1:
Depravación
Total
Como hay muchas ideas equivocadas respecto a
la depravación total, es necesario ante todo establecer lo que no es la
doctrina; y luego, en segundo lugar, explicar lo que es.
I. LO QUE NO ES
A.
No es depravación
absoluta
A veces la palabra depravación unida a la
palabra total da la impresión de que el hombre es todo lo malo imaginable, todo
lo malo que puede ser, algo así como el diablo. Pero depravación total no es lo
mismo que depravación absoluta. Depravación absoluta significa que una persona
expresa su depravación siempre a la enésima potencia. No sólo sus pensamientos,
palabras y acciones son pecaminosos, sino que lo son en grado sumo. Ser
totalmente depravado, sin embargo, no significa que una persona es lo peor
posible en forma intensiva, sino lo más mala posible en forma intensiva. No es
que no pueda cometer un crimen peor que el que ha cometido; antes bien, es que
nada de lo que hace es bueno. El permea todas las facultades de su alma y todas
las esferas de su vida. Es incapaz de hacer una cosa que sea buena.
Ilustrémoslo. Cuando el niño miente, a menudo dice mentiras pequeñas. Estas
mentiras podrían ser mucho peores. Sin embargo en sí mismas ya son malas. Ese
mentir es malo. En consecuencia, el niño es malo. Pero no tan malo como podría
serlo. O, cuando los niños se pelean, a menudo lo hacen mofándose el uno al
otro o dándose golpes a empujones; pero podrían hacerlo sacándose los ojos con
tijeras o poniendo alfileres debajo de las uñas. Unos adultos llaman a otros
“estúpido” y “miserable”; pero en vez de insultarse podrían quitarse la vida.
Hitler fue un criminal vicioso; sin embargo incluso el perdonó a algunos
pueblos franceses ante los ruegos de un sacerdote. Kitty Genovese fue dejada a
morir en Nueva Cork a la vista de veintiocho personas. Esta apatía, este no
querer mezclarse en un asunto así, es abominable; y sin embargo los veintiocho
hubieran podido ayudar a matarla. Y no lo hicieron. No eran todo lo malos que
podían ser. Durante el reinado del rey Saúl hubo un periodo transitorio: “El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba
un espíritu malo de parte de Jehová.” (1Samuel 16.14). En otras
palabras, en la primera parte de su reinado no actuó en forma tan mala como lo
hizo en la segunda parte. Incluso los que están cometiendo el pecado
imperdonable (Hebreos 6:4-8 Porque es imposible que
los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos
partícipes del Espíritu Santo, 5 y
asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero,
6 y recayeron, sean otra vez renovados
para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y
exponiéndole a vituperio. 7 Porque la
tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba
provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; 8 pero la que produce espinos y abrojos es
reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada.) [Aquí se alude a
la caída que significa renunciar abierta y claramente a Cristo por enemistad de
corazón contra Él, Su causa y pueblo, de parte de los hombres que en sus mentes
aprueban los actos de Sus asesinos, y todo esto después que ellos han recibido
el conocimiento de la verdad y saboreado algunos de sus consuelos. De ellos se
dice que es imposible renovarlos otra vez para el arrepentimiento. No porque la
sangre de Cristo sea insuficiente para obtener el perdón de este pecado sino
que este pecado, por su misma naturaleza, se opone al arrepentimiento y a toda
cosa que a ese conduzca.]
no actuaron en otro tiempo todo lo mal que hubieran podido, sino que “una vez
fueron iluminados y buscaron el don celestial y fueron hechos participantes del
Espíritu Santo”. Siempre ha habido hipócritas en la iglesia: los que tienen
apariencia de santidad, pero niegan el poder de Dios (2 Timoteo 3.5 que tendrán
apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita.), e
incluso predican y realizan milagros, como en el caso de Judas. Estos
hipócritas incluso hubieran podido prescindir de las apariencias de caridad y
perseguir directamente a la gente pero no lo hicieron. Los pecados del hombre
no solo son tan malos como podrían ser, sino que tampoco son tan amplios como
podrían ser. Un hombre determinado no comete todos los pecados posibles. Todos
nosotros violamos de pensamiento los mandamientos de Dios, pero no todos los
violamos de hecho. Todos sentimos odio, por ejemplo, pero no todos cometemos
homicidios. Casi todos tenemos deseos lujuriosos, pero no todos hemos cometido
adulterio de hecho. La explicación de esta moderación en el pecado está en que
Dios, por medio de su gracia común (es decir la gracia que se da a los no
creyentes), refrena a las personas para que no hagan el mal que podrían hacer.
Por ejemplo, en Génesis 20 leemos que el rey Abimelec no pecó tanto como podría
haberlo hecho, porque Dios le impidió que cometiera adulterio con Sara, esposa
de Abraham. Y Pablo escribe a los Tesalonicenses que “Porque
ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente
lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio.” (2Tesalonicenses
2.7), pero a este espíritu malo le hace frete alguien “quien al presente lo
detiene”
B.
No es una
ausencia completa de bien relativo
No
sólo es cierto que el no regenerado no comete los peores pecados posibles, no
todas las clases de pecado, sino que también es cierto que es capaz de hacer
algún bien si se entiende adecuadamente la palabra bien. El Catecismo de
Heidelberg ofrece una definición muy clara de bien. En respuesta a la pregunta 90.
Pregunta: ¿Qué son las buenas obras? Respuesta: Únicamente aquellas que se
realizan con fe verdadera, conforme a la Ley de Dios, y se aplican solamente a
su gloria; y no aquellas que están fundadas en nuestras buenas intenciones o
sobre instituciones humanas.
Así
pues según el Catecismo, hay tres elementos indispensables para que las obras
sean verdaderamente buenas: fe verdadera, conformidad con la Ley de
Dios y motivación adecuada. Por otra parte una obra relativamente
buena en lo exterior quizá puede parecer bIen y sin embargo puede no haber
nacido de verdadera fe ni ser para la gloria de Dios, Los no cristianos, aun
siendo totalmente depravados pueden realizar obras relativamente buenas.
Supongamos, por ejemplo, que un no creyente roba 5.000 € de un banco y luego escribe un cheque
por 1.000 € para la Cruz Roja, a fin de que lo alaben. Este donativo en lo
exterior está conforme a la ley de Dios; pero como NO nace de la fe y como
carece del motivo de glorificar a Dios, es pecaminoso. Es una acción sólo
relativamente buena.
Albert Schweitzer es ejemplo de alguien que
negó el Cristianismo Bíblico y sin embargo avergonzó a muchos cristianos
ortodoxos con su amor y amabilidad. Sacrificó tres carreras brillantes y
renunció a la cultura de Europa para ir a trabajar y a sufrir con los negros de
África. Como filosofo experto en el nuevo testamento y organista de fama
mundial, se sentía como Dives, vestido de púrpura y lino fino, lleno de lujos,
en tanto que había tanto lazaros en África cuyas heridas lamían los perros. Se dedicó
en una forma sacrificada al cuidado de los enfermos en el corazón de África,
viviendo una vida ejemplar de bien relativo. Sus acciones externas se
conformaban a la ley del amor; pero no creía en el Dios trino y no lo guiaba el
motivo justo de la gloria de Dios; sus acciones se podrían llamar
verdaderamente buenas sólo en un sentido relativo.
Tomemos
otros ejemplos de bien relativo. Consideremos al soldado no cristiano que en el
combate es modelo de valor y amor al lanzarse sobre una granada para salvar a
sus compañeros. O al no cristiano que arriesga la vida al arrojarse frente a un
camión para rescatar la vida de un niño. O al pagano blasfemo que ayuda al
mendigo. O al judío que dona su amplia propiedad para que se utilice como
parque público. O al unitario que da 100.000€ para construir unos laboratorios
en la universidad. O al anciano que vive al otro lado de la calle y no quiere
saber nada de la iglesia. Es respetable, cuida muy bien de su casa, arregla el
jardín, ama a su esposa, da caramelos a los niños del vecindario, y no jura. En
todos estos ejemplos están ausentes dos ingredientes necesarios de las buenas
obras: fe en Jesucristo y el motivo de hacerlo todo para la gloria del Dios
trino. Por esta razón se las puede llamar obras relativamente buenas.
El
título del Artículo XIV de la Confesión Belga (Creemos, que Dios ha creado al
hombre del polvo de la tierra, y lo ha hecho y formado según Su imagen y
semejanza, bueno, justo y santo; pudiendo con su voluntad convenir en todo con
la voluntad de Dios. Pero cuando anduvo en honor, no lo entendió él así (Salmos
49:20), ni reconoció su excelencia, sino que por propia voluntad se sometió a
sí mismo al pecado, y por ende a la muerte y a la maldición, prestando oídos a
las palabras del diablo. Pues transgredió el mandamiento de vida que había
recibido, y por el pecado se separó de Dios que era su vida verdadera; habiendo
pervertido toda su naturaleza; por lo cual se hizo culpable de la muerte física
y espiritual. Y habiéndose hecho impío, perverso y corrompido en todos sus
caminos, ha perdido todos los excelentes dones que había recibido de Dios, no
quedándole de ellos más que pequeños restos, los cuales son suficientes para
privar al hombre de toda excusa; ya que toda la luz que hay en nosotros, se ha
trocado en tinieblas, como nos enseña la Escritura, diciendo: " La luz en
las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella"
(San Juan 1:5); aquí San Juan llama tinieblas a los hombres. Por lo cual
rechazamos todo lo que contra esto se enseña sobre el libre albedrío del
hombre, toda vez que el hombre no es más que un esclavo del pecado, y no puede
aceptar ninguna cosa, si no le es dado del cielo (San Juan 3:27). Porque,
¿quién hay que se gloríe de poder hacer algo bueno como de sí mismo, dado que
Cristo dice "Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le
trajere" (San Juan 6:44)? ¿Quién sacará a relucir su voluntad, puesto que
ésta comprende que "la mente carnal es enemistad contra Dios" (Romanos
8:7)? ¿Quién hablará de su ciencia, siendo así que "el hombre natural no
percibe las cosas que son del Espíritu de Dios" (1 Corintios 2:14)? Para
abreviar, ¿quién sugerirá idea alguna, si comprende que "no somos
competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino
que nuestra competencia proviene de Dios" (2 Corintios 3:5)? Y por eso, lo
que dice el apóstol, con razón debe tenerse por cierto y seguro, esto es, que
"Dios es el que en nosotros produce así el querer como el hacer, por su buena
voluntad" (Filipenses 2:13). Porque no hay entendimiento ni voluntad
conformes al entendimiento y la voluntad de Dios, si Cristo no los ha obrado en
el hombre; lo cual nos lo enseña Él diciendo: "Porque separados de mí nada
podéis hacer" (San Juan 15:5).) menciona lo
“verdaderamente bueno” cuando habla de la “incapacidad” del hombre caído “para
hacer lo que es verdaderamente bueno”.
Los Cánones de Dort (III-IV,3). hablan de “Artículo
3: Incapacidad total
Por tanto, todos
los seres humanos son concebidos en pecado y nacen como hijos de ira,
inclinados a la maldad, muertos en sus pecados y esclavos del pecado. Sin la
gracia regeneradora del Espíritu Santo, no están dispuestos ni son capaces de
volver a Dios, ni de reformar su naturaleza distorsionada, y ni siquiera de
disponerse a tal reforma.” Artículo 4: La
insuficiencia de la luz natural
Es innegable que
hay cierta luz de la naturaleza que todavía permanece en toda la humanidad
después de la caída, en virtud de la cual ésta retiene algunas nociones en
cuanto a Dios, las cosas naturales y la diferencia. entre lo que es moral e
inmoral, y demuestra cierto anhelo de virtud y de buena conducta exterior. Pero
esta luz natural está lejos de habilitar a los humanos a llegar al conocimiento
salvador de Dios y la conversión a Dios –al grado de que no la usan correctamente,
incluso en materias de la naturaleza y de la sociedad. Más bien, de varias
maneras distorsionan completamente esta luz, cual sea su carácter preciso, y la
suprimen en injusticia. Al actuar así, toda la humanidad queda sin excusa
delante de Dios. Estos términos pueden ser engañosos
porque incluso las acciones del regenerado no son “verdaderamente buenas”, ya
que ni su fe ni el motivo que lo guía son completamente perfectos. Ninguna
persona en la tierra ama a Dios con todo el corazón, la mente y el alma. Y sin
embargo, las acciones del Cristiano regenerado son de una índole completamente
diferente de las del incrédulo. La fe y la motivación adecuada están presentes,
aunque en una forma imperfecta. Tampoco es correcto hablar del “bien que
salva”, puesto que el Cristiano no se salva por las buenas obras, sino por
Cristo.
De Joas la Biblia dice que “hizo lo recto ante
los ojos de Jehová” (2 Reyes 12.2), y el escritor repite las mismas palabras en
el caso del rey Amazías. Así pues, estos reyes hicieron cosas agradables
delante de Dios, si bien, en último término, se perdieron.
En
el Nuevo Testamento Cristo afirma el hecho de que los réprobos hacen el bien
cuando mandan a los discípulos que amen no sólo a sus amigos sino también a sus
enemigos. Dijo así: “Y si hacéis bien a los que os
hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo.”
(Lucas. 6.33). En otras palabras, Cristo dice que los no elegidos hacen el
bien. También aquí no se puede interpretar esto en el sentido de que hacen lo
que es verdaderamente bueno, sino un bien relativo. Y Pablo escribe a los Romanos
(2.14) que “Porque cuando los gentiles que no
tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan
ley, son ley para sí mismos,”. No conocen a Jesucristo, no poseen la ley
del Antiguo Testamente, sin embargo hacen cosas que en lo externo están de
acuerdo con la ley de Dios cosas que son agradables a Dios en un sentido
relativo,
Vemos,
pues, que la depravación total no significa que los hombres sea el epítome
del diablo. Porque, de hecho, el hombre no comete todos los pecados
posibles; y los pecados que comete no siempre son todo lo malo posible. Además,
vemos que él puede incluso realizar una cierta cantidad de bien relativo. ¡Cuán
agradecidos podemos estar a Dios por el ejercicio de su gracia común, con la
cual no sólo refrena del mal al no regenerado, sino que también lo capacita
para hacer este bien relativo!
II.
LO QUE ES
DEPRAVACIÓN TOTAL
A.
Positivamente: sólo pecar y siempre pecar
Aunque afirmamos que el hombre natural, el que
no ha sido regenerado por el Espíritu Santo, puede hacer el bien relativo, es
necesario volver a insistir en que incluso este bien no es fundamentalmente
“verdadero bien” a los ojos de Dios. La razón de esto es, como dice la
Confesión Belga, que están ausentes la motivación del amor y la fe. De hecho,
ese bien relativo no es otra cosa, en el sentido más profundo, que pecado y
maldad. La depravación total significa que el hombre natural nunca puede hacer
ningún bien que sea fundamentalmente agradable a Dios, y, de hecho, hace
siempre el mal. Este es el testimonio diáfano de la Escritura. En Génesis 6.5
se nos dice “que la maldad de los hombre era mucha
en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era
de continuo solamente el mal”. Fijémonos cuidadosamente en la
descripción de la maldad. Era mucha.
Llegaba hasta lo más recóndito del hombre. No sólo a su corazón, no sólo a los
pensamientos de su corazón, sino también al designio de los pensamientos del
corazón. Estas actitudes íntimas, según la Biblia, eran sólo el mal y lo eran
de continuo siempre. Génesis 8.21(Y percibió Jehová
olor grato; y dijo Jehová en su corazón: No volveré más a maldecir la tierra
por causa del hombre; porque el intento del corazón del hombre es malo desde
su juventud; ni volveré más a destruir todo ser viviente, como he hecho.)
añade que esto era así, no solo cuando el hombre ya era maduro, sino desde la
juventud. Jeremías dice que “engañoso es el corazón
más que todas las cosa, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (17.9). El
testimonio de la mayoría de los Cristianos concuerda con el de Jeremías.
Incluso después de que una persona HA SIDO REGENERADA, y por consiguiente
conoce mejor las cosas, resulta aterrador comprobar cuán hipócrita, engañador,
y malo es su corazón. El salmista dice que esta depravación se aplica incluso
en el caso del recién nacido: “He aquí, en maldad
he sido formado y en maldad me concibió mi madre” (Salmo 51.5). Esto no
significa que el acto sexual sea malo, sino que desde la concepción, el
nacimiento el hombre está contaminado con el pecado debido a la caída de Adán.
En forma inequívoca Pablo, citando los Salmos 14 y 53, dice “No hay justo, ni aun uno, no hay quien entienda. No hay
quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay
quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno… No hay temor de Dios delante de
sus ojos (Romanos 3.10-18). Esta depravación es, pues, extensiva más
bien que intensiva. El hombre no peca en todas las formas posibles, ni en la
forma peor posible, puede incluso hacer algún bien relativo, pero peca en
todo lo que hace. No hace ni una sola cosa que sea completamente
agradable a Dios.
B. Negativamente: incapacidad total
Otra forma de describir la depravación total
es llamarla incapacidad total,
de hecho, muchos prefieren ese término al de depravación total, ya que éste
conduce a pensar que el hombre es todo lo malo que puede ser: El término
incapacidad total, sin embargo, tiene el defecto de ser demasiado negativo.
Sugiere que la condición pecadora del hombre es una carencia más bien que una
característica positiva. Pero el término es muy útil para hacer entender el
hecho de la incapacidad del hombre para hacer, entender, e incluso desear el
bien. Examinemos esta triple incapacidad del hombre.
1.
El hombre no puede hacer el bien.
La confesión Belga es muy bíblica cuando afirma la “incapacidad” del hombre
natural “para hacer lo que es verdaderamente bueno”. Los Cánones de Dort son
también bíblicos cuando confiesan que “todos los hombres son… incapaces del
bien que salva” Al hablar de la total incapacidad moral del no regenerado para
hacer el bien, Jesús en cierta ocasión pregunto: “¿Acaso
se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?” Su respuesta fue:
“todo árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el
buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos” Mateo
7.17-18). En otras palabras, el no regenerado no puede hacer lo que es
verdaderamente bueno. Pablo en cierta ocasión dijo, escribiendo en una forma
semejante: “Nadie que hable por el Espíritu de Dios
llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor sino por el Espíritu
Santo” (1Corintios 12.3). En otra ocasión Jesús dio el secreto de la
vida cristiana: la unión con Cristo (Juan. 15). Utilizó la metáfora de la vid y
los pámpanos. Al hablar de la incapacidad para hacer buenas obras, dijo: “como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, sino
permanecéis en mí… Separados de mí nada podéis hacer” (Juan. 15.4-5). Esto es incapacidad total. Con
afirmaciones igualmente amplios, Pablo niega la incapacidad del no cristiano
para hacer el bien cuando escribe: “La mente carnal
(es decir, no regenerada) es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la
ley de dios, ni tampoco puede; y los que viven según la carne (es decir los no
regenerados) no pueden agradar a Dios” (Romanos 8.7-8). Lea de nuevo
esta descripción triple de la depravación total o incapacidad total: el no
cristiano es enemigo de Dios, y le resulta imposible hacer el bien y agradar a
Dios.
2.
El hombre no puede entender el bien.
El hombre no sólo es incapaz de hacer el bien por si mismo; ni siquiera puede
entender el bien. Esta ciego como Cíclope, con su único ojo quemado. Lidia por
ejemplo, oyó a Pablo predicar a Cristo a orillas del río en Filipos. Sólo
después de que el Señor abrió su corazón pudo comprender lo que Pablo decía (Hechos.
16.14 Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora
de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el
Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía.).
Hasta ese momento su comprensión estaba entenebrecida, para emplear la
descripción que Pablo hace de los gentiles en Efeso (Efesios 4.18 teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la
vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón).
O, para emplear otra ilustración paulina, el velo que tenía sobre el corazón le
impedía ver la verdad (2 Corintios 3.12-18). Pero cuando Dios actuó en su
corazón espiritual, pudo responder a la predicación de Pablo. Durante el
ministerio de Jesús, los judíos lo rechazaron. “a
lo suyo vino, y los suyos no le recibieron (Juan. 1.11). El problema no
estuvo en la presentación de la verdad. La verdad estaba allí. Jesús era el Hijo
de Dios encarnado. La Luz brillo en la oscuridad, pero la oscuridad no pudo
comprenderla. El Hijo realizó milagros y predicó a los judíos, pero éstos
blasfemaron de Él. En cierta ocasión Jesús preguntó: “¿Por
qué no entendéis mi lenguaje?” Él mismo dio la respuesta: “porque no podéis
escuchar mi palabra” (Juan. 8.43). Sin duda que los judíos oían a
Jesús con sus oídos físicos. Pero Jesús hablaba acerca de sus oídos
espirituales. Como dijo en otra ocasión, “De oído
oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis y no percibiréis” (Mateo
13.14). Esto explica por qué algunos teólogos y estudiosos de la Biblia pueden
dedicar la mayor parte de la vida a estudiar la Biblia y sin embargo rechazan a
Jesucristo como su Dios, Señor y Salvador. La causa del rechazo no está en el
testimonio claro de la Palabra de Dios. Antes bien, está en la ceguera,
tinieblas y dureza de su corazón. Si el hombre no está regenerado, no puede
entender. Uno de los pasajes más claros que enseñan la incapacidad del
hombre natural para entender las cosas de Dios es 1 Corintios 1 y 2. Pablo dice
que la palabra de la cruz (es decir, el mensaje central del cristianismo) es locura para los que se pierden (1 Corintios
1.18). Con su propia “sabiduría” no llegan a conocer
a Dios (v.21). Si pudieran conocer a Dios con su sabiduría natural,
entonces muchos sabios serían cristianos. Pero no ocurre así. La razón de que
mentes brillantes no acepten el cristianismo es que todas las mentes son
ciegas, a no ser que estén regeneradas. Porque como afirma Pablo, “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del
Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se
han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2.14). En otras palabras,
sin el Espíritu Santo uno no puede entender las cosas de Dios.
3.
El hombre no puede desear hacer el
bien. El no cristiano no sólo es incapaz de hacer nada que sea
verdaderamente bueno, no solo es incapaz de entender el bien, sino, peor
todavía, ni siquiera puede desear el bien. Una cosa es tener un objetivo bueno
y no poder alcanzarlo. Esta incapacidad de alcanzar un objetivo bueno es parte
de la depravación del hombre. Otra cosa es tener un objetivo bueno, pero no
poder siquiera entender lo que es ese objetivo. Esta falta de comprensión
también es parte de la depravación del hombre. Pero el colmo de la
depravación total es que el hombre natural ni siquiera desea un objetivo bueno.
No le preocupa en lo más mínimo. Esta última afirmación no es exacta. Sí le
preocupa: odia el bien y la fuente del mismo, a saber, Dios. Esta falta
de deseo de Dios es a la vez el abismo y el epítome de la depravación total del
hombre natural. Esta incapacidad de desear el bien, y especialmente a
Jesucristo, la expresa Jesús mismo con vigor en otra de sus frases definitivas
expresadas en forma negativa (Mateo.7.18 No puede
el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos ; Juan.
3.3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto
te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.;
8.43 ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no
podéis escuchar mi palabra.; y 15.4-5 Permaneced en mí,
y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no
permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid,
vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho
fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.). Dijo “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le
trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.” (Juan. 6.44). Poco
después repitió el mismo pensamiento con palabras diferentes: “Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a
mí, si no le fuere dado del Padre.” (Juan. 6.65). He aquí la
depravación total: el hombre no puede
escoger a Jesús. Ni siquiera puede dar el primer paso para acudir a
Jesús, a no ser que el Padre lo atraiga. Y esta depravación es universal.
“ninguno” puede venir; dice Jesús. No sólo algunos no pueden, sino que nadie puede. Esta es
incapacidad universal y total. La prueba más poderosa de que el hombre no
puede ni desear el bien se encuentra en las ilustraciones bíblicas que hablan
del efecto de la acción inicial del Espíritu Santo: corazón de carne,
nacimiento, creación y resurrección. Estas expresiones demuestran con claridad que un
niño puede entender la incapacidad moral total del hombre. Por ejemplo, en el
Antiguo Testamento se describe al no regenerado como poseedor de un corazón que
esta hecho de piedra (Ezequiel 11.19 Y les daré un
corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de
piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne,). El corazón de piedra no tiene vida. Está
muerto no puede hacer nada. Esta es la incapacidad total. Pero Dios
dice que regenerará a su pueblo. Pondrá un Espíritu nuevo en ellos, y entonces
tendrá un corazón de carne, que está vivo. Entonces poseerán la capacidad de
seguir a Dios. Jesús utilizó la analogía del nacimiento: “el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”
(Juan. 3.3). El bebé nunca desea o decide nacer. Nunca contribuye ni en un
ápice a su propio nacimiento. En todo el proceso, desde la concepción hasta el
nacimiento, está completamente pasivo y es completamente incapaz de controlar
su propio nacimiento. De forma semejante, el no creyente no puede dar un
solo paso hacia su nuevo nacimiento. Lo
debe generar el Espíritu Santo.
Los
arminianos enseñan el concepto antinatural de que alguien que espiritualmente está
muerto puede desear nacer, puede creer en Cristo y entonces nacer de nuevo.
Pero un “no ser” no existe, un muerto no puede hacer nada y por consiguiente no
puede tener deseos de ir a Cristo. Pablo usa la ilustración de la creación.
Dijo que si alguien está en Cristo es una criatura nueva (2Corintios 5:17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es;
las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas, Gálatas 6.15 Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la
incircuncisión, sino una nueva creación.). Lo que no existe-la
nada-nunca se puede producir a sí mismo. El concepto mismo de creación implica
necesariamente pasividad e incapacidad totales por parte del objeto que va ser
creado. Lo que es cierto en el terreno físico lo es también en el espiritual:
las personal son totalmente incapaces de hacerse a sí mismas criaturas nuevas
en Cristo. Pablo también utilizó la analogía de la resurrección cuando en
Efesios 2.1 escribió, “Y Él os dio vida a vosotros,
cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados.” En Efesios 2; 5 dice: “ aun estando nosotros muertos en pecados, nos
dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos),” (Colosenses 2.13 Y a vosotros,
estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida
juntamente con él, perdonándoos todos los pecados,).
Algunos
cristianos arminianos interpretan estos versículos en el sentido de que el
hombre está herido o enfermo, pero no muerto, porque dicen que el
hombre sigue teniendo la capacidad de pedir la ayuda de Dios para su salvación.
El hombre tiene poder para creer o no creer. No está realmente muerto;
porque si lo estuviera, no podría pedir ayuda. Sólo está enfermo. Sí lleno de
pecado, enfermo con el pecado, pero aun así puede pedir al doctor que lo ayude.
Pero el calvinista sostiene la enseñanza clara de la Biblia y dice: “No, está muerto. Ni siquiera puede abrir
la boca. Ni siquiera tiene deseo alguno de llamar al doctor para que lo ayude.
Está muerto.”
El
arminiano compara al no regenerado con alguien que se arroja por la ventana de
un segundo piso, se rompe tres costillas, y una pierna, pero sigue viviendo. El
hombre sabe que está gravemente herido y por tanto necesita un doctor. De
hecho, puede pedir ayuda de algún transeúnte o arrastrarse hasta el teléfono
para llamar al doctor. Desea sanar.
El
calvinista, sin embargo, compararía al hombre con alguien que salta del último
piso de un rascacielos y se aplasta en la calle. Incluso si quedara algo sano
en él después de llegar al suelo, no sabría que necesita ayuda, y mucho menos
la podría pedir. El hombre está muerto –sin vida- y ni siquiera puede desear
sanar. O, para utilizar otro ejemplo: La postura que da al hombre algo de
crédito por su salvación al otorgarle la capacidad de creer, describe al hombre
como ahogándose. Éste agita la cabeza dentro del agua y mueve vertiginosamente
los brazos, tratando de mantenerse a flote. Si alguien no lo ayuda, morirá.
Quizá ya se le han medio llenado de agua los pulmones; incluso puede haber
perdido el conocimiento por unos momentos, pero sigue teniendo suficiente
presencia de ánimo y capacidad para moverse y gritar para que lo salven. Si
llama al salvavidas, éste lo salvara.
La
descripción bíblica, sin embargo, es la de un hombre que está en el fondo del
océano, a más de mil metros de profundidad. El peso de agua es de seis
toneladas por centímetro cuadrado. Ha estado ahí durante mil años y los
tiburones han devorado su corazón. En otras palabras el hombre está
totalmente muerto y es totalmente incapaz de pedir a nadie que lo salve. Para que se salve tiene que ocurrir un
milagro. Alguien tiene que sacarlo de la superficie y devolverle la vida, y
entonces podrá pedir al salvavidas que lo rescate. Esta es la descripción del
pecador. Está muerto en sus pecados y transgresiones (Efesios 2;1-5 Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en
vuestros delitos y pecados, 2 en los
cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo,
conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en
los hijos de desobediencia, 3 entre los
cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra
carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por
naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. 4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por
su gran amor con que nos amó, 5 aun
estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Crist (por
gracia sois salvos),). No desea sanar. Está muerto.
Cuando Cristo le grito a Lázaro que saliera
del sepulcro, éste no tenía vida como para oír, incorporarse, y salir. No había
en él ni un hálito de vida para poder
oír a Jesús quien lo instaba a salir, éste tuvo que devolverle la vida. Jesús
lo resucitó y entonces Lázaro pudo responder. Estas ilustraciones ponen de
manifiesto el punto básico de la discrepancia entre los arminianos y los
calvinistas, lo que Martín Lutero afirmó que era el eje en torno al cual giró
toda la Reforma.
El arminiano y nos referimos a él con
cordialidad aunque no es bíblico en este punto cree que Cristo murió por el
pecado y que nadie puede contribuir a lo más mínimo a pagar por sus propios
pecados. Hasta aquí todo está bien. “Jesús pagó por todo, todo se lo debo a
él”. La esclavitud de la voluntad, por Martín
Lutero. El título de este libro es otra buena descripción de la depravación
completa y de la incapacidad total. La voluntad no es libre: está en
esclavitud, sometida al diablo. Es “como un animal que se encuentra entre dos
jinetes. Si lo monta Dios, quiere lo que Dios quiere y va donde Dios desea…Si
lo monta Satanás, quiere lo que quiere Satanás y va donde Satanás desea.
Tampoco puede escoger al jinete; son los mismos jinetes los que luchan para
decidir quién lo va a conseguir.” Este excelente libro de Lutero contra las
ideas no bíblicas de Erasmo muestra lo buen calvinista que era Lutero. Pero la
entraña del problema está en que el arminiano va todavía más lejos y afirma que
el no salvo puede, puede por su propia fuerza y con ayuda del Espíritu
Santo, pedir a Jesús que lo salve. Y una vez que lo pide, entonces nace de
nuevo.
El
“calvinista” bíblico, sin embargo dice
no. El arminiano ha empezado la casa por el tejado. El hombre está
muerto en sus pecados y delitos, no sólo enfermo o herido, pero todavía con
vida. No, el no salvo, el no regenerado, está espiritualmente muerto (Efesios
2) Es incapaz de pedir ayuda a no ser que Dios cambie su corazón de piedra
por un corazón de carne y lo haga vivir espiritualmente (Efesios 2.5). Entonces,
una vez que ha nacido de nuevo, puede por primera vez acudir a Jesús para
expresar pesar por sus pecados y pedirle que lo salve. La pregunta es: ¿Es Dios
el autor sólo de la redención o también de la fe? ¿Pone Dios de parte suya el
sacrificio vicario de Cristo, y el hombre su fe? ¿O es la fe también don de
Dios (Efesios 2.8 Porque por gracia sois salvos por
medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;)? ¿Depende
la salvación parcialmente de Dios (dar a Cristo en la cruz) o totalmente de
Dios (dar a Cristo para que muera por nosotros además de darnos la fe)? ¿Se
queda el hombre con un poquito de la gloria-la incapacidad de creer? ¿O
pertenece toda la gloria a Dios?
La
enseñanza de la depravación total es que Dios es merecedor de toda la gloria y
el hombre no es digno ni de una mínima parte de ella.
Conclusión:
De
la enseñanza bíblica acerca de la depravación total del hombre se puede sacar
tres lecciones:
1. La depravación total explica los
problemas de nuestro mundo El odio congénito hacia Dios y al hombre
constituye la raíz de las violencias estudiantiles, de las protestas
sangrientas, de las anarquías, de las huelgas egoístas, del tráfico de drogas,
de los crímenes y del caos general hacia el cual se encamina el mundo. Sin
querer ser simplistas ni ingenuos, se puede afirmar que la sociedad no
resolverá estos problemas básicos hasta que las personas nazcan de nuevo y se
vuelvan a Jesucristo. Porque la Biblia nos dice que el hombre no está vivo
espiritualmente, y la consecuencia es “que no hay
quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta;
con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; su boca está
llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre;
quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No
hay temor de Dios delante de sus ojos” (Romanos 3.12-18). Y todo
empeorará antes de mejorar, según las profecías de la Biblia. En los últimos
tiempos, Satanás quedará en libertad por un tiempo, y parecerá como si las
fuerzas del mal se hubieran desencadenado. Esto no significa que la conversión
del mundo entero resolvería todos los problemas. Porque los cristianos nacidos
de nuevo siguen siendo pecadores, aunque básicamente han sido cambiados. El
mundo necesita más que la conversión: necesita que los cristianos apliquen los
principios cristianos a la política, al trabajo, a la economía y a la sociedad
general. Pero esta enseñanza de la depravación total debe poner sobre aviso al
cristiano para que no se sorprenda ante la mentalidad destructora rebelde,
anárquica y llena de odio del mundo presente; y nos debería indicar la
necesidad que se tiene del evangelio para resolver estos problemas.
2. El conocimiento de la depravación total
debería también enseñarnos que somos totalmente malos y estamos en una situación
terrible a no ser que Dios nos ayude. Cuando alguien se entera por la
Biblia de la enormidad de su pecado, debería querer acudir a Dios para pedirle,
“Ayúdame, Jesús, Soy malo y pecador. He obrado mal. No soy bueno. Sálvame
Jesús.” Cuando lo hace, se sigue una tercera verdad.
3.
El conocimiento de la depravación total le enseñará al hombre Que si desea
pedir a Dios que lo ayude, lo hace sólo porque Dios mismo pone en él el querer
y el hacer según su buena voluntad (Filipenses 2:12.13) Sabrá que Jesús no
sólo murió por sus pecados, sino que Dios incluso puso en su corazón la
capacidad de creer en Jesús. Entonces exclamará, “¿Hasta dónde llega la bondad
de Dios?” No sólo envía a Cristo para que cargue con el castigo que a mí me
correspondía, sino que incluso hace que yo, quien en realidad no amo a Jesús,
desee amarlo y creer en él. ¡Qué Dios tan bueno!
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