¿Cuál es el mensaje del evangelio? ¿Cómo surte efecto?
I.
EXPLICACIÓN Y
BASE BÍBLICA
Cuando Pablo habla de la manera en que Dios trae
salvación a nuestra vida dice: «Y a los que predestinó,
a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los
que justificó, a éstos también glorificó.» (Romanos 8:30).
Aquí Pablo señala un orden definido en que nos
vienen las bendiciones de la salvación. Aunque hace mucho, antes de que el
mundo fuese hecho, Dios nos «predestinó» para que fuéramos sus hijos y
fuéramos conformados a imagen de su Hijo, Pablo apunta al hecho de que en la
realización de ese propósito en cuanto a nuestra vida Dios nos «llamó».
Luego menciona de inmediato la justificación y la
glorificación, y muestra que estas vienen después del llamamiento. Pablo indica
que hay un orden definido en el propósito salvador de Dios (aunque aquí no menciona
todos los aspectos de nuestra salvación). Así que empezaremos nuestro estudio de
las diferentes partes de nuestra experiencia de salvación con el tema del
llamamiento.
A. Llamamiento efectivo
Cuando Pablo dice: « Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a
éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.» (Romanos 8:30), indica que ese llamamiento lo hace Dios. Es específicamente un acto de
Dios el Padre, porque es él quien predestina a las personas « Porque a los que antes conoció, también
los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo,
para que él sea el primogénito entre muchos hermanos» (Romanos 8:29).
Otros versículos describen más completamente qué es
este llamamiento. Cuando Dios llama a las personas de esta manera poderosa, las
llama « Mas vosotros
sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios,
para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su
luz admirable; » (1 Pedro 2:9), las
llama « Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados
a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor. » (1 Corintiod 1:9; Hechos 2:39 Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y
para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.)
y «los llama a su reino y a su gloria» (1 Tesalonicenses 2:12 y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os
llamó a su reino y gloria.; 1 Pedro 5:10 Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a
su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de
tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.; 2 Pedro
1:3 Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a
la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de
aquel que nos llamó por su gloria y excelencia,).
Los que han sido llamados por Dios le pertenecen a
Jesucristo (Romanos 1:6 entre las cuales estáis también
vosotros, llamados a ser de Jesucristo;). Son llamados «a ser
santos» (Romanos 1:7 a todos los que estáis en Roma, amados
de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro
Padre y del Señor Jesucristo.; 1 Corintios 1:2 a
la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados
a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de
nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro) y han entrado a un
reino de paz (1 Corintios 7:15 Pero si el incrédulo se
separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en
semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios.; Colosenses 3:15 Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que
asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos),
libertad (Gálatas 5:13 Porque vosotros, hermanos, a
libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión
para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros), esperanza
(Efesios 1:18 alumbrando
los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a
que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en
los santos,; 4:4 un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados
en una misma esperanza de vuestra vocación;), santidad (1 Tesalonicenses
4:7 Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a
santificación), con paciencia soportan el sufrimiento (1 Pedro 2:20-21 Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo
soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es
aprobado delante de Dios. 21 Pues para
esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros,
dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; 3:9 no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino
por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que
heredaseis bendición) y tienen vida eterna (1 Timoteo 6:12 Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna,
a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión
delante de muchos testigos.).
Estos versículos indican que no se tiene en mente un
simple llamamiento humano e impotente. Este llamado es más bien algo así como
una «citación» del Rey del universo, y tiene tal poder que obtiene la respuesta
que pide que brote del corazón de esas personas. Es un acto de Dios que
garantiza una respuesta positiva, porque Pablo especifica en Romanos 8:30 que
todos los que fueron «llamados» también fueron «justificados».
Este llamamiento tiene la facultad de sacarnos del reino de las tinieblas y
llevarnos al reino de Dios, y unirnos a él en plena comunión: «Fiel es Dios, quien los ha llamado a tener comunión con su
Hijo Jesucristo, nuestro Señor» (1 Corintios 1:9).
A este poderoso acto de Dios a menudo se le llama llamamiento efectivo, para
distinguirlo de la invitación general del evangelio que va a toda persona, y
que algunos rechazan. Esto no quiere decir que la proclamación humana del
evangelio no interviene. De hecho, el llamamiento efectivo de Dios llega
mediante la predicación humana del evangelio, porque Pablo dice: « a lo cual os llamó mediante nuestro
evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. » (2 Tesalonicenses 2:14).
Por supuesto, hay muchos que oyen el llamado
general del mensaje del evangelio y no responden. Pero en algunos casos
el llamado del evangelio es tan efectivo gracias a la obra del Espíritu Santo
en el corazón de las personas que estas en efecto responden; podemos decir que
han recibido el «llamamiento efectivo».
Podemos definir el llamamiento efectivo como sigue: El llamamiento efectivo es un acto de Dios el
Padre en el que, hablando mediante la proclamación humana del evangelio, llama
a las personas hacia sí mismo de tal manera que estas responden con fe
salvadora.
Es importante no dar la impresión de que la gente
será salva por el poder de este llamamiento aparte de su propia respuesta
voluntaria al evangelio. Aunque es cierto que el llamamiento efectivo despierta
y obtiene de nosotros una respuesta positiva, siempre debemos insistir que esta
respuesta tiene que ser de todos modos una respuesta voluntaria, dispuesta, en
la que el individuo pone su fe en Cristo. Por esto la oración es tan importante
para la evangelización efectiva. A menos que Dios obre en el corazón de las
personas para hacer efectiva la proclamación del evangelio, no habrá
respuesta salvadora genuina. Jesús dijo: « Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y
yo le resucitaré en el día postrero»
(Juan 6:44).
Un ejemplo de cómo el llamado del evangelio obra
eficazmente se ve en la primera visita de Pablo a Filipos. Cuando Lidia oyó el
mensaje del evangelio, « Entonces
una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que
adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella
para que estuviese atenta a lo que Pablo decía.» (Hechos 16:14).
A distinción del llamamiento efectivo, que es por
entero un acto de Dios, podemos hablar del llamamiento del evangelio en
general, que se hace por medio de la palabra humana. Este llamamiento del
evangelio se ofrece a toda persona, incluso los que no lo aceptan. A veces a
este llamamiento del evangelio se le llama llamamiento externo o llamamiento
general.
Por otro lado, al llamamiento efectivo de Dios que
en efecto produce una respuesta voluntaria de la persona que oye a veces se le
llama llamamiento interno. El llamamiento del evangelio es general y
externo, y a menudo es rechazado, mientras que el llamamiento efectivo es particular e interno, y siempre es
efectivo. Sin embargo, esto no es disminuir la importancia del llamado
del evangelio; es el medio que Dios ha designado para que se haga el
llamamiento efectivo. Sin el llamado del evangelio nadie podría responder y ser
salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han
creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber
quien les predique? (Romanos 10:14). Por consiguiente, es importante
entender exactamente lo que es el llamado del evangelio.
B. Elementos del llamado del evangelio
En la predicación humana del evangelio hay que
incluir tres elementos importantes:
1.
Explicación de los hechos respecto a la salvación.
Todo el que se acerca a Cristo para obtener
salvación debe por lo menos tener un entendimiento básico de quién es Cristo, y
cómo suple Él nuestra necesidad de salvación. Por tanto, una explicación de los
hechos concernientes a la salvación debe incluir por lo menos lo siguiente:
a. Todos han
pecado (Romanos 3:23 por cuanto todos pecaron, y están
destituidos de la gloria de Dios,).
b. La pena
del pecado es muerte (Romanos 6:23 Porque
la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo
Jesús Señor nuestro.).
c. Jesucristo murió para pagar la pena de nuestros
pecados (Romanos 5:8 Mas Dios muestra su amor para con
nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros).
Pero entender
esos hechos e incluso convenir en que son verdad no es suficiente para que la
persona sea salva. Tiene que haber una invitación a una respuesta personal de
parte del individuo, a que se arrepienta de sus pecados y confíe
personalmente en Cristo.
2.
Invitación a responder personalmente a Cristo con
arrepentimiento y fe.
Cuando el
Nuevo Testamento habla de las personas que aceptan la salvación, habla en
términos de una respuesta personal a una invitación de Cristo mismo. Esa
invitación queda hermosamente expresada, por ejemplo, en las palabras de Jesús:
«Vengan a mí todos ustedes que están cansados y
agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues
yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma.
Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana» (Mateo 11:28-30).
Es importante dejar bien claro que estas no son
simplemente palabras que dijo hace mucho tiempo un dirigente religioso del
pasado. A toda persona que no es creyente y que oye estas palabras hay que llevarlas
a que piense que son palabras que Jesucristo, incluso en ese mismo momento,
está diciéndoselas personalmente. Jesucristo es un Salvador que está vivo en el
cielo, y toda persona que no es cristiana debe comprender que es Jesús el que
está hablándole y diciéndole: « Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré
descansar» (Mateo 11:28). Esta
es una invitación genuina personal que busca una respuesta personal de cada
persona que la oye. Juan también habla de la necesidad de una respuesta
personal cuando dice: « A lo
suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a
los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios» (Juan 1:11-12).
Al martillar la necesidad de «recibir» a Cristo,
Juan, también, apunta a la necesidad de una respuesta individual. A los que
estaban en la iglesia tibia que no se daba cuenta de su ceguera espiritual el
Señor Jesús de nuevo le extiende una invitación que exige una respuesta
personal: « He aquí, yo
estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él,
y cenaré con él, y él conmigo» (Apocalipsis
3:20).
Pero, ¿qué incluye eso de ir a Cristo? Aunque esto
se explicará en otra pbublicación, es suficiente observar aquí que si vamos
a Cristo y confiamos en él para que nos salve de nuestro pecado, no podemos
seguir aferrándonos a nuestro pecado sino que voluntariamente debemos renunciar
a él con arrepentimiento genuino. En algunos casos en la Biblia se
mencionan el arrepentimiento y la fe juntos al referirse a la conversión
inicial de alguien (Pablo dijo: testificando a judíos y
a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro
Señor Jesucristo.», Hechos 20:21).
En otras ocasiones se menciona sólo el
arrepentimiento, y la fe que salva se da por sentada como factor
acompañante («y que se predicase en su nombre el
arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando
desde Jerusalén.», Lucas 24:47; Hechos 2:37-38 Al
oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros
apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos,
y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los
pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.; 3:19 Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean
borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de
refrigerio,; 5:31 A éste, Dios ha exaltado con
su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y
perdón de pecados; 17:30 Pero Dios, habiendo
pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres
en todo lugar, que se arrepientan; Romanos 2:4 ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y
longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?; 2
Corintios 7:10 Porque la tristeza que es según Dios
produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse;
pero la tristeza del mundo produce muerte. etc).
Por tanto, toda proclamación genuina del evangelio debe incluir una
invitación a tomar una decisión consciente a dejar el pecado e ir a Cristo por
fe, pidiéndole el perdón de los pecados. Si se deja a un lado el
arrepentimiento de los pecados o la necesidad de confiar en Cristo para el
perdón, no hay una proclamación completa y verdadera del evangelio. Pero, ¿qué
se promete a los que se acercan a Cristo? Este es el tercer elemento del
llamado del evangelio.
3.
Una promesa de perdón y vida eterna.
Aunque las palabras de invitación personal de Cristo
tienen en efecto promesas de descanso, potestad de ser hechos hijos de Dios y
acceso al agua de vida, es útil decir explícitamente lo que Cristo promete a
los que acuden a él en arrepentimiento y fe. Lo más importante que se promete
en el mensaje del evangelio es perdón de pecados y vida eterna con Dios. «Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito,
para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna»
(Juan 3:16).
Pedro, en su predicación del evangelio, dice: «
Así que, arrepentíos y
convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la
presencia del Señor tiempos de refrigerio,»
(Hechos 3:19 ; 2:38 Pedro les dijo:
Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para
perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.)
Junto con la
promesa de perdón y vida eterna debe haber la seguridad de que Cristo aceptará
a todo el que va a él con arrepentimiento sincero y fe en busca de salvación: «
Todo lo que el Padre me da,
vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.» (Juan 6:37).
C. Importancia del llamado del evangelio
La doctrina del llamado del evangelio es importante
porque si no hubiera llamado del evangelio no podríamos ser salvos. “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y
cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les
predique?» (Romanos 10:14).
El llamado del evangelio es importante también
porque mediante él Dios nos trata en la plenitud de nuestra humanidad. Él no
nos salva «automáticamente» sin buscar una respuesta nuestra como personas. Más
bien, dirige el llamado del evangelio a nuestro intelecto, a nuestras emociones
y a nuestra voluntad. Habla a nuestro intelecto al explicarnos en su palabra la
realidad de la salvación. Habla a nuestras emociones al extendernos una
invitación sincera para que respondamos. Apela a la voluntad al pedirnos que
oigamos su invitación y respondamos voluntariamente con arrepentimiento y fe, y
que decidamos volvernos de nuestros pecados y recibir a Cristo como Salvador y
dejar que nuestro corazón descanse en él en cuanto a la salvación.
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