} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: DOCTRINAS FUNDAMENTALES (2)

lunes, 6 de mayo de 2024

DOCTRINAS FUNDAMENTALES (2)


1: Depravación Total


 Como hay muchas ideas equivocadas respecto a la depravación total, es necesario ante todo establecer lo que no es la doctrina; y luego, en segundo lugar, explicar lo que es.


 I. LO QUE NO ES


A. No es depravación absoluta


 A veces la palabra depravación unida a la palabra total da la impresión de que el hombre es todo lo malo imaginable, todo lo malo que puede ser, algo así como el diablo. Pero depravación total no es lo mismo que depravación absoluta. Depravación absoluta significa que una persona expresa su depravación siempre a la enésima potencia. No sólo sus pensamientos, palabras y acciones son pecaminosos, sino que lo son en grado sumo. Ser totalmente depravado, sin embargo, no significa que una persona es lo peor posible en forma intensiva, sino lo más mala posible en forma intensiva. No es que no pueda cometer un crimen peor que el que ha cometido; antes bien, es que nada de lo que hace es bueno. El permea todas las facultades de su alma y todas las esferas de su vida. Es incapaz de hacer una cosa que sea buena. Ilustrémoslo. Cuando el niño miente, a menudo dice mentiras pequeñas. Estas mentiras podrían ser mucho peores. Sin embargo en sí mismas ya son malas. Ese mentir es malo. En consecuencia, el niño es malo. Pero no tan malo como podría serlo. O, cuando los niños se pelean, a menudo lo hacen mofándose el uno al otro o dándose golpes a empujones; pero podrían hacerlo sacándose los ojos con tijeras o poniendo alfileres debajo de las uñas. Unos adultos llaman a otros “estúpido” y “miserable”; pero en vez de insultarse podrían quitarse la vida. Hitler fue un criminal vicioso; sin embargo incluso el perdonó a algunos pueblos franceses ante los ruegos de un sacerdote. Kitty Genovese fue dejada a morir en Nueva Cork a la vista de veintiocho personas. Esta apatía, este no querer mezclarse en un asunto así, es abominable; y sin embargo los veintiocho hubieran podido ayudar a matarla. Y no lo hicieron. No eran todo lo malos que podían ser. Durante el reinado del rey Saúl hubo un periodo transitorio: “El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba un espíritu malo de parte de Jehová.” (1Samuel 16.14). En otras palabras, en la primera parte de su reinado no actuó en forma tan mala como lo hizo en la segunda parte. Incluso los que están cometiendo el pecado imperdonable (Hebreos 6:4-8 Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5  y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, 6  y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio. 7  Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; 8  pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada.) [Aquí se alude a la caída que significa renunciar abierta y claramente a Cristo por enemistad de corazón contra Él, Su causa y pueblo, de parte de los hombres que en sus mentes aprueban los actos de Sus asesinos, y todo esto después que ellos han recibido el conocimiento de la verdad y saboreado algunos de sus consuelos. De ellos se dice que es imposible renovarlos otra vez para el arrepentimiento. No porque la sangre de Cristo sea insuficiente para obtener el perdón de este pecado sino que este pecado, por su misma naturaleza, se opone al arrepentimiento y a toda cosa que a ese conduzca.] no actuaron en otro tiempo todo lo mal que hubieran podido, sino que “una vez fueron iluminados y buscaron el don celestial y fueron hechos participantes del Espíritu Santo”. Siempre ha habido hipócritas en la iglesia: los que tienen apariencia de santidad, pero niegan el poder de Dios (2 Timoteo 3.5  que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita.), e incluso predican y realizan milagros, como en el caso de Judas. Estos hipócritas incluso hubieran podido prescindir de las apariencias de caridad y perseguir directamente a la gente pero no lo hicieron. Los pecados del hombre no solo son tan malos como podrían ser, sino que tampoco son tan amplios como podrían ser. Un hombre determinado no comete todos los pecados posibles. Todos nosotros violamos de pensamiento los mandamientos de Dios, pero no todos los violamos de hecho. Todos sentimos odio, por ejemplo, pero no todos cometemos homicidios. Casi todos tenemos deseos lujuriosos, pero no todos hemos cometido adulterio de hecho. La explicación de esta moderación en el pecado está en que Dios, por medio de su gracia común (es decir la gracia que se da a los no creyentes), refrena a las personas para que no hagan el mal que podrían hacer. Por ejemplo, en Génesis 20 leemos que el rey Abimelec no pecó tanto como podría haberlo hecho, porque Dios le impidió que cometiera adulterio con Sara, esposa de Abraham. Y Pablo escribe a los Tesalonicenses que “Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio.” (2Tesalonicenses 2.7), pero a este espíritu malo le hace frete alguien “quien al presente lo detiene”

 

B. No es una ausencia completa de bien relativo

No sólo es cierto que el no regenerado no comete los peores pecados posibles, no todas las clases de pecado, sino que también es cierto que es capaz de hacer algún bien si se entiende adecuadamente la palabra bien. El Catecismo de Heidelberg ofrece una definición muy clara de bien. En respuesta a la pregunta 90. Pregunta: ¿Qué son las buenas obras?  Respuesta: Únicamente aquellas que se realizan con fe verdadera, conforme a la Ley de Dios, y se aplican solamente a su gloria; y no aquellas que están fundadas en nuestras buenas intenciones o sobre instituciones humanas.

Así pues según el Catecismo, hay tres elementos indispensables para que las obras sean verdaderamente buenas: fe verdadera, conformidad con la Ley de Dios y motivación adecuada. Por otra parte una obra relativamente buena en lo exterior quizá puede parecer bIen y sin embargo puede no haber nacido de verdadera fe ni ser para la gloria de Dios, Los no cristianos, aun siendo totalmente depravados pueden realizar obras relativamente buenas. Supongamos, por ejemplo, que un no creyente roba  5.000 € de un banco y luego escribe un cheque por 1.000 € para la Cruz Roja, a fin de que lo alaben. Este donativo en lo exterior está conforme a la ley de Dios; pero como NO nace de la fe y como carece del motivo de glorificar a Dios, es pecaminoso. Es una acción sólo relativamente buena.

 Albert Schweitzer es ejemplo de alguien que negó el Cristianismo Bíblico y sin embargo avergonzó a muchos cristianos ortodoxos con su amor y amabilidad. Sacrificó tres carreras brillantes y renunció a la cultura de Europa para ir a trabajar y a sufrir con los negros de África. Como filosofo experto en el nuevo testamento y organista de fama mundial, se sentía como Dives, vestido de púrpura y lino fino, lleno de lujos, en tanto que había tanto lazaros en África cuyas heridas lamían los perros. Se dedicó en una forma sacrificada al cuidado de los enfermos en el corazón de África, viviendo una vida ejemplar de bien relativo. Sus acciones externas se conformaban a la ley del amor; pero no creía en el Dios trino y no lo guiaba el motivo justo de la gloria de Dios; sus acciones se podrían llamar verdaderamente buenas sólo en un sentido relativo.

Tomemos otros ejemplos de bien relativo. Consideremos al soldado no cristiano que en el combate es modelo de valor y amor al lanzarse sobre una granada para salvar a sus compañeros. O al no cristiano que arriesga la vida al arrojarse frente a un camión para rescatar la vida de un niño. O al pagano blasfemo que ayuda al mendigo. O al judío que dona su amplia propiedad para que se utilice como parque público. O al unitario que da 100.000€ para construir unos laboratorios en la universidad. O al anciano que vive al otro lado de la calle y no quiere saber nada de la iglesia. Es respetable, cuida muy bien de su casa, arregla el jardín, ama a su esposa, da caramelos a los niños del vecindario, y no jura. En todos estos ejemplos están ausentes dos ingredientes necesarios de las buenas obras: fe en Jesucristo y el motivo de hacerlo todo para la gloria del Dios trino. Por esta razón se las puede llamar obras relativamente buenas.

El título del Artículo XIV de la Confesión Belga (Creemos, que Dios ha creado al hombre del polvo de la tierra, y lo ha hecho y formado según Su imagen y semejanza, bueno, justo y santo; pudiendo con su voluntad convenir en todo con la voluntad de Dios. Pero cuando anduvo en honor, no lo entendió él así (Salmos 49:20), ni reconoció su excelencia, sino que por propia voluntad se sometió a sí mismo al pecado, y por ende a la muerte y a la maldición, prestando oídos a las palabras del diablo. Pues transgredió el mandamiento de vida que había recibido, y por el pecado se separó de Dios que era su vida verdadera; habiendo pervertido toda su naturaleza; por lo cual se hizo culpable de la muerte física y espiritual. Y habiéndose hecho impío, perverso y corrompido en todos sus caminos, ha perdido todos los excelentes dones que había recibido de Dios, no quedándole de ellos más que pequeños restos, los cuales son suficientes para privar al hombre de toda excusa; ya que toda la luz que hay en nosotros, se ha trocado en tinieblas, como nos enseña la Escritura, diciendo: " La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella" (San Juan 1:5); aquí San Juan llama tinieblas a los hombres. Por lo cual rechazamos todo lo que contra esto se enseña sobre el libre albedrío del hombre, toda vez que el hombre no es más que un esclavo del pecado, y no puede aceptar ninguna cosa, si no le es dado del cielo (San Juan 3:27). Porque, ¿quién hay que se gloríe de poder hacer algo bueno como de sí mismo, dado que Cristo dice "Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere" (San Juan 6:44)? ¿Quién sacará a relucir su voluntad, puesto que ésta comprende que "la mente carnal es enemistad contra Dios" (Romanos 8:7)? ¿Quién hablará de su ciencia, siendo así que "el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios" (1 Corintios 2:14)? Para abreviar, ¿quién sugerirá idea alguna, si comprende que "no somos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios" (2 Corintios 3:5)? Y por eso, lo que dice el apóstol, con razón debe tenerse por cierto y seguro, esto es, que "Dios es el que en nosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad" (Filipenses 2:13). Porque no hay entendimiento ni voluntad conformes al entendimiento y la voluntad de Dios, si Cristo no los ha obrado en el hombre; lo cual nos lo enseña Él diciendo: "Porque separados de mí nada podéis hacer" (San Juan 15:5).) menciona lo “verdaderamente bueno” cuando habla de la “incapacidad” del hombre caído “para hacer lo que es verdaderamente bueno”.

 Los Cánones de Dort (III-IV,3). hablan de “Artículo 3: Incapacidad total

Por tanto, todos los seres humanos son concebidos en pecado y nacen como hijos de ira, inclinados a la maldad, muertos en sus pecados y esclavos del pecado. Sin la gracia regeneradora del Espíritu Santo, no están dispuestos ni son capaces de volver a Dios, ni de reformar su naturaleza distorsionada, y ni siquiera de disponerse a tal reforma.” Artículo 4: La insuficiencia de la luz natural

Es innegable que hay cierta luz de la naturaleza que todavía permanece en toda la humanidad después de la caída, en virtud de la cual ésta retiene algunas nociones en cuanto a Dios, las cosas naturales y la diferencia. entre lo que es moral e inmoral, y demuestra cierto anhelo de virtud y de buena conducta exterior. Pero esta luz natural está lejos de habilitar a los humanos a llegar al conocimiento salvador de Dios y la conversión a Dios –al grado de que no la usan correctamente, incluso en materias de la naturaleza y de la sociedad. Más bien, de varias maneras distorsionan completamente esta luz, cual sea su carácter preciso, y la suprimen en injusticia. Al actuar así, toda la humanidad queda sin excusa delante de Dios. Estos términos pueden ser engañosos porque incluso las acciones del regenerado no son “verdaderamente buenas”, ya que ni su fe ni el motivo que lo guía son completamente perfectos. Ninguna persona en la tierra ama a Dios con todo el corazón, la mente y el alma. Y sin embargo, las acciones del Cristiano regenerado son de una índole completamente diferente de las del incrédulo. La fe y la motivación adecuada están presentes, aunque en una forma imperfecta. Tampoco es correcto hablar del “bien que salva”, puesto que el Cristiano no se salva por las buenas obras, sino por Cristo.  

 De Joas la Biblia dice que “hizo lo recto ante los ojos de Jehová” (2 Reyes 12.2), y el escritor repite las mismas palabras en el caso del rey Amazías. Así pues, estos reyes hicieron cosas agradables delante de Dios, si bien, en último término, se perdieron.

En el Nuevo Testamento Cristo afirma el hecho de que los réprobos hacen el bien cuando mandan a los discípulos que amen no sólo a sus amigos sino también a sus enemigos. Dijo así: “Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo.” (Lucas. 6.33). En otras palabras, Cristo dice que los no elegidos hacen el bien. También aquí no se puede interpretar esto en el sentido de que hacen lo que es verdaderamente bueno, sino un bien relativo. Y Pablo escribe a los Romanos (2.14) que “Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos,”. No conocen a Jesucristo, no poseen la ley del Antiguo Testamente, sin embargo hacen cosas que en lo externo están de acuerdo con la ley de Dios cosas que son agradables a Dios en un sentido relativo,

Vemos, pues, que la depravación total no significa que los hombres sea el epítome del diablo. Porque, de hecho, el hombre no comete todos los pecados posibles; y los pecados que comete no siempre son todo lo malo posible. Además, vemos que él puede incluso realizar una cierta cantidad de bien relativo. ¡Cuán agradecidos podemos estar a Dios por el ejercicio de su gracia común, con la cual no sólo refrena del mal al no regenerado, sino que también lo capacita para hacer este bien relativo!


II. LO QUE ES DEPRAVACIÓN TOTAL


A. Positivamente: sólo pecar y siempre pecar


 Aunque afirmamos que el hombre natural, el que no ha sido regenerado por el Espíritu Santo, puede hacer el bien relativo, es necesario volver a insistir en que incluso este bien no es fundamentalmente “verdadero bien” a los ojos de Dios. La razón de esto es, como dice la Confesión Belga, que están ausentes la motivación del amor y la fe. De hecho, ese bien relativo no es otra cosa, en el sentido más profundo, que pecado y maldad. La depravación total significa que el hombre natural nunca puede hacer ningún bien que sea fundamentalmente agradable a Dios, y, de hecho, hace siempre el mal. Este es el testimonio diáfano de la Escritura. En Génesis 6.5 se nos dice “que la maldad de los hombre era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal”. Fijémonos cuidadosamente en la descripción de la   maldad. Era mucha. Llegaba hasta lo más recóndito del hombre. No sólo a su corazón, no sólo a los pensamientos de su corazón, sino también al designio de los pensamientos del corazón. Estas actitudes íntimas, según la Biblia, eran sólo el mal y lo eran de continuo siempre. Génesis 8.21(Y percibió Jehová olor grato; y dijo Jehová en su corazón: No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud; ni volveré más a destruir todo ser viviente, como he hecho.) añade que esto era así, no solo cuando el hombre ya era maduro, sino desde la juventud. Jeremías dice que “engañoso es el corazón más que todas las cosa, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (17.9). El testimonio de la mayoría de los Cristianos concuerda con el de Jeremías. Incluso después de que una persona HA SIDO REGENERADA, y por consiguiente conoce mejor las cosas, resulta aterrador comprobar cuán hipócrita, engañador, y malo es su corazón. El salmista dice que esta depravación se aplica incluso en el caso del recién nacido: “He aquí, en maldad he sido formado y en maldad me concibió mi madre” (Salmo 51.5). Esto no significa que el acto sexual sea malo, sino que desde la concepción, el nacimiento el hombre está contaminado con el pecado debido a la caída de Adán. En forma inequívoca Pablo, citando los Salmos 14 y 53, dice “No hay justo, ni aun uno, no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno… No hay temor de Dios delante de sus ojos (Romanos 3.10-18). Esta depravación es, pues, extensiva más bien que intensiva. El hombre no peca en todas las formas posibles, ni en la forma peor posible, puede incluso hacer algún bien relativo, pero peca en todo lo que hace. No hace ni una sola cosa que sea completamente agradable a Dios.


 B. Negativamente: incapacidad total


 Otra forma de describir la depravación total es llamarla incapacidad total, de hecho, muchos prefieren ese término al de depravación total, ya que éste conduce a pensar que el hombre es todo lo malo que puede ser: El término incapacidad total, sin embargo, tiene el defecto de ser demasiado negativo. Sugiere que la condición pecadora del hombre es una carencia más bien que una característica positiva. Pero el término es muy útil para hacer entender el hecho de la incapacidad del hombre para hacer, entender, e incluso desear el bien. Examinemos esta triple incapacidad del hombre.

1. El hombre no puede hacer el bien. La confesión Belga es muy bíblica cuando afirma la “incapacidad” del hombre natural “para hacer lo que es verdaderamente bueno”. Los Cánones de Dort son también bíblicos cuando confiesan que “todos los hombres son… incapaces del bien que salva” Al hablar de la total incapacidad moral del no regenerado para hacer el bien, Jesús en cierta ocasión pregunto: “¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?” Su respuesta fue: “todo árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos” Mateo 7.17-18). En otras palabras, el no regenerado no puede hacer lo que es verdaderamente bueno. Pablo en cierta ocasión dijo, escribiendo en una forma semejante: “Nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor sino por el Espíritu Santo” (1Corintios 12.3). En otra ocasión Jesús dio el secreto de la vida cristiana: la unión con Cristo (Juan. 15). Utilizó la metáfora de la vid y los pámpanos. Al hablar de la incapacidad para hacer buenas obras, dijo: “como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, sino permanecéis en mí… Separados de mí nada podéis hacer” (Juan. 15.4-5). Esto es incapacidad total. Con afirmaciones igualmente amplios, Pablo niega la incapacidad del no cristiano para hacer el bien cuando escribe: “La mente carnal (es decir, no regenerada) es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de dios, ni tampoco puede; y los que viven según la carne (es decir los no regenerados) no pueden agradar a Dios” (Romanos 8.7-8). Lea de nuevo esta descripción triple de la depravación total o incapacidad total: el no cristiano es enemigo de Dios, y le resulta imposible hacer el bien y agradar a Dios.

2. El hombre no puede entender el bien. El hombre no sólo es incapaz de hacer el bien por si mismo; ni siquiera puede entender el bien. Esta ciego como Cíclope, con su único ojo quemado. Lidia por ejemplo, oyó a Pablo predicar a Cristo a orillas del río en Filipos. Sólo después de que el Señor abrió su corazón pudo comprender lo que Pablo decía (Hechos. 16.14 Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía.). Hasta ese momento su comprensión estaba entenebrecida, para emplear la descripción que Pablo hace de los gentiles en Efeso (Efesios 4.18 teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón). O, para emplear otra ilustración paulina, el velo que tenía sobre el corazón le impedía ver la verdad (2 Corintios 3.12-18). Pero cuando Dios actuó en su corazón espiritual, pudo responder a la predicación de Pablo. Durante el ministerio de Jesús, los judíos lo rechazaron. “a lo suyo vino, y los suyos no le recibieron (Juan. 1.11). El problema no estuvo en la presentación de la verdad. La verdad estaba allí. Jesús era el Hijo de Dios encarnado. La Luz brillo en la oscuridad, pero la oscuridad no pudo comprenderla. El Hijo realizó milagros y predicó a los judíos, pero éstos blasfemaron de Él. En cierta ocasión Jesús preguntó: “¿Por qué no entendéis mi lenguaje?” Él mismo dio la respuesta: “porque no podéis escuchar mi palabra” (Juan. 8.43). Sin duda que los judíos oían a Jesús con sus oídos físicos. Pero Jesús hablaba acerca de sus oídos espirituales. Como dijo en otra ocasión, “De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis y no percibiréis” (Mateo 13.14). Esto explica por qué algunos teólogos y estudiosos de la Biblia pueden dedicar la mayor parte de la vida a estudiar la Biblia y sin embargo rechazan a Jesucristo como su Dios, Señor y Salvador. La causa del rechazo no está en el testimonio claro de la Palabra de Dios. Antes bien, está en la ceguera, tinieblas y dureza de su corazón. Si el hombre no está regenerado, no puede entender. Uno de los pasajes más claros que enseñan la incapacidad del hombre natural para entender las cosas de Dios es 1 Corintios 1 y 2. Pablo dice que la palabra de la cruz (es decir, el mensaje central del cristianismo) es locura para los que se pierden (1 Corintios 1.18). Con su propia “sabiduría” no llegan a conocer a Dios (v.21). Si pudieran conocer a Dios con su sabiduría natural, entonces muchos sabios serían cristianos. Pero no ocurre así. La razón de que mentes brillantes no acepten el cristianismo es que todas las mentes son ciegas, a no ser que estén regeneradas. Porque como afirma Pablo, “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2.14). En otras palabras, sin el Espíritu Santo uno no puede entender las cosas de Dios.

3. El hombre no puede desear hacer el bien. El no cristiano no sólo es incapaz de hacer nada que sea verdaderamente bueno, no solo es incapaz de entender el bien, sino, peor todavía, ni siquiera puede desear el bien. Una cosa es tener un objetivo bueno y no poder alcanzarlo. Esta incapacidad de alcanzar un objetivo bueno es parte de la depravación del hombre. Otra cosa es tener un objetivo bueno, pero no poder siquiera entender lo que es ese objetivo. Esta falta de comprensión también es parte de la depravación del hombre. Pero el colmo de la depravación total es que el hombre natural ni siquiera desea un objetivo bueno. No le preocupa en lo más mínimo. Esta última afirmación no es exacta. Sí le preocupa: odia el bien y la fuente del mismo, a saber, Dios. Esta falta de deseo de Dios es a la vez el abismo y el epítome de la depravación total del hombre natural. Esta incapacidad de desear el bien, y especialmente a Jesucristo, la expresa Jesús mismo con vigor en otra de sus frases definitivas expresadas en forma negativa (Mateo.7.18 No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos ; Juan. 3.3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.; 8.43 ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra.; y 15.4-5  Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5  Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.). Dijo “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.” (Juan. 6.44). Poco después repitió el mismo pensamiento con palabras diferentes: “Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre.” (Juan. 6.65). He aquí la depravación total: el hombre no puede escoger a Jesús. Ni siquiera puede dar el primer paso para acudir a Jesús, a no ser que el Padre lo atraiga. Y esta depravación es universal. “ninguno” puede venir; dice Jesús. No sólo algunos no pueden, sino que nadie puede. Esta es incapacidad universal y total. La prueba más poderosa de que el hombre no puede ni desear el bien se encuentra en las ilustraciones bíblicas que hablan del efecto de la acción inicial del Espíritu Santo: corazón de carne, nacimiento, creación y resurrección. Estas   expresiones demuestran con claridad que un niño puede entender la incapacidad moral total del hombre. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento se describe al no regenerado como poseedor de un corazón que esta hecho de piedra (Ezequiel 11.19 Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne,). El corazón de piedra no tiene vida. Está muerto no puede hacer nada. Esta es la incapacidad total. Pero Dios dice que regenerará a su pueblo. Pondrá un Espíritu nuevo en ellos, y entonces tendrá un corazón de carne, que está vivo. Entonces poseerán la capacidad de seguir a Dios. Jesús utilizó la analogía del nacimiento: “el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan. 3.3). El bebé nunca desea o decide nacer. Nunca contribuye ni en un ápice a su propio nacimiento. En todo el proceso, desde la concepción hasta el nacimiento, está completamente pasivo y es completamente incapaz de controlar su propio nacimiento. De forma semejante, el no creyente no puede dar un solo paso hacia su nuevo nacimiento. Lo debe generar el Espíritu Santo.

Los arminianos enseñan el concepto antinatural de que alguien que espiritualmente está muerto puede desear nacer, puede creer en Cristo y entonces nacer de nuevo. Pero un “no ser” no existe, un muerto no puede hacer nada y por consiguiente no puede tener deseos de ir a Cristo. Pablo usa la ilustración de la creación. Dijo que si alguien está en Cristo es una criatura nueva (2Corintios 5:17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas, Gálatas 6.15 Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación.). Lo que no existe-la nada-nunca se puede producir a sí mismo. El concepto mismo de creación implica necesariamente pasividad e incapacidad totales por parte del objeto que va ser creado. Lo que es cierto en el terreno físico lo es también en el espiritual: las personal son totalmente incapaces de hacerse a sí mismas criaturas nuevas en Cristo. Pablo también utilizó la analogía de la resurrección cuando en Efesios 2.1 escribió, “Y Él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados.” En Efesios 2; 5  dice: “  aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos),” (Colosenses  2.13 Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados,).

Algunos cristianos arminianos interpretan estos versículos en el sentido de que el hombre está herido o enfermo, pero no muerto, porque dicen que el hombre sigue teniendo la capacidad de pedir la ayuda de Dios para su salvación. El hombre tiene poder para creer o no creer. No está realmente muerto; porque si lo estuviera, no podría pedir ayuda. Sólo está enfermo. Sí lleno de pecado, enfermo con el pecado, pero aun así puede pedir al doctor que lo ayude. Pero el calvinista sostiene la enseñanza clara de la Biblia y dice: “No, está muerto. Ni siquiera puede abrir la boca. Ni siquiera tiene deseo alguno de llamar al doctor para que lo ayude. Está muerto.”

El arminiano compara al no regenerado con alguien que se arroja por la ventana de un segundo piso, se rompe tres costillas, y una pierna, pero sigue viviendo. El hombre sabe que está gravemente herido y por tanto necesita un doctor. De hecho, puede pedir ayuda de algún transeúnte o arrastrarse hasta el teléfono para llamar al doctor. Desea sanar.

El calvinista, sin embargo, compararía al hombre con alguien que salta del último piso de un rascacielos y se aplasta en la calle. Incluso si quedara algo sano en él después de llegar al suelo, no sabría que necesita ayuda, y mucho menos la podría pedir. El hombre está muerto –sin vida- y ni siquiera puede desear sanar. O, para utilizar otro ejemplo: La postura que da al hombre algo de crédito por su salvación al otorgarle la capacidad de creer, describe al hombre como ahogándose. Éste agita la cabeza dentro del agua y mueve vertiginosamente los brazos, tratando de mantenerse a flote. Si alguien no lo ayuda, morirá. Quizá ya se le han medio llenado de agua los pulmones; incluso puede haber perdido el conocimiento por unos momentos, pero sigue teniendo suficiente presencia de ánimo y capacidad para moverse y gritar para que lo salven. Si llama al salvavidas, éste lo salvara.

La descripción bíblica, sin embargo, es la de un hombre que está en el fondo del océano, a más de mil metros de profundidad. El peso de agua es de seis toneladas por centímetro cuadrado. Ha estado ahí durante mil años y los tiburones han devorado su corazón. En otras palabras el hombre está totalmente muerto y es totalmente incapaz de pedir a nadie que lo salve. Para que se salve tiene que ocurrir un milagro. Alguien tiene que sacarlo de la superficie y devolverle la vida, y entonces podrá pedir al salvavidas que lo rescate. Esta es la descripción del pecador. Está muerto en sus pecados y transgresiones (Efesios 2;1-5 Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2  en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 3  entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. 4  Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5  aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Crist (por gracia sois salvos),). No desea sanar. Está muerto.

 Cuando Cristo le grito a Lázaro que saliera del sepulcro, éste no tenía vida como para oír, incorporarse, y salir. No había en él ni un hálito de vida  para poder oír a Jesús quien lo instaba a salir, éste tuvo que devolverle la vida. Jesús lo resucitó y entonces Lázaro pudo responder. Estas ilustraciones ponen de manifiesto el punto básico de la discrepancia entre los arminianos y los calvinistas, lo que Martín Lutero afirmó que era el eje en torno al cual giró toda la Reforma.

 El arminiano y nos referimos a él con cordialidad aunque no es bíblico en este punto cree que Cristo murió por el pecado y que nadie puede contribuir a lo más mínimo a pagar por sus propios pecados. Hasta aquí todo está bien. “Jesús pagó por todo, todo se lo debo a él”.   La esclavitud de la voluntad, por Martín Lutero. El título de este libro es otra buena descripción de la depravación completa y de la incapacidad total. La voluntad no es libre: está en esclavitud, sometida al diablo. Es “como un animal que se encuentra entre dos jinetes. Si lo monta Dios, quiere lo que Dios quiere y va donde Dios desea…Si lo monta Satanás, quiere lo que quiere Satanás y va donde Satanás desea. Tampoco puede escoger al jinete; son los mismos jinetes los que luchan para decidir quién lo va a conseguir.” Este excelente libro de Lutero contra las ideas no bíblicas de Erasmo muestra lo buen calvinista que era Lutero.   Pero la entraña del problema está en que el arminiano va todavía más lejos y afirma que el no salvo puede, puede por su propia fuerza y con ayuda del Espíritu Santo, pedir a Jesús que lo salve. Y una vez que lo pide, entonces nace de nuevo.

El “calvinista” bíblico, sin embargo dice no. El arminiano ha empezado la casa por el tejado. El hombre está muerto en sus pecados y delitos, no sólo enfermo o herido, pero todavía con vida. No, el no salvo, el no regenerado, está espiritualmente muerto (Efesios 2) Es incapaz de pedir ayuda a no ser que Dios cambie su corazón de piedra por un corazón de carne y lo haga vivir espiritualmente (Efesios 2.5). Entonces, una vez que ha nacido de nuevo, puede por primera vez acudir a Jesús para expresar pesar por sus pecados y pedirle que lo salve. La pregunta es: ¿Es Dios el autor sólo de la redención o también de la fe? ¿Pone Dios de parte suya el sacrificio vicario de Cristo, y el hombre su fe? ¿O es la fe también don de Dios (Efesios 2.8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;)? ¿Depende la salvación parcialmente de Dios (dar a Cristo en la cruz) o totalmente de Dios (dar a Cristo para que muera por nosotros además de darnos la fe)? ¿Se queda el hombre con un poquito de la gloria-la incapacidad de creer? ¿O pertenece toda la gloria a Dios?

 La enseñanza de la depravación total es que Dios es merecedor de toda la gloria y el hombre no es digno ni de una mínima parte de ella.


 Conclusión:

De la enseñanza bíblica acerca de la depravación total del hombre se puede sacar tres lecciones:

 1. La depravación total explica los problemas de nuestro mundo El odio congénito hacia Dios y al hombre constituye la raíz de las violencias estudiantiles, de las protestas sangrientas, de las anarquías, de las huelgas egoístas, del tráfico de drogas, de los crímenes y del caos general hacia el cual se encamina el mundo. Sin querer ser simplistas ni ingenuos, se puede afirmar que la sociedad no resolverá estos problemas básicos hasta que las personas nazcan de nuevo y se vuelvan a Jesucristo. Porque la Biblia nos dice que el hombre no está vivo espiritualmente, y la consecuencia es “que no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos” (Romanos 3.12-18). Y todo empeorará antes de mejorar, según las profecías de la Biblia. En los últimos tiempos, Satanás quedará en libertad por un tiempo, y parecerá como si las fuerzas del mal se hubieran desencadenado. Esto no significa que la conversión del mundo entero resolvería todos los problemas. Porque los cristianos nacidos de nuevo siguen siendo pecadores, aunque básicamente han sido cambiados. El mundo necesita más que la conversión: necesita que los cristianos apliquen los principios cristianos a la política, al trabajo, a la economía y a la sociedad general. Pero esta enseñanza de la depravación total debe poner sobre aviso al cristiano para que no se sorprenda ante la mentalidad destructora rebelde, anárquica y llena de odio del mundo presente; y nos debería indicar la necesidad que se tiene del evangelio para resolver estos problemas.

 2. El conocimiento de la depravación total debería también enseñarnos que somos totalmente malos y estamos en una situación terrible a no ser que Dios nos ayude. Cuando alguien se entera por la Biblia de la enormidad de su pecado, debería querer acudir a Dios para pedirle, “Ayúdame, Jesús, Soy malo y pecador. He obrado mal. No soy bueno. Sálvame Jesús.” Cuando lo hace, se sigue una tercera verdad.

3. El conocimiento de la depravación total le enseñará al hombre Que si desea pedir a Dios que lo ayude, lo hace sólo porque Dios mismo pone en él el querer y el hacer según su buena voluntad (Filipenses 2:12.13) Sabrá que Jesús no sólo murió por sus pecados, sino que Dios incluso puso en su corazón la capacidad de creer en Jesús. Entonces exclamará, “¿Hasta dónde llega la bondad de Dios?” No sólo envía a Cristo para que cargue con el castigo que a mí me correspondía, sino que incluso hace que yo, quien en realidad no amo a Jesús, desee amarlo y creer en él. ¡Qué Dios tan bueno!

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