} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA SANTIFICACIÓN

miércoles, 22 de mayo de 2024

LA SANTIFICACIÓN

  

 ¿Cómo crecemos en madurez cristiana?  ¿Cuáles son las bendiciones del crecimiento cristiano?

 

I.                  EXPLICACIÓN Y BASE BÍBLICA

 

 Las publicaciones anteriores han considerado varios actos de Dios que suceden al comienzo de nuestra vida cristiana: el llamado del evangelio (que Dios nos dirige), la regeneración (por la que Dios nos imparte nueva vida), la justificación (por la que Dios nos da una posición legal justa delante de él) y la adopción (en la que Dios nos hace miembros de su familia). Hemos hablado también de la conversión (en la que nos arrepentimos de los pecados y confiamos en Cristo en cuanto a la salvación).

Todos estos hechos tienen lugar al comienzo de nuestra vida cristiana. Pero ahora llegamos a una parte de la aplicación de la redención que es una obra progresiva que continúa durante toda nuestra vida terrenal. También es una obra en la que cooperan Dios y el hombre, cada uno con papeles distintos.

A esta parte de la aplicación de la redención se le llama santificación: La santificación es una obra progresiva de Dios y el hombre que nos hace más y más libres del pecado y más semejantes a Cristo en nuestra vida actual.

 

A.   Diferencia entre justificación y santificación

  

  JUSTIFICACIÓN                 -                  SANTIFICACIÓN

Posición Legal                         -                  Condición Eterna

Una vez por todas                   -                  En aumento por toda la vida terrenal

Obra TOTAL de Dios                      -        Nosotros cooperamos

Perfecta en esta vida                          -        No es perfecta en esta vida

La misma en todos los creyentes       -        Mayor en unos que en otros

 

El curso ordinario de la vida del creyente incluirá continuo crecimiento en santificación, y es algo a lo que el Nuevo Testamento nos alienta a dar esfuerzo y atención.

 

B. Tres etapas de la santificación

 

1.     La santificación tiene un principio definido en la regeneración.

Un cambio moral definido tiene lugar en nuestra vida en el momento de la regeneración, porque Pablo habla del « nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo,» (Tito 3:5). Una vez que hemos nacido de nuevo, no podemos continuar pecando como hábito o patrón de vida (1 Juan 3:9 Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios), porque el poder de la nueva vida espiritual en nosotros nos guarda de someternos a una vida de pecado. Este cambio moral inicial es la primera etapa de la santificación. En este sentido hay cierta superposición entre la regeneración y la santificación, porque este cambio moral es en realidad parte de la regeneración. Pero cuando vemos esto desde el punto de vista del cambio moral dentro de nosotros, también podemos verlo como la primera etapa de la santificación.

Pablo mira hacia atrás como algo consumado cuando dice a los corintios: « [Ustedes] Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios. » (1 Corintios 6:11).

En forma similar, en Hechos 20:32 Pablo puede referirse a los creyentes como « Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados» (usando un participio perfecto que expresa tanto una acción en el pasado [fueron santificados] y un resultado continuo [continúan experimentando la influencia de esa acción pasada]).

Este paso inicial en la santificación incluye un definido quebrantamiento del amor al pecado y su fuerza dominante en su vida, de modo que el creyente ya no esté dominado por el pecado y ya no ame el pecado.

Pablo dice: «De la misma manera, también ustedes considérense muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús. … Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes» (Romanos 6:11,14). Dice que los creyentes han sido « y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.» (Romanos 6:18). En este contexto, estar muerto al pecado o liberado del pecado incluye el poder para vencer patrones de conducta pecaminosa en la vida del creyente. Pablo les dice a los romanos que no dejen que «el pecado reine en su cuerpo mortal», y también dice: «No ofrezcan los miembros de su cuerpo al pecado como instrumentos de injusticia; al contrario, ofrézcanse más bien a Dios» (Romanos 6:12-13).

Estar muertos al dominante poder del pecado quiere decir que nosotros, como creyentes, en virtud del poder del Espíritu Santo y la vida de resurrección de Cristo que obran en nosotros, tenemos poder para vencer las tentaciones y seducciones del pecado. El pecado ya no será nuestro amo, como lo fue una vez antes de que nos convirtiéramos en creyentes.

En términos prácticos, esto quiere decir que debemos afirmar dos cosas como verdaderas. Por un lado, nunca podremos decir: «Este pecado me ha derrotado. Me rindo. He tenido mal genio por treinta y siete años, y lo tendré hasta el día en que muera, y los demás simplemente tendrán que aguantarme». Decir esto es decir que el pecado nos tiene dominados. Es permitir que el pecado reine en nuestro cuerpo. Es confesar la derrota. Es negar la verdad de las Escrituras que nos dicen: « Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro» (Romanos 6:11). Es negar la verdad bíblica que nos dice que « Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia(Romanos 6:14).

Esta ruptura inicial con el pecado incluye una reorientación de nuestros deseos, de modo que ya no tenemos en nuestra vida un dominante amor por el pecado.

Pablo sabe que sus lectores eran anteriormente esclavos del pecado (como lo son todos los que no son creyentes), pero les dice que ya no son esclavos. « Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; 18  y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. » (Romanos 6:17-18). Este cambio en el amor primordial de uno y los deseos primordiales ocurre al comienzo de la santificación.

 

2. La santificación es un proceso durante toda la vida.

Aunque el Nuevo Testamento habla de un comienzo definido de la santificación, también la ve como un proceso que continúa durante toda nuestra vida cristiana aquí en la tierra. Este es el sentido primario en que se usa en la teología sistemática este concepto de la santificación, así como en la terminología evangélica general de hoy.

Aunque Pablo dice que sus lectores han sido liberados del pecado” y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia”. (Romanos 6:18 ), y que están «muertos al pecado pero vivos para Dios» (Romanos 6:11), reconoce que todavía queda pecado en sus vidas y por eso les dice que no permitan que ese pecado reine y que no se sometan a él (Romanos 6:12-13 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; 13  ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.).

Por consiguiente, la tarea de ellos como creyentes era crecer cada día más en santificación, tal como antes crecían cada vez más en el pecado: « Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia. » (Romanos 6:19). Pablo dice que a través de la vida cristiana « Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor. » (2 Corintios 3:18). Progresivamente estamos llegando a ser más y más como Cristo conforme avanzamos en la vida cristiana. Por tanto, Pablo dice: « Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, 14  prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.» (Filipenses 3:13-14); y esto en el contexto de decir que él todavía no es perfecto, pero se esfuerza por seguir avanzando y tratar de alcanzar todo el propósito para el cual Cristo lo salvó.

No es necesario mencionar múltiples citas bíblicas, porque una gran parte del Nuevo Testamento se dedica a instruir a los creyentes de las iglesias en cuanto a cómo deben crecer en semejanza a Cristo. Todas las exhortaciones morales y mandamientos de las epístolas del Nuevo Testamento se aplican aquí, porque todas exhortan a los creyentes en un aspecto u otro a una mayor santificación en sus vidas. Todos los autores del Nuevo Testamento esperan que nuestra santificación vaya aumentando durante toda nuestra vida cristiana.

 

3.La santificación se completa al morir (para nuestras almas) y cuando el Señor regrese (para nuestros cuerpos).

 Debido a que todavía queda pecado en nuestro corazón aunque hemos llegado a ser creyentes, nuestra santificación nunca quedará completa en esta vida. Pero cuando morimos y vamos a estar con el Señor, nuestra santificación queda completa en un sentido, porque nuestras almas se liberan de su morada en pecado y alcanzan la perfección.

El autor de Hebreos dice que cuando entramos a la presencia de Dios para adorar, nos acercamos « a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, » (Hebreos 12:23). Esto es apropiado porque quiere decir que « No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero. (Apocalipsis 21:27). Sin embargo, cuando apreciamos que la santificación incluye a la persona total, incluyendo nuestro cuerpo (2 Corintios 7: 1 Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios; 1 Tesalonicenses 5:23 Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo), nos damos cuenta de que la santificación no quedará completa por entero hasta que el Señor vuelva y recibamos nuestros cuerpos resucitados.

Esperamos la venida de nuestro Señor Jesucristo del cielo, y « el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas. » (Filipenses 3:21). Es « Pero en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su cada uno venida» (1 Corintios 15:23) que pasaremos a vivir con un cuerpo resucitado y entonces plenamente « Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial. » (1 Corintios 15:49).

 Podemos afirmar que en el proceso de la santificación vemos como somos esclavos del pecado antes de la conversión, (1) que hay un comienzo definido de la santificación en el punto de la conversión, (2) que la santificación debe aumentar durante toda la vida cristiana, y (3) que la santificación queda perfecta en la muerte. (La culminación de la santificación cuando recibamos nuestro cuerpo resucitado se omite en este gráfico por razón de sencillez.) sobre la glorificación, o sea, recibir un cuerpo resucitado cuando Cristo vuelva.

 He mostrado el progreso de la santificación para indicar que el crecimiento en la santificación no es siempre hacia arriba en esta vida, sino que ese progreso ocurre algunas veces, mientras que en otras ocasiones nos damos cuenta de que estamos retrocediendo en cierta medida. En caso extremo, el creyente que hace escaso uso de los medios de santificación, y más bien recibe malas enseñanzas, no tiene buena comunión con los creyentes, y presta muy poca atención a la Palabra de Dios y a la oración, y en realidad puede vivir muchos años con un progreso pobre en la santificación; pero esto por cierto no es el patrón normal que se espera en la vida cristiana. Es altamente anormal.

 

4. La santificación nunca es completa en esta vida.

 Siempre ha habido en la historia de la Iglesia quienes han tomado mandamientos tales como Mateo 5:48 («Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto») o 2 Corintios 7:1 («Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios») y con esta base han razonado que puesto que Dios nos da estos mandamientos, Él también debe darnos la capacidad para obedecerlos perfectamente. Por tanto han concluido que es posible que nosotros logremos alcanzar en esta vida un estado de perfección sin pecado. Por cierto, Juan incluso dice: ¡« Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido. » (1 Juan 3:6)!

¿Acaso estos versículos no apuntan a la posibilidad de una perfección absoluta en la vida de algunos creyentes?

En esta consideración usaré el término perfeccionismo para referirme a este concepto de que es posible alcanzar en esta vida la erradicación total del pecado. Si examinamos bien estos pasajes, no respaldan la posición perfeccionista.

Primero, en la Biblia sencillamente no se enseña que cuando Dios dicta un mandamiento también da la capacidad para obedecerlo en todos los casos. Dios manda a todos en todas partes que obedezcan todas sus leyes morales y pedirá cuentas a los que no lo hagan, aunque los incrédulos son pecadores y, como tales, están muertos en delitos y pecados, y por tanto no están capacitados para obedecer los mandamientos de Dios. Cuando Jesús nos ordena que seamos perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto (Mateo 5:48), lo que está es diciéndonos que la pureza moral absoluta propia de Dios es la norma hacia la que nosotros debemos apuntar, y la norma por la que Dios nos exige cuentas.

El hecho de que no seamos capaces de alcanzar esa norma no quiere decir que Dios la va a rebajar; sino que necesitamos la gracia y el perdón de Dios para vencer lo que nos queda de pecado. De modo similar, cuando Pablo manda a los corintios a « Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. (2 Corintios 7:1), está apuntando a la meta que desea que alcancen. No es que uno la pueda alcanzar, sino que es la alta norma moral que Dios quiere que todos los creyentes aspiren a alcanzar.

 La declaración de Juan de que « Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.» (1 Juan 3:6,) no enseña que algunos logran la perfección, porque el tiempo presente del verbo griego se traduce mejor cuando se le da el sentido de una actividad continua o habitual: « Por eso, cualquiera que sea amigo de Jesucristo, y quiera mantenerse unido a él, no puede seguir pecando. El que peca, no conoce a Jesucristo ni lo entiende.» (1 Juan 3:6 versión Biblia Lenguaje Sencillo). Esto es similar a la afirmación de Juan unos pocos versículos más adelante: «Ninguno que haya nacido de Dios practica el pecado, porque la semilla de Dios permanece en él; no puede practicar el pecado, porque ha nacido de Dios» (1 Juan 3:9). Si se tomaran estos versículos para probar la perfección sin pecado, tendrían que probarla para todos los creyentes, porque hablan de lo que es cierto de todo el que ha nacido de Dios, y de todo el que ha visto a Cristo y le conoce. Por tanto, no parece haber ningún versículo convincente en la Biblia que enseñe que es posible que alguien esté completamente libre de pecado en esta vida.

Por otro lado, hay pasajes en toda la Biblia que enseñan claramente que no podemos ser moralmente perfectos en esta vida. El escritor de Eclesiastés explícitamente dice: « Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque.» (Eclesiastés 7:20). Jesús dijo a sus discípulos que oraran: « El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. 12  Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. » (Mateo 6:11-12). Como la oración por el pan de cada día es un modelo de oración que se debe repetir cada día, la oración por el perdón de los pecados está incluida en el tipo de oración que el creyente debe elevar cada día. Como se observó antes, cuando Pablo habla del nuevo poder sobre el pecado que es dado a los creyentes, no dice que ya no habrá pecado en la vida del creyente, sino que los creyentes no deben dejar que el pecado «reine» en sus cuerpos, y que «no presenten» sus miembros al pecado (Romanos  6:12-13 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; 13  ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.). El hecho mismo de que él indica todo eso muestra que comprende que el pecado continuará presente en la vida de los creyentes todo el tiempo que estemos en esta tierra.

Incluso Jacobo, el hermano de nuestro Señor, decía: « Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo. » (Santiago 3:2), y si el mismo Santiago puede decir esto, nosotros ciertamente debemos también estar listos para decirlo. Finalmente, en la misma carta en la que Juan declara tan frecuentemente que el hijo de Dios no puede continuar en un patrón de conducta de pecado, también dice claramente: « Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.» (1 Juan 1:8).

Aquí Juan explícitamente excluye la posibilidad de quedar completamente libres de pecado en nuestra vida. Es más, dice que todo el que aduce ser libre de pecado simplemente se engaña a sí mismo, y la verdad no está en él.

Pero una vez que hemos concluido que la santificación nunca se completará en esta vida, debemos ejercer sabiduría y precaución en la manera en que usamos esta verdad. Algunos pueden tomar este hecho como excusa para no esforzarse por la santidad ni crecer en el proceso de santificación, lo que es exactamente contrario a docenas de mandamientos del Nuevo Testamento. Otros pueden pensar en el hecho de que no podemos ser perfectos en esta vida, y perder toda esperanza de lograr algún progreso en la vida cristiana, actitud esta que también es contraria a la clara enseñanza de Romanos 6 y otros pasajes que hablan del poder de la resurrección de Cristo en nuestra vida que nos capacita para vencer el pecado. Por tanto, aunque nuestra santificación nunca será completa en esta vida, debemos recalcar que la santificación nunca debe dejar de crecer en esta vida. En verdad, conforme el creyente crece en madurez, es ciertamente posible que habrá muchos momentos durante el día en que estará libre de actos conscientes o voluntarios de desobediencia a Dios en sus palabras y obras. Es más, si los dirigentes cristianos deben ser « Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza.» (1 Timoteo 4:12), será frecuentemente cierto que sus vidas estarán libres de palabras y obras que otros puedan considerar cuestionables. Pero esto está muy lejos de lograr total libertad del pecado en nuestros motivos, pensamientos e intenciones del corazón.

 

 

C. Dios y el hombre cooperan en la santificación

Algunos objetan a la idea de que Dios y el hombre «cooperan» en la santificación porque insisten en que la obra de Dios es primordial y nuestra obra en la santificación es nada más que secundaria ( Filipenses 2:12-13 Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, 13  porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.  ). Sin embargo, si explicamos claramente la naturaleza del papel de Dios en la santificación, y nuestro papel en ella, no parece inapropiado decir que Dios y el hombre cooperan en la santificación.

No estamos diciendo que tenemos papeles iguales en la santificación, ni que Dios y el hombre funcionen de la misma manera, sino simplemente que nosotros cooperamos con Dios en la medida de nuestra condición como criaturas de Dios. El hecho de que la Biblia enfatiza el papel que nosotros jugamos en la santificación (con todos los mandamientos morales del Nuevo Testamento) hace apropiado enseñar que Dios nos llama a cooperar con él en esta actividad.

1.     El papel de Dios en la santificación.

Puesto que la santificación es primordialmente obra de Dios, es apropiado para Pablo orar: « Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. » (1 Tesalonicenses 5:23). Un papel específico de Dios el Padre en esta santificación es su proceso de disciplinarnos como hijos suyos (Hebreos 12:5-11 habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por él; 6  Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo. 7  Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? 8  Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. 9  Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? 10  Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. 11  Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.).

Pablo les dice a los filipenses: « porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.» (Filipenses 2:13), con lo que les indicaba algo de la manera en que Dios los santificaba, tanto al hacerlos querer hacer su voluntad como al darles el poder para hacerla. El autor de Hebreos habla del papel del Padre y del papel del Hijo en la bendición familiar: « Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, 21  os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.» (Hebreos 13:20-21).

Si bien es cierto que Dios Hijo, Jesucristo, tiene un papel en la santificación porque él ganó nuestra santificación y nos sirve de ejemplo (Hebreos 12:2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.), es específicamente Dios Espíritu Santo quien actúa en nosotros para cambiarnos, purificarnos y darnos mayor santidad de vida. Pedro habla de la «santificación del Espíritu» (1 Pedro 1:2), y Pablo habla de la « elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.» (2 Tesalonicenses 2:13 Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad,).

Es el Espíritu Santo quien produce en nosotros el « Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23  mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. » (Gálatas 5:22-23), que nos da esos rasgos de carácter que son parte de una santificación cada vez mayor. Si crecemos en santificación, «andamos por el Espíritu» y «somos guiados por el Espíritu» (Gálatas 5:16-18 Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. 17  Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.18  Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.; Romanos 8:14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. ), o sea, somos cada vez más aptos para responder a los deseos y estímulos del Espíritu Santo en nuestra vida y carácter. El Espíritu Santo es el Espíritu de Santidad, y produce santidad en nosotros.

2.     Nuestro papel en la santificación.

El papel que nosotros jugamos en la santificación es pasivo, o sea que dependemos de que Dios nos santifique, y al mismo tiempo activo, en el sentido de que nos esforzamos por obedecer a Dios y dar pasos que aumentarán nuestra santificación.

Ahora podemos considerar estos dos aspectos de nuestro papel en la santificación.

 Primero, lo que se puede llamar el papel «pasivo» que desempeñamos en la santificación se ve en pasajes que nos animan a confiar en Dios o a orar a Dios y pedirle que nos santifique. Pablo dice a sus lectores: «ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. » “Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia. “ (Romanos 6:13; 19), y dice a los creyentes de Roma: «Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. » (Romanos 12:1).

Pablo se da cuenta de que dependemos de la obra del Espíritu Santo para crecer en santificación porque, dice, «porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. » (Romanos 8:13).

Desdichadamente hoy este papel «pasivo» en la santificación, esta idea de rendirse a Dios y confiar en que Él obre en nosotros «porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. » (Filipenses 2:13) a veces se martilla tanto que es lo único que se le dice a la gente respecto a la senda de la santificación. A veces la frase popular «déjelo y déjeselo a Dios» se da como resumen de cómo vivir la vida cristiana. Pero esta es una distorsión trágica de la doctrina de la santificación, porque habla solamente de la mitad de la parte que debemos desempeñar, y, en sí misma, llevará a los creyentes a volverse holgazanes y a descuidar el papel activo que la Biblia les ordena desempeñar en su propia santificación. Ese papel activo que debemos desempeñar se indica en Romanos 8:13, en donde Pablo dice: « porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis ». Aquí Pablo reconoce que es «por el Espíritu Santo» que podemos hacer esto. Pero también dice que ¡debemos hacerlo! No es el Espíritu Santo a quien se le ordena que haga morir las obras de la carne, ¡sino a los cristianos!

De modo similar, Pablo dice a los filipenses: « Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, 13  porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. » (Fil 2:12-13). Pablo dice que la obediencia es la manera en que ellos «llevan a cabo su propia salvación», o sea que ellos se esforzarán por obtener cada vez más los beneficios de la salvación en su vida cristiana. Los filipenses deben esforzarse en este crecimiento en santificación, y deben hacerlo solemnemente y con reverencia («con temor y temblor»), porque lo están haciendo en la presencia del mismo Dios. Pero hay más: Deben esforzarse y esperar que su esfuerzo rinda resultados positivos porque «Dios es quien obra en ellos», y la obra previa y fundamental de Dios en la santificación quiere decir que el esfuerzo de ellos cuenta con el poder de Dios; por tanto, vale la pena y rendirá resultados positivos. Hay muchos aspectos en este papel activo que debemos desempeñar en la santificación. Debemos buscar « Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. » (Hebreos 12:14); debemos apartarnos de la inmoralidad sexual y obedecer así la voluntad de Dios, que es nuestra « pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación » (1 Tesalonicenses 4:3).

Juan dice que los que esperan ser como Cristo cuando Él venga se esforzarán activamente en purificar sus vidas: « Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro. » (1 Juan 3:3). Esta clase de esfuerzo por obedecer a Dios y por alcanzar santidad puede incluir gran esfuerzo de nuestra parte, porque Pedro les dice a sus lectores que « vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento » por crecer en rasgos de carácter que armonicen con la santidad (2 Pedro 1:5).

Muchos pasajes específicos del Nuevo Testamento estimulan la atención detallada a varios aspectos de la santidad y la bondad en la vida . Veamos por ejemplo los siguientes:

Romanos 12:1 Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.

Romanos13:14  sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.

 Efesios 4:17  Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente,

Efesios 6:10-11  Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. 11  Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo

 Filipenses 4:4-9  Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! 5  Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. 6  Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. 7  Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. 8  Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. 9  Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros.

 Colosenses 3:5 Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría;

Colosenses 4:6 Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.

1 Pedro 2:11 Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma

1 Pedro 5:8-10  Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; 9  al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. 10  Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.

Continuamente estamos edificando patrones y hábitos de santidad, porque una de las medidas de madurez es que los creyentes maduros « pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal. » (Hebreos 5:14).

El Nuevo Testamento no sugiere ningún atajo por el cual podamos crecer en santificación, sino que simplemente nos anima repetidas veces a entregarnos a los medios bien conocidos, bien probados, de:

 La lectura de la Biblia y la meditación (Salmo 1:2 Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche; Mateo 4:4 El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.; Juann 17:17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.),

La oración (Efesios 6:18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; Filipenses 4:6 Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.)

La adoración (Efesios 5:18-20  No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, 19  hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; 20  dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. )

El testimonio (Mateo 28:19-20 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20  enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. )

La comunión cristiana (Hebreos 10:24-25 Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; 25  no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.)

El dominio propio (Gálatas 5:23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.; Tito 1:8 sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo,).   

Es importante que sigamos creciendo en nuestra confianza pasiva en Dios para que nos santifique, así como en nuestro esfuerzo activo buscando santidad y una mayor obediencia en nuestras vidas. Si descuidamos el esfuerzo activo por obedecer a Dios, nos volveremos creyentes pasivos y ociosos. Si descuidamos el papel pasivo de confiar en Dios y rendirnos a Él, nos volveremos orgullosos y demasiado confiados en nosotros mismos. En cualquier caso, nuestra santificación será grandemente deficiente.

 El viejo himno lo dice muy sabiamente: «Obedecer, y confiar en Jesús, es la regla marcada para andar en la luz».

 

 D. La santificación afecta a la persona entera

 

Vemos que la santificación afecta nuestro intelecto y nuestro conocimiento cuando Pablo dice que una vida « para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios » (Colosenses 1:10).

El crecimiento en la santificación también afecta nuestras emociones. Hallaremos que cada vez es más cierto que no amamos « No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. » (1 Juan 2:15), sino que nosotros, como nuestro Salvador, nos deleitamos en hacer la voluntad de Dios.

La santificación afectará nuestra voluntad, nuestra facultad de tomar decisiones, porque Dios obra en nosotros «porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad» (Filipenses 2:13). Es más, la santificación también afectará nuestro espíritu, la parte inmaterial de nuestro ser, y nuestro cuerpo, por lo que Pablo nos anima: «Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios(2 Corintios 7:1). También dice que tener interés en las cosas del Señor es pensar en consagrarse al Señor tanto en cuerpo como en espíritu.  

 El propósito de Dios en cuanto nuestra vida es que seamos «Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.» (Romanos 8:29) en toda dimensión de nuestra personalidad.

 

E. Motivos de obedecer a Dios en la vida cristiana

 

Los creyentes a veces no reconocen la amplia gama de motivos para la obediencia a Dios que se halla en el Nuevo Testamento:

(1) Es cierto que un deseo de agradar a Dios y expresarle nuestro amor es un motivo de obedecerle muy importante; Jesús dice: «Si me amáis, guardad mis mandamientos. » (Juan 14:15), El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.” (Juan 14:21; 1 Juan 5:3  Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos). Pero también se nos dan muchos otros motivos:

 (2) La necesidad de tener la conciencia limpia delante de Dios (Romanos 13:5 Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia.; 1 Timoteo 1:5 Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida, 19 manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos; 2 Timoteo 1:3 Doy gracias a Dios, al cual sirvo desde mis mayores con limpia conciencia, de que sin cesar me acuerdo de ti en mis oraciones noche y día; 1 Pedro 3:16 teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo.)

(3) el deseo de ser «vasos para uso noble» y ser cada vez más efectivos en la obra del reino (2 Timoteo 2:20-21 Pero en una casa grande, no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y unos son para usos honrosos, y otros para usos viles. 21  Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra)

 (4) el deseo de ver a los que no son creyentes buscar a Cristo al observar nuestra vida (1 Pedro 3:1-2 Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos;(A) para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, 2  considerando vuestra conducta casta y respetuosa; 15-16 sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros; 16  teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo.)

 (5) el deseo de recibir bendiciones presentes de Dios en nuestra vida y ministerio (1 Pedro 3:9-12 no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición. 10  Porque:  El que quiere amar la vida Y ver días buenos,  Refrene su lengua de mal, Y sus labios no hablen engaño; 11  Apártese del mal, y haga el bien; Busque la paz, y sígala.  12  Porque los ojos del Señor están sobre los justos, Y sus oídos atentos a sus oraciones)

 (6) el deseo de evitar el desagrado y disciplina de Dios en nuestras vidas (a veces llamado «temor de Dios») (Hechos  5:11 Y vino gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas.; 9:31 Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo.; 2 Corintios  5:11  Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres; pero a Dios le es manifiesto lo que somos; y espero que también lo sea a vuestras conciencias.; 7:1 Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.; Efesios  4:30 Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.; Filipenses 2:12 Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor,; 1 Timoteo 5:20 A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman; Hebreos 12:3-11 3  Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. 4  Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado; 5  y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por él; 6  Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo.7  Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? 8  Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. 9  Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? 10  Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. 11  Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados; 1 Pedro 1:17 Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación;   2:17 Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey . el estado de los que no son creyentes en Romanos 3:18 No hay temor de Dios delante de sus ojos)

 (7) el deseo de buscar una mayor recompensa celestial (Mateo 6:19-21 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; 20  sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. 21  Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.; Lucas 19:17-19  El le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades. 18  Vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas. 19  Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades.; 1 Corintios 3:12-15 Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, 13  la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. 14  Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. 15  Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego; 2 Corintios 5:9-10  Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables. 10  Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.)

(8) el deseo de andar más cerca de Dios (Mateo 5:8  Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.; Juan 14:21 El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.; 1 Juan 1:6 Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; 3:21-22 Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; 22  y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él.; y, en el Antiguo Testamento, Salmo 66:18 Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad,  El Señor no me habría escuchado. ; Isaías 59:2 pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír.)

 (9) el deseo de que los ángeles glorifiquen a Dios por nuestra obediencia (1 Timoteo 5:21 No impongas con ligereza las manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos. Consérvate puro.; 1 Pedro 1:12 A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles.)

 (10) el deseo de paz (Filipenses  4:9 Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros) y gozo (Hebreos 12:1-2 Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, 2  puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.) en nuestra vida;

Y (11) el deseo de hacer lo que Dios ordena simplemente porque sus mandamientos son buenos y nos deleitamos en hacer lo que es bueno (Filipenses 4:8 Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.;  Salmo 40:8 El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, Y tu ley está en medio de mi corazón.).

 

  F. La belleza y gozo de la santificación

 

No estará bien terminar esta publicación sin notar que la santificación nos llena de gozo. Mientras más crecemos a semejanza de Cristo, más experimentaremos personalmente el «gozo» y la «paz» que son parte del fruto del Espíritu Santo (Gálatas 2:22), y más cerca estaremos de la clase de vida que tendremos en el cielo. Pablo dice que conforme obedecemos más a Dios, «Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna» (Romanos 6:22). Pablo se da cuenta de que esta es la fuente de nuestro verdadero gozo, «porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. » (Romanos 14:17).

Conforme crecemos en santidad, crecemos en semejanza a la imagen de Cristo, y más y más de la belleza de su carácter se ve en nuestras vidas. Esta es la meta de la santificación perfecta que esperamos y anhelamos, y que será nuestra cuando Cristo vuelva. «Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro. » (1 Juan 3:3).

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