} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: ARREPENTIMIENTO

sábado, 2 de julio de 2016

ARREPENTIMIENTO


El verbo “arrepentirse” significa “sentir pesar, contrición o compunción, por haber hecho o haber dejado de hacer alguna cosa”. También entraña la idea de “cambiar de actitud con respecto a cierta acción o conducta del pasado (o a algo que se pretendía hacer) debido a pesar o descontento”. En muchos textos esta es la idea de la palabra hebrea na·jám, término que puede significar “sentir pesar; estar de duelo; arrepentirse” (Éx 13:17; Gé 38:12; Job 42:6), y también: “consolarse” (2Sa 13:39; Eze 5:13), “liberarse” o “desembarazarse (por ej.: de los enemigos)”. (Isa 1:24.) Sea que se refiera a sentir pesar o a sentir consuelo, el término hebreo implica un cambio en la actitud mental o el sentir de la persona.
En griego se usan dos verbos en conexión con el arrepentimiento: me·ta·no·é·o y me·ta·mé·lo·mai. El primero se compone de me·tá, “después”, y no·é·o (relacionado con nous, mente, disposición o consciencia moral), que significa “percibir; discernir; captar; darse cuenta”. Por consiguiente, el significado literal de me·ta·no·é·o es “conocer después” (en contraste con “pre-conocer”), y se refiere a un cambio en la manera de pensar, la actitud o el propósito de una persona. Por otro lado, me·ta·mé·lo·mai viene de mé·lo, que significa “preocupar; interesar”. El prefijo me·tá (después) le da al verbo el sentido de “sentir pesar” (Mt 21:30; 2Co 7:8) o “arrepentirse”.
Por consiguiente, me·ta·no·é·o recalca el cambio de punto de vista o disposición: el rechazo del modo de proceder pasado o que se ha pensado emprender por considerarlo indeseable (Rev 2:5; 3:3); por otro lado, me·ta·mé·lo·mai subraya el sentimiento de pesar que experimenta la persona. (Mt 21:30.) El Theological Dictionary of the New Testament (edición de G. Kittel, vol. 4, pág. 629; traducción al inglés de G. Bromiley, 1969) dice: “Por lo tanto, cuando el Nuevo Testamento separa los significados muestra un claro discernimiento de la naturaleza incambiable de ambos conceptos. En contraste, el uso helenístico acercó el significado de las dos palabras”.
Por supuesto, un cambio de punto de vista suele ir acompañado de un cambio de sentimientos, o es posible que sea el sentimiento de pesar el que provoque un decidido cambio en el punto de vista o la voluntad de la persona. (1Sa 24:5-7.) Se deduce, entonces, que estos dos vocablos, aunque de distinto significado, son muy afines.
Arrepentimiento humano de los pecados.
El pecado, el no cumplir con los justos requisitos de Dios es lo que hace necesario el arrepentimiento. (1Jn 5:17.) Ya que Adán vendió a toda la humanidad al pecado, todos sus descendientes han tenido la necesidad de arrepentirse. (Sl 51:5; Ro 3:23; 5:12.) El arrepentimiento (seguido de la conversión) es un requisito previo para reconciliarse con Dios.
Puede ser que el arrepentimiento afecte el proceder de la vida de una persona, es decir, un derrotero de vida contrario al propósito y la voluntad divinas y, por lo tanto, en armonía con el mundo controlado por el adversario de Dios (1Pe 4:3; 1Jn 2:15-17; 5:19), o quizás solo afecte un aspecto en particular de la vida, una práctica impropia que estropea y mancha un derrotero que de otra manera sería aceptable; es posible que se sienta arrepentimiento debido a un solo acto de mala conducta o hasta por una tendencia, inclinación o actitud incorrecta. (Sl 141:3, 4; Pr 6:16-19; Snt 2:9; 4:13-17; 1Jn 2:1.) Por consiguiente, las faltas que lo causan pueden ser o bien de carácter muy general o bien bastante específicas.
De manera similar, una persona puede desviarse de la justicia mucho o poco, y, como es lógico, el grado de pesar estará en proporción al grado de desviación. Los israelitas fueron “a lo profundo en su sublevación” contra Jehová y se ‘pudrieron’ en sus transgresiones. (Isa 31:6; 64:5, 6; Eze 33:10.) Por otro lado, el apóstol Pablo aconseja que cuando un “hombre dé algún paso en falso antes que se dé cuenta de ello”, los que tienen las debidas cualidades espirituales han de tratar “de reajustar a tal hombre con espíritu de apacibilidad”. (Gál 6:1.) Ya que Jehová tiene misericordia de las debilidades carnales de sus siervos, estos no necesitan estar en una constante condición de remordimiento debido a los errores que cometen por su imperfección inherente. (Sl 103:8-14; 130:3.) Si andan concienzudamente en los caminos de Dios, pueden sentirse gozosos. (Flp 4:4-6; 1Jn 3:19-22.)
Entre los que necesitan arrepentimiento puede que estén aquellos que ya han disfrutado de una relación favorable con Dios, pero que se han desviado y han sufrido la pérdida de su favor y bendición. (1Pe 2:25.) Israel estaba en una relación de pacto con Dios, eran un “pueblo santo”, escogido de entre todas las naciones (Dt 7:6; Éx 19:5, 6); los cristianos también llegaron a estar en una posición justa ante Dios mediante el nuevo pacto mediado por Cristo. (1Co 11:25; 1Pe 2:9, 10.) En el caso de aquellos que se desviaron, el arrepentimiento los conducía a la restauración de su buena relación con Dios y a los consiguientes beneficios y bendiciones que les reportaría esa relación. (Jer 15:19-21; Snt 4:8-10.) Para los que no han disfrutado con anterioridad de tal relación con Dios como los pueblos paganos de naciones no israelitas durante el tiempo en que estuvo en vigor el pacto de Dios con Israel (Ef 2:11, 12) y todas aquellas personas de cualquier raza o nacionalidad que están fuera de la congregación cristiana, el arrepentimiento es un paso principal y esencial para llegar a estar en una posición justa delante de Dios, con vida eterna en mira. (Hch 11:18; 17:30; 20:21.)
El arrepentimiento puede ser tanto colectivo como individual. Por ejemplo: la predicación de Jonás movió a toda la ciudad de Nínive a arrepentirse, desde el rey hasta “el menor de ellos”, pues a los ojos de Dios todos habían participado en la maldad. (Jon 3:5-9; compárese con Jer 18:7, 8.) A instancias de Esdras, la entera congregación formada por los israelitas que regresaron del exilio reconoció su culpabilidad colectiva ante Dios y expresó arrepentimiento por medio de sus príncipes representantes. (2Cr 29:1, 10; 30:1-15; 31:1, 2.) Asimismo, la congregación de Corinto se arrepintió de haber tolerado la presencia de alguien que practicaba males crasos. (2Co 7:8-11; 1Co 5:1-5.) Incluso los profetas Jeremías y Daniel no se eximieron por completo de culpabilidad cuando confesaron los males que había cometido Judá y que resultaron en su caída. (Lam 3:40-42; Da 9:4, 5.)

Qué requiere el verdadero arrepentimiento
 El arrepentimiento envuelve tanto la mente como el corazón. Hay que reconocer lo malo del proceder o la acción, y para ello se precisa aceptar como justas las normas y la voluntad divinas. Ignorar u olvidar su voluntad y normas es una barrera para el arrepentimiento. (2Re 22:10, 11, 18, 19; Jon 1:1, 2; 4:11; Ro 10:2, 3.) Por esta razón, Jehová, en su misericordia, ha enviado a profetas y predicadores para que hagan una llamada al arrepentimiento. (Jer 7:13; 25:4-6; Mr 1:14, 15; 6:12; Lu 24:27.) Al hacer que se publiquen las buenas nuevas por medio de la congregación cristiana, y en particular desde el tiempo de la conversión de Cornelio en adelante, Dios ha estado “diciéndole a la humanidad que todos en todas partes se arrepientan”. (Hch 17:22, 23, 29-31; 13:38, 39.) La Palabra de Dios (escrita o hablada) es el medio para ‘persuadirles’, para convencerles de lo justo del camino del Creador y de lo incorrecto de sus propios caminos. ( Lu 16:30, 31; 1Co 14:24, 25; Heb 4:12, 13.) La Ley de Dios es “perfecta, hace volver el alma”. (Sl 19:7.)
El rey David habla de ‘enseñar a los transgresores los caminos de Dios para que se vuelvan a Él’ (Sl 51:13), obviamente una referencia a sus compañeros israelitas. A Timoteo se le dijo que no pelease cuando tratase con los cristianos de las congregaciones a las que servía, sino que ‘instruyese con apacibilidad a los que no estuvieran favorablemente dispuestos’, ya que Dios tal vez les daría ‘arrepentimiento que conduciría a un conocimiento exacto de la verdad, y recobrarían el juicio fuera del lazo del Diablo’. (2Ti 2:23-26.) Por consiguiente, la llamada al arrepentimiento se puede dar tanto dentro de la congregación del pueblo de Dios como fuera de ella.
La persona debe entender que ha pecado contra Dios. (Sl 51:3, 4; Jer 3:25.) Esto puede ser bastante obvio cuando existe blasfemia pública contra el nombre de Dios o adoración de otros dioses, como por medio de imágenes idolátricas. (Éx 20:2-7.) Sin embargo, hasta en lo que se pudiera considerar como un “asunto privado” o algo entre dos personas, ha de reconocerse que los males cometidos son pecados contra Dios, una falta de respeto a Jehová. (2Sa 12:7-14; Sl 51:4; Lu 15:21.) Hay que admitir que incluso las faltas en las que se incurre por ignorancia o equivocación hacen que se sea culpable ante el Gobernante Soberano, Jehová Dios. ( Le 5:17-19; Sl 51:5, 6; 119:67; 1Ti 1:13-16.)

Una parte importante de la labor de los profetas consistió en convencer a Israel de sus pecados (Isa 58:1, 2; Miq 3:8-11), bien de idolatría (Eze 14:6), injusticia, opresión de un semejante (Jer 34:14-16; Isa 1:16, 17), inmoralidad (Jer 5:7-9) o falta de confianza en Jehová al apoyarse en el hombre y en el poderío militar de las naciones. (1Sa 12:19-21; Jer 2:35-37; Os 12:6; 14:1-3.) El mensaje que Juan el Bautista y el propio Jesucristo dirigieron al pueblo judío fue una llamada al arrepentimiento. (Mt 3:1, 2, 7, 8; 4:17.) Ambos pusieron al descubierto la condición pecaminosa de la nación al despojar a la gente y a sus guías religiosos del halo de santurronería que les amparaba y del embozo de tradiciones humanas y simulaciones hipócritas que les encubría. (Lu 3:7, 8; Mt 15:1-9; 23:1-39; Jn 8:31-47; 9:40, 41.)

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