} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS

sábado, 25 de mayo de 2024

LA PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS

 

   

  ¿Pueden los verdaderos cristianos perder la salvación?   ¿Cómo podemos saber si de veras hemos nacido de nuevo?

I.                  EXPLICACIÓN Y BASE BÍBLICA

 Nuestra publicación anterior abordó muchos aspectos de la salvación que Cristo ganó para nosotros y que el Espíritu Santo ahora nos aplica. Pero, ¿cómo sabemos que seguiremos siendo creyentes toda la vida? ¿Hay algo que impedirá que caigamos y nos alejemos de Cristo, algo que garantice que seguiremos siendo creyentes hasta que muramos y que en verdad viviremos con Dios en el cielo para siempre? ¿Podemos apartarnos de Cristo y perder las bendiciones de nuestra salvación?

El tema de la perseverancia de los santos habla de estos asuntos.

La perseverancia de los santos quiere decir que todos los que verdaderamente han nacido de nuevo serán guardados por el poder de Dios y perseverarán como creyentes hasta el final de sus vidas, y que sólo los que perseveren hasta el fin habrán verdaderamente nacido de nuevo. Esta definición tiene dos partes. Indica primero que hay seguridad para los que verdaderamente nacen de nuevo, porque les recuerda que el poder de Dios les guardará como creyentes hasta que mueran, y que con plena seguridad vivirán con Cristo en el cielo para siempre. Por otro lado, la segunda parte de la definición deja en claro que continuar en la vida cristiana es una de las evidencias de que la persona verdaderamente ha nacido de nuevo. Es importante mantener en mente también este aspecto de la doctrina, para que no se dé ninguna falsa seguridad a los que nunca fueron verdaderos creyentes.

Debe observarse que este asunto es uno respecto al cual los cristianos evangélicos por mucho tiempo han tenido desacuerdos significativos. Muchos dentro de la tradición wesleyana y arminiana han sostenido que es posible que alguien que de veras haya nacido de nuevo pierda su salvación, en tanto que los cristianos reformados han sostenido que eso no es posible.

La mayoría de los bautistas han seguido la tradición reformada en este punto; sin embargo, frecuentemente usan el término seguridad eterna o seguridad eterna del creyente en lugar de la expresión perseverancia de los santos.

A.   Todos los que verdaderamente han nacido de nuevo perseverarán hasta el fin

Muchos pasajes enseñan que los que han nacido de nuevo verdaderamente, que son creyentes en forma genuina, continuarán en la vida cristiana hasta la muerte y entonces irán a estar con Cristo en el cielo. Jesús dice: «Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.39  Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.:40  Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. » (Juan 6:38-40).

Aquí Jesús dice que todo el que cree en Él tendrá vida eterna. Dice que Él resucitará a esa persona en el día final, que, en este contexto de creer en el Hijo y tener vida eterna, quiere decir claramente que Jesús resucitará a esa persona a vida eterna con Él. Parece difícil evitar la conclusión de que todo el que verdaderamente cree en Cristo seguirá siendo creyente hasta el día de la resurrección final a las bendiciones de la vida en presencia de Dios. Todavía más, este pasaje enfatiza que Jesús hace la voluntad del Padre, que es que «Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. » (Juan 6:39). De nuevo, los que el Padre le ha dado al Hijo no se perderán.

Otro pasaje que enfatiza esta verdad es Juan 10:27-29, en donde Jesús dice: «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, 28  y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. 29  Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.». Aquí Jesús dice que a los que le siguen, que son sus ovejas, les da vida eterna. También dice que «nadie podrá arrebatármelas de la mano».

Algunos han objetado esto de que aunque nadie puede arrebatar de la mano de Cristo a los creyentes, nosotros mismos podemos salirnos de ella. Pero eso es un argumento un tanto débil. ¿Acaso «nadie» no incluye también al que está en la mano de Cristo? Todavía más, sabemos que nuestros corazones distan mucho de ser dignos de fiar. Por consiguiente, si persiste la posibilidad de que nos podamos desprender nosotros mismos de la mano de Cristo, el pasaje difícilmente daría la seguridad de lo que Jesús quiere asegurar en él. Pero, aún más importante, la frase más fuerte del pasaje es «nunca perecerán».

La construcción del griego (ou me más aoristo subjuntivo) es especialmente enfática y se pudiera traducir más explícitamente como «y con toda certeza no perecerán jamás». Esto enfatiza que los que son «ovejas» de Jesús y le siguen, y a los que Él ha dado vida eterna, nunca perderán su salvación ni se separarán de Cristo: «nunca perecerán».

Hay varios pasajes más que dicen que los que creen tienen «vida eterna». Un ejemplo es Juan 3:36: «El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él. » (Juan 5:24 De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida; 10:28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.; 1 Juan 5:13 Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.).

Ahora bien, si es vida verdaderamente eterna lo que los creyentes tienen, es vida que dura para siempre con Dios. A menudo se le pone en contraste con la condenación y el juicio eternos (Juan 3:16-17 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. 17  Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.,36 El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.; 10:28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.), y el énfasis de este pasaje con el adjetivo eterno muestra más que esta es vida que dura para siempre en la presencia de Dios.

Evidencia de los escritos de Pablo y de las otras epístolas del Nuevo Testamento también indican que los que verdaderamente han nacido de nuevo perseverarán hasta el fin. «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. » (Romanos 8:1); por consiguiente, sería injusto que Dios aplicara castigo eterno a los que son creyentes ya que no hay ninguna condenación para ellos, porque la pena entera de sus pecados ya ha sido pagada.

 Luego, en Romanos 8:30 (Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.), Pablo enfatiza la clara conexión entre los propósitos eternos de Dios en la predestinación y su forma de lograr esos propósitos en la vida, junto con la realización final de esos propósitos al «glorificar» o darles los cuerpos resucitados definitivos a los que él ha llevado a unirse con Cristo. Aquí Pablo ve el hecho futuro de la glorificación con tanta certeza en el propósito de Dios que puede hablar de ella como si ya se hubiera realizado («también los glorificó»). Esto es cierto de todos los que son llamados y justificados; es decir, todos los que verdaderamente llegan a ser creyentes. Evidencia adicional de que Dios guarda seguros por toda la eternidad a los que han nacido de nuevo es el «sello» que Dios nos pone. Este «sello» es el Espíritu Santo en nosotros, que también actúa como la «garantía» de Dios de que recibiremos la herencia que nos ha prometido: «En él también ustedes, cuando oyeron el mensaje de la verdad, el evangelio que les trajo la salvación, y lo creyeron, fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido. Éste garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios, para alabanza de su gloria» (Efesios 1:13-14 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, 14  que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.).

La palabra griega que se traduce «garantiza» en este pasaje (arrabón) es un término legal y comercial que quiere decir «primera cuota, depósito, pago de enganche, promesa» y representa «un pago que obliga a la parte contratante a efectuar pagos futuros».  Cuando Dios nos dio el Espíritu Santo, se comprometió a darnos todas las demás bendiciones de la vida eterna y una gran recompensa en el cielo con Él. Por esto Pablo puede decir que el Espíritu Santo «que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria» (Efesios 1:14).

Todos los que tienen en sí el Espíritu Santo, todos los que verdaderamente han nacido de nuevo, tienen la promesa inmutable de Dios y garantía de que la herencia de la vida eterna en el cielo será suya con certeza. Dios respalda con su propia fidelidad la promesa de cumplirlo.

Pedro les dice a sus lectores que ellos son «a quienes el poder de Dios protege mediante la fe hasta que llegue la salvación que se ha de revelar en los últimos tiempos» (1 Pedro 1:5 que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.). La palabra que se traduce «protege» (gr. froureo) puede significar «impedir que se escape» así como «proteger de ataque», y tal vez lo que se intenta decir aquí son ambas cosas: Dios está preservando a los creyentes para que no se escapen de su reino, y está protegiéndolos de los ataques externos.

 «Salvación» no se usa aquí para referirse a la justificación pasada o la santificación presente (hablando en categorías teológicas), sino de la plena posesión futura de todas las bendiciones de nuestra redención, del cumplimiento final y completo de nuestra salvación (Romanos 13:11Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos).

Aunque ya preparada o «lista», Dios no la «revelará» a la humanidad en general sino hasta «los últimos tiempos», el tiempo del juicio final. Si el hecho de que Dios nos guarde tiene como propósito la preservación de los creyentes hasta que reciban su salvación plena, celestial, es seguro concluir que Dios cumplirá ese propósito y estos en efecto alcanzarán esa salvación final. Alcanzar la salvación final a fin de cuentas depende del poder de Dios.

 

B.   Sólo los que perseveren hasta el fin habrán nacido de nuevo verdaderamente

Si bien la Biblia enfatiza repetidamente que los que verdaderamente han nacido de nuevo perseverarán hasta el fin y que con certeza tendrán vida eterna en el cielo con Dios, hay otros pasajes que hablan de la necesidad de continuar en la fe toda la vida. Nos hacen darnos cuenta de que lo que Pedro dice en 1 Pedro 1:5 («que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.») es cierto; o sea, que Dios no nos guarda aparte de nuestra fe, sino sólo mediante nuestra fe y así nos capacita para continuar creyendo en Él. Por eso, los que continúan confiando en Cristo cobran seguridad de que Dios está obrando en ellos y guardándolos.

Un ejemplo de esta clase de pasajes es Juan 8:31-32: «Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; 32  y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”». Jesús está dando aquí una advertencia de que una evidencia de la fe genuina es mantenerse fiel a su palabra, o sea, seguir creyendo lo que Él dice y viviendo una vida de obediencia a sus mandamientos. En forma similar Jesús dice: «Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo» (Mateo 10:22), como medio para advertir a la gente que no debe apartarse en tiempos de persecución.

Pablo les dice a los creyentes colosenses que Cristo los ha reconciliado con Dios «en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él; 23  si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro.» (Colosenses 1:22-23).

Es simplemente natural que Pablo y los otros escritores del Nuevo Testamento hablen de esta manera, porque se dirigen a grupos de personas que profesaban ser creyentes, sin poder saber el estado real del corazón de toda persona. Puede que en Colosas haya habido algunos que se unieron a la comunión de la iglesia, e incluso que tal vez profesaban que tenían fe en Cristo y hayan sido bautizados y aceptados en la membresía de la iglesia, pero que nunca tuvieron verdadera fe que salva. ¿Cómo puede Pablo distinguir a tales personas de los verdaderos creyentes? ¿Cómo puede evitar darles la falsa seguridad de que serán salvos eternamente cuando en realidad no lo serán, a menos que lleguen a tener un verdadero arrepentimiento y fe? Pablo sabe que aquellos cuya fe no es real a la larga se saldrán de la participación de la comunión de la iglesia. Por tanto, les dice a sus lectores que ellos serán salvos a fin de cuentas «con tal de que se mantengan firmes en la fe». Los que continúan demuestran que son creyentes genuinos. Pero los que no perseveran en la fe demuestran que nunca hubo fe genuina en sus corazones.

Un énfasis similar se ve en Hebreos 3:14: «Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio, ». Este versículo provee una excelente perspectiva de la doctrina de la perseverancia.

 ¿Cómo sabemos que «hemos llegado a tener parte con Cristo»? ¿Cómo sabemos si esto de estar unidos con Cristo nos ha sucedido en algún momento en el pasado?

Una manera de saber que hemos llegado a la fe genuina en Cristo es si continuamos en la fe hasta el fin de nuestras vidas. Debemos recordar que hay otras evidencias en otras partes de la Biblia que dan a los creyentes la seguridad de la salvación, así que no debemos pensar que la seguridad de que pertenecemos a Cristo es imposible antes de morir. Sin embargo, continuar en la fe es uno de los medios de estar seguros que menciona el autor de Hebreos. Es más, en este y en todos los demás pasajes sobre la necesidad de continuar en la fe, el propósito nunca es hacer que los que al presente confían en Cristo se preocupen de que en algún momento en el futuro podrían caer o descarriarse. Nunca debemos usar estos pasajes de esa manera, porque eso daría una causa errónea para preocuparse de una manera que la Biblia no indica. Más bien, el propósito siempre es advertir a los que están pensando en descarriarse o se han descarriado que si lo hacen es una fuerte indicación de que nunca han sido salvos. Así, la necesidad de continuar en la fe debe usarse como advertencia de que no debemos descarriarnos, como una advertencia de que los que se apartan dan evidencia de que su fe nunca fue real.

 

C.   Los que a la larga se apartan pueden dar muchas señales externas de conversión

 ¿Es siempre claro cuáles personas en la iglesia tienen fe genuina, conversión, que salva y cuáles tienen sólo una convicción intelectual de la verdad del evangelio pero no una fe genuina de corazón? No siempre es fácil decirlo, y la Biblia menciona en varios lugares que los que no son creyentes que están en comunión con la iglesia visible pueden dar algunas señales externas o indicaciones que dan la impresión de que son creyentes genuinos. Por ejemplo, Judas, que traicionó a Cristo, debe haber actuado casi exactamente como los demás discípulos durante los tres años que estuvo con Jesús. Tan convincente fue su conformidad al patrón de conducta de los demás discípulos que al final de los tres años del ministerio de Jesús, cuando el Señor dijo que uno de sus discípulos lo traicionaría, ellos no sospecharon de inmediato de Judas, sino que más bien, «uno por uno comenzaron a preguntarle: «¿Acaso seré yo, Señor?» (Mateo 26:22 Y entristecidos en gran manera, comenzó cada uno de ellos a decirle: ¿Soy yo, Señor?; Marcos 14:19 Entonces ellos comenzaron a entristecerse, y a decirle uno por uno: ¿Seré yo? Y el otro: ¿Seré yo?; Lucas 22:23 Entonces ellos comenzaron a discutir entre sí, quién de ellos sería el que había de hacer esto.; Juan 13:22 Entonces los discípulos se miraban unos a otros, dudando de quién hablaba). Sin embargo, Jesús sabía que no había fe genuina en el corazón de Judas, porque en cierto momento dijo: «Jesús les respondió: ¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo? » (Juan 6:70).

 Juan más tarde escribió en su Evangelio que «Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar.» (Juan 6:64). Pero los discípulos no lo sabían. Pablo también habla de «y esto a pesar de los falsos hermanos introducidos a escondidas, que entraban para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, para reducirnos a esclavitud, » (Gálatas 2:4) y dice que en sus viajes había estado en «en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos» (2 Corintios 11:26). También dice que no es raro que los siervos de Satanás «Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras. » (2 Corintios 11:15).

Esto no quiere decir que todos los que no son creyentes que están en la iglesia y que dan algunas señales de verdadera conversión son servidores de Satanás que socavan en secreto la obra de la iglesia, porque algunos pueden estar en el proceso de estar considerando lo que dice el evangelio y avanzan a la fe real, otros pueden haber oído solamente una explicación inadecuada del mensaje del evangelio, y otros tal vez no hayan llegado todavía a estar bajo una convicción genuina del Espíritu Santo. Pero la afirmación de Pablo sí quiere decir que algunos que están en la iglesia no son creyentes sino falsos hermanos enviados para trastornar la comunión, mientras que otros son inconversos que a la larga llegarán a la fe genuina que salva. En ambos casos, sin embargo, dan algunas señales externas que los hacen verse como creyentes verdaderos.

 Podemos ver esto también en la afirmación de Jesús sobre lo que sucede en el juicio final: «No todo el que me dice: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22  Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? 23  Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. (Mateo 7:21-23). Aunque estas personas profetizaban y echaban fuera demonios, e hicieron «muchas obras poderosas» en el nombre de Jesús, la capacidad de hacer tales obras no garantiza que sean creyentes. Jesús dice: «Nunca los conocí». No dice: «Los conocí en un tiempo pero ya nos los conozco», ni «los conocí en un tiempo pero se alejaron de mí», sino más bien «Nunca los conocí». Nunca fueron creyentes.

Una enseñanza similar se halla en la parábola del sembrador, en Marcos 4. Jesús dice: «Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra. 6  Pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. » (Marcos 4:5-6). Jesús explica que la semilla sembrada en terreno rocoso representa a los que «Estos son asimismo los que fueron sembrados en pedregales: los que cuando han oído la palabra, al momento la reciben con gozo; 17  pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan.» (Marcos 4:16-17). El hecho de que «no tienen raíz» indica que no hay fuente de vida en esas plantas; de modo similar, las personas que representan no tienen vida genuina dentro de ellas. Tienen una apariencia de conversión y al parecer han llegado a ser creyentes, porque recibieron la palabra «con alegría», pero cuando vienen las dificultades no se les halla en ninguna parte. Lo que parecía conversión no fue genuina y en sus corazones tampoco había una fe genuina que salva.

 La importancia de continuar en la fe también se afirma en la parábola de Jesús como la vid, en la que se ilustra a los creyentes como ramas (Juan 15:1-7). Jesús dice: « Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. 2  Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. 3  Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. 4  Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5  Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. 6  El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. 7  Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. » (Juan 14:1-2, 6).

Los arminianos han argumentado que las ramas que no llevan fruto son ramas verdaderas de la vid; Jesús se refiere a: «Toda rama que en mí no da fruto». Por consiguiente, las ramas que se recogen y se echan en el fuego y se queman debe referirse a creyentes verdaderos que en un momento fueron parte de la vid pero que cayeron y quedaron sujetos al juicio eterno. Pero esta no es una implicación necesaria de la enseñanza de Jesús en este punto. La ilustración de la vid que se usa en esta parábola está limitada en la cantidad de detalles que puede enseñar. En realidad, si Jesús hubiera querido enseñar que había creyentes verdaderos y falsos asociados con él, y si hubiera querido usar la analogía de la vid y las ramas, la única manera en que podía referirse a los que no tienen vida genuina en sí mismos era hablar de ramas que no llevan fruto (algo parecido a la analogía de las semillas que cayeron en terreno rocoso y «pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan.» de Marcos 4:17).

Aquí en Juan 15 las ramas que no llevan fruto, aunque de alguna manera están conectadas con Jesús y dan la apariencia externa de ser ramas genuinas, dan indicación de su verdadero estado por el hecho de que no llevan fruto. Esto se indica de modo similar en el hecho de que la persona «no permanece» en Cristo (Juan 15:6) y se echa fuera como rama y se seca. Si tratamos de estirar la analogía todavía más, diciendo, por ejemplo, que todas las ramas de la vid están vivas porque de lo contrario no estarían allí, estaríamos sencillamente tratando de presionar la imagen más allá de lo que puede enseñar; y en ese caso no habría nada en la analogía que pudiera representar a los falsos creyentes. El punto de la ilustración es sencillamente que los que llevan fruto dan evidencia de que permanecen en Cristo; y los que no llevan fruto, no permanecen en Él.

 Finalmente, hay dos pasajes en Hebreos que también afirman que los que finalmente caen y se alejan pueden dar muchas señales externas de conversión y pueden parecerse de muchas maneras a los creyentes. El primero, Hebreos 6:4-6 (Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5  y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, 6  y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio.), lo usan con frecuencia los arminianos como prueba de que los creyentes pueden perder su salvación. Pero al inspeccionarla de cerca, tal interpretación no es convincente. El autor escribe (parafraseando): «Es imposible que renueven su arrepentimiento aquellos que han sido una vez iluminados, que han saboreado el don celestial, que han tenido parte en el Espíritu Santo y que han experimentado la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero, y después de todo esto se han apartado. Es imposible, porque así vuelven a crucificar, para su propio mal, al Hijo de Dios, y lo exponen a la vergüenza pública» En este punto podríamos preguntar qué clase de persona se describe con todos estos términos. ¿Describe el pasaje a una persona que genuinamente ha nacido de nuevo? Hay sin duda algunos que se han afiliado estrechamente con la comunión de la Iglesia. De alguna manera están afligidos por sus pecados (arrepentimiento). Claramente han entendido el evangelio (han sido iluminados). Han llegado a apreciar el atractivo de la vida cristiana y el cambio que resulta en la vida de la persona cuando llega a ser creyente; probablemente han recibido respuesta a sus oraciones y han sentido el poder del Espíritu Santo en sus vidas, y tal vez incluso han usado algunos dones espirituales a la manera de los inconversos de Mateo 7:22 (han llegado a «asociarse con» la obra del Espíritu Santo o a «tener parte» con el Espíritu Santo y tienen el don celestial y los poderes de la era venidera). También han estado expuestos a la predicación verdadera de la Palabra de Dios y han apreciado mucho sus enseñanzas (han probado la bondad de la Palabra de Dios). Pero a pesar de todo esto, si «cometen apostasía» y «vuelven a crucificar, para su propio mal, al Hijo de Dios, y lo exponen a la vergüenza pública» (He 6:6), están rechazando voluntariamente todas esas bendiciones y poniéndose decididamente en contra de ellas. El autor nos dice que si esto ocurre será imposible restaurar a estas personas de nuevo a algún tipo de arrepentimiento o aflicción por el pecado. El corazón se les habrá endurecido y su conciencia se les habrá encallecido. El conocimiento que tienen de las cosas de Dios y el haber experimentado de las influencias del Espíritu Santo han servido para endurecerles en cuanto a convertirse.

 Es claro que había algunos en la comunidad a la que se escribió esta carta que estaban en peligro de recaer precisamente de esta manera. El autor quiere advertirles que, aunque quizá participaron de la comunión de la Iglesia y experimentaron las bendiciones de Dios en su vida, si recaen, no hay salvación para ellos. Quiere usar el lenguaje más fuerte posible para decirles: «Una persona puede llegar hasta ese extremo en cuanto a experimentar las bendiciones temporales y no ser salva». Está advirtiéndoles que deben tener cuidado y no confiarse demasiado, porque las bendiciones temporales y las experiencias no bastan.

Esto no implica que el autor piense que los verdaderos creyentes pueden recaer; Hebreos 3:14(Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio) implica precisamente lo opuesto. Pero sí quiere que se aseguren de su salvación manteniendo constancia en la fe, y por eso implica que una recaída demostraría que jamás fueron parte del pueblo de Cristo. Por esto de inmediato pasa de su descripción de los que cometieron apostasía a una analogía adicional que muestra que los que recayeron nunca tuvieron ningún fruto genuino en sus vidas.

Los versículos 7 y 8( Hebreos 6;7 Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; 8  pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada.) hablan de los mismos en términos de «espinos y cardos», la clase de cosecha que produce la tierra y que no tiene vida digna de valor en sí misma aunque recibe repetidas bendiciones de Dios (en términos de la analogía, aunque la lluvia frecuentemente cae sobre ella). Debemos observar aquí que a las personas que caen en apostasía no se les compara a un campo que antes daba buen fruto y ya no, sino más bien que a una tierra que nunca dio buen fruto, sino solamente espinas y cardos. La tierra puede parecer buena antes de que las plantas empiecen a crecer, pero el fruto es la verdadera evidencia, y es malo. Un fuerte respaldo a esta interpretación de Hebreos 6:4-8 se halla en el versículo que sigue de inmediato. Aunque el autor ha estado hablando muy severamente de la posibilidad de recaer, vuelve a hablar de la situación de la gran mayoría de las personas que piensan que son creyentes genuinos. Dice: «Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así.» (Hebreos 6:9). Pero la pregunta es «lo mejor» ¿de qué? El plural «mejores cosas» forma un contraste apropiado con las «buenas cosas» que se han mencionado en los versículos 4-6; el autor está convencido de que la mayoría de sus lectores han experimentado mejores cosas que sencillamente las influencias temporales y parciales del Espíritu Santo y la Iglesia de las que habla en los versículos 4-6. De hecho, el autor habla de estas cosas diciendo (literalmente) que son «lo mejor, es decir, lo que atañe a la salvación» (gr. kai ekómena soterias)  Estas no son sólo las bendiciones temporales de que habla en los versículos 4-6, sino que son mejores cosas, cosas que no tienen sólo influencia temporal, sino también «que atañen a la salvación». Así que la palabra griega kai, «también», muestra que la salvación es algo que no fue parte de las cosas mencionadas anteriormente en los versículos 4-6. Por consiguiente, la palabra kai es clave para entender el pasaje. Si el autor hubiera querido decir que las personas mencionadas en los versículos 4-6 en verdad eran salvas, es muy difícil entender por qué dijo en el versículo 9 que estaba convencido de que había mejores cosas para ellos, cosas que además (o «en adición») atañen a la salvación. Estas cosas tienen «salvación» como algo añadido a las cosas mencionadas antes. Esto muestra que puede usar una frase breve para decir que las personas «tienen salvación» si desea hacerlo (no necesita apilar frase sobre frase), y muestra, todavía más, que las personas de las que habla en los versículos 4-6 no son salvas. ¿Qué son esas «cosas mejores»? Además de la salvación que se menciona en el versículo 9, hay cosas que son verdaderas evidencia de la salvación: fruto genuino en la vida (v. 10), plena seguridad de una esperanza (v. 11) y fe que salva, del tipo de la que han hecho gala los que han heredado las promesas (v. 12).

De esta manera vuelve a reconfortar a los creyentes genuinos, a los que muestran fruto en la vida y amor por otros creyentes, que muestran esperanza y fe genuina que continúa al tiempo presente, y que no están a punto de recaer. Quiere volver a reconfortar a estos lectores (que por cierto son la gran mayoría de las personas a quienes escribe), mientras a la vez emite una fuerte advertencia a los que de entre ellos pueden estar en peligro de recaer.

 Una enseñanza similar se halla en Hebreos 10:26-31 (Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, :27  sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios.28  El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente 29  ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? 30  Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. 31  ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!).

Allí el autor dice: «Si después de recibir el conocimiento de la verdad pecamos obstinadamente, ya no hay sacrificio por los pecados» (He 10:26). La persona que rechaza la salvación de Cristo y «ha pisoteado al Hijo de Dios, que ha profanado la sangre del pacto por la cual había sido santificado» (v. 29), merece castigo eterno.

Esta es, de nuevo, una fuerte advertencia contra la recaída, pero no se debe tomar como prueba de que alguien que verdaderamente ha nacido de nuevo puede perder su salvación. Cuando el autor habla de la sangre del pacto «por la cual había sido santificado», la palabra santificar se usa sencillamente para referirse a la «santificación externa, como la de los israelitas antiguos, por la conexión externa con el pueblo de Dios»

El pasaje no habla de alguien que fue genuinamente salvo, sino de alguien que ha recibido alguna influencia moral mediante el contacto con la iglesia.

 

D.   ¿Qué puede darle al creyente seguridad genuina?

Si esto es verdad, como se explicó en la sección anterior de que los que no son creyentes y que a la larga recaen pueden dar muchas señales externas de conversión, ¿qué servirá como evidencia de una conversión genuina? ¿Qué puede dar verdadera seguridad a los que de veras son creyentes? Podemos mencionar tres categorías de preguntas que una persona puede hacerse a sí misma.

1.     ¿Confío al presente en Cristo en cuanto a la salvación?

 Pablo les dice a los colosenses que serán salvos en el último día « si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro.» (Colosenses 1:23).

El autor de Hebreos dice: «Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio» (Hebreos 3:14), y anima a sus lectores a que «a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas» (Hebreos 6:12). Por cierto, el versículo más famoso de toda la Biblia usa un verbo en tiempo presente que se puede traducir «el que continúa creyendo en él» puede tener vida eterna ( Juan 3:16). Por consiguiente, la persona debe preguntarse: «¿Confío hoy en Cristo para que perdone mis pecados y me lleve sin culpa al cielo para siempre? ¿Tengo verdadera confianza de que él me ha salvado? Si muriera esta noche y compareciera ante el tribunal de Dios, y si él me preguntara por qué debe dejarme entrar en el cielo, ¿empezaría yo a pensar en mis buenas obras y a depender de ellas, o sin vacilación diría que dependo de los méritos de Cristo y tengo plena confianza en que él es suficiente como Salvador?» Este énfasis en la fe presente en Cristo está en contraste con la práctica de algunos «testimonios» de algunas iglesias en donde la gente repetidamente repite detalles de una experiencia de conversión que puede haber sucedido hace veinte o treinta años. Si un testimonio de fe que salva es genuino, debe ser un testimonio de fe que está activo en ese momento.

2.     ¿Hay evidencia de la obra regeneradora del Espíritu Santo en mi corazón?

La evidencia de la obra del Espíritu Santo en nuestros corazones puede venir de muchas formas diferentes. Aunque no debemos poner confianza en la demostración de obras milagrosas (Mateo 7:22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?), ni en largas horas y años de trabajo en alguna iglesia local (lo que puede ser simplemente «madera, heno o paja» [en los términos de 1 Corintios 3:12] para promover el ego propio, o poder sobre otros, o un esfuerzo por ganar méritos ante Dios), hay muchas otras evidencias de la obra del Espíritu Santo en el corazón del creyente. Primero, hay un testimonio subjetivo del Espíritu Santo en nuestro corazón que da testimonio de que somos hijos de Dios (Romanos 8:15-16 Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! 16  El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.; 1 Juan 4:13 En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu.). Este testimonio por lo general va acompañado de la convicción de que la persona está dirigida por el Espíritu Santo por sendas de obediencia a la voluntad de Dios (Romanos 8:14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.). Además, si el Espíritu Santo está obrando genuinamente en nuestra vida, producirá los rasgos de carácter que Pablo llama «Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley » (Gálatas 5:22-23). Pablo menciona varias actitudes y rasgos de carácter que produce el Espíritu Santo. Por supuesto, la pregunta no es: «¿Soy ejemplo perfecto de todas estas características en mi vida?» sino más bien: «¿Son estas cosas una característica general de mi vida? ¿Siento de corazón estas actitudes? ¿Ven otros (especialmente los que están más cerca de mí) que mi vida exhibe estas características? ¿He estado creciendo en ellas con el correr de los años?»

No hay sugerencia alguna en el Nuevo Testamento de que el que no es creyente, que no es una persona regenerada, pueda falsificar convincentemente estos rasgos de carácter, especialmente ante los que lo conocen más de cerca. Relacionado con este tipo de fruto hay otra clase: los resultados de la vida y ministerio de uno que han impactado a otros y a la iglesia.

Hay algunos que profesan ser creyentes pero lo que logran en otros es desalentarlos, arrastrarlos hacia abajo, lastimar su fe y provocar controversia y división. El resultado de su vida y ministerio no es edificar a otros ni edificar la iglesia, sino destrozarla.

 Por otro lado, hay quienes parecen edificar a los demás en toda conversación, toda oración, y toda obra de ministerio que se pone en sus manos. Jesús dijo, respecto a los falsos profetas: «Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? 17  Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. 18  No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. 19  Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. 20  Así que, por sus frutos los conoceréis.» (Mateo 7:16-20).

Otra evidencia de la obra del Espíritu Santo es continuar creyendo y aceptando la sana enseñanza de la Iglesia. Los que empiezan a negar las doctrinas principales de la fe dan serias indicaciones negativas en cuanto a su salvación. «Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre. 24  Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre. » (1 Juan 2:23-24). Juan también dice: «Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error» (1 Juan 4:6).

 Puesto que los escritos del Nuevo Testamento son el reemplazo actual de los apóstoles como Juan, podemos también decir que el que conoce a Dios seguirá leyendo y deleitándose en la Palabra de Dios, y continuará creyéndola por completo. Los que no creen ni se deleitan en la Palabra de Dios dan evidencia de que «no son de Dios». Otra evidencia de la salvación genuina es una relación presente y continua con Jesucristo. Jesús dice: Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5  Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. 6  El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. 7  Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho (Juan 15:4,7). Esta permanencia en Cristo incluirá no sólo confianza en Él día tras día aunque cambien las situaciones, sino también cierta comunión regular con Él en oración y adoración. Este permanecer también incluirá obediencia a los mandamientos de Dios. Juan dice: «El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; 5  pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. 6  El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.» (1 Juan 2:4-6).

Por supuesto, una vida perfecta no es necesaria. Juan más bien está diciendo que en general nuestras vidas deben ser imitación de Cristo y semejanza a Él en lo que decimos y hacemos. Si tenemos genuina fe que salva, en nuestra vida habrá resultados claros en obediencia (1 Juan 3:9-10 Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. 10  En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios. ,24  el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.; 5:18 Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca.).

3.     ¿Vemos un patrón de larga duración de crecimiento en nuestra vida cristiana?

Los primeros dos aspectos de la seguridad tienen que ver con la fe presente y la evidencia presente de la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas.

Pero Pedro nos da otra clase de prueba que podemos usar para preguntarnos si verdaderamente somos creyentes o no. Nos dice que hay algunos rasgos de carácter que, si seguimos aumentando en ellos, garantizarán que «Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. » (2 Pedro 1:10). Les dice a sus lectores “que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. 6  En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, 7  para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo,” (1 Pedro 1:5-7). Luego dice que estas cosas deben ser parte de sus lectores y continuamente «Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.» en sus vidas (2 Pedro 1:8). Añade que ellos deben esforzarse «más todavía por asegurarse del llamado de Dios» y dice entonces que: «Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas. [refiriéndose a los rasgos de carácter mencionados en los versos 5-7] no caeréis jamás » (2 Pedro 1:10).

La manera en que confirmamos nuestro llamado y elección, entonces, es continuar creciendo en «estas cosas». Esto implica que nuestra seguridad de salvación puede ser algo que aumenta con el tiempo en nuestra vida. Cada año que añadimos a estos rasgos de carácter en nuestra vida, ganamos cada vez más una mayor seguridad de nuestra salvación. Así, aunque los nuevos creyentes pueden tener una confianza fuerte de su salvación, esa seguridad puede aumentar a una certeza mucho más profunda con los años en que van creciendo hacia la madurez cristiana. Si continúan añadiendo a estas cosas, confirmarán su llamado y elección, y «no caerán jamás».

El resultado de estas tres preguntas que podemos hacernos debe brindar gran seguridad a los que son creyentes genuinos. De esta manera, la doctrina de la perseverancia de los santos será una doctrina enormemente reconfortante. Nadie que tenga tal seguridad debe preguntarse: «¿Podré perseverar hasta el fin de mi vida y por ello ser salvo?» Todo el que adquiere seguridad mediante un autoexamen como este debe más bien pensar: «Verdaderamente, he nacido de nuevo; por tanto, perseveraré con seguridad hasta el fin, porque me guarda “que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. (1 Pedro 1:5), y por consiguiente nunca me perderé. Jesús me resucitará en el último día:” Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. » (Juan 6:40).

Por otro lado, esta doctrina de la perseverancia de los santos, entendida correctamente, debe causar genuina preocupación, e incluso temor, en el corazón de cualquiera que ha «recaído» o que se está descarriando de Cristo. A tales personas se les debe advertir muy claramente que solamente los que perseveran hasta el fin han nacido de nuevo verdaderamente. Si recaen de su profesión de fe en Cristo y de una vida de obediencia a él, tal vez no eran salvos; por lo menos, la evidencia que están dando es de que no han sido salvos, y nunca lo fueron en realidad. Una vez que dejan de confiar en Cristo y de obedecerle, no tienen seguridad genuina de la salvación, y deben considerarse que no han sido salvos, y acudir a Cristo en arrepentimiento, pidiéndole perdón por sus pecados.

En este punto, en términos de cuidado pastoral a los que se han extraviado de su profesión cristiana, debemos darnos cuenta de que los calvinistas y arminianos (los que creen en la perseverancia de los santos y los que piensan que los cristianos pueden perder su salvación) aconsejan al «descarriado» de la misma manera. Según los arminianos, esta persona fue creyente en un tiempo pero ya no lo es. Según el calvinista, tal persona en realidad nunca fue creyente antes ni tampoco lo es ahora. Pero en ambos casos el consejo bíblico dado será el mismo: «Parece que no eres creyente ahora; debes arrepentirte de tus pecados y confiar en Cristo en cuanto a tu salvación». Aunque el calvinista y el arminiano difieran en su interpretación de la historia previa, concordarían en lo que se debe hacer en el presente. Pero aquí vemos por qué el término seguridad eterna, si se usa impropiamente, puede brindarse a equívocos.

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