La Biblia,
versión Traducción Lenguaje Actual, dice en: 1 Cor.3:1-17
1Co 3:1
Hermanos míos, antes de ahora no les pude hablar como a quienes ya tienen el
Espíritu de Dios, porque ustedes se comportaban como la gente pecadora de este
mundo. Por eso tuve que hablarles como si apenas comenzaran a creer en Cristo.
1Co 3:2 En vez de enseñarles cosas difíciles, les
enseñé cosas sencillas, porque ustedes parecen niños pequeños, que apenas
pueden tomar leche y no alimentos fuertes. En aquel entonces no estaban
preparados para entender cosas más difíciles. Y todavía no lo están,
1Co 3:3 pues siguen viviendo como la gente pecadora
de este mundo. Tienen celos los unos de los otros, y se pelean entre ustedes.
Porque, cuando uno dice: «Yo soy seguidor de Pablo», y otro contesta: «Yo soy
seguidor de Apolo», están actuando como la gente de este mundo. ¿No se dan
cuenta de que así se comportan los pecadores?
1Co 3:5 Después de todo, Apolo y yo sólo somos
servidores de Dios para ayudarlos a creer en Jesucristo. Cada uno de nosotros
hizo lo que el Señor nos mandó hacer:
1Co 3:6 yo les anuncié a ustedes la buena noticia de
Jesucristo, y Apolo les enseñó a seguir confiando en él, pero es Dios quien los
ha hecho confiar más en Cristo.
1Co 3:7 Así que lo importante no es quién anuncia la noticia
ni quién la enseña; el único importante es Dios, que es quien aumenta nuestra
confianza en Cristo.
1Co 3:8 Tanta importancia tienen los que anuncian la
noticia como los que la enseñan. Cada uno de ellos recibirá su premio, según el
trabajo que haya hecho.
1Co 3:9 Apolo y yo somos servidores de Dios, y
ustedes son como un campo de trigo, como un edificio construido por Dios, del
cual Dios es el dueño.
1Co 3:10 Dios, por su bondad, me permitió actuar como
si yo fuera el arquitecto de ese edificio. Y yo, como buen arquitecto, puse una
base firme: les di la buena noticia de Jesucristo. Luego, otros construyeron
sobre esa base. Pero cada uno debe tener cuidado de la manera en que construye,
1Co 3:11 porque nadie puede poner una base distinta de
la que ya está puesta, y esa base es Jesucristo.
1Co 3:12 A partir de esa base podemos seguir
construyendo con oro, plata, piedras preciosas, madera, paja o caña.
1Co 3:13 Pero, cuando llegue el fin del mundo, Dios
pondrá a prueba lo que cada uno enseñó. Será como probar con fuego los
materiales que usamos para la construcción.
1Co 3:14 Si lo que uno enseñó pasa la prueba del
fuego, recibirá un premio.
1Co 3:15 En cambio, si no pasa esa prueba, lo perderá
todo, aunque él se salvará como si escapara del fuego.
1Co 3:16 ¿Acaso no saben que ustedes son un templo de
Dios, y que el Espíritu de Dios vive en ustedes?
1Co 3:17
Ustedes son el templo santo de Dios. A cualquiera que destruya su
templo, Dios también lo destruirá.
.
Las
verdades más claras del evangelio, en cuanto a la pecaminosidad del hombre y la
misericordia de Dios, el arrepentimiento para con Dios y la fe en Nuestro Señor
Jesucristo, expresadas en el lenguaje más sencillo, le vienen mejor a la gente
que los misterios más profundos. Los hombres pueden tener mucho conocimiento
doctrinal, pero ser sólo principiantes en la vida de fe y experiencia.
Las
discusiones y las peleas sobre la doctrina son tristes pruebas de carnalidad.
La
sana doctrina hace pacíficos a los hombres, no belicosos. Hay que lamentar que
muchos que debieran andar como cristianos, vivan y actúen demasiado como los
otros hombres. Muchos profesantes y predicadores también, muestran que son
carnales aún por discordias vanagloriosas, la ansiedad por entrar en debate, y
la facilidad para despreciar a otros y hablar mal de ellos.
El verdadero crecimiento espiritual requiere de la
Palabra de Dios.
La
Palabra de Dios en 1Co_2:10
Pero
Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu,
porque el Espíritu todo lo escudriña,
aun lo profundo de Dios, Pablo comienza a examinar nuestra necesidad
de sabiduría y revelación dadas por el Espíritu Santo, y la relaciona
estrechamente con el hecho de que hemos recibido las palabras «que enseña el
Espíritu» (1Co_2:13 De estas cosas
hablamos, no con palabras enseñadas por
la sabiduría humana, sino con las que
enseña el Espíritu, acomodando lo
espiritual a lo espiritual). Tras estas lecturas, pasa a una franca confrontación
con la carnalidad de los corintios, la cual atribuye a que sólo habían conocido
superficialmente la Palabra de Dios.
La
verdad que plantea este pasaje es que
ninguna cantidad de supuesta riqueza o experiencia espiritual refleja un
genuino crecimiento espiritual, si este conocimiento está separado de nuestro
crecimiento básico en el conocimiento de la Palabra de Dios. Sin conocimiento
en la palabra, podemos estar engañados acerca de nuestro crecimiento. Este
«enraizar» es en verdad y amor, y no tan solo en un conocimiento
aprendido o en un estudio realizado. A fin de experimentar verdadero
crecimiento espiritual, debemos dedicar tiempo a la lectura de la Palabra y
separarnos de los impedimentos de la falta de amor, rivalidad y contienda.
Con
tres ejemplos Pablo coloca dentro de una perspectiva correcta a los líderes
religiosos de que los corintios se vanagloriaban Vosotros sois labranza de Dios:
El primer ejemplo, tomado de la agricultura, rechaza la supuesta superioridad
de alguno de ellos, y destaca que ninguno tiene motivos de jactancia puesto que
Dios es el que da el crecimiento. Les
corresponden reconocimientos individuales, pero en términos de metas y servicio
son uno solo.
Sois
templo de Dios: La segunda metáfora también muestra la relativa
insignificancia de los líderes religiosos, pero destaca su responsabilidad. Los
ministros son como constructores con permisos restringidos para edificar sólo
sobre un determinado fundamento.
La originalidad se reduce en arquitectura al
diseño del plano básico; así sucede con el evangelio, ningún ser humano es el
autor de la revelación original, sino sólo Dios, a través del sabio plan del
Padre, por medio de la diligente obediencia del Hijo y la poderosa obra del
Espíritu Santo. “Porque otro fundamento nadie puede poner que el que
está puesto (por Dios), Jesucristo,” la persona, no la mera doctrina abstracta
acerca de él, aunque ésta está incluida; Jesús, Dios-Salvador: Cristo,
el Mesías, o Ungido nadie puede poner
otro fundamento—porque el único reconocido por Dios ya ha sido puesto.
La figura implica una edificación sobre sólido
fundamento, en parte compuesta de materiales duraderos y preciosos, y en parte
de perecederos.
El “oro, plata, piedras preciosas,” los cuales
pueden soportar el fuego representan las
enseñanzas que pueden resistir la ardiente prueba del juicio; “madera,
heno, hojarasca”, representan aquellas que no la pueden soportar; no la herejía
positiva, puesto que tal cosa destruiría el fundamento, sino la enseñanza
mezclada con la filosofía humana y el judaísmo, la cual era atractiva, más bien
que provechosa. Además de las enseñanzas, la sobre-edificación
representa las personas que se han unido a la iglesia para ser
instrumentos de los maestros, la realidad de cuya conversión será puesta a
prueba en el último día.
Donde haya el más insignificante granito de oro de
la verdadera fe, nunca será destruido. Por otra parte, la paja más liviana será
abrasada.
El
fundamento de la Iglesia -de todos los creyentes- es Jesucristo, y este es el
fundamento que Pablo estableció (al predicar a Cristo) cuando empezó la iglesia
en Corinto. Cualquiera que edifica la iglesia -maestros, predicadores, padres y
otros- debe construir con materiales de alta calidad (sana doctrina y
testimonio) que encaje en las normas de Dios. Pablo no está criticando a
Apolos, sino desafiando a los futuros líderes de la iglesia a tener una
predicación, así como una enseñanza, sana y sólida. Un edificio será sólido tanto como lo sea su
fundamento. El fundamento de nuestras vidas es Jesucristo, El es nuestra base,
nuestra razón de ser. Cada cosa que somos y hacemos debe encajar en el molde
que se ha dado por medio de Cristo.
¿Estamos edificando nuestra vida en el único fundamento
real y duradero o estamos edificando en un fundamento falso como la riqueza, la
seguridad o el éxito?
Para
construir sobre el fundamento de un edificio con materiales resistentes (oro, plata, piedras preciosas) es
necesario enseñar una sana doctrina y vivir siendo fieles a la verdad, y de esa
manera conducir a los conversos hacia la madurez espiritual. Construir con
materiales perecederos (madera, heno, hojarasca)
equivale a impartir enseñanzas inadecuadas y superficiales, o comprometer la
verdad con un estilo de vida que la contradice, o que falla a la hora de
ponerla en práctica.
Después
que el trabajo de los predicadores ha sido completado, Dios continúa haciendo
crecer a los cristianos. Nuestros líderes, ciertamente, deben ser respetados,
pero nunca debemos colocarlos en pedestales que creen barreras entre las
personas o levantarlos como sustitutos de Cristo.
La
obra de Dios involucra a muchos individuos con una variedad de dones y
habilidades. No hay superestrellas en esta tarea, sólo miembros de equipo que
desarrollan sus funciones específicas. Nos convertimos en miembros útiles del
equipo de Dios al poner a un lado el deseo de recibir gloria por lo que
hacemos. La alabanza que viene de la gente es comparativamente sin valor, la
aprobación de Dios es la que cuenta
La
calidad del trabajo de cada constructor será sometida a prueba el día
del regreso del Señor. Todo líder tendrá que comparecer ante el Señor
Jesucristo, constructor de la iglesia
Dos
maneras seguras de destruir un edificio son: dañar el fundamento o construir
con material de mala calidad. La iglesia debe ser edificada sobre Cristo, no
sobre alguna persona o principio. El evaluará la contribución de cada ministro
a la vida de la iglesia y el día del juicio revelará la sinceridad de la obra
de cada persona. Dios determinará si una persona fue o no fiel a las
instrucciones de Jesús. El buen trabajo será recompensado, el trabajo infiel o
inferior será descartado. El que edifica "será salvo, aunque así como por
fuego" significa que el trabajador infiel será salvo, pero como alguien
que escapa de un edificio en llamas. Todas sus posesiones (logros) se perderán.
La
recompensa no es la salvación, que la Escritura enseña constituye una
dádiva gratuita, sino un premio a la fidelidad en el servicio.
La
pérdida se refiere a la recompensa que este constructor pudo haber
recibido, no a su salvación. Como por fuego: Esta persona tendrá una
salida estrecha, como alguien que escapa de un edificio en llamas, pierde todas
sus posesiones y sólo logra salvar su vida.
El
edificio es identificado como el templo de Dios, santificado por la
presencia del Espíritu Santo. Aquí el templo de Dios es la iglesia local.
Pablo
no especifica cómo se puede destruir el templo de Dios, esto es, la
iglesia. La frase alude a arruinarlo por medio de «la corrupción o la
seducción», lo cual significa que con ese propósito pueden emplearse todo tipo
de medios indignos y ruines, ya se trate de falsas doctrinas, orgullo,
resentimiento o inmoralidad. Pero Pablo sí aclara que quien lo intente
encontrará su ruina.
Así
como nuestro cuerpo es "templo del Espíritu Santo" la iglesia local o
la comunidad cristiana es el templo de Dios. Así como el templo de los judíos
en Jerusalén no debía ser destruido, de igual manera la iglesia no debía ser
estropeada y arruinada por las divisiones, controversias u otros pecados cuando
los miembros se reunían para adorar a Dios.
Pablo llama a los corintios niños en la vida
cristiana, porque aún no eran espiritualmente saludables y maduros. La prueba
era que se peleaban como niños, permitiendo que las divisiones los distrajeran.
Los cristianos inmaduros son "carnales", controlados por sus propios
deseos; los creyentes maduros están a tono con los deseos de Dios.
¿Cuánta influencia ejercen nuestros
propios deseos en la vida? Nuestra meta es permitir que los
deseos de Dios sean los nuestros. Ser controlados por nuestros propios deseos
impedirá nuestro crecimiento.
Pablo
dice que tanto la vida como la muerte son nuestras. ¿Cómo puede ser posible
esto? Mientras los incrédulos son víctimas de la vida, arrastrados por su
corriente y preguntándose si hay sentido en ella, los creyentes usan la vida
bien porque comprenden su verdadero propósito. Los incrédulos sólo pueden temer
a la muerte. Para nosotros, los creyentes, sin embargo, la muerte no es motivo
de temor porque Cristo la ha derrotado.
La
muerte es sólo el comienzo de la vida eterna con Dios.
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