I.
EXPLICACIÓN Y
BASE BÍBLICA
Podemos definir la regeneración como
sigue: La regeneración es un acto secreto de Dios en el que Espíritu Santo nos
imparte nueva vida espiritual. A veces a esto se le llama «nacer de nuevo» (Juan
3:3-8 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto
te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. 4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer
siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y
nacer? 5 Respondió Jesús: De cierto, de
cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede
entrar en el reino de Dios. 6 Lo que es
nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu
es. 7 No te maravilles de que te dije: Os
es necesario nacer de nuevo. 8 El
viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni
a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.).
A. La regeneración es totalmente obra de Dios
En algunos de los elementos de
aplicación de la redención que consideraremos más adelante, tenemos una parte
activa (esto es cierto, por ejemplo, en la conversión, santificación y
perseverancia). Pero en la obra de la regeneración nosotros no
jugamos ningún papel activo. Es
totalmente obra de Dios. Vemos esto, por ejemplo, cuando Juan habla de
que aquellos a quienes Cristo les dio potestad de ser hechos hijos de Dios «los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de
carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. » (Juan 1:13). Aquí Juan
especifica que son hijos de Dios los que «nacen de Dios» y nuestra
«voluntad humana» no tiene nada que ver con esta clase de nacimiento. El hecho
de que somos pasivos en la regeneración también es evidente cuando la Biblia se
refiere a ella como que «se nos hizo nacer» o «nos ha hecho nacer de nuevo» (Santiago 1:18 El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de
verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.; 1 Pedro 1:3 Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que
según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva,
por la resurrección de Jesucristo de los muertos,; Juan 3:3-8).
No escogimos que se nos diera la vida física,
y no escogimos nacer: fue algo que nos sucedió. De modo similar, estas
analogías de la Biblia sugieren que somos enteramente pasivos en la
regeneración.
La profecía de Ezequiel también predice
esta obra soberana de Dios en la regeneración. Por él Dios prometió un tiempo
en el futuro cuando daría nueva vida espiritual a su pueblo: «Os daré corazón
nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de
vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os
daré un corazón de carne. 27 Y
pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis
estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.»
(Ezequiel 36:26-27).
¿Cuál miembro de la Trinidad es el que
actúa en la regeneración? Cuando Jesús habla del que «nace del Espíritu» (Juan
3:8), indica que es principalmente Dios Espíritu Santo el que produce la
regeneración. Pero otros versículos también indican la intervención de Dios el
Padre en la regeneración. Pablo especifica que «en
unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó» (Efesios 2:5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida
juntamente con Cristo (por gracia sois salvos),; Colosenses 2:13 Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la
incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él,
perdonándoos todos los pecados,).
Santiago dice que es el «Padre que creó
las lumbreras celestes» el que nos dio el nuevo nacimiento: «Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto,
del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación. 18 El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad,
para que seamos primicias de sus criaturas» (Santiago 1:17-18).
Finalmente, Pedro dice que Dios, « Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que
según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por
la resurrección de Jesucristo de los muertos,» (1 Pedro 1:3).
Podemos concluir que Dios Padre y Dios
Espíritu Santo producen la regeneración.
¿Cuál es la conexión entre el llamamiento
efectivo (o gracia irresistible) y la
regeneración? Como veremos más adelante, la Biblia indica que la
regeneración debe llegar antes de que podamos responder al llamamiento efectivo
con fe salvadora. Por tanto, podemos decir que la regeneración llega antes
del resultado del llamamiento efectivo (nuestra fe). Pero es más difícil
especificar la relación exacta en tiempo entre la regeneración y la
proclamación humana del evangelio por la que Dios obra el llamamiento efectivo.
Por lo menos dos pasajes sugieren que Dios nos regenera al mismo tiempo en que
nos habla en el llamamiento efectivo. Pedro dice: «Pues
ustedes han nacido de nuevo, no de simiente perecedera, sino de
simiente imperecedera, mediante la palabra de Dios que vive y permanece.
… Y ésta es la palabra del evangelio que se les ha anunciado a ustedes»
(1 Pedro 1:23,25).
Y Santiago dice: «El, de su voluntad, nos
hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de
sus criaturas» (Santiago 1:18).
Al
llegar el evangelio a nosotros,
Dios nos habla por él y nos llama a
que vayamos a él (llamamiento efectivo) y nos da nueva vida espiritual
(regeneración) de modo que nos
capacita para responder con fe. El
llamamiento efectivo es entonces cuando Dios Padre nos habla con poder, y la
regeneración es Dios el Padre y Dios Espíritu Santo obrando poderosamente en
nosotros para darnos vida.
Estas dos cosas deben haber sucedido
simultáneamente mientras Pedro predicaba el evangelio en la casa de Cornelio,
porque mientras él predicaba, «Mientras aún hablaba
Pedro estas palabras, el Espíritu
Santo cayó sobre todos los que oían el discurso.» (Hechos
10:44).
A veces se usa el término gracia
irresistible en esta conexión. Se
refiere al hecho de que Dios efectivamente llama a las personas y
también les da la regeneración, y ambas acciones garantizan que
responderemos con fe que salva. No obstante, el término gracia
irresistible se presta para malos entendidos, puesto que parece implicar que la
gente no toma una decisión espontánea al responder al evangelio. Es una idea
errada y una comprensión errónea del término gracia irresistible. El término sí
preserva algo valioso, porque indica que la obra de Dios toca nuestros
corazones para despertar una respuesta que es absolutamente segura, aunque
respondemos voluntariamente.
B.
La naturaleza exacta de la
regeneración es un misterio para nosotros
Lo que sucede exactamente en la
regeneración es un misterio para nosotros. Sabemos que de alguna manera a
nosotros, que estábamos espiritualmente muertos (Efesios 2:1 él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en
vuestros delitos y pecados,), se nos ha dado vida para Dios y en
todo sentido real se nos ha hecho «nacer de nuevo» (Juan 3:3,7; Efesios 2:5;
Colosenses 2:13).
Pero no entendemos cómo sucede esto ni
lo que Dios hace exactamente en nosotros para darnos esta nueva vida espiritual.
Jesús dice: «El viento sopla por donde quiere, y lo
oyes silbar, aunque ignoras de dónde viene y a dónde va. Lo mismo pasa con todo
el que nace del Espíritu» (Juan 3:8).
La Biblia ve la regeneración como algo
que nos afecta como persona integral. Por supuesto, nuestro «espíritu vive»
para Dios después de la regeneración (Romanos 8:10 Pero
si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado,
mas el espíritu vive a causa de la justicia), pero eso es simplemente
porque la regeneración nos afecta a nosotros como persona integral. No
es simplemente que nuestro espíritu estaba muerto antes; éramos nosotros los
que estábamos muertos para Dios en delitos y pecados (Efesios 2:1 él os
dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados ). Es incorrecto decir que todo lo que sucede en la
regeneración es que nuestro espíritu recibe vida (como algunos enseñan), porque
la
regeneración afecta todo lo que somos: « De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas
viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
» (2 Corintios 5:17).
Debido a que la regeneración es la
obra de Dios en nosotros que nos da nueva vida, es correcto concluir que es un hecho instantáneo. Ocurre sólo una vez. En un momento estamos espiritualmente
muertos, y al siguiente tenemos nueva vida espiritual de Dios.
No obstante, no siempre sabemos exactamente
cuándo ocurre este cambio instantáneo. Especialmente en el caso de los niños
que se crían en un hogar cristiano, o de las personas que asisten a una iglesia
evangélica o estudio bíblico por un período de tiempo y crecen gradualmente en
su comprensión del evangelio, puede que no haya una crisis dramática con un
cambio radical de conducta de «pecador endurecido» a «santo», pero con todo
habrá un cambio instantáneo cuando Dios por el Espíritu Santo, de una manera
invisible, despierte la vida espiritual. El
cambio se hará evidente con el tiempo en patrones de conducta y deseos que
agradan a Dios. En otros casos (probablemente en la mayoría de los
casos cuando los adultos se convierten a Cristo), la regeneración tiene lugar en un momento claramente reconocible en
el que la persona se da cuenta de que antes estaba separada de Dios y
espiritualmente muerta, pero inmediatamente después hay de manera clara una
nueva vida por dentro.
Los resultados se pueden ver por lo
general de inmediato: una confianza
de corazón en Cristo en cuanto a la salvación, una seguridad de que los pecados
le han sido perdonados, deseo de leer la Biblia y orar (y un sentido de que
estas actividades son significativas), deleite en la adoración, deseo de
comunión cristiana, deseo sincero de ser obediente a la palabra de Dios en la
Biblia, y deseo de hablarles de Cristo a otros.
La gente a veces dirá algo como esto:
«No sé exactamente lo que sucedió, pero antes de ese momento no confiaba en
Cristo en cuanto a la salvación. Me preguntaba y vacilaba en mi mente. Pero
después de ese momento me di cuenta de que confío en Cristo y que él es mi
Salvador. Algo le sucedió a mi corazón». Sin embargo, incluso en estos casos no
estamos completamente seguros de lo que nos sucede en el corazón. Es como Jesús
dijo respecto al viento: oímos su sonido y vemos los resultados, pero no
podemos ver el viento mismo. Así es
con la obra del Espíritu Santo en nuestros corazones.
C. En este sentido de «regeneración», tiene lugar antes de la fe
salvadora
Usando los versículos citados arriba,
hemos definido la regeneración como
un acto de Dios que despierta
la vida espiritual en nosotros y nos lleva de la muerte espiritual a la vida
espiritual. En esta definición es natural entender que la regeneración llega antes de la fe que
salva. Es en realidad esta
obra de Dios lo que nos da la
capacidad espiritual para responder a Dios con fe. Sin embargo, cuando
decimos que llega «antes» de la fe que salva, es importante recordar que por lo
general sucede tan cerca una de la otra que ordinariamente parece que suceden
al mismo tiempo. Al dirigirnos Dios el llamado efectivo del evangelio, nos
regenera y nosotros respondemos con fe y arrepentimiento a este llamado.
Así que desde nuestra perspectiva, es
difícil ver alguna diferencia en tiempo, especialmente porque la regeneración
es una obra espiritual que no podemos percibir con los ojos y ni siquiera
entender con la mente. Sin embargo hay varios pasajes que nos dicen que esta
obra secreta, oculta, de Dios en nuestros espíritus en efecto llega antes de
que nosotros respondamos a Dios con la fe que salva (aunque a menudo pueden ser
apenas segundos antes de que nosotros respondamos).
Al hablar con Nicodemo sobe la
regeneración, Jesús le dijo: « Respondió
Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del
Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
» (Juan 3:5). Entramos en el reino de
Dios cuando nos convertimos en creyentes en la conversión. Pero Jesús
dice que tenemos que nacer «del Espíritu» antes de que podamos hacer eso.
(«Nacer del agua» con toda probabilidad se refiere al lavamiento espiritual del
pecado, que en la profecía de Ezequiel lo simboliza el agua, según Ezquiel
36:25-26. Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de
todos vuestros ídolos os limpiaré. 26
Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y
quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne)
Nuestra incapacidad para acercarnos a
Cristo por cuenta propia, sin una obra inicial de Dios en nosotros, también la
enfatiza Jesús cuando dice: « Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero » (Juan 6:44), y « Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no
le fuere dado del Padre. » (Juan 6:65).
Este acto interno de regeneración se describe hermosamente cuando Lucas dice de
Lidia: « Entonces una
mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba
a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que
estuviese atenta a lo que Pablo decía.
» (Hechos 16:14). Primero el Señor le
abrió el corazón, y después ella
pudo prestar atención a la predicación de Pablo y responder con fe.
En contraste, Pablo nos dice: « Pero el hombre natural no percibe las
cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede
entender, porque se han de discernir espiritualmente » (1 Corintios 2:14). También dice que aparte de
Cristo «no hay nadie que entienda, nadie que busque a
Dios» (Romanos 3:11). La solución
a este estado de muerte espiritual e incapacidad para responder sólo llega cuando Dios nos da nueva vida por
dentro. « Pero Dios,
que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos
dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos) » (Efesios 2:4-5). Pablo también dice: « Y a vosotros, estando muertos en pecados y
en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él,
perdonándoos todos los pecados » (Colosenses
2:13).
La idea de que la regeneración llega
antes de la fe que salva no siempre la entienden los evangélicos de hoy. A
veces algunos incluso dicen algo así: «Si crees en Cristo como Salvador,
entonces (después que creas) nacerás de nuevo». Pero la Biblia misma nunca
dice algo igual. La Biblia ve el
nuevo nacimiento como algo que Dios hace en nosotros a fin de capacitarnos para
creer. Los evangélicos que piensan a menudo que la regeneración llega
después de la fe que salva es porque ven los resultados (tal como amor a Dios y
a su Palabra, o dejar el pecado) después de que la gente abraza la fe, y
piensan que la regeneración debe por consiguiente haber venido después de la fe
que salva.
Por cierto, algunas declaraciones
evangélicas de fe contienen expresiones que sugieren que la regeneración llega
después de la fe que salva. En estas declaraciones la palabra regeneración al
parecer se refiere a la evidencia externa de la regeneración que se ve en una
vida cambiada, evidencia que por cierto llega después de la fe que salva. Se piensa
en «ser nacido de nuevo» no en términos de la entrega inicial de una nueva
vida, sino en términos de la transformación total de la vida que resulta de esa
entrega. Si el término regeneración se entiende de esta manera, sería cierto
que la regeneración llega después de la fe que salva. No obstante, para usar un
lenguaje que se conforme estrechamente a las expresiones de la Biblia, sería
mejor reservar la palabra regeneración para la obra instantánea, inicial de
Dios en la que nos imparte vida espiritual. Entonces podemos enfatizar que
no vemos la regeneración en sí misma, sino que vemos solamente sus resultados
en nuestra vida, y que la fe en Cristo salvadora es el primer resultado que
vemos. Es más, nunca podremos saber
que hemos sido regenerados sino hasta que vayamos a la fe en Cristo, porque esa
es la evidencia externa de la obra interna y oculta de Dios.
Una vez que en efecto hayamos llegado a
la fe que salva en Cristo, sabremos que hemos nacido de nuevo. A modo de
aplicación, debemos darnos cuenta de que la explicación del mensaje del
evangelio en la Biblia no toma la forma de un mandato: «Sé nacido de nuevo y
serás salvo», sino más bien: «Cree en Jesucristo y serás salvo». Este es el
patrón constante en la predicación del evangelio en todo el libro de Hechos y
también en las descripciones del evangelio que se nos da en las Epístolas.
D. La regeneración genuina debe producir resultados en la vida
Anteriormente vimos que la capacidad
para responder a Dios con la fe que salva es el primer resultado de la
regeneración. Por eso Juan dice: « Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró,
ama también al que ha sido engendrado por él.»
(1 Juan 5:1). Pero también hay otros resultados de la regeneración, muchos de
los cuales los especifica Juan en su primera epístola. Por ejemplo, Juan dice:
« Todo aquel que es nacido
de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y
no puede pecar, porque es nacido de Dios »
(1 Juan 3:9). Aquí Juan explica que la persona que nace de nuevo tiene esa
«semilla» espiritual (ese poder que genera vida y que crece) en sí y eso mantiene
a la persona viviendo una vida libre de pecado continuo. Esto no quiere
decir, por supuesto, que la persona vivirá una vida perfecta, sino sólo que el
patrón de vida no será el de continua indulgencia en el pecado. Debemos
observar que Juan dice que esto es cierto de todo el que verdaderamente ha
nacido de nuevo. «Ninguno que haya nacido de Dios
practica el pecado». Otra manera de mirar esto es decir que «todo el que
practica la justicia ha nacido de él» (1 Juan 2:29). Un amor genuino, como el
de Cristo, será un resultado concreto en la vida: « Amados, amémonos unos a otros; porque el
amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. » (1 Juan 4:7). Otro efecto del nuevo nacimiento
es vencer al mundo: « Pues
este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no
son gravosos. 4 Porque todo lo que es
nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al
mundo, nuestra fe. » (1 Juan
5:3-4). Aquí Juan explica que la regeneración da la capacidad para vencer las
presiones y tentaciones del mundo que de otra manera nos impedirían obedecer
los mandamientos de Dios y seguir sus caminos. Juan dice que venceremos estas
presiones y por tanto no será «difícil» obedecer los mandamientos de Dios,
sino, deja entrever, que más bien será un gozo. Finalmente, Juan observa que
otro resultado de la regeneración es protección del mismo Satanás. « Sabemos que todo aquel que ha nacido de
Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por
Dios le guarda, y el maligno no le toca. » (1 Juan 5:18). Aunque pueden haber ataques de
Satanás, Juan reasegura a sus lectores que « Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque
mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo. » (1 Juan 4:4), y este mayor poder del Espíritu
Santo en nosotros nos guarda del supremo daño espiritual de parte del maligno.
Debemos darnos cuenta de que Juan enfatiza
todo esto como resultados necesarios en la vida de los que han nacido de nuevo.
Si hay regeneración genuina en la vida de una persona, esa persona creerá que
Jesús es el Cristo, y se abstendrá de un patrón de vida de pecado continuo, y
amará a su hermano o hermana, y vencerá las tentaciones del mundo, y será
guardado del supremo daño que puede hacernos el maligno.
Estos pasajes muestran que es imposible la regeneración en una persona
y que no se convierta verdaderamente.
Otros resultados de la regeneración los
menciona Pablo cuando habla del «fruto del Espíritu», es decir, el resultado en
la vida que produce el poder del Espíritu Santo al obrar en todo creyente: «
Mas el fruto del Espíritu es
amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no
hay ley. » (Gálatas 5:22-23).
Si
hay verdadera regeneración,
estos elementos del fruto del
Espíritu serán cada día más evidentes en la vida de esa persona.
Pero, en contraste, los que no son creyentes, incluyendo los que dicen ser
creyentes pero no lo son, claramente carecerán
de estos rasgos de carácter en sus vidas.
Jesús dijo a sus discípulos: Cuídense de los falsos profetas. Vienen a ustedes disfrazados
de ovejas, pero por dentro son lobos feroces. Por sus frutos los conocerán.
¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los cardos? Del mismo modo,
todo árbol bueno da fruto bueno, pero el árbol malo da fruto malo. Un árbol
bueno no puede dar fruto malo, y un árbol malo no puede dar fruto bueno. Todo
árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego. Así que por sus
frutos los conocerán (Mateo 7:15-20).
Ni Jesús, ni Pablo ni Juan señalan la
actividad en la Iglesia ni los milagros como evidencia de la regeneración.
Más bien señalan rasgos de carácter
en la vida. De hecho, inmediatamente después de los versículos antes
citados, Jesús advierte que en el día del juicio muchos le dirán: «“Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre
expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?” Entonces les diré claramente:
“Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!”» (Mateo 7:22-23).
La profecía, los exorcismos, y
muchos milagros y obras poderosas en el nombre de Jesús (por no decir nada de otros tipos de actividad
intensa en la Iglesia en la fuerza de la carne tal vez en décadas de la vida de
una persona) no son evidencia convincente de que la persona verdaderamente
ha nacido de nuevo. Al parecer todo esto puede ser producido por el hombre
o mujer natural por fuerza propia, o tal vez con la ayuda del maligno. Pero
amor genuino a Dios y a su pueblo, obediencia de corazón a sus mandamientos, y
el carácter semejante al de Cristo que Pablo llama el fruto del Espíritu,
demostrado constantemente en un período de tiempo en la vida de una persona, no
los puede producir Satanás, ni tampoco el ser humano por sus propias fuerzas. Esto solo lo puede producir el Espíritu
de Dios obrando en nosotros y dándonos vida nueva.
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