¿Pueden los
verdaderos cristianos perder la salvación?
¿Cómo podemos saber si de veras hemos nacido de nuevo?
I.
EXPLICACIÓN Y BASE BÍBLICA
Nuestra publicación
anterior abordó muchos aspectos de la salvación que Cristo ganó para nosotros y
que el Espíritu Santo ahora nos aplica. Pero, ¿cómo sabemos que seguiremos
siendo creyentes toda la vida? ¿Hay algo que impedirá que caigamos y nos
alejemos de Cristo, algo que garantice que seguiremos siendo creyentes hasta
que muramos y que en verdad viviremos con Dios en el cielo para siempre?
¿Podemos apartarnos de Cristo y perder las bendiciones de nuestra salvación?
El tema de la perseverancia de los santos habla de
estos asuntos.
La perseverancia de los santos quiere decir que todos los que verdaderamente han nacido de nuevo
serán guardados por el poder de Dios y perseverarán como creyentes hasta el
final de sus vidas, y que sólo los que perseveren hasta el fin habrán verdaderamente
nacido de nuevo. Esta definición tiene dos partes. Indica primero
que hay seguridad para los que verdaderamente nacen de nuevo, porque les
recuerda que el poder de Dios les guardará como creyentes hasta que mueran, y
que con plena seguridad vivirán con Cristo en el cielo para siempre. Por
otro lado, la segunda parte de la definición deja en claro que continuar en
la vida cristiana es una de las evidencias de que la persona verdaderamente ha
nacido de nuevo. Es importante mantener en mente también este aspecto de la
doctrina, para que no se dé ninguna falsa seguridad a los que nunca fueron
verdaderos creyentes.
Debe observarse que este asunto es uno respecto al
cual los cristianos evangélicos por mucho tiempo han tenido desacuerdos
significativos. Muchos dentro de la tradición wesleyana y arminiana han
sostenido que es posible que alguien que de veras haya nacido de nuevo pierda
su salvación, en tanto que los cristianos reformados han sostenido que eso
no es posible.
La mayoría de los bautistas han seguido la tradición
reformada en este punto; sin embargo, frecuentemente usan el término seguridad
eterna o seguridad eterna del creyente en lugar de la expresión
perseverancia de los santos.
A. Todos los que verdaderamente han nacido de nuevo perseverarán
hasta el fin
Muchos pasajes enseñan que los que han nacido de
nuevo verdaderamente, que son creyentes en forma genuina, continuarán en la
vida cristiana hasta la muerte y entonces irán a estar con Cristo en el cielo.
Jesús dice: «Porque he descendido del cielo, no para
hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.39 Y esta es la voluntad del Padre, el que me
envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite
en el día postrero.:40 Y esta es la
voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él,
tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. » (Juan
6:38-40).
Aquí Jesús dice que todo el que cree en Él tendrá
vida eterna. Dice que Él resucitará a esa persona en el día final, que, en este
contexto de creer en el Hijo y tener vida eterna, quiere decir claramente que
Jesús resucitará a esa persona a vida eterna con Él. Parece difícil evitar la
conclusión de que todo el que verdaderamente cree en Cristo seguirá siendo
creyente hasta el día de la resurrección final a las bendiciones de la vida en
presencia de Dios. Todavía más, este pasaje enfatiza que Jesús hace la voluntad
del Padre, que es que «Y esta es la voluntad del Padre,
el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo
resucite en el día postrero. » (Juan 6:39). De nuevo, los que el Padre le ha dado al Hijo no
se perderán.
Otro pasaje que enfatiza esta verdad es Juan
10:27-29, en donde Jesús dice: «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, 28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.
29 Mi
Padre que me las dio, es mayor que
todos, y nadie las puede arrebatar
de la mano de mi Padre.». Aquí Jesús dice que a los que le siguen,
que son sus ovejas, les da vida eterna. También dice que «nadie podrá arrebatármelas de la mano».
Algunos han objetado esto de que aunque nadie puede
arrebatar de la mano de Cristo a los creyentes, nosotros mismos podemos
salirnos de ella. Pero eso es un argumento un tanto débil. ¿Acaso «nadie» no
incluye también al que está en la mano de Cristo? Todavía más, sabemos que
nuestros corazones distan mucho de ser dignos de fiar. Por consiguiente, si
persiste la posibilidad de que nos podamos desprender nosotros mismos de la
mano de Cristo, el pasaje difícilmente daría la seguridad de lo que Jesús
quiere asegurar en él. Pero, aún más importante, la frase más fuerte del pasaje
es «nunca perecerán».
La construcción del griego (ou me más aoristo
subjuntivo) es especialmente enfática y se pudiera traducir más explícitamente
como «y con toda certeza no perecerán jamás».
Esto enfatiza que los que son «ovejas» de Jesús y le siguen, y a los que Él ha
dado vida eterna, nunca perderán su salvación ni se separarán de Cristo: «nunca perecerán».
Hay varios pasajes más que dicen que los que creen
tienen «vida eterna». Un ejemplo es Juan 3:36: «El
que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero
el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está
sobre él. » (Juan 5:24 De cierto, de cierto os
digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna;
y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida; 10:28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni
nadie las arrebatará de mi mano.; 1 Juan 5:13 Estas
cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios,
para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el
nombre del Hijo de Dios.).
Ahora bien, si es vida verdaderamente eterna lo que
los creyentes tienen, es vida que dura para siempre con Dios. A menudo se le
pone en contraste con la condenación y el juicio eternos (Juan 3:16-17 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna. 17 Porque no envió Dios a su
Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.,36
El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que
rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.;
10:28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás,
ni nadie las arrebatará de mi mano.), y el énfasis de este pasaje con el
adjetivo eterno muestra más que esta es vida que dura para siempre en la
presencia de Dios.
Evidencia de los escritos de Pablo y de las otras
epístolas del Nuevo Testamento también indican que los que verdaderamente han
nacido de nuevo perseverarán hasta el fin. «Ahora,
pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los
que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. » (Romanos
8:1); por consiguiente, sería injusto que Dios aplicara castigo eterno a los
que son creyentes ya que no hay ninguna condenación para ellos, porque la pena
entera de sus pecados ya ha sido pagada.
Luego, en
Romanos 8:30 (Y a los que predestinó, a éstos también
llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a
éstos también glorificó.), Pablo enfatiza la clara conexión entre los
propósitos eternos de Dios en la predestinación y su forma de lograr esos
propósitos en la vida, junto con la realización final de esos propósitos al
«glorificar» o darles los cuerpos resucitados definitivos a los que él ha
llevado a unirse con Cristo. Aquí Pablo ve el hecho futuro de la glorificación
con tanta certeza en el propósito de Dios que puede hablar de ella como si ya
se hubiera realizado («también los glorificó»). Esto es cierto de todos los que son llamados y justificados; es
decir, todos los que verdaderamente llegan a ser creyentes. Evidencia
adicional de que Dios guarda seguros por toda la eternidad a los que
han nacido de nuevo es el «sello» que Dios nos pone. Este «sello» es el
Espíritu Santo en nosotros, que también actúa como la «garantía» de Dios
de que recibiremos la herencia que nos ha prometido: «En él también
ustedes, cuando oyeron el mensaje de la verdad, el evangelio que les trajo la
salvación, y lo creyeron, fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo
prometido. Éste garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final
del pueblo adquirido por Dios, para alabanza de su gloria» (Efesios 1:13-14 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad,
el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis
sellados con el Espíritu Santo de la promesa, 14 que es las arras de nuestra herencia hasta
la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.).
La palabra griega que se traduce «garantiza» en este
pasaje (arrabón) es un término legal y comercial que quiere decir «primera
cuota, depósito, pago de enganche, promesa» y representa «un pago que obliga a
la parte contratante a efectuar pagos futuros». Cuando Dios nos dio el Espíritu Santo, se
comprometió a darnos todas las demás bendiciones de la vida eterna y una gran
recompensa en el cielo con Él. Por esto Pablo puede decir que el Espíritu
Santo «que es las arras de nuestra herencia hasta la
redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria» (Efesios
1:14).
Todos los que tienen en sí el Espíritu Santo, todos
los que verdaderamente han nacido de nuevo, tienen la promesa inmutable de Dios
y garantía de que la herencia de la vida eterna en el cielo será suya con
certeza. Dios respalda con su propia
fidelidad la promesa de cumplirlo.
Pedro les dice a sus lectores que ellos son «a
quienes el poder de Dios protege mediante la fe hasta que llegue la salvación
que se ha de revelar en los últimos tiempos» (1 Pedro 1:5 que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe,
para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo
postrero.). La palabra que se traduce «protege» (gr. froureo) puede
significar «impedir que se escape» así como «proteger de ataque», y tal vez lo
que se intenta decir aquí son ambas cosas: Dios está preservando a los
creyentes para que no se escapen de su reino, y está protegiéndolos de los
ataques externos.
«Salvación»
no se usa aquí para referirse a la justificación pasada o la santificación
presente (hablando en categorías teológicas), sino de la plena posesión futura
de todas las bendiciones de nuestra redención, del cumplimiento final y
completo de nuestra salvación (Romanos 13:11Y esto,
conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora
está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos).
Aunque ya preparada o «lista», Dios no la «revelará»
a la humanidad en general sino hasta «los últimos tiempos», el tiempo del
juicio final. Si el hecho de que Dios nos guarde tiene como propósito la
preservación de los creyentes hasta que reciban su salvación plena,
celestial, es seguro concluir que Dios cumplirá ese propósito y estos en
efecto alcanzarán esa salvación final. Alcanzar
la salvación final a fin de cuentas depende del poder de Dios.
B. Sólo los que perseveren hasta el fin habrán nacido de nuevo
verdaderamente
Si bien la Biblia enfatiza repetidamente que los que
verdaderamente han nacido de nuevo perseverarán hasta el fin y que con certeza
tendrán vida eterna en el cielo con Dios, hay otros pasajes que hablan de la
necesidad de continuar en la fe toda la vida. Nos hacen darnos cuenta de que lo
que Pedro dice en 1 Pedro 1:5 («que sois guardados
por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está
preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.») es cierto; o
sea, que Dios no nos guarda aparte de nuestra fe, sino sólo mediante nuestra
fe y así nos capacita para continuar creyendo en Él. Por eso, los que
continúan confiando en Cristo cobran seguridad de que Dios está obrando en
ellos y guardándolos.
Un ejemplo de esta clase de pasajes es Juan 8:31-32:
«Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en
él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente
mis discípulos; 32 y conoceréis la
verdad, y la verdad os hará libres.”». Jesús está dando aquí una
advertencia de que una evidencia de la fe genuina es mantenerse fiel a su
palabra, o sea, seguir creyendo lo que Él dice y viviendo una vida
de obediencia a sus mandamientos. En forma similar Jesús dice: «Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el
que persevere hasta el fin, éste será salvo» (Mateo 10:22), como
medio para advertir a la gente que no debe apartarse en tiempos de persecución.
Pablo les dice a los creyentes colosenses que Cristo
los ha reconciliado con Dios «en su cuerpo de carne,
por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles
delante de él; 23 si en verdad
permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del
evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está
debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro.» (Colosenses
1:22-23).
Es simplemente natural que Pablo y los otros
escritores del Nuevo Testamento hablen de esta manera, porque se dirigen a
grupos de personas que profesaban ser creyentes, sin poder saber el estado real
del corazón de toda persona. Puede que en Colosas haya habido algunos que se
unieron a la comunión de la iglesia, e incluso que tal vez profesaban que
tenían fe en Cristo y hayan sido bautizados y aceptados en la membresía de la
iglesia, pero que nunca tuvieron verdadera fe que salva. ¿Cómo puede Pablo
distinguir a tales personas de los verdaderos creyentes? ¿Cómo puede evitar
darles la falsa seguridad de que serán salvos eternamente cuando en realidad no
lo serán, a menos que lleguen a tener un verdadero arrepentimiento y fe? Pablo
sabe que aquellos cuya fe no es real a la larga se saldrán de la participación
de la comunión de la iglesia. Por tanto, les dice a sus lectores que ellos
serán salvos a fin de cuentas «con tal
de que se mantengan firmes en la fe». Los que continúan demuestran que son
creyentes genuinos. Pero los que no perseveran en la fe demuestran que nunca
hubo fe genuina en sus corazones.
Un énfasis similar se ve en Hebreos 3:14: «Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que
retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio, ». Este
versículo provee una excelente perspectiva de la doctrina de la perseverancia.
¿Cómo sabemos
que «hemos llegado a tener parte con Cristo»? ¿Cómo sabemos si esto de estar
unidos con Cristo nos ha sucedido en algún momento en el pasado?
Una manera de saber que hemos llegado a la fe
genuina en Cristo es si continuamos en la fe hasta el fin de nuestras vidas.
Debemos recordar que hay otras evidencias en otras partes de la Biblia que dan
a los creyentes la seguridad de la salvación, así que no debemos pensar que la
seguridad de que pertenecemos a Cristo es imposible antes de morir. Sin
embargo, continuar en la fe es uno de los medios de estar seguros que
menciona el autor de Hebreos. Es más, en este y en todos los demás pasajes
sobre la necesidad de continuar en la fe, el propósito nunca es hacer que los
que al presente confían en Cristo se preocupen de que en algún momento en el
futuro podrían caer o descarriarse. Nunca debemos usar estos pasajes de esa
manera, porque eso daría una causa errónea para preocuparse de una
manera que la Biblia no indica. Más bien, el propósito siempre es advertir
a los que están pensando en descarriarse o se han descarriado que si lo hacen
es una fuerte indicación de que nunca han sido salvos. Así, la necesidad de
continuar en la fe debe usarse como advertencia de que no debemos descarriarnos,
como una advertencia de que los que se apartan dan evidencia de que su fe nunca
fue real.
C. Los que a la larga se apartan pueden dar muchas señales externas
de conversión
¿Es siempre
claro cuáles personas en la iglesia tienen fe genuina, conversión, que salva y
cuáles tienen sólo una convicción intelectual de la verdad del evangelio pero
no una fe genuina de corazón? No siempre es fácil decirlo, y la Biblia menciona
en varios lugares que los que no son creyentes que están en comunión con la
iglesia visible pueden dar algunas señales externas o indicaciones que dan la
impresión de que son creyentes genuinos. Por ejemplo, Judas, que traicionó a
Cristo, debe haber actuado casi exactamente como los demás discípulos durante
los tres años que estuvo con Jesús. Tan convincente fue su conformidad al
patrón de conducta de los demás discípulos que al final de los tres años
del ministerio de Jesús, cuando el Señor dijo que uno de sus discípulos lo
traicionaría, ellos no sospecharon de inmediato de Judas, sino que más bien,
«uno por uno comenzaron a preguntarle: «¿Acaso seré yo, Señor?» (Mateo 26:22 Y entristecidos en gran manera, comenzó cada uno de ellos a
decirle: ¿Soy yo, Señor?; Marcos 14:19 Entonces
ellos comenzaron a entristecerse, y a decirle uno por uno: ¿Seré yo? Y el otro:
¿Seré yo?; Lucas 22:23 Entonces ellos comenzaron
a discutir entre sí, quién de ellos sería el que había de hacer esto.; Juan
13:22 Entonces los discípulos se miraban unos a otros,
dudando de quién hablaba). Sin embargo, Jesús sabía que no había fe
genuina en el corazón de Judas, porque en cierto momento dijo: «Jesús les respondió: ¿No os he escogido yo a vosotros los
doce, y uno de vosotros es diablo? » (Juan 6:70).
Juan más
tarde escribió en su Evangelio que «Pero hay algunos de
vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los
que no creían, y quién le había de entregar.» (Juan 6:64). Pero los
discípulos no lo sabían. Pablo también habla de «y esto
a pesar de los falsos hermanos introducidos a escondidas, que entraban para
espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, para reducirnos a
esclavitud, » (Gálatas 2:4) y dice que en sus viajes había estado en «en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de
ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en
la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos
hermanos» (2 Corintios 11:26). También dice que no es raro que los
siervos de Satanás «Así que, no es extraño si también
sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a
sus obras. » (2 Corintios 11:15).
Esto no quiere decir que todos los que no son
creyentes que están en la iglesia y que dan algunas señales de verdadera
conversión son servidores de Satanás que socavan en secreto la obra de la
iglesia, porque algunos pueden estar en el proceso de estar considerando lo que
dice el evangelio y avanzan a la fe real, otros pueden haber oído solamente una
explicación inadecuada del mensaje del evangelio, y otros tal vez no hayan
llegado todavía a estar bajo una convicción genuina del Espíritu Santo. Pero la
afirmación de Pablo sí quiere decir que algunos que están en la iglesia no
son creyentes sino falsos hermanos enviados para trastornar la comunión,
mientras que otros son inconversos que a la larga llegarán a la fe genuina que
salva. En ambos casos, sin embargo, dan algunas señales externas que los
hacen verse como creyentes verdaderos.
Podemos ver
esto también en la afirmación de Jesús sobre lo que sucede en el juicio final:
«No todo el que me dice: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los
cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
22 Muchos me dirán en aquel día:
Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera
demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? 23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí;
apartaos de mí, hacedores de maldad. (Mateo 7:21-23). Aunque estas
personas profetizaban y echaban fuera demonios, e hicieron «muchas obras
poderosas» en el nombre de Jesús, la capacidad de hacer tales obras no
garantiza que sean creyentes. Jesús dice: «Nunca
los conocí». No dice: «Los conocí en un tiempo pero ya nos los conozco», ni
«los conocí en un tiempo pero se alejaron de mí», sino más bien «Nunca los conocí». Nunca fueron
creyentes.
Una enseñanza similar se halla en la parábola del
sembrador, en Marcos 4. Jesús dice: «Otra parte cayó en
pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía
profundidad de tierra. 6 Pero salido el
sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. » (Marcos 4:5-6). Jesús
explica que la semilla sembrada en terreno rocoso representa a los que «Estos son asimismo los que fueron sembrados en pedregales:
los que cuando han oído la palabra, al momento la reciben con gozo; 17 pero no tienen raíz en sí, sino que son de
corta duración, porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa
de la palabra, luego tropiezan.» (Marcos 4:16-17). El hecho de que «no tienen raíz» indica que no hay
fuente de vida en esas plantas; de modo similar, las personas que
representan no tienen vida genuina dentro de ellas. Tienen una apariencia
de conversión y al parecer han llegado a ser creyentes, porque recibieron la
palabra «con alegría», pero cuando vienen las dificultades no se les halla en
ninguna parte. Lo que parecía conversión no fue genuina y en sus
corazones tampoco había una fe genuina que salva.
La
importancia de continuar en la fe también se afirma en la parábola de Jesús
como la vid, en la que se ilustra a los creyentes como ramas (Juan 15:1-7). Jesús dice: « Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el
labrador. 2 Todo pámpano que en mí no
lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para
que lleve más fruto. 3 Ya vosotros
estáis limpios por la palabra que os he hablado. 4 Permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid,
así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el
que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí
nada podéis hacer. 6 El que en mí no
permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los
echan en el fuego, y arden. 7 Si
permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que
queréis, y os será hecho. » (Juan 14:1-2, 6).
Los arminianos han argumentado que las ramas que no
llevan fruto son ramas verdaderas de la vid; Jesús se refiere a: «Toda rama que
en mí no da fruto». Por consiguiente, las ramas que se recogen y se echan en el
fuego y se queman debe referirse a creyentes verdaderos que en un momento
fueron parte de la vid pero que cayeron y quedaron sujetos al juicio eterno.
Pero esta no es una implicación necesaria de la enseñanza de Jesús en este
punto. La ilustración de la vid que se usa en esta parábola está limitada en la
cantidad de detalles que puede enseñar. En realidad, si Jesús hubiera querido
enseñar que había creyentes verdaderos y falsos asociados con él, y si hubiera
querido usar la analogía de la vid y las ramas, la única manera en que podía
referirse a los que no tienen vida genuina en sí mismos era hablar de ramas que
no llevan fruto (algo parecido a la analogía de las semillas que cayeron en
terreno rocoso y «pero no tienen raíz en sí,
sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación o la
persecución por causa de la palabra, luego tropiezan.» de Marcos 4:17).
Aquí en Juan 15 las ramas que no llevan fruto,
aunque de alguna manera están conectadas con Jesús y dan la apariencia externa
de ser ramas genuinas, dan indicación de su verdadero estado por el hecho de
que no llevan fruto. Esto se indica de modo similar en el hecho de que la
persona «no permanece» en Cristo (Juan 15:6) y se echa fuera como rama y
se seca. Si tratamos de estirar la analogía todavía más, diciendo, por
ejemplo, que todas las ramas de la vid están vivas porque de lo contrario no
estarían allí, estaríamos sencillamente tratando de presionar la imagen más
allá de lo que puede enseñar; y en ese caso no habría nada en la analogía que
pudiera representar a los falsos creyentes. El punto de la ilustración es
sencillamente que los que llevan fruto dan evidencia de que permanecen en
Cristo; y los que no llevan fruto, no permanecen en Él.
Finalmente,
hay dos pasajes en Hebreos que también afirman que los que finalmente caen y se
alejan pueden dar muchas señales externas de conversión y pueden parecerse de
muchas maneras a los creyentes. El primero, Hebreos 6:4-6 (Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y
gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5 y asimismo gustaron de la buena palabra de
Dios y los poderes del siglo venidero, 6
y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando
de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio.), lo
usan con frecuencia los arminianos como prueba de que los creyentes pueden
perder su salvación. Pero al inspeccionarla de cerca, tal interpretación no es
convincente. El autor escribe (parafraseando): «Es imposible que renueven su arrepentimiento aquellos que han sido una
vez iluminados, que han saboreado el don celestial, que han tenido parte en el
Espíritu Santo y que han experimentado la buena palabra de Dios y los poderes
del mundo venidero, y después de todo esto se han apartado. Es imposible,
porque así vuelven a crucificar, para su propio mal, al Hijo de Dios, y lo
exponen a la vergüenza pública» En este punto podríamos preguntar qué clase de persona se describe con todos estos términos.
¿Describe el pasaje a una persona que genuinamente ha nacido de nuevo? Hay
sin duda algunos que se han afiliado
estrechamente con la comunión de la Iglesia. De alguna manera están afligidos por sus pecados (arrepentimiento). Claramente han entendido el evangelio (han
sido iluminados). Han llegado a
apreciar el atractivo de la vida cristiana y el cambio que resulta
en la vida de la persona cuando llega a ser creyente; probablemente han recibido respuesta a sus
oraciones y han sentido el poder
del Espíritu Santo en sus vidas, y tal vez incluso
han usado algunos dones espirituales a la manera de los inconversos de
Mateo 7:22 (han llegado a «asociarse con» la obra del Espíritu Santo o a «tener
parte» con el Espíritu Santo y tienen el don celestial y los poderes de la era
venidera). También han estado expuestos a la predicación verdadera de la
Palabra de Dios y han apreciado mucho sus enseñanzas (han probado la
bondad de la Palabra de Dios). Pero a pesar de todo esto, si «cometen apostasía» y «vuelven a
crucificar, para su propio mal, al Hijo de Dios, y lo exponen a la vergüenza
pública» (He 6:6), están rechazando voluntariamente todas esas bendiciones y
poniéndose decididamente en contra de ellas. El autor nos dice
que si esto ocurre será imposible
restaurar a estas personas de nuevo a algún tipo de arrepentimiento o
aflicción por el pecado. El corazón se les habrá endurecido y su conciencia se
les habrá encallecido. El conocimiento
que tienen de las cosas de Dios y el
haber experimentado de las influencias del Espíritu Santo han servido para endurecerles en cuanto
a convertirse.
Es claro que
había algunos en la comunidad a la que se escribió esta carta que estaban en
peligro de recaer precisamente de esta manera. El autor quiere advertirles que,
aunque quizá participaron de la comunión de la Iglesia y experimentaron las
bendiciones de Dios en su vida, si recaen, no hay salvación para ellos. Quiere
usar el lenguaje más fuerte posible para decirles: «Una
persona puede llegar hasta ese extremo en cuanto a experimentar las bendiciones
temporales y no ser salva». Está advirtiéndoles que deben tener
cuidado y no confiarse demasiado, porque las
bendiciones temporales y las experiencias no bastan.
Esto no implica que el autor piense que los
verdaderos creyentes pueden recaer; Hebreos 3:14(Porque
somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin
nuestra confianza del principio) implica precisamente lo opuesto. Pero
sí quiere que se aseguren de su salvación manteniendo constancia en la fe,
y por eso implica que una recaída demostraría que jamás fueron parte del pueblo
de Cristo. Por esto de inmediato pasa de su descripción de los que cometieron
apostasía a una analogía adicional que muestra que los que recayeron nunca
tuvieron ningún fruto genuino en sus vidas.
Los versículos 7 y 8( Hebreos
6;7 Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y
produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe
bendición de Dios; 8 pero la que produce
espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el
ser quemada.) hablan de los mismos en términos de «espinos y cardos», la
clase de cosecha que produce la tierra y que no tiene vida digna de valor en sí
misma aunque recibe repetidas bendiciones de Dios (en términos de la analogía,
aunque la lluvia frecuentemente cae sobre ella). Debemos observar aquí que a
las personas que caen en apostasía no se les compara a un campo que antes daba
buen fruto y ya no, sino más bien que a una tierra que nunca dio buen
fruto, sino solamente espinas y cardos. La tierra puede parecer buena antes
de que las plantas empiecen a crecer, pero el fruto es la verdadera
evidencia, y es malo. Un fuerte respaldo a esta interpretación de Hebreos
6:4-8 se halla en el versículo que sigue de inmediato. Aunque el autor ha
estado hablando muy severamente de la posibilidad de recaer, vuelve a hablar de
la situación de la gran mayoría de las personas que piensan que son creyentes
genuinos. Dice: «Pero en cuanto a vosotros, oh amados,
estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque
hablamos así.» (Hebreos 6:9). Pero la pregunta es «lo mejor» ¿de qué? El
plural «mejores cosas» forma un contraste apropiado con las «buenas cosas» que
se han mencionado en los versículos 4-6; el autor está convencido de que la
mayoría de sus lectores han experimentado mejores cosas que sencillamente las
influencias temporales y parciales del Espíritu Santo y la Iglesia de las que
habla en los versículos 4-6. De hecho, el autor habla de estas cosas
diciendo (literalmente) que son «lo mejor, es decir, lo que atañe a la
salvación» (gr. kai ekómena soterias) Estas no son sólo las bendiciones temporales
de que habla en los versículos 4-6, sino que son mejores cosas, cosas que no
tienen sólo influencia temporal, sino también «que atañen a la salvación». Así
que la palabra griega kai, «también», muestra que la salvación es algo que no
fue parte de las cosas mencionadas anteriormente en los versículos 4-6. Por
consiguiente, la palabra kai es clave para entender el pasaje. Si el autor
hubiera querido decir que las personas mencionadas en los versículos 4-6 en
verdad eran salvas, es muy difícil entender por qué dijo en el versículo 9 que
estaba convencido de que había mejores cosas para ellos, cosas que además (o
«en adición») atañen a la salvación. Estas cosas tienen «salvación» como algo
añadido a las cosas mencionadas antes. Esto muestra que puede usar una frase
breve para decir que las personas «tienen salvación» si desea hacerlo (no
necesita apilar frase sobre frase), y muestra, todavía más, que las personas de
las que habla en los versículos 4-6 no son salvas. ¿Qué son esas «cosas
mejores»? Además de la salvación que se menciona en el versículo 9, hay cosas
que son verdaderas evidencia de la salvación: fruto genuino en la vida
(v. 10), plena seguridad de una esperanza (v. 11) y fe que salva, del
tipo de la que han hecho gala los que han heredado las promesas (v. 12).
De esta manera vuelve a reconfortar a
los creyentes genuinos, a los que muestran fruto en la vida y amor por otros
creyentes, que muestran esperanza y fe genuina que continúa al tiempo presente,
y que no están a punto de recaer. Quiere volver a
reconfortar a estos lectores (que por cierto son la gran mayoría de las
personas a quienes escribe), mientras a la vez emite una fuerte advertencia a
los que de entre ellos pueden estar en peligro de recaer.
Una enseñanza
similar se halla en Hebreos 10:26-31 (Porque si
pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la
verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, :27 sino una horrenda expectación de juicio, y de
hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios.28 El que viola la ley de Moisés, por el
testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente 29 ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el
que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la
cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? 30 Pues conocemos al que dijo: Mía es la
venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su
pueblo. 31 ¡Horrenda cosa es caer en
manos del Dios vivo!).
Allí el autor dice: «Si
después de recibir el conocimiento de la verdad pecamos obstinadamente, ya no
hay sacrificio por los pecados» (He 10:26). La persona que rechaza la
salvación de Cristo y «ha pisoteado al Hijo de Dios, que ha profanado la sangre
del pacto por la cual había sido santificado» (v. 29), merece castigo eterno.
Esta es, de nuevo, una fuerte advertencia contra la
recaída, pero
no se debe tomar como prueba de que alguien que verdaderamente ha nacido de
nuevo puede perder su salvación. Cuando el autor habla de la sangre
del pacto «por la cual había sido santificado», la palabra santificar se usa
sencillamente para referirse a la «santificación externa, como la de los
israelitas antiguos, por la conexión externa con el pueblo de Dios»
El pasaje no habla de alguien que fue genuinamente
salvo, sino de alguien que ha recibido alguna influencia moral mediante el
contacto con la iglesia.
D. ¿Qué puede darle al creyente seguridad genuina?
Si esto es verdad, como se explicó en la sección
anterior de que los que no son creyentes y que a la larga recaen pueden dar
muchas señales externas de conversión, ¿qué servirá como evidencia de una
conversión genuina? ¿Qué puede dar verdadera seguridad a los que de veras son
creyentes? Podemos mencionar tres categorías de preguntas que una persona puede
hacerse a sí misma.
1. ¿Confío
al presente en Cristo en cuanto a la salvación?
Pablo les
dice a los colosenses que serán salvos en el último día « si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que
habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del
cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro.» (Colosenses 1:23).
El autor de Hebreos dice: «Porque
somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin
nuestra confianza del principio» (Hebreos 3:14), y anima a sus lectores
a que «a fin de que no os hagáis perezosos, sino
imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas»
(Hebreos 6:12). Por cierto, el versículo más famoso de toda la Biblia usa un
verbo en tiempo presente que se puede traducir «el que continúa creyendo en él»
puede tener vida eterna ( Juan 3:16). Por consiguiente, la persona debe
preguntarse: «¿Confío hoy en Cristo para que perdone mis pecados y me lleve sin
culpa al cielo para siempre? ¿Tengo verdadera confianza de que él me ha
salvado? Si muriera esta noche y compareciera ante el tribunal de Dios, y si él
me preguntara por qué debe dejarme entrar en el cielo, ¿empezaría yo a pensar
en mis buenas obras y a depender de ellas, o sin vacilación diría que dependo
de los méritos de Cristo y tengo plena confianza en que él es suficiente como
Salvador?» Este énfasis en la fe presente en Cristo está en contraste con la
práctica de algunos «testimonios» de algunas iglesias en donde la gente
repetidamente repite detalles de una experiencia de conversión que puede haber
sucedido hace veinte o treinta años. Si un testimonio de fe que salva es
genuino, debe ser un testimonio de fe que está activo en ese momento.
2.
¿Hay evidencia de la obra regeneradora
del Espíritu Santo en mi corazón?
La evidencia de la obra del Espíritu Santo en
nuestros corazones puede venir de muchas formas diferentes. Aunque no debemos
poner confianza en la demostración de obras milagrosas (Mateo 7:22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos
en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos
muchos milagros?), ni en largas horas y años de trabajo en alguna
iglesia local (lo que puede ser simplemente «madera, heno o paja» [en los
términos de 1 Corintios 3:12] para promover el ego propio, o poder sobre otros,
o un esfuerzo por ganar méritos ante Dios), hay muchas otras evidencias de la
obra del Espíritu Santo en el corazón del creyente. Primero, hay un testimonio subjetivo del Espíritu Santo en nuestro
corazón que da testimonio de que somos hijos de Dios (Romanos 8:15-16 Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar
otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el
cual clamamos: ¡Abba, Padre! 16 El
Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.;
1 Juan 4:13 En esto conocemos que permanecemos en él, y
él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu.). Este testimonio por
lo general va acompañado de la convicción de que la persona está dirigida por
el Espíritu Santo por sendas de obediencia a la voluntad de Dios (Romanos 8:14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios,
éstos son hijos de Dios.). Además, si el Espíritu Santo está obrando
genuinamente en nuestra vida, producirá los rasgos de carácter que Pablo llama
«Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley » (Gálatas 5:22-23). Pablo menciona varias actitudes
y rasgos de carácter que produce el Espíritu Santo. Por supuesto, la pregunta
no es: «¿Soy ejemplo perfecto de todas estas características en mi vida?» sino
más bien: «¿Son estas cosas una característica general de mi vida? ¿Siento
de corazón estas actitudes? ¿Ven otros (especialmente los que están más
cerca de mí) que mi vida exhibe estas características? ¿He estado creciendo en
ellas con el correr de los años?»
No hay sugerencia alguna en el Nuevo Testamento de
que el que no es creyente, que no es una persona regenerada, pueda falsificar
convincentemente estos rasgos de carácter, especialmente ante los que lo
conocen más de cerca. Relacionado con este tipo de fruto hay otra clase: los
resultados de la vida y ministerio de uno que han impactado a otros y a la
iglesia.
Hay
algunos que profesan ser creyentes pero lo que logran en otros es
desalentarlos, arrastrarlos hacia abajo, lastimar su fe y provocar controversia
y división. El resultado de su
vida y ministerio no es edificar a otros ni edificar la iglesia, sino
destrozarla.
Por otro
lado, hay quienes parecen edificar a los demás en toda conversación, toda
oración, y toda obra de ministerio que se pone en sus manos. Jesús dijo, respecto
a los falsos profetas: «Por sus frutos los
conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los
espinos, o higos de los abrojos? 17 Así,
todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. 18 No puede el buen árbol dar malos
frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. 19 Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y
echado en el fuego. 20 Así que, por
sus frutos los conoceréis.» (Mateo 7:16-20).
Otra evidencia de la obra del Espíritu Santo es
continuar creyendo y aceptando la sana enseñanza de la Iglesia. Los que empiezan a negar las doctrinas principales
de la fe dan serias indicaciones negativas en cuanto a su salvación. «Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que
confiesa al Hijo, tiene también al Padre. 24
Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que
habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros
permaneceréis en el Hijo y en el Padre. » (1 Juan 2:23-24). Juan también
dice: «Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios,
nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de
verdad y el espíritu de error» (1 Juan 4:6).
Puesto que
los escritos del Nuevo Testamento son el reemplazo actual de los apóstoles como
Juan, podemos también decir que el que
conoce a Dios seguirá leyendo y deleitándose en la Palabra de Dios, y
continuará creyéndola por completo. Los que no creen ni se deleitan en la
Palabra de Dios dan evidencia de que «no son de Dios». Otra evidencia de la
salvación genuina es una relación presente y continua con Jesucristo. Jesús
dice: Permaneced
en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no
puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste
lleva mucho fruto; porque separados
de mí nada podéis hacer. 6 El que en
mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y
los echan en el fuego, y arden. 7 Si permanecéis en mí, y mis palabras
permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho (Juan
15:4,7). Esta permanencia en Cristo incluirá no sólo confianza en Él día tras
día aunque cambien las situaciones, sino también cierta comunión regular con Él
en oración y adoración. Este permanecer también incluirá obediencia a los
mandamientos de Dios. Juan dice: «El que dice: Yo le
conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está
en él; 5
pero el que guarda su palabra, en
éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos
que estamos en él. 6 El que dice que permanece en él, debe andar
como él anduvo.» (1 Juan 2:4-6).
Por supuesto, una vida perfecta no es necesaria.
Juan más bien está diciendo que en general nuestras vidas deben ser imitación
de Cristo y semejanza a Él en lo que decimos y hacemos. Si tenemos genuina fe
que salva, en nuestra vida habrá resultados claros en obediencia (1 Juan 3:9-10
Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios
permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. 10 En esto se manifiestan los hijos de Dios, y
los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su
hermano, no es de Dios. ,24 el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en
él. Y en esto sabemos que él permanece en
nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.; 5:18 Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica
el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno
no le toca.).
3. ¿Vemos
un patrón de larga duración de crecimiento en nuestra vida cristiana?
Los primeros dos
aspectos de la seguridad tienen que ver con la fe presente y la evidencia
presente de la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas.
Pero Pedro
nos da otra clase de prueba que podemos usar para preguntarnos si verdaderamente somos creyentes o no.
Nos dice que hay algunos rasgos de carácter que, si seguimos aumentando en
ellos, garantizarán que «Por lo cual, hermanos, tanto
más procurad hacer firme vuestra
vocación y elección; porque haciendo
estas cosas, no caeréis jamás. » (2 Pedro 1:10). Les dice a sus
lectores “que sois
guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada
en el tiempo postrero. 6 En lo cual vosotros os alegráis, aunque
ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en
diversas pruebas, 7 para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más
preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra
cuando sea manifestado Jesucristo,” (1 Pedro 1:5-7). Luego dice que
estas cosas deben ser parte de sus lectores y continuamente «Porque si estas
cosas están en vosotros, y abundan, no os
dejarán estar ociosos ni sin fruto en
cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.» en sus vidas (2
Pedro 1:8). Añade que ellos deben esforzarse «más todavía por asegurarse del
llamado de Dios» y dice entonces que: «Por lo cual,
hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque
haciendo estas cosas. [refiriéndose a los rasgos de carácter mencionados
en los versos 5-7] no caeréis jamás » (2 Pedro
1:10).
La manera en que confirmamos nuestro llamado y
elección, entonces, es continuar creciendo en «estas cosas». Esto implica que nuestra seguridad de
salvación puede ser algo que aumenta con el tiempo en nuestra vida. Cada
año que añadimos a estos rasgos de carácter en nuestra vida, ganamos cada vez
más una mayor seguridad de nuestra salvación. Así, aunque los nuevos creyentes
pueden tener una confianza fuerte de su salvación, esa seguridad puede aumentar
a una certeza mucho más profunda con los años en que van creciendo hacia la
madurez cristiana. Si continúan añadiendo a estas cosas, confirmarán su llamado
y elección, y «no caerán jamás».
El resultado de
estas tres preguntas que podemos hacernos debe brindar gran seguridad a los que
son creyentes genuinos. De esta manera,
la doctrina de la perseverancia de los
santos será una doctrina enormemente reconfortante. Nadie que tenga tal
seguridad debe preguntarse: «¿Podré perseverar hasta el fin de mi vida y por
ello ser salvo?» Todo el que adquiere seguridad mediante un autoexamen como
este debe más bien pensar: «Verdaderamente, he nacido de nuevo; por tanto,
perseveraré con seguridad hasta el fin, porque me guarda “que sois guardados por
el poder de Dios mediante la fe, para
alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo
postrero. (1 Pedro 1:5), y por
consiguiente nunca me perderé. Jesús me resucitará en el último día:” Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en
él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. » (Juan
6:40).
Por otro lado, esta
doctrina de la perseverancia de los santos, entendida correctamente,
debe causar genuina preocupación, e
incluso temor, en el corazón de cualquiera que ha «recaído» o que se está
descarriando de Cristo. A tales personas se les debe advertir muy
claramente que solamente los que
perseveran hasta el fin han nacido de nuevo verdaderamente. Si recaen de su
profesión de fe en Cristo y de una vida de obediencia a él, tal vez no eran
salvos; por lo menos, la evidencia que están dando es de que no han sido
salvos, y nunca lo fueron en realidad. Una vez que dejan de confiar en Cristo y
de obedecerle, no tienen seguridad genuina de la salvación, y deben
considerarse que no han sido salvos, y
acudir a Cristo en arrepentimiento, pidiéndole perdón por sus pecados.
En este punto, en términos de cuidado pastoral a los que se han
extraviado de su profesión cristiana, debemos darnos cuenta de que los
calvinistas y arminianos (los que creen en la perseverancia de los santos y
los que piensan que los cristianos pueden perder su salvación) aconsejan al «descarriado» de la misma
manera. Según los arminianos, esta persona fue creyente en un tiempo pero
ya no lo es. Según el calvinista, tal persona en realidad nunca fue creyente
antes ni tampoco lo es ahora. Pero en ambos casos el consejo bíblico dado será
el mismo: «Parece que no eres
creyente ahora; debes arrepentirte de tus pecados y confiar en Cristo en cuanto
a tu salvación». Aunque el calvinista y el arminiano difieran en su
interpretación de la historia previa, concordarían en lo que se debe hacer en
el presente. Pero aquí vemos por qué el término seguridad eterna, si se usa
impropiamente, puede brindarse a equívocos.
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