} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: ¿QUÉ ENTRA POR NUESTROS SENTIDOS?

martes, 22 de septiembre de 2015

¿QUÉ ENTRA POR NUESTROS SENTIDOS?



Filipenses 4:8  Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.
Colosenses 3:5  Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría;

Debemos andar en todo los caminos de la virtud y permanecer en ellos; entonces, sea que nuestra alabanza sea o no de los hombres, será de Dios.  La manera de tener al Dios de paz con nosotros es mantenernos dedicados a nuestro deber, servirle a El, por medio de la obediencia a su Palabra. Todos nuestros privilegios y la salvación proceden de la Misericordia gratuita de Dios, pero el goce de ellos depende de nuestra conducta santa y sincera. Estas son obras de Dios, pertenecientes a Dios, y a Él solo se deben atribuir y a nadie más, ni hombres, ni palabras ni obras
Lo que dejamos entrar en nuestras mentes determina lo que expresamos con las palabras y acciones. Pablo nos dice que llenemos nuestras mentes con pensamientos verdaderos, honesto, justos, puros, amables, de buen nombre, virtud, dignidad y alabanza.
“Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos”

¿Tenemos  problemas con pensamientos impuros y sueños ilusorios?
Examinemos lo que estamos dejando entrar en nuestra mente a través de la televisión, los libros, la conversación, las películas y las revistas. Reemplacemos los materiales dañinos con materiales útiles. Sobre todo, leamos la Palabra de Dios y oremos. Pidamosle a El que nos ayude a concentrarnos en lo que es bueno y puro. Requiere práctica, pero puede lograrse; el compromiso, la disciplina diaria y el hábito diario, con la ayuda del Señor nos conducirá  seguros.

  No es suficiente escuchar o leer la Palabra de Dios, ni incluso conocerla bien. Debemos también ponerla en práctica. Qué fácil es escuchar un sermón y olvidarnos de lo que dijo el predicador. Qué fácil es leer la Biblia y no pensar en cómo vivir de una manera diferente. Qué fácil es discutir lo que significa un pasaje y no vivir su significado. Exponernos a la Palabra de Dios no es suficiente. Ella nos debe conducir a la obediencia.

 Es nuestro deber mortificar nuestros miembros que se inclinan a las cosas de este mundo. Mortificarlos, matarlos, suprimirlos, como malezas o gusanos que se desparraman y destruyen todo a su alrededor. Así como las ramas enfermas de un árbol, las malas prácticas deben ser cortadas antes de que nos destruyan. Debemos hacer cada día una decisión concienzuda para quitar cualquier cosa que sostenga o alimente estos deseos y depender del poder del Espíritu Santo. Debemos oponernos continuamente a todas las obras corruptas sin hacer provisión para los placeres carnales. Debemos evitar las ocasiones de pecar: la concupiscencia de la carne, y el amor al mundo; y la codicia que es idolatría; el amor del bien actual y los placeres externos.
Es necesario mortificar los pecados porque si no los matamos, ellos nos matarán a nosotros. El evangelio cambia las facultades superiores e inferiores del alma, y sostiene la regla de la recta razón y de la conciencia por sobre el apetito y la pasión.
Ahora no hay diferencia de país, de condición o de circunstancia de vida. Es deber de cada uno ser santo, porque Cristo es el Todo del cristiano, su único Señor y Salvador, y toda su esperanza y felicidad.
Centrar el interés y las aspiraciones en lo celestial implica despojarse de determinados vicios y cultivar ciertas virtudes. Los pecados de indulgencia con la sensualidad; las actitudes erróneas;  el lenguaje deshonesto y los prejuicios de la mente deben morir en nosotros de una vez por todas. Cristo debe gobernar y convertirse en el centro de las relaciones y el culto de los hijos de Dios.