecer
en esta vida. En verdad, conforme el creyente crece en madurez,
es ciertamente posible que habrá muchos momentos durante el día en que estará
libre de actos conscientes o voluntarios de desobediencia a Dios en sus
palabras y obras. Es más, si los dirigentes cristianos deben ser « Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé
ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza.» (1 Timoteo 4:12), será frecuentemente cierto que
sus vidas estarán libres de palabras y obras que otros puedan considerar
cuestionables. Pero esto está muy lejos de lograr total libertad del pecado
en nuestros motivos, pensamientos e intenciones del corazón.
C. Dios y el hombre cooperan en la santificación
Algunos objetan a la idea de que Dios y el hombre
«cooperan» en la santificación porque insisten en que la obra de Dios es
primordial y nuestra obra en la santificación es nada más que secundaria ( Filipenses
2:12-13 Por tanto, amados míos, como siempre habéis
obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi
ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, 13 porque Dios es el que en vosotros produce así
el querer como el hacer, por su buena voluntad.
). Sin embargo, si explicamos claramente la naturaleza del papel
de Dios en la santificación, y nuestro papel en ella, no parece inapropiado
decir que Dios y el hombre cooperan en la santificación.
No estamos diciendo que tenemos papeles iguales en
la santificación, ni que Dios y el hombre funcionen de la misma manera, sino
simplemente que nosotros cooperamos con Dios en la medida de nuestra condición
como criaturas de Dios. El hecho de que la Biblia enfatiza el papel que
nosotros jugamos en la santificación (con todos los mandamientos morales del
Nuevo Testamento) hace apropiado enseñar que Dios nos llama a cooperar con él
en esta actividad.
1. El papel de Dios en la santificación.
Puesto que la santificación es primordialmente obra
de Dios, es apropiado para Pablo orar: « Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro
ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de
nuestro Señor Jesucristo. » (1 Tesalonicenses
5:23). Un papel específico de Dios el Padre en esta santificación es su proceso
de disciplinarnos como hijos suyos (Hebreos 12:5-11 habéis
ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío,
no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por
él; 6 Porque el Señor al que ama,
disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo. 7 Si soportáis la disciplina, Dios os trata
como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? 8 Pero si se os deja sin disciplina, de la cual
todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. 9 Por otra parte, tuvimos a nuestros padres
terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos
mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? 10 Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos
disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es
provechoso, para que participemos de su santidad. 11 Es verdad que ninguna disciplina al presente
parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de
justicia a los que en ella han sido ejercitados.).
Pablo les dice a los filipenses: « porque Dios es el que en vosotros produce
así el querer como el hacer, por su buena voluntad.» (Filipenses 2:13), con lo que les indicaba algo
de la manera en que Dios los santificaba, tanto al hacerlos querer hacer su
voluntad como al darles el poder para hacerla. El autor de Hebreos habla del
papel del Padre y del papel del Hijo en la bendición familiar: « Y el Dios de paz que resucitó de los
muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre
del pacto eterno, 21 os haga aptos en
toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es
agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de
los siglos. Amén.» (Hebreos 13:20-21).
Si bien es cierto que Dios Hijo, Jesucristo, tiene
un papel en la santificación porque él ganó nuestra santificación y nos sirve
de ejemplo (Hebreos 12:2 puestos los ojos en Jesús, el
autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la
cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.),
es específicamente Dios Espíritu Santo quien actúa en nosotros para
cambiarnos, purificarnos y darnos mayor santidad de vida. Pedro habla de la
«santificación del Espíritu» (1 Pedro 1:2), y Pablo habla de la « elegidos según la presciencia de Dios
Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la
sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.» (2 Tesalonicenses 2:13 Pero
nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos
amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para
salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la
verdad,).
Es el Espíritu Santo quien produce en nosotros el « Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo,
paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23
mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. » (Gálatas 5:22-23), que nos da esos rasgos de
carácter que son parte de una santificación cada vez mayor. Si crecemos en
santificación, «andamos por el Espíritu» y «somos guiados por el Espíritu» (Gálatas
5:16-18 Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no
satisfagáis los deseos de la carne. 17
Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es
contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que
quisiereis.18 Pero si sois guiados por
el Espíritu, no estáis bajo la ley.; Romanos 8:14 Porque todos los que son guiados por el
Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.
), o sea, somos cada vez más aptos para responder a los deseos y estímulos del
Espíritu Santo en nuestra vida y carácter. El Espíritu Santo es el Espíritu de
Santidad, y produce santidad en nosotros.
2. Nuestro papel en la santificación.
El papel que nosotros jugamos en la santificación es
pasivo, o sea que dependemos de que Dios nos
santifique, y al mismo
tiempo activo, en el sentido de que nos
esforzamos por obedecer a Dios y dar pasos que aumentarán nuestra santificación.
Ahora podemos considerar estos dos aspectos de
nuestro papel en la santificación.
Primero, lo que se puede llamar el papel
«pasivo» que desempeñamos en la santificación se ve en pasajes que
nos animan a confiar en Dios o a orar a Dios y pedirle que nos santifique.
Pablo dice a sus lectores: «ni tampoco presentéis
vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos
vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros
a Dios como instrumentos de justicia. » “Hablo
como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad
presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad,
así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la
justicia. “ (Romanos 6:13; 19), y dice a los creyentes de Roma: «Así que, hermanos, os ruego por las misericordias
de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo,
agradable a Dios, que es vuestro culto racional. » (Romanos
12:1).
Pablo se da cuenta de que dependemos
de la obra del Espíritu Santo para crecer en santificación porque, dice, «porque si
vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las
obras de la carne, viviréis. » (Romanos 8:13).
Desdichadamente hoy este papel «pasivo» en la
santificación, esta idea de rendirse a Dios y confiar en que Él obre en
nosotros «porque Dios es el que en vosotros produce
así el querer como el hacer, por su buena voluntad. » (Filipenses
2:13) a veces se martilla tanto que es lo único que se le dice a la gente
respecto a la senda de la santificación. A veces la frase popular «déjelo y déjeselo a Dios» se da como
resumen de cómo vivir la vida cristiana. Pero esta es una distorsión trágica de
la doctrina de la santificación, porque habla solamente de la mitad de la parte
que debemos desempeñar, y, en sí misma, llevará a los creyentes a volverse
holgazanes y a descuidar el papel activo que la Biblia les ordena desempeñar en
su propia santificación. Ese papel activo que debemos desempeñar se indica en
Romanos 8:13, en donde Pablo dice: « porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el
Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis ». Aquí Pablo reconoce que es «por el Espíritu Santo» que podemos hacer esto. Pero también
dice que ¡debemos hacerlo! No es
el Espíritu Santo a quien se le ordena que haga morir las obras de la carne,
¡sino a los cristianos!
De modo similar, Pablo dice a los filipenses: «
Por tanto, amados míos, como
siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más
ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, 13 porque Dios es el que en vosotros produce
así el querer como el hacer, por su buena voluntad. » (Fil 2:12-13). Pablo dice que la obediencia es la manera en que ellos «llevan a cabo su
propia salvación», o sea que ellos se
esforzarán por obtener cada vez más los beneficios de la salvación en su vida
cristiana. Los filipenses deben esforzarse en este crecimiento en
santificación, y deben hacerlo solemnemente y con reverencia («con temor y
temblor»), porque lo están haciendo en la presencia del mismo Dios. Pero
hay más: Deben esforzarse y esperar que su
esfuerzo rinda resultados positivos porque «Dios es quien obra en ellos»,
y la obra previa y fundamental de Dios en la santificación quiere decir
que el esfuerzo de ellos cuenta con el
poder de Dios; por tanto, vale la pena y rendirá resultados positivos. Hay
muchos aspectos en este papel activo que debemos desempeñar en la santificación.
Debemos buscar « Seguid la paz
con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. » (Hebreos 12:14); debemos apartarnos de la
inmoralidad sexual y obedecer así la voluntad de Dios, que es nuestra « pues la voluntad de Dios es vuestra
santificación; que os apartéis de fornicación » (1 Tesalonicenses 4:3).
Juan dice que los que esperan ser como Cristo cuando
Él venga se esforzarán activamente en purificar sus vidas: « Y todo aquel que tiene esta esperanza en
él, se purifica a sí mismo, así como él es puro. »
(1 Juan 3:3). Esta clase de esfuerzo por obedecer a Dios y por alcanzar
santidad puede incluir gran esfuerzo de nuestra parte, porque Pedro les dice a
sus lectores que « vosotros
también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a
la virtud, conocimiento » por crecer en
rasgos de carácter que armonicen con la santidad (2 Pedro 1:5).
Muchos pasajes específicos del Nuevo Testamento
estimulan la atención detallada a varios aspectos de la santidad y la bondad en
la vida . Veamos por ejemplo los siguientes:
Romanos
12:1 Así que, hermanos, os
ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en
sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
Romanos13:14
sino vestíos
del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.
Efesios 4:17 Esto, pues, digo y
requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en
la vanidad de su mente,
Efesios 6:10-11
Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en
el Señor, y en el poder de su fuerza. 11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para
que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo
Filipenses
4:4-9 Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! 5
Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está
cerca. 6 Por nada estéis afanosos,
sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y
ruego, con acción de gracias. 7 Y
la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros
corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. 8 Por lo demás, hermanos, todo lo que es
verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo
lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. 9 Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y
visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros.
Colosenses 3:5 Haced
morir, pues, lo terrenal en vosotros:
fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es
idolatría;
Colosenses
4:6 Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis
responder a cada uno.
1
Pedro 2:11 Amados, yo os ruego como a extranjeros y
peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan
contra el alma
1 Pedro 5:8-10
Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente,
anda alrededor buscando a quien devorar; 9
al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos
padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. 10 Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó
a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de
tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.
Continuamente estamos edificando patrones y hábitos
de santidad, porque una de las medidas de madurez es que los creyentes maduros
« pero el alimento sólido
es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los
sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal. » (Hebreos 5:14).
El Nuevo Testamento no sugiere ningún atajo por el cual podamos crecer
en santificación, sino que simplemente nos anima repetidas veces a
entregarnos a los medios bien conocidos, bien probados, de:
La lectura de
la Biblia y la meditación (Salmo 1:2 Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley
medita de día y de noche; Mateo 4:4 El respondió
y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que
sale de la boca de Dios.; Juann 17:17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.),
La oración (Efesios 6:18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el
Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los
santos; Filipenses 4:6 Por nada estéis afanosos,
sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y
ruego, con acción de gracias.)
La adoración (Efesios 5:18-20
No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu,
19 hablando entre vosotros con
salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en
vuestros corazones; 20 dando siempre
gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
)
El testimonio (Mateo 28:19-20 Por tanto, id, y haced discípulos a todas
las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo; 20 enseñándoles que guarden todas
las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el fin del mundo. Amén. )
La comunión cristiana (Hebreos 10:24-25 Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a
las buenas obras; 25 no dejando de
congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto
más, cuanto veis que aquel día se acerca.)
El dominio propio (Gálatas 5:23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.;
Tito 1:8 sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio,
justo, santo, dueño de sí mismo,).
Es importante que sigamos
creciendo en nuestra confianza pasiva en Dios para que nos santifique, así como en nuestro
esfuerzo activo buscando santidad y una mayor obediencia en nuestras vidas.
Si descuidamos el esfuerzo activo por obedecer a
Dios, nos volveremos creyentes pasivos y ociosos. Si descuidamos el papel pasivo de confiar en Dios y
rendirnos a Él, nos volveremos orgullosos y demasiado confiados
en nosotros mismos. En cualquier caso, nuestra santificación será
grandemente deficiente.
El viejo
himno lo dice muy sabiamente: «Obedecer, y confiar en Jesús, es la regla
marcada para andar en la luz».
D. La santificación afecta a
la persona entera
Vemos que la santificación afecta nuestro intelecto
y nuestro conocimiento cuando Pablo dice que una vida « para que andéis como es digno del Señor,
agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el
conocimiento de Dios » (Colosenses
1:10).
El crecimiento en la
santificación también afecta nuestras emociones. Hallaremos que cada
vez es más cierto que no amamos « No
améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el
amor del Padre no está en él. » (1 Juan
2:15), sino que nosotros, como nuestro Salvador, nos deleitamos en hacer la
voluntad de Dios.
La santificación afectará nuestra
voluntad, nuestra facultad de tomar decisiones, porque Dios obra en nosotros «porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como
el hacer, por su buena voluntad» (Filipenses 2:13). Es más, la santificación también afectará nuestro espíritu,
la parte inmaterial de nuestro ser, y nuestro cuerpo, por lo que Pablo nos
anima: «Así que, amados, puesto que tenemos tales
promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu,
perfeccionando la santidad en el temor de Dios.» (2 Corintios 7:1).
También dice que tener interés en las cosas del Señor es pensar en consagrarse
al Señor tanto en cuerpo como en espíritu.
El propósito
de Dios en cuanto nuestra vida es que seamos «Porque a
los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes
a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.»
(Romanos 8:29) en toda dimensión de nuestra personalidad.
E. Motivos de obedecer a Dios en la vida cristiana
Los creyentes a veces no reconocen la amplia gama de
motivos para la obediencia a Dios que se halla en el Nuevo Testamento:
(1) Es cierto que un
deseo de agradar a Dios y expresarle nuestro amor es un motivo de obedecerle
muy importante; Jesús dice: «Si me amáis, guardad
mis mandamientos. » (Juan 14:15), “ El que
tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y
el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.”
(Juan 14:21; 1 Juan 5:3 Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son
gravosos). Pero también se nos dan muchos otros motivos:
(2) La necesidad de tener la conciencia limpia delante de
Dios (Romanos 13:5 Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente
por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia.;
1 Timoteo 1:5 Pues el propósito de este
mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de
fe no fingida, 19 manteniendo la fe y
buena conciencia, desechando la cual naufragaron
en cuanto a la fe algunos; 2 Timoteo 1:3 Doy
gracias a Dios, al cual sirvo desde mis mayores con limpia conciencia,
de que sin cesar me acuerdo de ti en mis oraciones noche y día; 1 Pedro
3:16 teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de
malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en
Cristo.)
(3) el deseo de ser
«vasos para uso noble» y ser cada vez más efectivos en la obra del reino (2 Timoteo 2:20-21 Pero
en una casa grande, no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino también
de madera y de barro; y unos son para usos honrosos, y otros para usos viles. 21 Así que, si alguno se limpia de estas cosas,
será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda
buena obra)
(4) el deseo de ver a los que no son creyentes buscar a
Cristo al observar nuestra vida (1
Pedro 3:1-2 Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a
vuestros maridos;(A) para que también los que no creen a la palabra, sean
ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, 2 considerando vuestra conducta casta y respetuosa;
15-16 sino santificad a Dios el Señor en vuestros
corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y
reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en
vosotros; 16 teniendo buena conciencia,
para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados
los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo.)
(5) el deseo de recibir bendiciones presentes de Dios en
nuestra vida y ministerio (1 Pedro
3:9-12 no devolviendo mal por mal, ni maldición por
maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados
para que heredaseis bendición. 10
Porque: El que quiere amar la
vida Y ver días buenos, Refrene su
lengua de mal, Y sus labios no hablen engaño; 11 Apártese del mal, y haga el bien; Busque la
paz, y sígala. 12 Porque los ojos del Señor están sobre los
justos, Y sus oídos atentos a sus oraciones)
(6) el deseo de evitar el desagrado y disciplina de Dios en
nuestras vidas (a veces llamado
«temor de Dios») (Hechos 5:11 Y vino gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los
que oyeron estas cosas.; 9:31 Entonces las
iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas,
andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu
Santo.; 2 Corintios 5:11 Conociendo, pues, el
temor del Señor, persuadimos a los hombres; pero a Dios le es manifiesto lo que
somos; y espero que también lo sea a vuestras conciencias.; 7:1 Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas,
limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la
santidad en el temor de Dios.; Efesios 4:30 Y no contristéis
al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la
redención.; Filipenses 2:12 Por tanto, amados
míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino
mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y
temblor,; 1 Timoteo 5:20 A los que persisten en
pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman;
Hebreos 12:3-11 3 Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores
contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. 4 Porque aún no habéis resistido hasta la
sangre, combatiendo contra el pecado; 5
y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige,
diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando
eres reprendido por él; 6 Porque el
Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo.7 Si soportáis la disciplina, Dios os trata
como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? 8 Pero si se os deja sin disciplina, de la cual
todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. 9 Por otra parte, tuvimos a nuestros padres
terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos
mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? 10 Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos
disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es
provechoso, para que participemos de su santidad. 11 Es verdad que ninguna disciplina al presente
parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de
justicia a los que en ella han sido ejercitados; 1 Pedro 1:17 Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas
juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra
peregrinación; 2:17 Honrad a todos.
Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey . el estado de los que
no son creyentes en Romanos 3:18 No hay temor de Dios
delante de sus ojos)
(7) el deseo de buscar una mayor recompensa celestial (Mateo 6:19-21 No os
hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde
ladrones minan y hurtan; 20 sino haceos
tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones
no minan ni hurtan. 21 Porque donde esté
vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.; Lucas 19:17-19 El le dijo: Está bien,
buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez
ciudades. 18 Vino otro, diciendo: Señor,
tu mina ha producido cinco minas. 19 Y
también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades.; 1 Corintios
3:12-15 Y si sobre este fundamento alguno edificare
oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, 13 la obra de cada uno se hará manifiesta;
porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada
uno cuál sea, el fuego la probará. 14 Si
permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. 15 Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá
pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego; 2 Corintios
5:9-10 Por tanto
procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables. 10 Porque es necesario que todos nosotros
comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que
haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.)
(8) el deseo de andar
más cerca de Dios (Mateo 5:8 Bienaventurados los de
limpio corazón, porque ellos verán a Dios.; Juan 14:21 El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me
ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré
a él.; 1 Juan 1:6 Si decimos que tenemos
comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad;
3:21-22 Amados, si nuestro corazón no nos reprende,
confianza tenemos en Dios; 22 y
cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus
mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él.; y,
en el Antiguo Testamento, Salmo 66:18 Si en mi corazón
hubiese yo mirado a la iniquidad, El
Señor no me habría escuchado. ; Isaías 59:2 pero
vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y
vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír.)
(9) el deseo de que los ángeles glorifiquen a Dios por
nuestra obediencia (1 Timoteo
5:21 No impongas con ligereza las manos a ninguno, ni
participes en pecados ajenos. Consérvate puro.; 1 Pedro 1:12 A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para
nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os
han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en
las cuales anhelan mirar los ángeles.)
(10) el deseo de paz (Filipenses
4:9 Lo que
aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de
paz estará con vosotros) y gozo (Hebreos 12:1-2 Por
tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de
testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con
paciencia la carrera que tenemos por delante, 2
puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por
el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se
sentó a la diestra del trono de Dios.) en nuestra vida;
Y (11) el deseo de
hacer lo que Dios ordena simplemente porque sus mandamientos son buenos y nos
deleitamos en hacer lo que es bueno (Filipenses
4:8 Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero,
todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de
buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.;
Salmo 40:8 El
hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, Y tu ley está en medio de mi
corazón.).
F. La belleza y gozo de la santificación
No estará bien terminar esta publicación sin notar
que la santificación nos llena de gozo. Mientras más crecemos a semejanza de
Cristo, más experimentaremos personalmente el «gozo» y la «paz» que son parte
del fruto del Espíritu Santo (Gálatas
2:22), y más cerca estaremos de la clase de vida que tendremos en el cielo.
Pablo dice que conforme obedecemos más a Dios, «Mas
ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis
por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna» (Romanos
6:22). Pablo se da cuenta de que esta es la fuente de nuestro verdadero gozo, «porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino
justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. » (Romanos 14:17).
Conforme crecemos en santidad,
crecemos en semejanza a la imagen de Cristo, y más y más de la belleza de su
carácter se ve en nuestras vidas.
Esta es la meta de la santificación perfecta que esperamos y anhelamos, y que
será nuestra cuando Cristo vuelva. «Y todo aquel que
tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro. » (1 Juan 3:3).
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