3: EXPIACIÓN LIMITADA
I.
EL
PROBLEMA
¿Por
quién fue que Cristo quiso morir? ¿Por los pecados de quién pagó Cristo de
hecho? ¿A quién reconcilió Cristo con Dios? ¿A quién sustituyó Cristo? ¿Cuál
fue su intención, su propósito al morir? ¿Salvarlos a todos o sólo a los que
Dios eligió? Durante mucho tiempo los cristianos ortodoxos han respondido a
estas preguntas de dos formas diferentes. El arminiano ha dicho, “Cristo murió
por todos”, en tanto que el calvinista ha dicho, “Cristo murió solo por el
creyente.” El arminiano ha enseñado la expiación universal; en tanto que el
calvinista ha enseñado la expiación limitada. El arminiano dice que Cristo
murió por todo el mundo, incluyendo a Esaú y Judas. Dicen que Cristo pagó por
los pecados aun de los réprobos, aquellos que conscientemente rechazan a Jesús,
aquellos que van al infierno. Hacen una distinción entre lo que Cristo hizo
(morir por todos) y lo que Cristo consiguió (no todos se salvan). Para ellos la
expiación es como un obsequio universal; hay un regalo para todos, pero sólo
algunos tomaran posesión del regalo. Cristo no sólo derramó su sangre, también
la esparció. Quiso salvar a todos, pero sólo algunos se salvarán. Por
consiguiente, parte de su sangre se ha perdido: se ha desparramado.
Se
puede encontrar una ilustración de la posición arminiana en el caso de un
americano que fue condenado a muerte hace más de 100 años. Antes de que lo
colgaran, sin embargo, el presidente Andrés Jackson le concedió el perdón. Pero
el hombre se negó e incluso apeló a la Corte Suprema, la cual sostuvo su
derecho de negarse a recibir el perdón. La Corte declaró que el Presidente
puede otorgar el perdón, pero que el perdón nunca se puede imponer a una
persona; se puede rechazar. En forma semejante, el arminiano dice, Dios puede
ofrecer el perdón al hombre sobre la base de la muerte de Cristo, pero el
pecador acepta o puede rechazarlo. Sin embargo cualquiera que rechace el perdón
tanto de Dios como de un Presidente es necio. Para robustecer su posición, el
arminiano recurre a pasajes como 1Juan 2.2 (“Él es la
propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino
también por los de todo el mundo”), 2 Corintios 5.14 (“porque el amor de Cristo no constriñe, pensando esto: que uno
murió por todos”) y Juan 4.42 (“verdaderamente
éste es el Salvador del mundo”). El calvinista, por otro lado, dice que
Cristo murió sólo por el creyente, por el elegido, sólo por los que de hecho se
salvarán e irán al cielo. Según el calvinista, Cristo quiso o se propuso que su
expiación pagara por los pecados sólo de aquellos que el Padre le había dado (Juan.6.37-40
Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí
viene, no le echo fuera. 38 Porque he
descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me
envió. 39 Y esta es la voluntad del
Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino
que lo resucite en el día postrero. 40 Y
esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y
cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero).
Dice que si Cristo de hecho llevo el castigo de los pecados de todos entonces
se salvan. Pero esta conclusión obviamente no es aceptable. Hay personas que
van al infierno. El calvinista recurre a los pasajes que afirman que Cristo
murió, no por todos, sino por su “pueblo” (Mateo. 1.21 Y
dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su
pueblo de sus pecados.), sus “ovejas” (Juan. 10.15 así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo
mi vida por las ovejas. 10.26 pero vosotros
no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho.), “la iglesia” (Hechos. 20.28 Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el
Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor,
la cual él ganó por su propia sangre. ), y “la esposa” (Efesios 5.25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la
iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,). Cuando el calvinista emplea
el término limitada, no quiere decir que la expiación sea limitada en su
poder para salvar. Por el contrario, cree que la expiación de Cristo es
ilimitada en cuanto a poder, que Cristo salva en forma completa, y que la
expiación tiene un valor infinito. Pero si cree que la expiación ilimitada
de Cristo es limitada en su fin, que Cristo quiso quitar, y de hecho quitó la
culpa de los pecados de un número limitado de personas a saber, aquellos a
quienes Dios ha amado con un amor especial desde la eternidad. La
expiación, de valor limitado, se limita a ciertas personas. Es una expiación
limitada. Como la expresión expiación limitada puede confundir a las personas,
algunos han preferido el término definido o particular. Estos últimos términos
subrayan los objetos de la expiación, que es ilimitada en cuanto a su poder, se
limita a un número definido y particular de personas a saber, los creyentes. No
importa cual término se emplee, limitada, definida o particular, si se tienen
bien claras estas distinciones.
II.
LA
RESPUESTA BÍBLICA
Antes
de pasar a la información bíblica básica, obsérvense dos pasajes que tratan de
la expiación limitada: Juan 10.15 (así como el Padre me
conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.) Y
Efesios 5.25 (Maridos, amad a vuestras mujeres, así
como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,) En Juan
Jesús emplea la ilustración del pastor y su rebaño. Dice de sí mismo que es Pastor
y que tiene un rebaño de ovejas. Conoce a las ovejas y ellas lo conocen a Él.
Escuchan su voz y lo siguen, y él les da vida eterna a fin de que no perezcan.
Estas ovejas son los verdaderos creyentes. Ahora bien, Jesús dice que da su
vida por estas ovejas y no por todo el mundo: “El buen
pastor su vida da por las ovejas” (Juan10.11). Y en 10.15 dice de nuevo,
“pongo mi vida por las ovejas”. Esto es
expiación limitada. Entrega la vida por sus ovejas, y sólo por sus ovejas. En
10.26 dice a aquellos que no creen en Él que son ovejas suyas. “pero vosotros no creéis,” dice a los judíos
incrédulos, “porque no sois de mis ovejas.” En
otras palabras, no estaban incluidos en su rebaño, por lo cual, como había
dicho antes, dará la vida. Esto es expiación limitada. En Efesios 5.25-27 Pablo
amonesta a los esposos de la iglesia de Efeso a que amen a sus esposas “así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por
ella”. Es la iglesia, no el mundo, por quien Cristo se entregó a sí
mismo. Además, se entregó a sí mismo para ella “para santificarla, habiéndola
purificado.”Hay una unidad inseparable entre la muerte de Cristo por la iglesia
y su acción santificadora y purificadora de la misma. Cristo purifica y
santifica a aquellos por quienes murió. Como el mundo no está santificado, ni
purificado, es obvio que Cristo no murió por él. Además, si el punto de vista
arminiano fuera correcto, es decir si Cristo amó a “todo” el mundo por igual y
se entregó a sí mismo por el mundo, entonces el paralelismo entre la esposa del
marido y la esposa de Cristo caería por su base. Porque entonces la
amonestación sería que el marido debe amar a otra que no es su esposa y
entregarse por ella, del mismo modo que Cristo se entregó a sí mismo no sólo
por la iglesia su esposa, sino también por los que están fuera de ella. Pero
sería contradictorio a la Biblia, que enseña que el hombre debe tener una sola
esposa. Ahora examinemos la base bíblica de la expiación limitada desde el
punto de vista del Padre, del Hijo y del Espíritu santo, y veamos la unidad y
armonía de su propósito y acción.
A.
LA ELECCIÓN DEL PADRE
Si el arminiano tiene razón en su negativa de
la elección; sí Dios no predestinó a algunos para la vida eterna, sino que los
postdestinó; si Dios no ha amado a algunos con un amor particular desde la
eternidad; si Dios no decidió desde la eternidad salvar a su pueblo entonces no
hay expiación limitada sino universal. Ambas cosas son inseparables: el amor
indefinido y la expiación indefinida, el amor universal y la expiación
universal, el amor indiscriminado y la expiación indiscriminada, y la elección
ilimitada (Dios elige a todos) y la expiación es ilimitada. Si Dios no ha amado
a ciertas personas con un amor particular, entonces el arminano tiene razón:
Dios no envió a su Hijo para que muriera por ciertas personas solamente. Si
Dios ha amado a todos por igual, entonces Dios de hecho ha enviado a su Hijo
para que muriera, por todos por igual. El arminiano tiene razón al observar que
el amor del Padre y la expiación del hijo van juntos, que las mismas personas
son el objeto del amor de Dios y de la expiación, que hay concordancia entre el
amor del Padre y la muerte del Hijo. Los objetos de ambos son los mismos. El
arminiano y el calvinista están de acuerdo a este respecto. Pero la Biblia
enseña repetidamente que Dios no ama a todos con el mismo amor. “A vosotros solamente he conocido de todas de todas las
familias de la tierra” (Amos 3.2); “A los que
antes conoció, también los predestinó” (Romanos 8.29); “A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí” (Romanos 9.13).
La
expresión “Amado de Dios” no se aplica al mundo, sino solo a los santos de Roma
(Romanos 1.7 a todos los que estáis en Roma, amados
de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro
Padre y del Señor Jesucristo.), de Colosal (Colosenses 3.12 Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y
amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre,
de paciencia;) y de Tesalónica (1 Tesalonicenses 1.4 Porque conocemos, hermanos amados de Dios, vuestra
elección; 2 Tesalonicenses 2.13 Pero nosotros
debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el
Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación,
mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad,), y a
los destinatarios cristianos de la carta de Judas (1 Judas,
siervo de Jesucristo, y hermano de Jacobo, a los llamados, santificados en
Dios Padre, y guardados en Jesucristo:)
Como
los objetos del amor del Padre son particulares, definidos y limitados, también
lo son los de la muerte de Cristo. Como Dios ha amado a algunos y no a todos,
como ha decidido en forma soberana e inmutable que éstos en concreto se salvaran,
envió a su Hijo para que muriera por ellos, para que los salvara, no para que
se salvara a todo el mundo. Como es una elección definida, la expiación es
definida. Como es una elección limitada, la expiación es limitada. Como es una
elección particular, la expiación es particular. El amor de elección de Dios y
la expiación de Cristo van juntos y tiene como meta las mismas personas. Hay
unidad entre el Padre y el Hijo. Fue porque Dios amó tanto al mundo de los
pecadores elegidos que envió a su hijo unigénito para que el mundo se salvara
por medio de él (Juan. 3.16-17 Porque de tal manera amó
Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él
cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. 17
Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino
para que el mundo sea salvo por él.) En este pasaje la palabra “mundo”
no quiere decir todas y cada una de las personas, tanto los réprobos como los
elegidos, sino el mundo entero en el sentido de personas de todas las tribus y
naciones, no solo judíos. Como el Padre había dado algunos a Jesús, Jesús vino
a la tierra para morir por ellos (Juan. 6.37-40 Todo lo
que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. 38 Porque he descendido del cielo, no para hacer
mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. 39 Y esta es la voluntad del Padre, el que me
envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en
el día postrero. 40 Y esta es la
voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él,
tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.). Jesús tuvo
una meta definida y precisa, que coincidió con el propósito del Padre. Su
propósito no fue morir en forma imprecisa por toda la gente del mundo, sino
que, como dijo, “todo lo que el Padre me da, vendrá
a mí” (v.37). La voluntad del decreto del Padre fue no que todos se
salvaran sino que Jesús no perdiera a ninguno de los que el Padre le había
dado (v. 39). Jesús murió sólo por este propósito (v. 38).
1
Juan 4.10 (En esto consiste el amor: no en que nosotros
hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en
propiciación por nuestros pecados.) enseña también en forma clara la
relación inseparable entre el amor de Dios y la expiación de Cristo, porque
dice que Dios “Nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por
nuestros pecados.” El objeto del amor de Dios es el mismo objeto de la propiciación
de Cristo. El “nosotros” se refiere no al mundo sino a aquellos cuyos
pecados son perdonados (2.12 Os escribo a vosotros,
hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre. )
que han vencido al maligno (2.13 Os escribo a vosotros,
padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os escribo a vosotros,
jóvenes, porque habéis vencido al maligno. Os escribo a vosotros, hijitos,
porque habéis conocido al Padre. ) y que son hijos de Dios (3. 1, 2 Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos
llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a
él. 2 Amados, ahora somos hijos de Dios,
y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se
manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.). En
otras palabras, Cristo murió sólo por los hijos de Dios: aquellos a quienes
Dios amó con amor especial. Pablo también identifica a aquellos por quienes
Cristo murió con aquellos a quienes Dios ama, cuando escribe: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aun
pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5.8). El objeto del amor
de Dios (“nosotros”) es el mismo que aquellos por quienes Cristo murió
(“nosotros ). Debido al amor especifico de Dios por “nosotros” los santos (Romanos
1.7 a todos los que estáis en Roma, amados de Dios,
llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del
Señor Jesucristo.) y los justificados (Romanos 5.1 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por
medio de nuestro Señor Jesucristo; ) Cristo murió por los mismos. Quizá
el más convincente de todos los pasajes para mostrar la relación íntima y
necesaria entre elección limitada y expiación limitada es Romanos 8. 32 (El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó
por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?). Este
versículo es tanto más sorprendente porque es un pasaje al que recurren
constantemente los que defienden la expiación ilimitada. Dice así: “El que no
escatimó ni a su propio hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿Cómo no
nos dará también con él todas las cosas? A primera vista, puede parecer que
Pablo enseña claramente que Cristo murió por todos. Pero una reflexión más
madura lleva a la conclusión clara de que es imposible que sea así. El
“todos” del versículo 32 se refiere a todos los elegidos, y no todos los que
viven en el mundo entero. La razón de esto es que el pasaje entero de
Romanos 8 desde el versículo 28 hasta el final del capítulo trata sólo de los
cristianos. Todo lo que antecede y sigue de inmediato al versículo 28 hasta el
final del capítulo trata sólo de los cristianos. Todo lo que antecede y sigue
de inmediato al versículo 32 se refiere sólo al pueblo especial de Dios. Todas
las cosas no contribuyen al bien de todo el mundo, sino sólo de aquellos que
aman a Dios y que han sido llamados conforme a su propósito electivo (v. 28).
Las promesas de Dios son sólo para aquellos a quienes él ha conocido de
antemano y ha predestinado y glorificado (v. 29-30). De éstos es de quien Pablo
dice “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a
su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿Cómo no nos dará con él
todas las cosas?” (v. 32). El “todos nosotros”, por quienes Cristo murió son
aquellos cristianos que Pablo acaba de mencionar. Luego en la frase que sigue
inmediatamente, Pablo continúa hablando sólo de los elegidos: “Quién acusará a
los escogidos de Dios?” La idea es: nadie puede, porque Cristo murió por ellos.
¿Ven la conexión íntima entre los elegidos y aquellos por quienes Cristo murió?
Son los mismos. Todo lo que procede y sigue al “todos nosotros” del versículo
32 está restringido a los elegidos, a los que Dios ama. Por consiguiente este
versículo, en lugar de apoyar una expiación universal, apoya precisamente lo
opuesto: limita el “todos nosotros” a aquellos que aman a Dios. Esta es
expiación limitada. Y precisamente es esta expiación limitada la que
proporciona tanto consuelo en tiempos de prueba. Porque Pablo arguye (v. 32)
que si Dios dio lo más grande del mundo por su pueblo es decir, si Dios
sacrificó a su hijo Jesús por nosotros los creyentes entonces dios dará también
todo lo que sea para nuestro bien. Así pues, no tienen por qué preocuparse, los
de poca fe, los que temen tanto el mañana. Recordemos, que si Dios sacrificó a
Cristo por nosotros, entonces todas las demás cosas que son buenas son
pequeñeces. Y Dios nos las dará. Demos gracias a Dios Padre no sólo por su amor
eterno de elección, sino también por el Hijo que murió por nosotros.
Para
resumir esta sección, la Biblia enseña que el propósito de la predestinación
del Padre y de la expiación del Hijo es el mismo: La salvación de un número
limitado de personas, de los elegidos de Dios. En otras palabras, la
expiación limitada se basa en la elección incondicional.
B: LA
EXPIACIÓN DEL HIJO
Para responder a la pregunta: ¿Por quién murió
Cristo?, es necesario definir la palabra morir. ¿Qué quiere decir morir?
¿Exactamente qué es los que Jesús hizo cuando murió? Éste es el meollo de la
pregunta. La Biblia define la muerte de Jesús por lo menos cuatro maneras
diferentes. Cuando Cristo murió:
(1) Se
sacrificó en forma vicaria por los pecados (1ªCorintios 15; 3 Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados,
conforme a las Escrituras)
(2) Propició,
es decir; aplacó la ira justa de Dios (Romanos 3.25 a
quien Dios puso como propiciación por
medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber
pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,, 1 Juan. 2.2 Y él (Jesúcristo) es la propiciación por nuestros pecados;
y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo; 4.10
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos
amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.)
(3) Reconcilió
a su pueblo con Dios, es decir, eliminó la enemistad entre ellos y Dios (Romanos
5.10 Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más,
estando reconciliados, seremos salvos por su vida; 2 Corintios 5.20 Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios
rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.);
Y
(4) los redimió de la maldición de la
ley (Gálatas 3:13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito
todo el que es colgado en un madero).
La
pregunta a la que hay que contestar en forma precisa es ésta: ¿Se sacrificó o
no? ¿Se sacrificó Cristo en realidad en forma vicaria por los pecados o no? Si
lo hizo, entonces no fue por todo el mundo, porque entonces todo el mundo se
salvaría. ¿Redimió Cristo en verdad, no en forma teórica, sobre el papel, sino
en realidad a Judas de la maldición de la ley, haciéndose de hecho maldición
por Judas (Gálatas 3.13), de manera que éste ya no esté bajo la maldición de la
ley? Desde luego no. Pablo dice que Cristo se hizo maldición por nosotros, es
decir, por Pablo y por los gálatas creyentes. Como Judas no quiso creer en
Cristo, está en el infierno bajo la maldición de la ley. Cristo no murió por
él. ¿Reconcilió Cristo de verdad, a Esaú con el Padre, por medio de su muerte
(Romanos 5.10 Porque si siendo enemigos, fuimos
reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando
reconciliados, seremos salvos por su vida.), o no? ¿Quitó de hecho, con
su muerte vicaria, la enemistad que existía entre Dios y Esaú de manera que
ésta ya no se da? Es lo uno o lo otro. Si Cristo reconcilió a Esaú, si Cristo
se hizo maldición por Judas, si de hecho soportó los tormentos por todo el
mundo, en otras palabras, si murió por todo el mundo, en otras palabras, si
murió por todos, entonces nadie está perdido. Todos han sido reconciliados y
redimidos. Pero decir que todos los hombres están redimidos es
contradictorio con lo que afirma la Biblia. Así pues la naturaleza de la
expiación, ¿Qué hizo de hecho Cristo? Gira alrededor de la pregunta: ¿por quién
murió Cristo? El sustantivo (expiación) define su adjetivo (limitada). Si la
expiación en realidad no salva, si no quita de verdad la maldición de Dios
sobre el pueblo, si no redime de hecho, entonces sí puede ser para todos,
incluso para los que están en el infierno. Pero si la muerte de Jesús es lo que
la Biblia dice que es, sacrificio vicario por los pecados, redención verdadera
y no hipotética, mediante la cual el pecador queda realmente reconciliado con
Dios, entonces, obviamente, no puede ser por todos los hombres, porque entonces
todos se salvarían, y lo cierto es que no es así. Una de las dos cosas es
verdadera: o la expiación es limitada en su alcance o es limitada en su
naturaleza o poder. No puede ser ilimitada en ambos sentidos. Si es ilimitada
en su alcance, es decir, si Cristo murió por todos y cada uno, como pretende el
arminiano, entonces no puede ser ilimitada en su naturaleza, en su poder,
porque entonces todos se salvarían. Como el arminiano cree en una expiación que
es ilimitada en su alcance, necesariamente ésta es una expiación vaga,
indefinida, pobre, que no salva de hecho a nadie. Si, por otra parte, la
expiación es ilimitada en cuanto a su eficacia y a su poder salvador, como la
Biblia lo indica, entonces debe ser limitada en su alcance. A no ser que
alguien crea en el universalismo, que todos se salvaran, la expiación no puede
ser ilimitada tanto en su naturaleza como en su alcance. Por consiguiente, es bíblico
hablar de una expiación ilimitada (en cuanto a su naturaleza y su poder) y limitada (en
cuanto a su alcance). O, una expiación particular definida e
ilimitada.
Cuando
se cae en la cuenta de que la expiación es real y no ficticia, que de hecho, y
no en forma imaginaria, quitó la culpa del pecado, entonces es posible ver el
error que hay en la ilustración del prisionero condenado a muerte pero quien
fue perdonado por el presidente Jackson. La razón de que el ejemplo falle y de
que el hombre pudiera rehusar el perdón fue porque éste no tenía base objetiva.
Si otro hombre hubiera sido colgado en lugar de él, si otro hubiera pagado la
deuda, entonces el estado no hubiera podido exigir dos castigos por el mismo
delito. Pero en ese caso no hubo sustituto. En el caso de la expiación, por el
contrario no se trata de un simple perdón ficticio, sin sustituto real; porque Cristo efectivamente murió en lugar
de los pecadores. Se sacrificó de hecho por los pecados. Dios castigó a
Cristo en lugar de castigar a sus amados. Pero nadie actuó como sustituto en el
perdón otorgado al hombre condenado del ejemplo anterior. Si hubiera aceptado
el perdón, entonces se hubiera pasado por alto las exigencias estrictas y
justas de la ley. Pero esto no puede suceder en la ley divina. Alguien tiene
que morir para pagar por los pecados cometidos: o la persona misma o Cristo.
C: LA MORADA DEL ESPÍRITU
2 Corintios 5.14-15 nos dice “El amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno
murió por todos, luego todos murieron, y por todos murió, para que los que
viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucito por ellos”
He aquí otro ejemplo sorprendente de como un texto puede a primera vista dar la
impresión de que refrenda la teoría universalista de la expiación, cuando en
realidad hace lo contrario. A menudo se recurre a la expresión de Pablo “uno
murió, por todos” como prueba de la expiación ilimitada de que Cristo murió por
todos y cada uno de los que han vivido o vivirán. Pero el estudio cuidadoso del
pasaje revela que Pablo enseña lo contrario. Adviértase sobre todo el “luego”.
Pablo escribe que “uno murió por todos, luego todos murieron”. Debido a la
muerte de Cristo, dice Pablo, todos murieron. Hay una conexión inseparable
entre la muerte de Cristo y la muerte de todos. El luego” exige una relación
causal. De ahí que, el “todos murieron” no se pueda referir a la muerte natural
de todos los hombres, porque la muerte de Cristo no es la causa de la muerte
física del hombre. El “todos murieron” se refiere a la muerte espiritual del
creyente. Es la misma clase de muerte de Romanos 6, donde Pablo dice que los cristianos son bautizados en la muerte de Cristo y
unidos a la misma. Han muerto al pecado debido a la acción del espíritu Santo
en su corazón. Ahora bien, es obvio que no todos han muerto en este
sentido. Muchos siguen viviendo en el pecado, no han muerto al pecado. Por
consiguiente, Cristo no pudo haber muerto por ellos. Porque hay una relación
indestructible entre la muerte de Cristo y aquellos por quienes murió: “Murió
por todos. Luego, todos murieron.” Obviamente, el Todos en ambos casos significa todos los creyentes no
todo el mundo, tanto réprobos como elegidos. Porque los réprobos nunca murieron
al pecado. Además, Pablo advierte también, de acuerdo con Romanos 6, que si los
cristianos están muertos al pecado, entonces están vivos en Cristo. Si están
sepultados espiritualmente con Cristo, resucitarán espiritualmente con él.
(Si bien Pablo no lo afirma en forma explícita en este pasaje, sabemos por el
resto de la Biblia que esto es posible sólo gracias a la acción del Espíritu
santo.) Entonces da un paso más y arguye que el amor de Cristo hacia los
cristianos debería constreñirlos a vivir vidas santas, todo por amor de “aquel
que murió y resucitó por ellos”. En otras palabras, hay una cadena inexorable
de sucesos en 2 Corintios 5.14- 15 Porque el amor de
Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos
murieron; 15 y por todos murió, para que
los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por
ellos. : (a) Cristo murió por
todos los creyentes; por consiguiente, (b) todos los creyentes mueren espiritualmente en Cristo, y (c) todos ellos resucitaran de nuevo
espiritualmente en Cristo. Si se firma el punto (a), deben seguirle el
(b) y (c). Por consiguiente en este pasaje no se menciona al mundo, al
incrédulo, sino sólo a aquellos que murieron al pecado, resucitaron
espiritualmente en Cristo y viven por él. Así pues el “todos” de uno murió por todos” se refiere a todos
los cristianos. Ésta es expiación limitada. Éste es, pues, el gran plan de la redención. Dios no amó en
forma vaga a todos los hombres, sin elegirlos soberanamente. Y por tanto
tampoco Cristo murió en forma indeterminada por todos los hombres, eliminando
su pecado hipotéticamente esto es, no verdaderamente. Y el Espíritu Santo no
aplicó en forma insulsa la muerte de Cristo a todos y dejó en sus manos, en
último término, el salvarse o no salvarse. Antes bien, la Biblia enseña la
acción unida de las tres Personas de la Trinidad: entre la elección del Padre,
La expiación del Hijo, y la morada del Espíritu Santo. Debido a que el Padre ha
amado algunos desde la eternidad (Romanos 8.29 Porque a
los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes
a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos),
envió a su Hijo para que muriera por ellos. Lleno de amor, el Hijo no perdió a
ninguno de los que el padre le dio (Juan. 6.39 Y esta
es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no
pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.), si no que
llevó sobre sí la maldición por sus ovejas, por su pueblo, por su iglesia, por
su esposa. Lo salvó en verdad, lo redimió y lo reconcilió con el Padre. Luego,
el Espíritu Santo vino al pueblo al que el Padre había escogido y por quien el
Hijo había muerto y lo hizo morir al pecado y vivir espiritualmente, es decir,
nacer de nuevo. Coincide pues el propósito del Padre del Hijo y del Espíritu Santo.
Los tres buscan el mismo propósito y lo consiguen: La salvación de aquellos a quienes el Padre ha amado con amor
especial.
III.
OBJECIONES
Desde
hace siglos se han suscitado ciertas objeciones en contra de la doctrina
bíblica de la expiación limitada. Puede ser útil examinar por lo menos tres de
ellas.
A.
EL OFRECIMIENTO LIBRE DEL EVANGELIO
Algunos dicen si Cristo no quitó los pecados
de todos, si el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no quisieron salvar a todos
entonces ¿Cómo es posible decir, como lo hace el calvinista, que Dios
sinceramente ofrece salvación a todos, incluyendo a aquellos que no ha
predestinado para ser salvos? Nos hallamos frente a un misterio fundamental.
Por una parte, la Biblia enseña que Dios tiene la intención que se salven sólo
algunos. Por otra parte, la Biblia afirma, en forma inequívoca, que Dios ofrece
libre y sinceramente la salvación a todos. Ezequiel dice, por ejemplo, “Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte
del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos,
volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel? (
Ezequiel 33.11). Isaías dice, “A todos los sedientos:
venid a las aguas, y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed” (Isaías
55.1). En otro pasaje dice, “Mirad a mí, y sed salvos,
todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más.”,
todos los términos de la tierra” (45.22). Jesús dice, “Venid
a mí todos los estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo
11.28). Más adelante exclama: “¡Jerusalén, Jerusalén,
que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¿Cuántas veces
quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las
alas y no quisiste!” (Mateo. 23.37). Pedro escribe con claridad
inconfundible que el Señor es “paciente para con
nosotros, no queriendo, que ninguno perezca, sino que todos procedan al
arrepentimiento” (2 Pedro 3.9).
(Algunos han tratado de defender la
elección y acción soberana del Espíritu Santo, negando al mismo tiempo la
expiación limitada. Esta teoría produce un desacuerdo no bíblico entre la
acción del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Describe al Padre como a quien
ama a todos los hombres por igual, al Hijo como a quien muere por todos los
hombres por igual, pero al Espíritu Santo como a quien actúa irresistiblemente
sólo en los corazones de algunas personas. Es mucho mejor ceñirse a los datos
bíblicos que señalan una verdadera unión entre todas las personas de la
trinidad en cuanto a la consecución de su único propósito: el cumplimiento de
la elección del Padre. Se puede encontrar una excelente presentación bíblica de
este problema, al igual que toda la enseñanza de la expiación limitada, en el
informe de las Actas del sínodo de la Iglesia Cristiana Reformada de 1967. No
se trata de un estudio abstracto sino de un análisis nacido de una situación
práctica)
Finalmente,
en Apocalipsis 22.17 leemos esta invitación universal: “ Y el Espíritu y la esposa dicen: Ven y el que oye, diga: Ven
y el que tiene sed, venga: y el que quiera, tome del agua de la vida
gratuitamente.” ¿Cómo es posible reconciliar estas dos series de
afirmaciones: por una parte, Dios tiene la intención de salvar sólo a algunos;
y, por otra, Dios ofrece sinceramente la salvación a todos’ ¿Acaso no prueban
todos los pasajes que se acaban de citar que Cristo sí murió por todos? Porque
si ofrece sinceramente la salvación a todos, debe haber hecho provisión para
que estos se salven. De nuevo nos encontramos ante el problema fundamental de
Dios. Sus caminos son más excelsos que los nuestros. Al hombre le parece
imposible reconciliar ambas verdades. Parecen contradecirse mutuamente. Sin
embargo, La Biblia es la palabra infalible de Dios y no puede errar. Ya que
ambas series de verdades están en la Biblia, deben aceptarse; y el hombre debe
resignarse al hecho de que no puede entender a Dios y sus caminos. Debe ser
suficientemente humilde para reconocer que la criatura no puede comprender los
pensamientos de Dios. Debe simplemente preguntarse: ¿hizo Dios estas dos
afirmaciones que parecen contradictorias? Si encuentra ambas en la Biblia, como
lo hace el calvinista, debe entonces aceptarlas. No debe decir que aceptara lo
que su mente finita pueda entender. Porque entonces, automáticamente, excluye
la posibilidad de Dios, porque Dios es infinitamente mayor que su mente y es
incomprensible.
A.
PASAJE UNIVERSALISTAS
A veces se objeta en contra de la expiación
limitada basándose en el hecho de que la Biblia explícitamente dice en varios
pasajes que Cristo es la propiciación por los pecados de todo el mundo (1 Juan.
2.2 Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no
solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo), que
es el Salvador del mundo (Juan. 4.42 y decían a la
mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído,
y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.),
que quita el pecado del mundo (Juan. 1.29 El siguiente
día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita
el pecado del mundo), que “murió por todos” (2 Corintios 5. 14-15 Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si
uno murió por todos, luego todos murieron; 15
y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino
para aquel que murió y resucitó por ellos.), y se entregó como rescate
por todos (1 Timoteo 2.6 el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se
dio testimonio a su debido tiempo.). Si murió por todos, razonan,
entonces no murió solo por unos cuantos. La respuesta a esta objeción es que a
menudo la Biblia emplea las palabras mundo o todos en un sentido
restringido, limitado. Deben interpretarse siempre en su contexto y a la
luz del resto de la Biblia. Es lo que debemos hacer en cualquier tipo de
lectura.
Por
ejemplo, si un periódico informara que se ha hundido un barco, pero que todos
fueron rescatados, es obvio que significa que todos los que estaban en el barco
fueron rescatados y no todos los que estaban en el mundo. Lo mismo ocurre en la
Biblia. Cuando Lucas informa que Cesar mandó que “todo el mundo” se empadronara
y que “iban todos para ser empadronados, cada uno en su ciudad” (Lucas 2. 1, 3)
es evidente que todos no son todos. Porque los japoneses, los chinos
y los anglosajones no se empadronaron. Cuando Pablo afirma dos veces que
“todo me es lícito” (1 Corintios 6.12 Todas las cosas
me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo
no me dejaré dominar de ninguna.; 10.23 Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito,
pero no todo edifica.), es obvio, por el resto de sus escritos, que no
todo le era lícito. No le era lícito pecar: Cuando Jesús dice: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí
mismo” (Juan. 12.32), es evidente que todos, no son todos. Porque
millones de paganos ni siquiera han oído hablar de Jesús, y mucho menos han
sido atraídos por Él. Y muchos otros millones que han oído hablar de Jesús
en vez de haber sido atraídos hacia Él, se han sentido repelidos ante el simple
pensamiento acerca de Él. Jesús puede haber querido decir una de dos cosas:
todos los elegidos serán atraídos a Él, o todos los hombres, tanto gentiles
como judíos, tanto hotentotes como suecos, serán atraídos hacia Él, todos no
son todos. En forma semejante, en 1 Corintios 15.22 Pablo escribe en términos
al parecer universalistas cuando dice “Porque así como en
Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.” Aunque es
evidente que todos los que viven en el mundo murieron en Adán (Romanos 5.12 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y
por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto
todos pecaron.), es igualmente evidente que todos no han muerto en
Cristo. Hay muchos que no han sido crucificados en Cristo. Lo odian. A la luz de tantos
pasajes (y se podrían citar más) en los que todos no significa todos en el
sentido de cada uno de los individuos que viven, es imposible recurrir, en
forma simplista, a estos pasajes universalistas para probar que Cristo murió
por todos. Se debe estudiar cuidadosamente el contexto. Cuando lo hicimos en el
caso de Romanos 8.32 y 2 Corintios 5.14-15, resultó claro por el contexto
que Pablo afirmaba que Cristo murió por todos los elegidos. En otros
lugares las palabras mundo y todos se refiere simplemente a todos los
creyentes, a toda la iglesia, y al mundo más allá de Israel. En 1 Juan 2.2, por
ejemplo, leemos que Cristo “es la propiciación por
nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo
el mundo.” Esto significa que Cristo murió por los pecados no sólo de
los judíos, sino también de los holandeses, italianos y suecos, de hecho, por
todo el mundo. No significa por todos y cada uno de los judíos, holandeses,
italianos y suecos.
B.
OBSTÁCULO
AL EVANGELISMO
Algunos arguyen que si el evangelista no puede
decir a su auditorio, “Cristo murió por vosotros,” quedará afectada, en forma
considerable, su eficacia en la evangelización. La respuesta a tal argumento es
que si hubiera que elegir, es mejor decir la verdad, y no ganar tantos
“conversos”, que conquistar a muchos con falsedades. El fin no justifica medios
ilegítimos. Si la Biblia dice que Cristo murió por los elegidos, entonces el
evangelista no puede representar el papel deDios afirmando que sabe que todos
los que componen el auditorio son elegidos y por consiguiente, que Cristo murió
por ellos. No lo sabe y no debería decirlo. Pero también debería advertirse que
la eficacia del evangelismo no depende de la afirmación bíblica “Cristo murió por
vosotros”.
No
se encuentra una afirmación de este tipo en George Whitefield o Charles
Spurgeon, por ejemplo, y sin embargo tuvieron un éxito evangelístico fenomenal.
Es digno de mención que en ningún pasaje de la Biblia se encuentra una
expresión semejante. Es suficiente decir a la persona inconversa: “Cristo
murió por el pecado. Se entregó por los pecadores como usted y yo. Si desea
salvarse, crea en él. Es su responsabilidad, y Dios le ofrece libremente la
salvación por medio de Jesús. Crea.” Una afirmación
así es bíblica y muy eficaz. El gran predicador Charles Spurgeon es un ejemplo
excelente de la eficacia que puede tener un predicador que no suaviza las
enseñanzas bíblicas del calvinismo. Además, la expiación limitada en lugar de
ser obstáculo para el evangelismo, es un gran estímulo para el mismo. Porque si
creemos con la Biblia que por naturaleza todos están condenados, y que sin
embargo Dios tiene un pueblo en todas las naciones, en todas las tribus, y en
todas las comunidades, y que Cristo ha quitado los pecados de este pueblo,
entonces es muy estimulante predicar el evangelio. No es un caso perdido
después de todo. Habrá éxito. Lo que
debemos hacer para cumplir con nuestro deber es hablarles a los demás de Cristo.
Y como la expiación de Cristo ha quitado de hecho los pecados de los elegidos,
habrá respuesta infalible por parte de ellos. Gente de todas las tribus y
lenguas creerán, porque murió por ellos.
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