Juan 1:38 Y volviéndose Jesús,
y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que
traducido es, Maestro), ¿dónde moras? 39 Les dijo: Venid y
ved. Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día; porque era
como la hora décima.
El evangelio es una palabra de gracia que suena en nuestros oídos. El
día del evangelio es un día de salvación, el medio de gracia es el medio de
salvación, el ofrecimiento del evangelio es la oferta de la salvación, y la
época presente es el tiempo apropiado para aceptar tales ofrecimientos. El
mañana no es nuestro: no sabemos qué será mañana ni dónde estaremos. Ahora
disfrutamos un día de gracia; entonces, seamos cuidadosos para no rechazarlo.
Dios ofrece salvación a todo el mundo. Mucha gente aplaza su decisión por
Cristo, pensando que vendrán tiempos mejores, pero pueden perder la oportunidad
para siempre. No hay tiempo como el presente para recibir el perdón de Dios.
Si estás leyendo esta
reflexión, no permitas que cualquier cosa te dificulte venir a Cristo. El
evangelio mejora la condición de hasta el más mísero cuando es predicado
fielmente y recibido por completo. “El tiempo aceptable” para recibir la gracia
de Dios es ahora.
El argumento más fuerte y dominante de nuestra alma vivificada para
seguir a Cristo es que Él es el único que quita el pecado. Cualquiera sea la
comunión que haya entre nuestras almas y Cristo, Él es quien empieza la
conversación. Preguntó, ¿qué buscáis? La pregunta que les hace Jesús es la que
debiéramos hacernos todos cuando empezamos a seguirle, ¿qué queremos y qué
deseamos? Al seguir a Cristo, ¿buscamos el favor de Dios y la vida eterna? Nos
invita a acudir sin demora. Ahora es el tiempo aceptable. Bueno es para
nosotros estar donde esté Cristo, dondequiera que sea.
Debemos trabajar por el bienestar espiritual de nuestros parientes, y
procurar llevarlos a Él. Los que vamos a Cristo debemos ir con la resolución
fija de ser firmes y constantes en Él, como piedra, sólida y firme; y es por su
gracia que somos así.
Seguir a Jesús no es suficiente: debemos seguirle por las razones
debidas. Seguirle por nuestros fines es pedir a Cristo que nos siga, que se
ajuste a nosotros para edificar nuestra causa, no la suya. Debemos examinar
nuestros motivos para servirle. ¿Buscamos su gloria o la nuestra?