} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: "Conferencias sobre el calvinismo" por Abraham Kuyper (12)

jueves, 2 de mayo de 2024

"Conferencias sobre el calvinismo" por Abraham Kuyper (12)


La soberanía en la sociedad


Llegamos ahora a la soberanía en la esfera de la sociedad. Con esto entendemos, en un sentido calvinista, que la familia, los negocios, la ciencia, las artes etc. son todas esferas sociales, que no deben su existencia al estado, y que no derivan la ley de su vida de la superioridad del estado, sino que obedecen a una autoridad superior dentro de su propio seno; una autoridad que gobierna, por la gracia de Dios, igual como lo hace la soberanía del estado. Esto involucra la antítesis entre Estado y sociedad, pero bajo la condición de que no entendemos esta sociedad como un conglomerado sino analizada en sus partes orgánicas, para honrar en cada una de estas partes el carácter independiente que les pertenece. En este carácter independiente, necesariamente está involucrada una autoridad superior especial, y esta autoridad la llamamos la soberanía en las esferas sociales individuales, para expresar decididamente que estas esferas de la vida social no tienen nada por encima de ellas excepto Dios, y que el Estado no puede intervenir aquí, y no tiene nada que mandar en estos dominios. Como Uds. sienten de una vez, este es el asunto interesante de nuestras libertades civiles. Aquí es sumamente importante tener en mente la diferencia entre la vida orgánica de la sociedad y el carácter mecánico del gobierno. Cualquier cosa entre los hombres que se origina directamente de la Creación, contiene todos los datos para su desarrollo en la naturaleza humana como tal. Uds. pueden ver esto en la familia y en la conexión de los lazos sanguíneos. De la dualidad de hombre y mujer surge el matrimonio. De la existencia original de un solo hombre y una sola mujer, surge la monogamia. Los niños existen a causa del poder innato de reproducción. Naturalmente, los niños están conectados entre ellos como hermanos y hermanas. Y cuando estos hijos, con el tiempo, se casan también, todas estas conexiones surgen de la relación de sangre y otros lazos que dominan la entera vida familiar. En todo esto no hay nada mecánico. El desarrollo es espontáneo, como el del tronco y las ramas de una planta. Es cierto, el pecado tuvo aquí también una influencia destructora y distorsionó en una maldición mucho de lo que fue creado para ser bendición. Pero este efecto fatal del pecado fue detenido por la gracia común. El "amor libre" y el concubinato pueden tratar de disolver el lazo más sagrado; pero para la gran mayoría de nuestra raza, el matrimonio sigue siendo el fundamento de la sociedad humana, y la familia mantiene su posición como esfera primordial en la sociología. Lo mismo podemos decir de las otras esferas de la vida. Aunque la naturaleza que nos rodea haya perdido la gloria del paraíso por causa del pecado, aunque la tierra produzca cardos y espinos para que comamos nuestro pan en el sudor de nuestra frente, sin embargo la meta principal de todo esfuerzo humano permanece lo que era antes de la caída: el dominio sobre la naturaleza. Y este dominio no lo podemos obtener excepto ejerciendo los poderes que están innatos en la misma naturaleza, por las ordenanzas de la Creación. En consecuencia, toda ciencia es solamente la aplicación al cosmos, de los poderes de la investigación y del pensamiento que Dios creó en nosotros; y las artes no son otra cosa que la productividad natural de las potencias de nuestra imaginación. Cuando admitimos entonces que el pecado, aunque detenido por la "gracia común", ha causado muchas modificaciones de estas distintas expresiones de la vida, modificaciones que se originaron solamente después de que el paraíso fue perdido, y que desaparecerán otra vez con la llegada del Reino de gloria - entonces siempre sostenemos que el carácter fundamental de estas expresiones permanece tal como era originalmente. Todas ellas juntas forman la vida de la creación, en acuerdo con las ordenanzas de la creación, y por tanto se desarrollan orgánicamente. Pero el caso es completamente diferente con los poderes del gobierno. Aunque podemos admitir que aun sin el pecado, hubiera sido necesario combinar las muchas familias en una unidad superior, esta unidad hubiera sido internamente envuelta en el Reino de Dios, quien hubiera gobernado directa y armoniosamente en los corazones de todos los hombres. Entonces no hubieran existido estados, sino un solo imperio mundial orgánico, con Dios como su Rey; exactamente lo que es profetizado para el futuro que nos espera, cuando todo pecado haya desaparecido. Pero es exactamente esto lo que el pecado ahora ha eliminado de la vida humana. Esta unidad ya no existe. Este gobierno de Dios ya no prevalece. Un imperio mundial no puede ni debe establecerse. Este mismo deseo contumaz llevó a la construcción de la torre de Babel. Así surgieron pueblos y naciones. Estos pueblos formaron estados. Y sobre estos estados, Dios puso gobiernos. Y así, si me permiten la expresión, no es una cabeza natural que haya crecido orgánicamente desde el cuerpo de los pueblos, sino una cabeza mecánica, que desde afuera fue puesta sobre el tronco de la nación. Solo un remedio para una condición equivocada. Un palo puesto al lado de la planta para mantenerla parada, porque sin este palo caería al suelo por su debilidad. La característica principal del gobierno es el poder sobre vida y muerte. Según el testimonio apostólico, el gobierno lleva la espada, y esta espada tiene un triple significado. Es la espada de la justicia, para ejercer el castigo corporal sobre el criminal. Es la espada de la guerra para defender la honra, los derechos y los intereses del estado contra sus enemigos. Y es la espada del orden, para contrarrestar cualquier rebelión. Lutero y sus co-reformadores señalaron correctamente que la institución propia, y la investidura plena del gobierno con poder, surgieron solamente después del diluvio, cuando Dios ordenó que la pena capital caiga sobre aquel que derramase sangre humana. El derecho de quitar una vida pertenece solamente a Aquel que puede dar la vida, o sea, a Dios; y por tanto nadie en la tierra tiene esta autoridad, excepto Dios mismo se la haya dado. En esta perspectiva, el derecho romano que concedió el derecho sobre vida y muerte al padre y al amo de esclavos, está a un nivel mucho inferior a la ley de Moisés, que no conoce la pena capital excepto por orden del gobierno. El deber supremo del gobierno entonces es la justicia, y en segundo lugar tiene que cuidar al pueblo como una unidad; en el interior, para que esta unidad se refuerce y no sea rota; y en el exterior, para que la existencia nacional no sufra daño. La consecuencia de todo esto es que por un lado, en una nación surge todo tipo de vida orgánica, desde sus esferas sociales; pero que muy por encima de estas, se observa la fuerza mecánica unificadora del gobierno. De allí surge toda fricción y conflicto. Pues el gobierno siempre se inclina a invadir la vida social con su autoridad mecánica, a sojuzgarla y a arreglarla mecánicamente. Pero por el otro lado, la vida social siempre se esfuerza para sacudir la autoridad del gobierno, como al presente donde estos esfuerzos culminan en la democracia social y en el anarquismo, que ambos no son otra cosa que la subversión total de la institución de la autoridad. Pero dejando de lado estos dos extremos, podemos decir que toda vida saludable de pueblos o naciones era siempre la consecuencia histórica de la lucha entre estos dos poderes. Fue el "gobierno constitucional" que intentó más firmemente reglamentar la relación mutua entre los dos. Y en esta lucha, el calvinismo fue el primero al asumir su posición. En la misma medida como honró la autoridad del gobierno, instituido por Dios, exaltó también esta segunda soberanía, que fue implantada por Dios en la esfera social, en acuerdo con las ordenanzas de la creación. El calvinismo exigió para ambos la independencia en su propia esfera y una reglamentación de la relación entre ambos, no por el ejecutivo, sino bajo la ley. Y con esta exigencia seria, el calvinismo generó la idea fundamental de la ley pública constitucional. El testimonio histórico es irrefutable, que la ley constitucional no floreció en estados católicos romanos ni en luteranos, sino entre las naciones calvinistas. La idea fundamental es que la soberanía de Dios, al descender sobre los hombres, se separa en dos esferas. Por un lado, la esfera mecánica de la autoridad del Estado, y por el otro lado la esfera orgánica de la autoridad de los círculos sociales. Y en estas ambas esferas, su autoridad inherente es soberana, o sea, no tiene nada encima de sí excepto Dios. Ahora, en cuanto a la autoridad del gobierno, no necesitamos más explicación; pero sí en cuanto a la autoridad orgánica social. En ningún lugar podemos discernir más claramente el carácter dominante de esta autoridad social orgánica, que en las ciencias. En la introducción a una edición de las "Sentencias" de Lombardo y de la "Suma Teológica" de Tomás Aquino, el tomista erudito escribió: "La obra de Lombardo gobernó ciento cincuenta años y produjo a Tomás, y después de él, la "Suma" de Tomás ha gobernado todo Europa durante cinco siglos y ha generado a todos los teólogos subsecuentes." - Aun admitiendo que este lenguaje es demasiado audaz, la idea que se expresa es correcta. El dominio de hombres como Aristóteles y Platón, Lombardo y Tomás, Lutero y Calvino, Kant y Darwin, se extiende, para cada uno de ellos, sobre épocas. El genio es un poder soberano; forma escuelas; reclama para sí los espíritus de los hombres, con una fuerza irresistible; y ejerce una influencia inmensurable sobre toda la condición de la vida humana. Esta soberanía del genio es un don de Dios que uno puede tener solo por Su gracia. No es sujeto a nadie y es responsable solo ante El mismo. El mismo fenómeno se observa en la esfera de las artes. Cada maestro es un rey en el Palacio del Arte, no por la ley de la herencia ni por elección, sino solamente por la gracia de Dios. Y estos maestros también imponen autoridad, y no son sujetos a nadie, sino gobiernan sobre todo y al fin reciben homenaje de todos por su superioridad artística. Y lo mismo podemos decir del poder soberano de la personalidad. No hay igualdad de personas. Hay personas débiles, con la mente estrecha, cuya envergadura no es mayor que la de un gorrión común; pero hay también caracteres amplios, imponentes, que vuelan como águilas. Ellos gobiernan en su propia esfera, no importa si la gente se aleja de ellos o los sabotea, al contrario, crecen más grandes por más oposición que tienen. Y este proceso se lleva a cabo en todas las esferas de la vida. En el trabajo del mecánico, en la tienda, en el comercio, en alta mar, en la esfera de caridad y filantropía. En todo lugar, uno es más poderoso que el otro, por su personalidad, su talento y las circunstancias. En todo lugar se ejerce dominio; pero es un dominio que trabaja orgánicamente, no por investidura del Estado, sino por la soberanía de la vida misma. En relación con ello, y sobre el mismo fundamento como la superioridad orgánica, existe también la soberanía de la esfera.

La universidad ejerce un dominio científico; la academia de bellas artes tiene poder sobre las artes; las corporaciones ejercen dominio técnico; las empresas gobiernan sobre el trabajo - y cada una de estas esferas es consciente del poder de juicio independiente exclusivo, y de acción autoritativa, dentro de su propia esfera de operación. Detrás de estas esferas orgánicas, con soberanía intelectual, estética y técnica, se abre la esfera de la familia, con su derecho del matrimonio, paz doméstica, educación y posesión; y también en esta esfera la cabeza natural es consciente de que ejerce una autoridad inherente - no porque el gobierno lo permite, sino porque Dios lo impuso. La autoridad paternal está arraigada en la misma sangre de la vida, y es proclamada en el quinto Mandamiento. Y finalmente podemos comentar también que la vida social de ciudades y pueblos forma una esfera de existencia que surge de las mismas necesidades de la vida, y que por tanto tiene que ser autónoma.

En muchas diferentes direcciones vemos entonces que la soberanía en la propia esfera de uno, se afirma:

 1. en la esfera social, por superioridad personal,

2. en la esfera corporativa de universidades, asociaciones, etc.

3. en la esfera doméstica de la familia y vida marital,

 Y 4. en la autonomía comunal.

En todas estas cuatro esferas, el gobierno del Estado no puede imponer sus leyes, sino tiene que reverenciar la ley innata de la vida. Dios gobierna en estas esferas, por sus "virtuosos" escogidos, tan supremo y soberano como Él ejerce dominio en la esfera del Estado por sus magistrados escogidos. Obligado por su propio mandato, entonces, el gobierno no debe ignorar ni modificar ni irrumpir en el mandato divino bajo el cual están las esferas sociales. La soberanía del gobierno, dada por la gracia de Dios, es aquí puesta de un lado y limitada, por causa de Dios, por otra soberanía que es igualmente divina en su origen. Ni la vida de la ciencia ni de las artes, ni de la agricultura, ni de la industria, ni del comercio, ni de la navegación, ni de la familia, ni de las relaciones humanas, deben ser forzadas a acomodarse a la gracia del gobierno. El Estado no debe nunca convertirse en un pulpo que ahoga la vida entera. El Estado tiene que ocupar su propio lugar, sobre su propia raíz, entre todos los otros árboles del bosque, y así tiene que honrar y mantener toda forma de vida que crece independientemente en su propia autonomía sagrada. ¿Significa esto que el Estado no tiene ningún derecho en absoluto de interferir en estas esferas autónomas de la vida? De ninguna manera.

El Estado tiene el triple derecho y deber:

1. donde diferentes esferas entran en conflicto, de obligarlas a respetar mutuamente sus límites;

2. de defender a los individuos y a los más débiles, en estas esferas, contra el abuso de poder de los demás,

Y 3. de obligar a todos a llevar cargas personales y financieras para el mantenimiento de la unidad natural del Estado.

Sin embargo, en estos casos, la decisión no puede tomarla unilateralmente el gobierno. La Ley tiene que indicar los derechos de cada uno; y el derecho de los ciudadanos sobre sus propios bolsillos tiene que permanecer como fortaleza invencible contra el abuso de poder de parte del gobierno. Y exactamente aquí está el punto de partida para esta cooperación de la soberanía del gobierno con la soberanía de la esfera social, que es reglamentada en la Constitución. Según el orden de las cosas en su tiempo, esto era para Calvino la doctrina de los "magistrados inferiores". La institución de la caballería, los derechos de la ciudad, los derechos de las corporaciones y mucho más, llevó al establecimiento de "estados" sociales, con su propia autoridad civil. Por eso, Calvino deseaba que la ley sea elaborada en cooperación entre estos y los magistrados superiores. Desde aquel tiempo, estas relaciones medievales se han vuelto totalmente anticuadas. Estas corporaciones u órdenes sociales ya no tienen el poder de gobernar. Su lugar ha sido tomado por el parlamento o una institución parecida de representantes. Ahora es el deber de estas asambleas, de mantener los derechos y libertades populares, de todos y en el nombre de todos, con el gobierno y si es necesario en contra del gobierno. El parlamento debe ser una defensa unida, mejor que la resistencia individual, para simplificar la construcción y operación de las instituciones del Estado y para acelerar sus funciones. Pero en cualquier modificación, es esencialmente el antiguo plan calvinista, asegurar que el pueblo tenga en todas sus clases y órdenes, en todos sus círculos y esferas, en todas sus instituciones corporativas e independientes, una influencia legal y ordenada en la elaboración de la ley y en el rumbo del gobierno, en un sentido democrático saludable. Y la única diferencia de opinión consiste en la pregunta importante si debemos continuar con la solución presente de los derechos especiales de estas esferas sociales en el derecho de voto individual, o si se debe poner a su lado un derecho de voto corporativo, que permitiría a los diferentes círculos presentar una defensa separada. En el presente, surge una nueva tendencia de organización en las esferas de comercio e industria, y también en el trabajo, y aun desde Francia se escuchan voces que claman por conceder un derecho al voto a estas organizaciones. Personalmente estaría a favor de un tal cambio, con tal que su aplicación no sea parcial ni mucho menos exclusiva; pero no quiero perderme en estos asuntos marginales. Que sea suficiente haber demostrado que el calvinismo protesta contra la omnipotencia del Estado; contra el concepto horrible de que no existe ningún derecho por encima y más allá de la ley existente; y contra el orgullo del absolutismo que no reconoce ningún derecho constitucional excepto por un favor del príncipe. Estos tres conceptos, que encuentran tanto suelo fértil en la ascendencia del panteísmo, son la muerte para nuestras libertades civiles. Y es el mérito del calvinismo haber levantado un dique contra este río absolutista, no apelando a la fuerza popular, ni a la alucinación de la grandeza humana, sino deduciendo estos derechos y estas libertades de la vida social desde la misma fuente de donde fluye la autoridad del gobierno: de la soberanía absoluta de Dios. Desde esta única fuente, en Dios, se deriva la soberanía en la esfera individual, en la familia y en todo círculo social, tan directamente como se deriva de ella la autoridad del Estado. Entonces, estos dos tienen que llegar a una comprensión, y ambos tienen la misma obligación sagrada de mantener su autoridad soberana dada por Dios y servir con ella a la majestad de Dios. Por tanto, una nación que entrega a la soberanía del Estado los derechos sobre la familia, o una universidad que le entrega los derechos sobre la ciencia, es igualmente culpable ante Dios como una nación que se levanta contra la autoridad del gobierno. Y por tanto, la lucha por la libertad no solo es permisible, sino es incluso un deber para cada individuo en su propia esfera. Y esto no de la manera como se hizo en la Revolución Francesa, donde se puso a Dios de un lado y se puso al hombre sobre el trono de la omnipotencia de Dios; sino al contrario, haciendo que todos los hombres, incluido los gobernantes, se inclinen en la humildad más profunda ante la majestad del Dios Todopoderoso.

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