El uso dado en
el contexto bíblico a los términos originales (heb. né·fesch ; gr. psy·kjé
) muestra que la palabra “alma” se refería tanto a una persona como a un animal
o a la vida que hay en ambos.
Sin embargo, la idea que la
palabra “alma” comunica hoy a la mayoría de la gente no concuerda con el
significado de los términos hebreo y griego que emplearon los escritores
bíblicos inspirados. Este es un hecho cada vez más reconocido. La Biblia no
dice que tengamos un alma. “Nefesch” es la persona misma, su necesidad de
alimentarse, la mismísima sangre de sus venas, su propio ser’
¿Cuál es el origen de la doctrina de la invisibilidad e inmortalidad
del alma humana?
La dificultad estriba en que los
significados que se suelen atribuir a la palabra “alma” no se derivan
principalmente de las Escrituras Hebreas o de las Griegas Cristianas, sino de
la antigua filosofía griega, que en realidad es pensamiento religioso pagano.
El filósofo griego Platón, por ejemplo, puso en boca de Sócrates las siguientes
palabras: “El alma, que se separa pura, sin arrastrar nada del
cuerpo, se va hacia lo que es semejante
a ella, lo invisible, lo divino, inmortal y sabio, y al llegar allí está a su
alcance ser feliz, apartada de errores, insensateces, terrores, y de
todos los demás males humanos, para pasar de verdad el resto del tiempo en
compañía de los dioses”. (Fedón,
80 d, e; 81 a.)
En contraste directo con la
enseñanza griega de que psy·kjé (alma) es inmaterial, intangible,
invisible e inmortal, las Escrituras muestran que cuando psy·kje y né·fesch
se utilizan con respecto a las criaturas terrestres, ambas se refieren a lo que
es material, tangible, visible y mortal.
El alma en el AT [Antiguo Testamento] no
significa una parte del hombre, sino el hombre completo: el hombre como ser
viviente. De manera similar, en el NT [Nuevo Testamento] significa la vida
humana: la vida de la persona, el sujeto consciente (Mt 2.20; 6.25; Lu
12.22-23; 14.26; Jn 10.11, 15, 17; 13.37)”.
Né·fesch viene de
una raíz que significa “respirar”, y en un sentido literal se podría traducir
como “un respirador”. El Lexicon in Veteris Testamenti Libros (de
Koehler y Baumgartner, Leiden, 1958, pág. 627) la define como “la sustancia que
respira, que hace del hombre y del animal seres vivientes Gé 1:20, el alma
(estrictamente diferente de la noción griega del alma), el asiento de la cual
es la sangre Gé 9:4f; Le 17:11; Dt 12:23: (249 veces) alma =
ser viviente, individuo, persona”.
La palabra griega psy·kje
se define en los léxicos griego-inglés como “vida”, y “el ser o
la personalidad consciente como centro de las emociones, deseos y
afectos”, “un ser vivo”, y esos léxicos muestran que ese término se usó para
referirse a “animales” no solo en la Biblia, sino en obras griegas. Por
supuesto, como esas fuentes tratan principalmente de los escritos griegos clásicos,
también incluyen todos los significados que los filósofos griegos paganos
dieron a esa palabra, como: “espíritu difunto”, “el alma inmortal e
inmaterial”, “el espíritu del universo” y “el principio inmaterial del
movimiento y la vida”. Seguramente, el término psy·kje también se
aplicaba a la “mariposa” o “polilla”, criaturas que experimentan
una metamorfosis, transformándose de oruga en criatura alada, debido a que
algunos de los filósofos paganos enseñaron que el alma salía del cuerpo al
momento de morir.
Los escritores griegos antiguos
aplicaron psy·kje de diversas maneras inconsecuentes, pues sus
filosofías personales y religiosas influían en el uso que le daban a dicho
término. De Platón, a cuya filosofía se pueden atribuir (como por lo general se
reconoce) las ideas comunes en cuanto al “alma”, se dice: “Mientras que a veces
habla de una de las [supuestas] tres partes del alma, la ‘inteligente’, como
una necesariamente inmortal, mientras que las otras dos son mortales, también
habla como si hubiera dos almas en un cuerpo: una inmortal y divina, y otra
mortal”. (“Thoughts on the Tripartite Theory
of Human Nature”, de A. McCaig, en The Evangelical Quarterly, Londres,
1931, vol. 3, pág. 121.)
En vista de esta inconsecuencia en
los escritos no bíblicos, es imprescindible dejar que las Escrituras hablen por
sí mismas, mostrando lo que los escritores inspirados querían decir cuando
utilizaban el término griego psy·kje o el hebreo né·fesch. Este
último aparece 754 veces en el texto masorético de las Escrituras Hebreas y psy·kje
aparece 102 veces en el texto de las
Escrituras Griegas Cristianas; en total, 856 veces
Debido a este uso frecuente, es posible
determinar con exactitud el sentido que tenían estas voces para los escritores
bíblicos inspirados y el que deberían transmitir al lector moderno. Al efectuar
este examen, se observa que, a pesar del sentido amplio de estos términos y sus
diferentes matices, no hay inconsecuencia ni confusión entre los escritores
bíblicos en lo relacionado con la naturaleza del hombre, como sucedió entre los
filósofos griegos del llamado período clásico.
Las
primeras almas terrestres.
Né·fesch aparece
por primera vez en Génesis 1:20-23. En el quinto “día” creativo Dios dijo:
“‘Enjambren las aguas un enjambre de almas vivientes [né·fesch], y
vuelen criaturas voladoras por encima de la tierra [...]’. Y Dios procedió a
crear los grandes monstruos marinos y toda alma viviente [né·fesch] que
se mueve, los cuales las aguas enjambraron según sus géneros, y toda criatura
voladora alada según su género”. Con referencia al sexto “día” creativo, né·fesch
se aplica de manera similar al “animal doméstico y animal moviente y bestia
salvaje de la tierra”, pues se dice que son “almas vivientes”. (Gé 1:24.)
En las instrucciones que Dios dio
al hombre después de crearlo, utilizó de nuevo el término né·fesch para
referirse a la creación animal: “Todo lo que se mueve sobre la tierra en que
hay vida como alma [literalmente, en lo que hay alma viviente (né·fesch)]”.
(Gé 1:30.)
Otros pasajes donde se designa así a los
animales son: Génesis 2:19; 9:10-16; Levítico 11:10, 46; 24:18; Números 31:28;
Ezequiel 47:9. Ha de notarse que las Escrituras Griegas Cristianas también
aplican la palabra griega psy·kje a animales, como en Apocalipsis 8:9 y
16:3, donde se utiliza con relación a las criaturas del mar.
Por tanto, las Escrituras muestran
con claridad que né·fesch y psy·kje se utilizan para designar a
la creación animal inferior al hombre. No obstante, veremos que estos mismos
términos también aplican al hombre.
El alma
humana.
Exactamente la misma expresión
hebrea que se usa para la creación animal, a saber, né·fesch jai·yáh
(alma viviente), se aplica a Adán cuando se dice que después que Dios formó al
hombre del polvo del suelo y sopló en sus narices el aliento de vida, “el
hombre vino a ser alma viviente”. (Gé 2:7.) El hombre era diferente de la
creación animal, pero esa distinción no se debía a que él fuese un né·fesch
(alma) y los animales no, sino más bien, a que, como muestra el registro, solo
el hombre fue creado “a la imagen de Dios”. (Gé 1:26, 27.) Se le creó con
cualidades morales como las de Dios, y muy superior a los animales en poder y
sabiduría; por consiguiente, podía tener en sujeción a todas las formas
inferiores de vida animal. (Gé 1:26, 28.) El organismo del hombre era más
complejo y versátil que el de los animales. Además,
Adán tenía la perspectiva de vivir para siempre, aunque luego la perdió, algo
que nunca se ha dicho de las criaturas inferiores al hombre. (Gé 2:15-17;
3:22-24.)
Es verdad que el relato dice que
‘Dios procedió a soplar en las narices del hombre aliento [una forma de nescha·máh]
de vida’, mientras que no se dice lo mismo de la creación animal. Sin embargo,
hay que tener presente que el relato de la creación del hombre es mucho más
detallado que el de la creación de los animales. Además, en Génesis 7:21-23 se
narra la destrucción que el Diluvio causó a “toda carne” que estaba fuera del
arca, tanto a los animales como a las personas, y entonces dice: “Todo lo que
tenía activo en sus narices el aliento de la fuerza de vida, a saber, cuanto
había en el suelo seco, murió”. Es obvio que el aliento de vida de las
criaturas animales también vino originalmente del Creador, Jehová Dios.
El “espíritu” (heb. rú·aj; gr.
pnéu·ma) o fuerza de vida del hombre tampoco es distinto de la fuerza de
vida de los animales, pues Eclesiastés 3:19-21 dice que “todos tienen un solo espíritu”.
El alma:
una criatura viva.
El relato dice que el hombre “vino a ser alma
viviente”; por lo tanto, el hombre era un alma, no tenía un alma
inmaterial, invisible e intangible que residiera dentro de él. El apóstol Pablo
muestra que la enseñanza cristiana no difería de la enseñanza hebrea primitiva,
pues cita de Génesis 2:7 y dice: “Así también está escrito: ‘El primer hombre,
Adán, llegó a ser alma viviente’. El
primer hombre procede de la tierra y es hecho de polvo”. (1Co 15:45-47.)
En Génesis se muestra que el alma
viviente resulta de la combinación del cuerpo terrestre con el aliento de vida.
La expresión “aliento de la fuerza de vida [literalmente, aliento del espíritu,
es decir, fuerza activa (rú·aj), de vida]” (Gé 7:22) indica que
la fuerza de vida o “espíritu” que hay en todas las criaturas, tanto humanas
como animales, se sostiene por medio de la respiración (al aspirar el oxígeno
del aire). Esta fuerza de vida se halla en toda célula del cuerpo de la
criatura.
Como el término né·fesch se
refiere a la criatura misma, deberían atribuirse a esta palabra las funciones o
características normales propias de criaturas físicas. Este es precisamente el
caso en las Escrituras. Se dice que né·fesch (alma) come carne, grasa,
sangre o cosas materiales similares (Le 7:18, 20, 25, 27; 17:10, 12, 15; Dt
23:24); tiene hambre o desea con vehemencia alimento y bebida (Dt 12:15, 20,
21; Sl 107:9; Pr 19:15; 27:7; Isa 29:8; 32:6; Miq 7:1); es engordada (Pr
11:25); ayuna (Sl 35:13); toca cosas inmundas, tal como un cuerpo muerto (Le
5:2; 7:21; 17:15; 22:6; Nú 19:13); es ‘secuestrada’ o ‘alguien se apodera de
ella como prenda’ (Dt 24:6, 7); hace trabajo (Le 23:30); se refresca con agua
fría cuando está cansada (Pr 25:25); es comprada (Le 22:11; Eze 27:13); dada
como ofrenda para cumplir un voto (Le 27:2); es puesta “en hierros” (Sl
105:18); se desvela (Sl 119:28), y lucha por aliento (Jer 15:9).
Puede observarse que en muchos
textos se hace referencia a “mi alma”, “tu alma”, “su alma”, etc. Esto es
debido a que né·fesch y psy·kjé pueden significar la persona
misma como alma. Por lo tanto, a menudo es posible expresar el sentido del
término por medio de pronombres personales.
Representa la vida como criatura.
Tanto né·fesch como psy·kje
también se utilizan para referirse a vida, no tan solo como una fuerza o
principio abstracto, sino vida como criatura, humana o animal.
Así, cuando Raquel estaba dando a
luz a Benjamín, su né·fesch (“alma” o vida como criatura) salió de ella
y ella murió (Gé 35:16-19), cesó de ser una criatura viva. De manera similar,
cuando el profeta Elías resucitó al hijo de la viuda de Sarepta, el né·fesch
(“alma” o vida como criatura) del niño regresó a él y “llegó a vivir”, volvió a
ser una criatura viva. (1Re 17:17-23.)
Debido a que la vida de la
criatura está ligada inseparablemente a la sangre (la sangre derramada
representaba la vida de la persona o criatura [Gé 4:10; 2Re 9:26; Sl 9:12; Isa
26:21]), las Escrituras hablan de que el né·fesch (alma) está “en la
sangre”. (Gé 9:4; Le 17:11, 14; Dt 12:23.) Es obvio que esta expresión no tiene
un sentido literal, ya que las Escrituras también hablan de la “sangre de sus
almas , y las muchas referencias ya consideradas no podrían aplicarse solo a la
sangre o a sus cualidades sostenedoras de la vida.
Né·fesch (alma) no
se utilizó con referencia a la vida vegetal, ni durante su creación en el
tercer “día” creativo (Gé 1:11-13) ni más tarde, pues la vegetación no tiene
sangre.
Algunos ejemplos del uso de la
palabra griega psy·kje para referirse a ‘vida como criatura’ pueden
hallarse en Mateo 6:25; 10:39; 16:25, 26; Lucas 12:20; Juan 10:11, 15; 13:37,
38; 15:13; Hechos 20:10.
Los siervos e hijos de Dios tienen la
esperanza de resucitar en el caso de que mueran, es decir, tienen la esperanza
de vivir de nuevo como “almas” o criaturas vivas. Por esa razón, Jesús podía
enseñar: “El que pierda su alma [su vida como criatura] por causa de mí y de
las buenas nuevas, la salvará. En realidad, ¿de qué provecho le es al hombre
ganar todo el mundo y pagarlo con perder su alma? ¿Qué, realmente, daría el
hombre en cambio por su alma?” (Mr 8:35-37), y también: “El que tiene afecto a
su alma la destruye, pero el que odia su alma en este mundo la resguardará para
vida eterna”. (Jn 12:25.) Estos textos, y otros similares muestran cómo deben
entenderse las palabras de Jesús en Mateo 10:28: “No se hagan temerosos de los
que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma; sino, más bien, teman al que
puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el Gehena”. Aunque los hombres
pueden matar el cuerpo, no pueden matar a la persona para siempre, ya que en
armonía con el propósito de Dios, esta sigue viva, pues Él restaurará a tal
persona fiel a la vida por medio de la resurrección. Los hijos de Dios
consideran que perder su “alma” o vida como criatura es algo solo temporal, no
permanente.
Mortal y destructible.
Por otro lado, Mateo 10:28 dice
que Dios “puede destruir tanto el alma [psy·kjen] como el cuerpo en el
Gehena”, lo que muestra que psy·kje no se refiere a algo inmortal o
indestructible. De hecho, no hay ni un solo caso en todas las Escrituras, tanto
hebreas como griegas, donde a las palabras né·fesch o psy·kje las
modifiquen términos como inmortal, indestructible, imperecedero u otros similares.
En cambio, hay veintenas de textos en las
Escrituras Hebreas y Griegas que hablan de né·fesch o psy·kje
(alma) como mortal y sujeta a la muerte (Gé 19:19, 20; Nú 23:10; Jos 2:13, 14; Jue
5:18; 16:16, 30; 1Re 20:31, 32; Sl 22:29; Eze 18:4, 20; Mt 2:20; 26:38; Mr 3:4;
Heb 10:39; Snt 5:20); que muere, es “cortada” o destruida (Gé 17:14; Éx 12:15;
Le 7:20; 23:29; Jos 10:28-39; Sl 78:50; Eze 13:19; 22:27; Hch 3:23; Rev 8:9;
16:3), tanto por espada (Jos 10:37; Eze 33:6) como por “sofocación” (Job 7:15);
que está en peligro de morir ahogada (Jon 2:5); que baja al hoyo o al Seol (Job
33:22; Sl 89:48), o que es librada de allí (Sl 16:10; 30:3; 49:15; Pr 23:14).
Alma muerta.
La expresión ‘alma difunta o
muerta’ también aparece varias veces, y simplemente significa “una persona
muerta”. (Le 19:28; 21:1, 11; 22:4; Nú 5:2; 6:6; Ag 2:13; compárese con Nú
19:11, 13.)
Deseo.
A veces la palabra né·fesch
se utiliza para expresar el deseo del individuo, que le llena y luego le empuja
a lograr su meta. Por ejemplo, Proverbios 13:2 dice sobre los que tratan
traidoramente que ‘su mismísima alma es violencia’, es decir, que son
partidarios acérrimos de la violencia, y llegan a ser en realidad la violencia
personificada. A los falsos pastores de Israel se les llama
“perros fuertes en el deseo del alma”, insaciables. (Isa 56:11, 12; Hab 2:5.)
Servicio
de toda alma.
Tal como se ha mostrado, “alma”
significa básicamente toda la persona. Sin embargo, ciertos textos nos exhortan
a buscar, amar y servir a Dios con ‘todo nuestro corazón y toda nuestra
alma’. (Dt 4:29; 11:13, 18.) Deuteronomio 6:5 dice: “Tienes que amar a Jehová
tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza vital”.
Jesús dijo que era necesario servir con toda el alma y todas las fuerzas y,
además, “con toda tu mente”. (Mr 12:30; Lu 10:27.) Ahora bien, surge la
pregunta de por qué se mencionan estos otros conceptos junto con el alma si
esta los abarca todos. Ilustremos el probable significado: una persona pudiera
venderse a sí misma (su alma) en esclavitud a otra persona, de modo que llegara
a ser posesión de su dueño y amo. Sin embargo, pudiera ocurrir que no sirviera
a su amo de todo corazón, con plena motivación y deseo de agradarle, y que por
lo tanto no utilizase todas sus fuerzas o facultades mentales en favor de los
intereses de su amo. Por consiguiente,
estas otras facetas probablemente se mencionan para destacarlas, de modo que no
las olvidemos o pasemos por alto en nuestro servicio a Dios, a quien
pertenecemos, y al servir a su Hijo, cuya vida fue el precio de rescate que nos
compró. El servicio a Dios “de toda alma” comprende a toda la persona, sin
exclusión de parte alguna del cuerpo, función, capacidad o deseo.
Alma y
espíritu son distintos.
El “espíritu” (heb. rú·aj;
gr. pnéu·ma) no debería confundirse con el “alma” (heb. né·fesch;
gr. psy·kje), pues se refieren a cosas diferentes. Por esa razón,
Hebreos 4:12 dice que la Palabra de Dios ‘penetra hasta dividir el alma del
espíritu y las coyunturas de su tuétano’. Como se
ha mostrado, el alma (né·fesch; psy·kje) es la criatura misma, mientras
que el espíritu (rú·aj; pnéu·ma) por lo general se refiere a la fuerza
de vida de la criatura viva o alma, aunque los términos del lenguaje original
también pueden tener otros significados.
Para ilustrar mejor la distinción
entre las palabras griegas psy·kje y pnéu·ma, examinemos la
consideración del apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios, en cuanto
a la resurrección de los cristianos a vida de espíritu. En ella Pablo contrasta
“lo que es físico con “lo que es espiritual. De esta manera
muestra que hasta el tiempo de su muerte los cristianos tienen un cuerpo
“animal [de índole de alma]”, tal como lo tuvo el primer hombre Adán; mientras
que al resucitar, los cristianos ungidos reciben un cuerpo espiritual como el
del glorificado Jesucristo. (1Co 15:42-49.) Judas hace una comparación en
cierto modo similar al hablar de “hombres animales que no tienen espiritualidad literalmente, “que no tienen espíritu” (pnéu·ma)]”.
(Jud 19.)
Dios como
poseedor de alma.
En vista de lo citado, los textos en los que Dios habla de
“mi alma” (Le 26:11, 30; Sl 24:4; Isa 42:1) deben entenderse como otro ejemplo
de atribuir a Dios características físicas y humanas para facilitar la
comprensión, como cuando se habla de que Dios tiene ojos, manos, etc. La
expresión bíblica ‘mi né·fesch’ referida a Jehová obviamente significa
‘yo mismo’ o ‘mi persona’, pues “Dios es un Espíritu [Pnéu·ma]”. (Jn 4:24;
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